La joven despierta sobresaltada al escuchar los golpes en la puerta, se incorpora de la cama y va hacia la sala mientras estruja sus ojos con pesadez. Al abrir, maldice mentalmente por estar en esas fachas y que el dueño del piso donde vive la repase con una mirada extraña, que la pone incómoda.
—Dígame —dice la chica haciendo un esfuerzo sobrehumano para no cerrarle la puerta en la cara al viejo.—Vengo por el dinero, ya hoy es último de este mes —le recuerda el hombre de ojos quisquillosos.—Bueno, verá señor Farrell. Hoy me fue terrible en el trabajo, y me ha sido imposible conseguir el dinero. Pero le aseguro que si me da dos días más puedo pagarle lo que le debo —suplica la joven reteniendo el aire que tiene atorado en el pecho.—Dos días —recalca el dueño del piso—. De lo contrario deberás buscar otro sitio donde vivir.Willow suspira aliviada.—Vale, muchas gracias señor Farrell. Le prometo que tendrá su dinero —el hombre asiente y se marcha escaleras abajo.La chica cierra la puerta y toma asiento en el incómodo sofá oscuro que debe de cambiar pronto si no quiere quedarse sin su trasero. Aunque comprar un sofá nuevo le costaría seis meses de su sueldo, y tomando en cuenta que ha perdido su empleo, eso es un poco imposible en este momento.Oreo se acerca a la joven y frota su cuerpo en las piernas de la chica. Willow la carga entre sus brazos mientras se dirige a su dormitorio.—No sé qué será de nosotras si no llego a conseguir ese empleo, cariño —comenta acariciando la cabeza de la gatita que la mira desinteresadamente.La joven decide cambiarse de ropa para salir a la calle, necesita buscar cuanto antes un empleo. Y quedarse en casa de brazos cruzados mientras espera a que suceda un milagro, eso no resolvería nada.Se enfunde en unos vaqueros desgastados y su suéter de lana para cubrirse un poco del frío que ha causado la lluvia. Se coloca sus botas oscuras y sale del apartamento no sin antes traer un paraguas consigo. No iba a arriesgarse de nuevo, odiaba coger un resfriado, con lo difícil que se le hacía en ese instante comprar medicamentos.Las calles de Brooklyn están desoladas, a exención del señor Joshua que se encuentra en la banca de la pequeña plaza. Es el que más visita ese sitio puesto que alimenta a las palomas que invaden la fuente. La joven al pasar cerca de él, sacude su mano saludando al agradable señor que le sonríe en respuesta.Continúa su marcha en dirección a su antiguo trabajo, pasará a buscar su gabardina, esa que lleva tiempo conservando con ella y por alguna extraña razón no puede tirar a la basura o perderla. Llega en menos de cinco minutos al local del señor Hanks, este al verla no refleja ninguna expresión en su arrugado rostro.—Vengo por mi gabardina —anuncia cortésmente.—Willow —la llama el señor Hanks.—Dígame.—Imagino que aún no has podido encontrar empleo —la joven Willow se encoge de hombros—. Conozco a alguien que está buscando una chica para hacer los quehaceres de la casa, aquí está su dirección por si estás interesada.Le tiende un papel doblado cuidadosamente, la chica lo toma sin dudarlo.—Vale, le agradezco —le regala una sonrisa de boca cerrada y se dirige al depósito por su gabardina.Al salir de la tienda, decide ir por una tarta, así que emprende camino a la cafetería que suele recurrir. Las calles están en completa tranquilidad, apenas y se oye el murmullo de las pocas personas en la plaza. Pero el silencio no dura para siempre, ya que al ir adentrándose al barrio de Brooklyn, el sonido del claxon de los autos es bastante ensordecedor para la joven Willow que detesta el ruido.La cafetería se encuentra semi vacía, algo que le resulta muy extraño a la chica, puesto que es el sitio con más clientes.—Oliver —saluda al muchacho de piel oscura que ordena algunos dulces en la vitrina.—¡Willow! —emite dibujando una sonrisa en su labios—. Estabas perdida.—No había tenido tiempo de pasar por estos lares —dice tomando asiento en la barra.—Ya veo —hace una mueca en respuesta —. Hablando de ello, ¿Cómo te va en el trabajo?Willow baja la mirada a sus botas oscuras y muerde su labio inferior, reprimiendo las enormes ganas que tiene de llorar. Sin embargo, traga el nudo en su garganta y simula que no le afecta estar desempleada.—Bueno, ya no trabajo con el señor Hanks.Oliver alza la cejas.—¿Renunciaste?—la joven niega con la cabeza.—Más bien me ha despedido —suelta una risita seca—. La verdad me da igual, aunque me hubiera gustado que no hubiera sido por culpa del idiota de Dylan.—¿Dylan regresó? —pregunta juntando sus cejas.—Sí, desgraciadamente —bufa haciendo soplar los mechones de su cabello cobrizo.—Tengo unos minutos.Willow le relata a Oliver todo lo que sucedió en la mañana, desde su despido y la manera cómo su ex novio intentó invitarla a salir de nuevo. El muchacho de piel oscura la escucha atentamente mientras le sirve una porción del pastel de manzana recién horneado.Oliver se había vuelto el amigo más cercano de la joven, y aunque este le llevaba cinco años, la diferencia de edades nunca había sido impedimento para que ambos se volvieran últimamente inseparables.—Sigue estando tan guapo que me odié por fijarme en sus facciones más marcadas. No entiendo por qué debe ser tan...De pronto su voz se apaga al observar un hombre extremadamente apuesto ingresar a la cafetería. Oliver desvía su vista hacia la misma dirección y frunce el ceño.—Willow.La llama, pero la joven no despega la vista de aquel hombre con un cuerpo privilegiado y escultórico enfundado en un traje de corte italiano color negro, color que resalta su tez bronceada. Debe medir al menos un metro noventa, piensa la joven mientras lo escudriña sin ningún disimulo, pero de repente su profunda mirada de ojos azules se posan en los de la chica.Sin embargo es solo eso, una mirada furtiva que se aparta rápidamente. No dura siquiera un minuto, pero aún así logra dejar anonadada a la joven.—¿Hola? tierra llamando a Willow —la voz de Oliver la trae de vuelta.—¿Eh?—Estuve a poco de buscar una cubeta —comenta su amigo reprimiendo la risa que amenaza con brotar.Willow rueda los ojos.—No exageres, tampoco es para tanto —miente ladeando la cabeza en dirección al hombre que se ha sentado en una de las primeras mesas de la cafetería—. ¿Es nuevo?Oliver dirige su vista hacia el hombre y achica los ojos mirando ahora a su amiga.—¿Y eso cómo por qué te interesa? —inquiere tomando la libreta y un bolígrafo.Para luego ir hasta la mesa del hombre imponente que se ha robado más de una mirada de sus compañeras de trabajo. Incluyendo a Willow que se ha quedado estática en la barra.La joven ha sentido un extraño hormigueo en su interior, quizás se trate de hambre, puesto que no ha comido bien, solo el pedazo de pastel que acaba de devorar. Piensa la chica. Pero sabe que no es por hambre, ya que la sensación es diferente y es primera vez que se siente de esa manera al ver a un hombre como él, es tan apuesto, que parece sacado de una de las revistas Vogue. Emana una seguridad que no todos poseen, y un aura indecifrable que le gustaría descubrir.Sacude la cabeza al percatarse del rumbo de sus pensamientos, se concentra en mirar sus uñas con resto de esmalte rosado. Pero una mujer alta y pelinegra entra a la cafetería, haciendo que la joven levante la vista hacia ella. Lleva un vestido negro de talla alta, y tacones plateados y se dirige hacia la mesa del hombre apuesto que teclea en su móvil.La joven Willow no puede evitar compararse con la elegante mujer que ha entrado. Aunque la verdad es que nunca le ha importado su aspecto físico, de hecho esconde su delgada figura tras las prendas holgadas que suele utilizar. Y hasta ahora no le había preocupado parecer una hippie, como le decía Oliver al referirse a sus raros atuendos. Ya que prefería la comodidad ante todo, y se negaba a usar tacones y arreglar su cabello cobrizo que tanto le costaba peinar. Sin embargo, esta vez deseó lucir igual que aquella mujer pelinegra.Oliver regresa y le pregunta si va a querer un pastel para llevar. Pero la joven niega y decide marcharse antes que comience a llover de nuevo.—Pasa más seguido a visitar a tu amigo, eh —dice el chico revolviendo el cabello de Willow.—Vale, y por favor, avísame si sabes de un empleo —el muchacho asiente y se despide—. Nos vemos.El aire frío del exterior la golpea apenas sale de la cafetería, alza la vista al cielo oscuro que se ha llenado de nubarrones cargados de agua. Algunas gotas comienzan a caer y a los pocos minutos se convierte en una llovizna que se va intensificando. La joven abre el paraguas y se apresura a caminar por la acera.El otoño está por terminar, cediendo lugar al frío invierno que se avecina. Los árboles habían soltado todas la hojas y ahora se veían esparcidas en el suelo, hojas caduca cuyas tonalidades van del verde al amarillo, el naranja y rojo decorando el ambiente. Era la estación preferida de la chica.Los autos van a toda velocidad, por lo que Willow se asegura de mantenerse alejada de los enormes baches en la calle. Sin embargo, un auto negro pasa a toda velocidad haciendo que uno de los charcos empape de pies a cabeza a la chica.—¡¿Pero qué...?! —cierra la boca de golpe al ver que el auto se ha detenido.Un hombre se baja de el y corre hacia donde está la chica completamente mojada. Al estar a poco metros de ella, es que Willow se da cuenta que se trata del mismo hombre de la cafetería.—¿Estás bien? Lo siento mucho, no fue mi intención, no vi el bache y... la verdad discúlpame —su voz suena grave dejando ligeros escalofríos a través del cuerpo de la chica, sensación que no logra entender.El enfado que siente Willow disminuye paulatinamente cuando mira a los ojos a ese desconocido frente a ella, y por alguna manera se pierde en su mirada azulada. Tal vez debería disimular un poco y no quedarse mirándolo como una tonta, pero es inevitable para la chica no poder quitarle los ojos de encima, ni siquiera se comprende. Piensa la chica en su interior. El sujeto es un hombre alto, y cuando se acerca un poco más a ella, se siente una hormiga a su lado, sin embargo eso no quita el hecho de que se siga sintiendo un poco molesta por el incidente.—¿Es que acaso no sabe conducir? ¡Agh! Mire nada más lo que ha hecho, por su culpa ahora estoy empapada, no puedo creerlo —lo mata con la mirada.—Lamento mucho lo ocurrido, no ha sido mi intención estropear su ropa. De verdad discúlpame —vuelve a decir y la joven bufa en repuesta.Cuando está a punto de volver a reclamar empieza a caer la lluvia. Willow no puede creer que justo en ese momento empiece a llover a cántaros. De verdad que este es un pésimo día. Dice la joven para si misma.—Ven, no te quedes allí, podrías pescar un resfriado, vamos —dice de pronto ese hombre mientras tira de su brazo sin permitir que pueda decir algo, todo pasa tan rápido y como la joven no quiere enfermar de pronto está en el interior de ese auto lujoso y con un desconocido a su lado que empieza a conducir.¿Y si me secuestra? Todo tipo de pensamientos turbios y molestos empiezan a aparecer en la mente de Willow, volviéndola un poco paranoica. Oh no, creo que estoy perdida. Piensa tiritando del frío.—N
Kyllian no se había podido negar a las insistente peticiones de su madre para que asistiera a una cena con ella. Así que no le quedó de otra que hacer espacio en su ajetreada agenda, para poder venir a la mansión dónde creció.Julia abre la puerta tras escuchar el timbre, al percatarse que es el hijo de Susanne le sonríe cordialmente.—¿Cómo estás? —pregunta Kyllian con amabilidad.—Muy bien señor.—Que bueno, ¿Está mi madre? —inquiere quitándose el abrigo que cuelga en el perchero.—No señor, se ha ido a una reunión en el orfanato —informa la mujer.—Oh, cierto. Gracias —le regala una sonrisa de boca cerrada y se dirige a las escaleras.Le urgía darse una ducha, en la mañana su secretaria había derramado café en su camisa, por lo que tenía todo el tórax pegajoso y oloroso a café. Cruza el pasillo que conduce a su recámara e ingresa a ella encontrando las luces encendidas. Sin embargo no le presta atención a eso, y comienza a desvestirse quedando en ropa interior. La joven Willow no s
Willow corre en la acera para no perder el autobús que está a punto de arrancar, pero logra llegar a tiempo y se sube en el transporte. Su despertador no ha sonado y se ha quedado dormida, solo espera no tener problemas por ello. Aunque con lo poco que ha conocido de la señora Susanne, seguro no dejará pasar esta falta de impuntualidad de su parte.Resopla mientras apoya la mejilla en su palma.Observa el paisaje por la ventanilla, el cielo está despejado y a diferencia de otros días, no hay indicios de lluvia. Las personas caminan despreocupados, en su propia burbuja alejados de la realidad del resto, y es que la mayoría de la gente no sentían el más mínimo interés en el bienestar ajeno. O bueno, así es como lo veía Willow, basado en su propia experiencia. Mucha veces se enfocaba en sus problemas y olvidaba que los demás también los tenían, que cada uno cargaba un peso sobre sus hombros el cual el resto del mundo no estaba enterado. Que detrás de esa sonrisa radiante se escondía el d
El día transcurrió rápido, luego de trabajar arduamente en la biblioteca de la casa, la joven tuvo que ir a comprar legumbres en el mercado, puesto que la señora Susanne se alimentaba saludablemente. Recorrió todo el vecindario en busca de las mejores legumbres, y ahora su pies le dolían reclamando por un descanso.Al llegar al piso donde vive, Willow se cruza con el dueño del edificio, que al verla la saluda sin dejar de mirarla. La joven se apresura a subir los pocos escalones que conducen a su hogar e ingresa al cálido interior. Oreo sale a su encuentro meneando su peluda cola, la chica lo carga entre sus brazos y acaricia su cabeza. Va hacia su habitación y se despoja de la ropa, le urge una ducha fría, así que entra al baño y relaja bajo el chorro de agua fría, masajea su cuero cabelludo aliviando el dolor de cabeza que palpita en sus sienes.Comienza a pensar en la oferta que le ha propuesto la señora Susanne, y de pronto no le parece tan descabellada la idea. Sí, quizás no es m
El sonido de la lluvia que impacta en la ventana, le resulta relajante a la joven Willow, que lleva rato despierta pero aún sigue acurrucada entre las sábanas. No obstante, su tranquila mañana es arruinada al oír el sonido de su móvil, a regañadientes se levanta y responde la llamada.—Dígame —dice con voz ronca mientras camina en el suelo frío.—Buen día querida, estoy aquí afuera en tu apartamento —la joven abre los ojos desmesuradamente—. Baja enseguida.—Pero...Queda hablando sola, pues Susanne ha finalizado la llamada. Willow suelta un gritito de frustración, aquella señora iba a sacarle canas verdes. No entendía que hacía allí tan temprano, y ¿Cómo sabía dónde vivía?Se pregunta frunciendo el entrecejo.Unos golpes en la puerta la sacan de su ensimismamiento. Agarra una camisa corta que deja a la vista su ombligo, y se coloca un pantalón rasgado, además de sus Vans negros. Se dirige a la cocina por un vaso de agua y luego de revisar su aspecto en el espejo, abre la puerta.Afue
—¿Vas a subir o estás pérdida? —pregunta haciendo que Willow voltee a verlo.Su mirada se detiene en los ojos verdes de aquel hombre alto y de buen porte, de hecho es muy apuesto para la chica.—Sí, es que no me gusta mucho esas cosas, prefiero las escaleras —confiesa sincera.El hombre ladea sus labios en una sonrisa coqueta.—Te entiendo, a mi mejor amigo tampoco le gusta los elevadores. Incluso los evita a toda costa con tal de no subirse a uno de esos, o como él suele llamarlos; máquinas defectuosas —comenta entre divertido y serio.La joven se ríe y el hombre la observa por unos minutos, le resulta hermosa aquella joven que sin duda alguna debe ser la nueva asistente que mencionó la señora Susanne.—Soy Zander, un gusto —se presenta el hombre extendiendo su mano.La joven la estrecha con la suya y dice.—Willow —sonríe amable.—Lindo nombre, jamás lo había escuchado. Es único cómo la que lo posee —emite de manera coqueta y la chica aparta la mirada con nerviosismo—. ¿Hacia dónde
—¿Mi hijo está sospechando, dices? —pregunta la mujer desde la otra línea.—Ha estado preguntando cuánto tiempo llevamos aquí en Brooklyn, ya que nunca se había topado conmigo o mi madre ficticia —lo último lo pronuncia con desdén. Haberse criado sin sus padres le afecta a la joven, pero tampoco ha sentido la necesidad de buscar sus paradero.—Kyllian es un poco curioso, sin embargo yo veré qué le digo para que deje de una vez el tema —asegura la mujer—. Por ahora, enfócate en el objetivo.Willow rueda los ojos.—Sí señora, no tengo más que claro —responde sin mucho interés en lo que continúa diciendo la señora Susanne.Al ver que se acerca su jefe, se voltea y esconde detrás de la columna del restaurante. Le había dicho a Kyllian que iría un momento al tocador y se estaba tardando en regresar, quizás los demás pensaban que se trataba de una emergencia de chicas.—La llamo más tarde, viene su hijo —le cuelga sin esperar la respuesta por aparte de la mujer.Guarda el móvil en su bolsa
Lorena se pasea por cada puesto dónde las diseñadoras realizan patrones para probar su talento. Mira por encima de sus gafas de pasta gruesa cada boceto que muestran los figurines ya completos, algunos incluso le han agregado más color al fondo de la hoja. Por otro lado, la joven Willow se ha esforzado al máximo y dejando volar su imaginación, creó un hermoso vestido de gala que resalta con sus vuelos en cada hombro de la modelo.Sonríe satisfecha por su trabajo, solo espera que a la líder del departamento de diseño lo apruebe, a la chica le ha parecido un poco exigente aquella mujer, así que es inevitable no sentirse intimidada y nerviosa cuando es su turno de mostrar lo que ha hecho.Lorena lo examina detalladamente, provocándole más ansiedad a la pobre chica que muerde su labio inferior con nerviosismo.—¿Tú diseñaste esto? —pregunta de pronto la mujer.—Sí señora —afirma Willow sintiendo las miradas curiosas de los demás.—Bien, háblame de tu diseño —ordena juntando sus mando enci