DOS

—Recoje tus cosas y vete —ordena el señor mayor manteniendo la calma, una calma que descoloca a la chica—. Toma, allí tienes el pago de esta semana.

Willow agarra el dinero entre sus manos y sale de la tienda sin importarle dejar su gabardina desgastada. Echa a andar por la acera desolada, pero un agarre en su brazo la detiene.

—Willow.

Voltea a verlo, y su odio hacia él incrementa aún más.

—¿Qué quieres? —dice entre dientes.

—Lo siento, todo esto ha sido mi culpa. Nunca fue mi intención que te echaran, de verdad discúlpame —emite Dylan preocupado.

—Ya. ¿Y qué ganó yo con tus disculpas? Eso no me devolverá el trabajo, así que solo desaparece de mi vista, es lo mejor que sabes hacer, ¿No? —gesticula cada palabra con veneno—. Marcharte sin decir adiós.

Se suelta bruscamente del agarre de su ex novio y le da la espalda retomando el camino.

Dylan fue su mejor amigo, el único que se ofreció ayudarla cuando no tenía un techo donde dormir luego de haber sido echada del orfanato. Aunque al principio solo surgió una estrecha amistad entre ambos, luego sus sentimientos se convirtieron en más que eso. Willow agradecía enormemente lo que Dylan hizo por ella, sin embargo jamás podría perdonar que se había marchado sin siquiera dignarse a despedirse de ella.

No sé molestó en darle una explicación, simplemente se marchó y la dejó abandonada. Tres años habían pasado ya desde entonces, y justo hoy que perdía su empleo volvía a reencontrase con su ex novio.

Maravilloso. Piensa la joven soltando un bufido.

Conseguir un nuevo empleo le costará muchísimo, ya que la mayoría exigía que para obtener el trabajo, debía haber terminado los estudios y ella aún no había comenzado la universidad debido a lo costosa que era la carrera que quería estudiar.

Ser diseñadora de moda.

Un sueño difícil de cumplir, más no imposible. En su interior todavía existía un poco de esperanza, quizás no estaba todo por perdido y solo debía no darse por vencida. Sin embargo, su positivismo había decaído, recordando que no tenía trabajo.

Aprieta los puños sintiendo enojo, pero ya no puede hacer nada, ya la despidieron y no hay vuelta atrás. Y para completar su mala suerte, de repente empieza a caer pequeñas gotas de agua que se van convirtiendo en un torrencial de lluvia.

Pero a la joven siquiera le interesa estar empapándose, de hecho, agradece que el clima esté a su favor, pues sus lágrimas se mezclan con la lluvia y el resto no parece notarlo. El enojo ha pasado, pero ahora se siente triste, caminando por las pobladas calles de Brooklyn; lugar donde ha vivido toda su vida.

Llega al pequeño piso de alquiler, y sube los escalones. Introduce la llave en la cerradura y luego de forcejear con la puerta dañada por los embates del tiempo, logra abrir la madera vieja e ingresa a su cálido y desolado hogar. A los segundos aparece Oreo, su gata con manchas oscuras esparcidas en todo su pelaje.

—Hola peque, ¿tienes hambre? —la carga entre sus brazos y acaricia su cabeza.

Oreo maúlla en respuesta. Así que Willow va hacia la cocina y abre las despensas vacías, encontrando solamente una lata de atún que abre y la coloca en el plato de la gatita.

Se dirige a su habitación a darse una ducha tibia, ya que podría coger un resfriado. Se despoja de la ropa que comienza a pesarle y las prendas caen a las baldosas formando un charco de agua. Entra a la ducha y sin soportar más el nudo en su garganta, rompe en llanto.

Jamás se había sentido tan miserable y sola en la vida, siempre se ha esforzado por ser independiente a pesar de pasar trabajo muchas veces. La joven fue criada en un orfanato desde que era solo un bebé, nunca conoció a sus verdaderos padres, siquiera tiene idea si están vivos o no. A los catorce años de edad la echaron del orfanato alegando que ya era bastante mayorcita y podía valerse por si misma, además que ninguna familia querría adoptar a una adolescente rebelde como ella.

Por lo tanto, a Willow no le quedó de otra que apañarsela sola. Su primer empleo resultó ser de vendedora ambulante por las calles de Brooklyn, pero a veces no vendía ni un solo dulce para costear la comida de ese día. En muchas ocasiones le tocó pasar la noche durmiendo en la calle y sin comer nada. Esos días fueron muy duros para una jovencita de su edad, sin embargo se mantuvo positiva ante la vida.

No obstante, hubo ocasiones dónde la tristeza la envolvía. Justo como en este momento que la ansiedad la abrumaba.

Sale del baño envuelta en una toalla, agarra la pijama de caricaturas animas, esa que compró hace tiempo y se notaba cada día más desgastada. Se la coloca y se encamina descalza a la cocina por un poco de comida.

En el refrigerador consigue solamente un pedazo de pizza, la que había ordenado hace dos días y aún le quedaba una porción. La coloca en el microondas y luego la sirve en un plato. Todavía no es medio día, pero pareciera que fuera más tarde debido a la tormenta que hay afuera. Luego de comer la rancia pizza, regresa a su habitación a revisar las posibles oportunidades de empleo que estén disponibles en el periódico.

Pero no encuentra nada.

Frustrada, decide abrir su libreta de notas, esa donde guarda todo sus pensamientos y emociones más profundas, palabras que no es capaz de emitir en voz alta y prefiere plasmarlas en papel. Sostiene el bolígrafo entre sus dedos escuetos y se permite dejar fluir lo que está sintiendo en ese instante.

"Vacío, así es como me siento la mayor parte del tiempo. Sin ganas de seguir, de tirar la toalla y rendirme. No puedo soportarlo más, mis emociones vienen a mí como una fuerte ola que me golpea y me sacude de aquí para allá, dejándome a la deriva. Intento nadar en el mar que me rodea, pero este me hunde cada vez más en la profunda oscuridad de la que me ha convertido."

Finaliza dibujando a una chica de espalda mirando hacia el horizonte. Y así, entre trazos Willow se va quedando dormida cayendo en la inconsciencia.

(...)

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