—Recoje tus cosas y vete —ordena el señor mayor manteniendo la calma, una calma que descoloca a la chica—. Toma, allí tienes el pago de esta semana.
Willow agarra el dinero entre sus manos y sale de la tienda sin importarle dejar su gabardina desgastada. Echa a andar por la acera desolada, pero un agarre en su brazo la detiene.—Willow.Voltea a verlo, y su odio hacia él incrementa aún más.—¿Qué quieres? —dice entre dientes.—Lo siento, todo esto ha sido mi culpa. Nunca fue mi intención que te echaran, de verdad discúlpame —emite Dylan preocupado.—Ya. ¿Y qué ganó yo con tus disculpas? Eso no me devolverá el trabajo, así que solo desaparece de mi vista, es lo mejor que sabes hacer, ¿No? —gesticula cada palabra con veneno—. Marcharte sin decir adiós.Se suelta bruscamente del agarre de su ex novio y le da la espalda retomando el camino.Dylan fue su mejor amigo, el único que se ofreció ayudarla cuando no tenía un techo donde dormir luego de haber sido echada del orfanato. Aunque al principio solo surgió una estrecha amistad entre ambos, luego sus sentimientos se convirtieron en más que eso. Willow agradecía enormemente lo que Dylan hizo por ella, sin embargo jamás podría perdonar que se había marchado sin siquiera dignarse a despedirse de ella.No sé molestó en darle una explicación, simplemente se marchó y la dejó abandonada. Tres años habían pasado ya desde entonces, y justo hoy que perdía su empleo volvía a reencontrase con su ex novio.Maravilloso. Piensa la joven soltando un bufido.Conseguir un nuevo empleo le costará muchísimo, ya que la mayoría exigía que para obtener el trabajo, debía haber terminado los estudios y ella aún no había comenzado la universidad debido a lo costosa que era la carrera que quería estudiar.Ser diseñadora de moda.Un sueño difícil de cumplir, más no imposible. En su interior todavía existía un poco de esperanza, quizás no estaba todo por perdido y solo debía no darse por vencida. Sin embargo, su positivismo había decaído, recordando que no tenía trabajo.Aprieta los puños sintiendo enojo, pero ya no puede hacer nada, ya la despidieron y no hay vuelta atrás. Y para completar su mala suerte, de repente empieza a caer pequeñas gotas de agua que se van convirtiendo en un torrencial de lluvia.Pero a la joven siquiera le interesa estar empapándose, de hecho, agradece que el clima esté a su favor, pues sus lágrimas se mezclan con la lluvia y el resto no parece notarlo. El enojo ha pasado, pero ahora se siente triste, caminando por las pobladas calles de Brooklyn; lugar donde ha vivido toda su vida.Llega al pequeño piso de alquiler, y sube los escalones. Introduce la llave en la cerradura y luego de forcejear con la puerta dañada por los embates del tiempo, logra abrir la madera vieja e ingresa a su cálido y desolado hogar. A los segundos aparece Oreo, su gata con manchas oscuras esparcidas en todo su pelaje.—Hola peque, ¿tienes hambre? —la carga entre sus brazos y acaricia su cabeza.Oreo maúlla en respuesta. Así que Willow va hacia la cocina y abre las despensas vacías, encontrando solamente una lata de atún que abre y la coloca en el plato de la gatita.Se dirige a su habitación a darse una ducha tibia, ya que podría coger un resfriado. Se despoja de la ropa que comienza a pesarle y las prendas caen a las baldosas formando un charco de agua. Entra a la ducha y sin soportar más el nudo en su garganta, rompe en llanto.Jamás se había sentido tan miserable y sola en la vida, siempre se ha esforzado por ser independiente a pesar de pasar trabajo muchas veces. La joven fue criada en un orfanato desde que era solo un bebé, nunca conoció a sus verdaderos padres, siquiera tiene idea si están vivos o no. A los catorce años de edad la echaron del orfanato alegando que ya era bastante mayorcita y podía valerse por si misma, además que ninguna familia querría adoptar a una adolescente rebelde como ella.Por lo tanto, a Willow no le quedó de otra que apañarsela sola. Su primer empleo resultó ser de vendedora ambulante por las calles de Brooklyn, pero a veces no vendía ni un solo dulce para costear la comida de ese día. En muchas ocasiones le tocó pasar la noche durmiendo en la calle y sin comer nada. Esos días fueron muy duros para una jovencita de su edad, sin embargo se mantuvo positiva ante la vida.No obstante, hubo ocasiones dónde la tristeza la envolvía. Justo como en este momento que la ansiedad la abrumaba.Sale del baño envuelta en una toalla, agarra la pijama de caricaturas animas, esa que compró hace tiempo y se notaba cada día más desgastada. Se la coloca y se encamina descalza a la cocina por un poco de comida.En el refrigerador consigue solamente un pedazo de pizza, la que había ordenado hace dos días y aún le quedaba una porción. La coloca en el microondas y luego la sirve en un plato. Todavía no es medio día, pero pareciera que fuera más tarde debido a la tormenta que hay afuera. Luego de comer la rancia pizza, regresa a su habitación a revisar las posibles oportunidades de empleo que estén disponibles en el periódico.Pero no encuentra nada.Frustrada, decide abrir su libreta de notas, esa donde guarda todo sus pensamientos y emociones más profundas, palabras que no es capaz de emitir en voz alta y prefiere plasmarlas en papel. Sostiene el bolígrafo entre sus dedos escuetos y se permite dejar fluir lo que está sintiendo en ese instante."Vacío, así es como me siento la mayor parte del tiempo. Sin ganas de seguir, de tirar la toalla y rendirme. No puedo soportarlo más, mis emociones vienen a mí como una fuerte ola que me golpea y me sacude de aquí para allá, dejándome a la deriva. Intento nadar en el mar que me rodea, pero este me hunde cada vez más en la profunda oscuridad de la que me ha convertido."Finaliza dibujando a una chica de espalda mirando hacia el horizonte. Y así, entre trazos Willow se va quedando dormida cayendo en la inconsciencia.(...)La joven despierta sobresaltada al escuchar los golpes en la puerta, se incorpora de la cama y va hacia la sala mientras estruja sus ojos con pesadez. Al abrir, maldice mentalmente por estar en esas fachas y que el dueño del piso donde vive la repase con una mirada extraña, que la pone incómoda.—Dígame —dice la chica haciendo un esfuerzo sobrehumano para no cerrarle la puerta en la cara al viejo.—Vengo por el dinero, ya hoy es último de este mes —le recuerda el hombre de ojos quisquillosos.—Bueno, verá señor Farrell. Hoy me fue terrible en el trabajo, y me ha sido imposible conseguir el dinero. Pero le aseguro que si me da dos días más puedo pagarle lo que le debo —suplica la joven reteniendo el aire que tiene atorado en el pecho.—Dos días —recalca el dueño del piso—. De lo contrario deberás buscar otro sitio donde vivir.Willow suspira aliviada.—Vale, muchas gracias señor Farrell. Le prometo que tendrá su dinero —el hombre asiente y se marcha escaleras abajo.La chica cierra la
—¿Es que acaso no sabe conducir? ¡Agh! Mire nada más lo que ha hecho, por su culpa ahora estoy empapada, no puedo creerlo —lo mata con la mirada.—Lamento mucho lo ocurrido, no ha sido mi intención estropear su ropa. De verdad discúlpame —vuelve a decir y la joven bufa en repuesta.Cuando está a punto de volver a reclamar empieza a caer la lluvia. Willow no puede creer que justo en ese momento empiece a llover a cántaros. De verdad que este es un pésimo día. Dice la joven para si misma.—Ven, no te quedes allí, podrías pescar un resfriado, vamos —dice de pronto ese hombre mientras tira de su brazo sin permitir que pueda decir algo, todo pasa tan rápido y como la joven no quiere enfermar de pronto está en el interior de ese auto lujoso y con un desconocido a su lado que empieza a conducir.¿Y si me secuestra? Todo tipo de pensamientos turbios y molestos empiezan a aparecer en la mente de Willow, volviéndola un poco paranoica. Oh no, creo que estoy perdida. Piensa tiritando del frío.—N
Kyllian no se había podido negar a las insistente peticiones de su madre para que asistiera a una cena con ella. Así que no le quedó de otra que hacer espacio en su ajetreada agenda, para poder venir a la mansión dónde creció.Julia abre la puerta tras escuchar el timbre, al percatarse que es el hijo de Susanne le sonríe cordialmente.—¿Cómo estás? —pregunta Kyllian con amabilidad.—Muy bien señor.—Que bueno, ¿Está mi madre? —inquiere quitándose el abrigo que cuelga en el perchero.—No señor, se ha ido a una reunión en el orfanato —informa la mujer.—Oh, cierto. Gracias —le regala una sonrisa de boca cerrada y se dirige a las escaleras.Le urgía darse una ducha, en la mañana su secretaria había derramado café en su camisa, por lo que tenía todo el tórax pegajoso y oloroso a café. Cruza el pasillo que conduce a su recámara e ingresa a ella encontrando las luces encendidas. Sin embargo no le presta atención a eso, y comienza a desvestirse quedando en ropa interior. La joven Willow no s
Willow corre en la acera para no perder el autobús que está a punto de arrancar, pero logra llegar a tiempo y se sube en el transporte. Su despertador no ha sonado y se ha quedado dormida, solo espera no tener problemas por ello. Aunque con lo poco que ha conocido de la señora Susanne, seguro no dejará pasar esta falta de impuntualidad de su parte.Resopla mientras apoya la mejilla en su palma.Observa el paisaje por la ventanilla, el cielo está despejado y a diferencia de otros días, no hay indicios de lluvia. Las personas caminan despreocupados, en su propia burbuja alejados de la realidad del resto, y es que la mayoría de la gente no sentían el más mínimo interés en el bienestar ajeno. O bueno, así es como lo veía Willow, basado en su propia experiencia. Mucha veces se enfocaba en sus problemas y olvidaba que los demás también los tenían, que cada uno cargaba un peso sobre sus hombros el cual el resto del mundo no estaba enterado. Que detrás de esa sonrisa radiante se escondía el d
El día transcurrió rápido, luego de trabajar arduamente en la biblioteca de la casa, la joven tuvo que ir a comprar legumbres en el mercado, puesto que la señora Susanne se alimentaba saludablemente. Recorrió todo el vecindario en busca de las mejores legumbres, y ahora su pies le dolían reclamando por un descanso.Al llegar al piso donde vive, Willow se cruza con el dueño del edificio, que al verla la saluda sin dejar de mirarla. La joven se apresura a subir los pocos escalones que conducen a su hogar e ingresa al cálido interior. Oreo sale a su encuentro meneando su peluda cola, la chica lo carga entre sus brazos y acaricia su cabeza. Va hacia su habitación y se despoja de la ropa, le urge una ducha fría, así que entra al baño y relaja bajo el chorro de agua fría, masajea su cuero cabelludo aliviando el dolor de cabeza que palpita en sus sienes.Comienza a pensar en la oferta que le ha propuesto la señora Susanne, y de pronto no le parece tan descabellada la idea. Sí, quizás no es m
El sonido de la lluvia que impacta en la ventana, le resulta relajante a la joven Willow, que lleva rato despierta pero aún sigue acurrucada entre las sábanas. No obstante, su tranquila mañana es arruinada al oír el sonido de su móvil, a regañadientes se levanta y responde la llamada.—Dígame —dice con voz ronca mientras camina en el suelo frío.—Buen día querida, estoy aquí afuera en tu apartamento —la joven abre los ojos desmesuradamente—. Baja enseguida.—Pero...Queda hablando sola, pues Susanne ha finalizado la llamada. Willow suelta un gritito de frustración, aquella señora iba a sacarle canas verdes. No entendía que hacía allí tan temprano, y ¿Cómo sabía dónde vivía?Se pregunta frunciendo el entrecejo.Unos golpes en la puerta la sacan de su ensimismamiento. Agarra una camisa corta que deja a la vista su ombligo, y se coloca un pantalón rasgado, además de sus Vans negros. Se dirige a la cocina por un vaso de agua y luego de revisar su aspecto en el espejo, abre la puerta.Afue
—¿Vas a subir o estás pérdida? —pregunta haciendo que Willow voltee a verlo.Su mirada se detiene en los ojos verdes de aquel hombre alto y de buen porte, de hecho es muy apuesto para la chica.—Sí, es que no me gusta mucho esas cosas, prefiero las escaleras —confiesa sincera.El hombre ladea sus labios en una sonrisa coqueta.—Te entiendo, a mi mejor amigo tampoco le gusta los elevadores. Incluso los evita a toda costa con tal de no subirse a uno de esos, o como él suele llamarlos; máquinas defectuosas —comenta entre divertido y serio.La joven se ríe y el hombre la observa por unos minutos, le resulta hermosa aquella joven que sin duda alguna debe ser la nueva asistente que mencionó la señora Susanne.—Soy Zander, un gusto —se presenta el hombre extendiendo su mano.La joven la estrecha con la suya y dice.—Willow —sonríe amable.—Lindo nombre, jamás lo había escuchado. Es único cómo la que lo posee —emite de manera coqueta y la chica aparta la mirada con nerviosismo—. ¿Hacia dónde
—¿Mi hijo está sospechando, dices? —pregunta la mujer desde la otra línea.—Ha estado preguntando cuánto tiempo llevamos aquí en Brooklyn, ya que nunca se había topado conmigo o mi madre ficticia —lo último lo pronuncia con desdén. Haberse criado sin sus padres le afecta a la joven, pero tampoco ha sentido la necesidad de buscar sus paradero.—Kyllian es un poco curioso, sin embargo yo veré qué le digo para que deje de una vez el tema —asegura la mujer—. Por ahora, enfócate en el objetivo.Willow rueda los ojos.—Sí señora, no tengo más que claro —responde sin mucho interés en lo que continúa diciendo la señora Susanne.Al ver que se acerca su jefe, se voltea y esconde detrás de la columna del restaurante. Le había dicho a Kyllian que iría un momento al tocador y se estaba tardando en regresar, quizás los demás pensaban que se trataba de una emergencia de chicas.—La llamo más tarde, viene su hijo —le cuelga sin esperar la respuesta por aparte de la mujer.Guarda el móvil en su bolsa