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Enrique estaba desesperado, llamaba al teléfono de Amaranta, ella no respondía.—¡Qué m*****a manera de perder! Ella no puede dejarme por él, no puede amarlo, ¡no hicieron nada! Ella no se entregó a mí por no ser mi esposa, no se entregará a un hombre al que no ama, ¿verdad? Amaranta va a volver a mí, lo quiera o no, pero antes debe nacer mi hijo y ser el heredero de todo —sentenció.***Mariza y Jorge desayunaron en el departamento.—¿Crees que Eva tuvo algo que ver? Porque ella te besó, y Dios mío, quería sacarle los ojos.Jorge rio un poco.—No sé, bebí un trago de cortesía en ese bar, creo que fue mi peor error, pero no sé ni qué hacía Eva ahí, ni si estuvo relacionada. Eva está un poco loca, pero al llegar a ese extremo, sé que es muy caprichosa, pero…—No la justifiques, es una loca, y lo va a pagar.Jorge rio, ella miró sus ojos.—¿Qué pasa?—Me gusta ver tu carita de mala —dijo y la sentó en su regazo, besó sus labios—. Lo único que me importa es tenerte a mi lado, que pronto s
Amaranta se alejó rápido del hombre, le mirò con ojos feroces.Diego los mirò con duda, tuvo un mal presentimiento, pero no supo por qué, era incapaz de pensar que había algo entre ellos, puesto que para Diego aún pensaba que tenían lazos consanguíneos.Enrique los vio subir y alejarse, y sintió rabia.***Entraron a su habitación y Amaranta estaba nerviosa.—¿Qué pasa? ¿Por qué discutías con tu primo?Amaranta se puso nerviosa.—Yo… ya sabes, problemas.Diego la mirò con ojos severos.—Dime algo, Amaranta. Enrique conoce a ese hombre con el que te fugaste.Amaranta se puso temblorosa.—Por favor, ya no me preguntes nada, ¿no has tenido suficiente? Soy tu esposa, no escaparé con nadie.Diego lanzó un suspiro, asintió lento y fue a darse un baño.Amaranta se sentó en la cama, estaba cansada.***Mónica y Silvia hablaban en el salón principal.—Tienes que llevarla hasta allá, quiera o no quiera, Jorge va a participar en la cacería, así que al llevarte allá a Mariza, debes hacerla cae
Al día siguiente.La familia se encontró en el desayuno.Enrique lanzó una mirada severa contra Amaranta, pero ella ni siquiera se dignó a mirarlo, y eso hizo que el hombre odiara màs.Luego del desayuno, Jerónimo pidió que alistaran todo para la cacería.—Todos deben participar, excepto las embarazadas, que quiero que vayan hacia el lago, donde las estarán esperando para que arreglen el picnic que disfrutaremos para celebrar al mejor cazador.—Yo prefiero ir con mi esposa, padre…—Jorge, no, hijo, por favor, ven conmigo, como en los viejos tiempos.Jorge frunció la boca.—Ve con èl. La niñera estará con Luca, y te veré para el picnic.—Además, caminar ayudará al embarazo, eso dijo mi ginecólogo —dijo Mónica.Mariza la mirò con recelo.—Bueno, vamos a cazar —dijo Silvia—. No soy muy buena en la cacería, pero seguro que no seré la peor. Eso será Amaranta, como siempre.Amaranta rodó los ojos sin hacer caso a Silvia.Pronto, los hombres tomaron sus armas, se pusieron los chalecos anti
Mariza estaba muy asustada. Mónica estaba en la zanja, gritaba y sufría.—¡Ayuda! —lloriqueaba adolorida.—Tranquila, por favor, todo va a estar bien. Espera aquí, iré por ayuda.—¡No! —gritó—. No te atrevas a abandonarme aquí, Mariza, seguro de que quieres matarme, ¡me has empujado! Si mi bebé muere, ¡será tu culpa! ¡Asesina!Mariza estaba perpleja ante las palabras de esa mujer enloquecida—¡¿Qué…?! Yo no te hice nada, reacción, Mónica, podría dejarte aquí. Si te controlas, no hay forma en que vengan a ayudarnos, déjame ir por ayuda.—¡Me dejarás morir aquí!Mariza negó.—No lo haré, y no te queda màs que confiar en mí, si los papeles fueran distintos, ¿acaso me dejarías ahí?La mujer titubeó.—No respondas nada, mujer, traeré ayuda; a diferencia de ti, yo no tengo la sangre helada para dejarte aquí sin ayuda, menos cuando sé que esperas un hijo como yo.Mariza se dio prisa en irse. Mónica aún gritó su nombre, maldiciéndolo.***Amaranta dio la vuelta, dejando atrás a la mujer.—¡Vu
Jerónimo separó a sus hijos.—¡Por favor, paren! No ven que ahora Mónica nos necesita.Enrique se alejó de Jorge y corrió hacia Mónica que estaba llevada en la camilla.Silvia apuntó a Mariza.—Si dañaste a mi nieto, juro que pagarás por esto.Mariza no dijo nada, estaba temblando.—¡Cállate! —gritó Jorge. La mujer no dijo nada y fue con su nuera y su hijo.Jorge acunó el rostro de su esposa.—No hagas caso, mi amor, tú no has tenido ninguna culpa en esto, vamos a casa, debes descansar.—¡No hice nada, lo juro, Jorge! Créeme por favor.Jorge la abrazó a su pecho.—Sè que no hiciste nada, amor, esto fue un accidente, no te angusties por nada, todo estará bien.***En el hospital.Mónica fue llevada a la sala de urgencias obstétricas; debían revisarla de inmediato.Ella sollozaba, se quejaba del dolor, tenìa mucho miedo.Enrique fue tras ella, pero no le dejaron ir màs allá.—¡Debe esperar! —dijo el doctor, pero Enrique le tomó por el cuello.—¡Deben salvar a mi bebé! Ese niño vale muc
Cuando el doctor salió, Silvia lo atosigó con mil preguntas.—El bebé, está desarrollándose bien, no perdió el embarazo, pero ahora deberá estar en reposo absoluto, por lo menos hoy y mañana estará aquí en el hospital.Silvia y Enrique pudieron por fin respirar profundo, sintieron alivio.—Sin embargo, la paciente quiere llamar a la policía.Enrique estaba dudoso.El doctor los dejó solos.—¡No puede denunciar este hecho!—¿Y por qué no? —exclamó Silvia.—¿Quieres que descubran que fueron ustedes quienes hicieron esa zanja y la camuflaron para que, ¿Mariza cayera, pero en realidad Mónica tuvo la mala suerte de caer ahí, antes?Silvia se puso nerviosa.—Iré a hablar con Mónica, vuelve a casa, y dile a Jerónimo que el bebé está sano, haz que sienta mucha compasión y culpe a la m*****a Mariza.Enrique estuvo de acuerdo y se fue.***Silvia entró en la habitación y observó a Mónica.Ella la miró a los ojos.—Mi bebé vive, aún tengo al heredero conmigo —dijo sonriente.—Mónica, no puedes
En el hospital.Los policías llegaron. Silvia estaba nerviosa, pero no pudo detener a su nuera.—Mariza Santalla me lanzó a una zanja. Caminábamos a un picnic familiar, cuando de pronto se volvió loca, me humilló, ya que en el pasado su esposo fue mi pareja, además, cuando mi hijo nazca será el gran heredero de la fortuna Santalla, por eso esa mujer me dijo que quería matarme a mí, y a mi bebé, me lanzó sin piedad a la zanja, me dejó ahí, si no fuera por mi suegra que llegó, ahora estaría muerta.—Necesitamos la información de esa mujer, dónde podemos encontrarla.Silvia y Mónica dieron toda la información al respecto.Mónica firmó su denuncia y los policías se fueron.—Solo espero que esto no nos lleve a la ruina, Mónica.Mónica sonriò.—Si vamos a la ruina, te aseguro que Jorge y Mariza, irán con nosotros —sentenció la mujer.***Amaranta luchaba contra la fuerza de ese hombre. Le miraba con rabia, no podía alejarlo.Lo amó mucho, pero ver lo que le hacía, esta vez le produjo asco.
—¡¿Qué has dicho?! Padre, ¡no puedes hacerme esto! —exclamó Enrique.Jerónimo le mirò con ojos feroces.—¡Claro que puedo hacerlo!—¡Mariza me hizo daño! ¿De veras la preferirás sobre mì? —exclamó Mónica.Amaranta y Diego escucharon el escándalo. Amaranta estaba muy feliz.—¡Ya lo escucharon! Retiren la denuncia, solo así podrán volver a ser considerados en mi herencia; de lo contrario, será el fin.—¡Jerónimo! ¿Cómo puedes ser tan cruel? —exclamó Silvia, casi chillando de rabia.El hombre sonriò.—Esa es mi última decisión, Silvia, será mejor que la aceptes o hasta a ti te echará de mi lado.—¡Jerónimo!—Sáquenlos de aquí —dijo con mucha seguridad.Enrique mirò a su padre con rabia.—¡Está bien! Haremos lo que quieras.—¡No! —exclamó Mónica—. Esa mujer seguramente parirá a un bastardo, y la defiende, Jerónimo.Jerónimo mirò a Mónica con rabia.—Tampoco estoy tan seguro de que tú tendrás a mi nieto, podrías parir un bastardo.Mónica pasó de la rabia al dolor, las palabras de ese hombr