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Al llegar al hospital, Diego llevaba a Amaranta entre sus brazos.—¡Está embarazada, por favor, ayúdenme!La pusieron en una camilla y la llevaron hasta una habitación. Mientras una ginecóloga la revisaba, el hombre tuvo que esperar afuera.—Llamen a la policía, vayan por esos hombres, que los encarcelen.Los hombres de Diego obedecieron.Diego no estaba en paz, caminaba de un lado a otro, tenìa mucho miedo.«Si no hubiera llegado a tiempo, Amaranta estaba en riesgo, y todo por mi culpa. Fui yo quien la llevó a esto, nunca podré perdonarme», pensó.***Enrique llegó hasta la casa, bajó de su auto, y vio la inundación, pero al escuchar a la policía, y ver ese auto, subió a su auto y se alejó un poco.«Esos hombres trabajan para Diego, estoy seguro de eso, ¿Así que vino por ella igual que yo? M*****a sea», pensó.Enrique esperó ahí, vio cómo sacaron a dos hombres de la casa y estos fueron arrestados.Luego decidió seguir a los hombres de Diego, intuyó que Amaranta estaba con èl, y si que
Diego salió de la habitación, estaba destrozado. El doctor le indicó que la ginecóloga volvería más tarde y revisaría a Amaranta. Luego de eso, entonces, ella podría ser dada de alta.El hombre fue hasta la cafetería, necesitaba calmarse, las palabras de Amaranta fueron como dagas en su pecho.«Merezco todos los insultos, he sido el peor de los idiotas», pensó.Amaranta intentó levantarse, aún escuchaba la tormenta caer.—Debo irme, no puedo seguir aquí, no quiero estar con él.Se levantó, se vistió con su ropa que estaba en un cajón, estaba dispuesta a marcharse. La puerta se abrió. Temió que fuera Diego, pero era peor. Enrique Santalla estaba frente a ella.—¡Amaranta! ¡Te encontré! —dijo con una sonrisa.***Mónica y Silvia estaban en la mesa del jardín, se miraban fijamente. Ninguna decía nada.—¿Cómo vamos a acabar con Jorge? —exclamó Mónica, empujando su cuerpo hacia la mujer y hablando en voz muy baja.Silvia lanzó un suspiro.—Él es el heredero de todo, pero, si se muere, ¿y qu
Días después.En la mansión Santalla.Jorge, Jerónimo y Diego estaban reunidos a puerta cerrada.—Bien, aquí está el contrato, les entregó las acciones que les corresponden. Tengo ya mis propias acciones, si seguimos de socios, es porque nos conviene a ambos, aunque, sinceramente, no me gustaría seguir en esta sociedad —dijo Diego.Jorge estuvo de acuerdo.—Sabemos que nuestra familia ha hecho daño suficiente, esperemos que en un futuro podamos mejorar nuestra relación.Diego le dio la mano a Jorge y luego salió.***Mariza y Amaranta hablaban en el jardín.—¿De verdad vas a volver con Diego?—Lo sé, no tengo màs opción.—Si la tienes, puedes ir a vivir a nuestra casa, mientras tanto.Amaranta se lo pensó.—Lo sé, pero… no sé, ¿Sabes? Tuve mucho miedo, y cuando llegó Diego, sentí un alivio; pensé que era mi fin.Mariza la abrazó.—Él me pidió perdón, pero nunca pensé que fuese como esos hombres que solo quieren valorarte cuando te han destrozado.Mariza asintió.—Lo sé, porque te entie
—¡Cállate, Enrique! Tu hijo estará protegido, tendrá su herencia, tendrá dinero, nada le faltará, pero para ti, no habrá nada, ahora puedes irte de mi casa.Jerónimo caminó, y un empleado le ayudó llevándolo a su habitación.Jorge estaba perplejo, intentó irse, pero Enrique cerró su camino.—¿Estás feliz de quitarme lo que es mío?Jorge sonriò.—No lo olvides, Enrique, el dinero que fundó la empresa que tanto deseas, el primer dinero que fundó la mansión y todo lo que tenemos, fue de mi madre, ¡mi madre! No la tuya.Jorge lo apartó de su camino.Cuando llegó a la habitación, contó todo a su esposa. Jorge estaba en la bañera, y Mariza se metió con èl.Jorge la envolvió en sus grandes brazos, besando sus mejillas y hombros con ternura.—Jorge, tengo miedo, ¿qué serán capaces de hacer por ambición? Mejor renuncia a todo, vámonos a Barza, vámonos lejos de todo. No necesitamos dinero, nunca lo hemos necesitado.Jorge acarició su rostro, besó sus labios.—No tengas miedo de nada, nosotros n
El auto salió del camino, Jorge perdió el control, y fue hacia un barranco, golpeando fuertemente contra un árbol.La puerta se abrió y Jorge salió del auto, golpeándose con fuerza sobre el camino.Mientras el auto, cayó màs profundo, y explotó haciendo tal ruido que fue escuchado por muchos, que se detuvieron y eligieron llamar a emergencias y a la policía.***Diego fue hasta la habitación de Amaranta.Al entrar, la observó recostada en la cama. A veces, cuando ella dormía, él acudía a esa habitación, le gustaba verla dormir. A veces besaba su mano y le pedía profusamente perdón, sin que ella le escuchara.Abrió los ojos, y se sorprendió al verlo ahí.—¿Diego?—Lo siento, no quería despertarte, quería ver que tú y mi bebé estuvieran bien.Ella tocó su abultado vientre de casi seis meses, sonriò, asintió.—Estamos bien.—Entonces, duerme.Èl estaba a punto de irse, pero ella lo detuvo.—¿Quieres dormir conmigo? Si no puedes dormir, tal vez aquí puedas hacerlo.Él sonriò, su mirada se
—Ve y dile a tu padre, debes llevarlo al hospital de Barza.—¿Te avisaron que está… muerto?—No, aún no encuentran su cuerpo, pero deben irse. Me encargaré de Mariza.Enrique asintió, se puso su abrigo y fue hasta la habitación de su padre.A solas, Silvia llamó a Mónica.—Ven cuánto antes.—¿Qué?! Acabo de parir hace un día, mujer.—No me importa si acabas de parir o de ver al mismo diablo, te quiero aquí y trae a ese niño.—¿Qué? ¿De qué hablas? Tú tendrás una bebé, la hija de Mariza, y tu bebé será el hijo que ella parirá.—¡¿Te has vuelto loca?! —exclamó confusa.—Oh, sì, lo ves ahora, estoy muy loca, mujer, ¡obedece! ¿O quieres que mi hijo te eche de su lado? También trae a la matrona que te ayudó a parir. La necesitaremos.—Bien. Volveré.***Mónica colgó la llamada, estaba perpleja, mirando a la nada.«Y yo creía ser la persona màs mala, parece que Silvia tiene su lugar bien ganado, sea como sea, me están ayudando mucho a destruir la vida de Jerónimo, cuando le cuente todo, qu
Silvia estaba demasiado nerviosa, ordenó que todos los empleados fueran a la casa de campo junto con los choferes.—¿Todo está bien, señora? —exclamó el ama de llaves, nerviosa.—¡No te metas en mis asuntos! Obedece, mujer, llévate a todos los empleados, excepto a los guardias de la puerta, largo de aquí.La mujer estaba temerosa, recordó cuando Silvia peleó con la señora Valeria y esta cayó por las escaleras.La mujer sabía bien de que era capaz Silvia, fue a buscar a los empleados, cuando vio a esa joven mujer, ella la conocía, era hija de una amiga suya del pueblo.—¿Niña? ¿Qué te pasó?La chica estaba recién bañada, con ojos rojos, negó.—Nada, yo, extraño mi casa…—Pues no puedes volver, recuerda que tus papás necesitan mucho este dinero. Anda, iremos a la casa de campo que queda cerca del pueblo, quizás puedas visitarlo, Darina.La joven asintió, fue por un abrigo, pero la sola idea de ver a sus padres la hizo llorar, aún podía recordar las manos de Enrique sobre ella, y eso la t
Cuando Silvia fue a la puerta, los guardias le dijeron que era Amaranta Estévez.—¡Amaranta, lárgate! La familia está pasando por mucho, y tú, no eres familia —recriminó la mujer.—¡Abre la m*****a puerta, Silvia! Quiero ver a Mariza, supe lo de Jorge, ella está muy mal —dijo Amaranta.—Ella está en labor de parto, tenemos a una enfermera y matrona, no te entrometas, ahora, querida, ¡lárgate!Amaranta golpeó la puerta.—Abre ahora, tengo guardias conmigo, y entraré a la fuerza.—¡Irás presa, Amaranta!—Entonces, yo llamaré a la policía y exigiré ver a Mariza.La mujer rio con burla.—Hazlo, verás cómo será desestimado, además, no te olvides, Mariza está dando a luz en casa, con una matrona y una enfermera, hazlo, llama a la policía, a ver qué haces con tu cara de estúpida —exclamó, mirò a los guardias y dejó la orden clara.—Que nadie entre y si lo hacen, disparen.Silvia volvió a casa.Escuchó gritos de Mariza, quejidos y súplicas.—¡Abran! Por favor, ya no es un maldito juego, Silvi