CUATRO

—¿Es que acaso no sabe conducir? ¡Agh! Mire nada más lo que ha hecho, por su culpa ahora estoy empapada, no puedo creerlo —lo mata con la mirada.

—Lamento mucho lo ocurrido, no ha sido mi intención estropear su ropa. De verdad discúlpame —vuelve a decir y la joven bufa en repuesta.

Cuando está a punto de volver a reclamar empieza a caer la lluvia. Willow no puede creer que justo en ese momento empiece a llover a cántaros. De verdad que este es un pésimo día. Dice la joven para si misma.

—Ven, no te quedes allí, podrías pescar un resfriado, vamos —dice de pronto ese hombre mientras tira de su brazo sin permitir que pueda decir algo, todo pasa tan rápido y como la joven no quiere enfermar de pronto está en el interior de ese auto lujoso y con un desconocido a su lado que empieza a conducir.

¿Y si me secuestra? Todo tipo de pensamientos turbios y molestos empiezan a aparecer en la mente de Willow, volviéndola un poco paranoica. Oh no, creo que estoy perdida. Piensa tiritando del frío.

—No debí hacer eso —musita en voz alta.

El hombre a su lado ladea la cabeza confundido.

—¿Qué cosa?

—Subirme aquí con usted, no lo conozco —emite apartando el cabello mojado que se ha pegado a su frente.

—¿Entonces qué, hubieras preferido quedarte allí afuera con esa tormenta? —frunce el entrecejo y la chica se encoge de hombros—. No soy un psicópata que te ha secuestrado, si es lo que está pasando justo por tu cabeza en este momento.

Willow lo mira de soslayo.

—Eso es lo que no sé, sigues siendo un desconocido para mí. Siquiera sé cómo te llamas —argumenta cruzándose de brazos.

—Eso no es relevante, podría mentirte y colocarme otro nombre. Además, tampoco sé el tuyo —responde sin dejar al descubierto su identidad.

Muchas veces el empresario prefería ocultarlo, le incomodaba recibir la atención de las personas y los medios. Trataba de mantenerse siempre humilde a pesar del prestigio, las riquezas que había adquirido por medio de su familia. Al ser dueño de la compañía de moda Fashion week en Brooklyn, se le conocía como uno de los mejores diseñadores en ese ámbito, por lo que era muy reconocido y sus creaciones aún estaban en tendencia.

—Willow —habla la joven luego de unos minutos—. Así me llamo.

El empresario le echa una mirada rápida.

—Oh, bonito nombre. Jamás lo había escuchado, es... único —gesticula el hombre posando la vista en la carretera.

La chica dibuja una sonrisa en sus labios un poco tímida.

—Gracias —dice sintiéndose de pronto cohibida—. Y usted, ¿Cómo se llama?

El hombre rasca su cuello para disminuir la tensión que eso le provoca, revelar su nombre a veces le parecía incómodo puesto que el trato de las personas hacia él, cambiaba. Actitud que odiaba, ya que se veía igual que el resto, un simple hombre del montón.

Pero por alguna razón, las palabras salieron de su boca, pronunciando su nombre sin poder ocultarlo a esa chica de grandes ojos verdes.

—Kyllian Timothée.

La joven ladea la cabeza a su dirección. Había escuchado ese nombre antes, pero no recordaba claramente.

—¿Francés? —el hombre asiente.

—¿Dónde te quedas? —pregunta Kyllian cambiando de tema.

—Aquí está bien —señala el callejón iluminado por los faroles.

El hombre detiene el auto para que la chica baje.

—Te pido mil disculpas por lo ocurrido —emite él mirándola fijamente a los ojos.

Gesto que incrementa el nerviosismo de la joven. Se apresura a abrir la portezuela del auto y dándole una sonrisa de boca cerrada, se baja.

—Descuida, fue un incidente, a todos nos ha pasado —comenta recordando a la antipática señora de hace horas atrás—. Gracias por el aventón, hasta luego.

Sacude su mano en el aire y echa a andar por el callejón iluminado.

Kyllian se queda unos minutos observándola hasta que su figura se vuelve lejana y borrosa. Enciende el auto y arranca de aquel lugar. La joven voltea al oír el sonido de las llantas sobre el asfalto, mirando el auto perderse entre las calles desoladas, sonríe sin poder creer que casualmente tuvo dos encuentro con el mismo hombre y lo más extraño es que su rostro le parecía conocido, como si lo hubiera visto antes.

Sacude la cabeza y se dispone a dirigirse a su apartamento, al ingresar, Oreo la recibe maullando mientras frota su cuerpo en las piernas de las joven.

—Hola cielito, ¿me extrañabas? —la carga entre sus brazos y va hacia su habitación.

La coloca en la cama para poder darse una ducha tibia si no quiere coger un resfriado. Se ducha rápido y se pone una pijama de algodón que la mantiene calentita en medio de la fría noche. Se mete bajo las mantas gruesas y abraza a Oreo que también se ha acomodado a su lado.

Sin poder evitarlo, unos ojos azules se adueñan de su mente y no tienen intención de salir de sus pensamientos. Willow no comprende la insistencia con la que aquel sujeto se mete en su cabeza sin la más mínima intención de salir y está segura de que no será fácil sacarlo de ese lugar.

Suspira, perdiendo la mirada en el techo su habitación.

...

El enorme portón negro es abierto dando acceso a la joven Willow que no duda en entrar a la residencia François; una enorme y lujosa mansión de muros altos, color predominante blanco y madera natural, con ventanales de vidrio en la fachada. El amplio jardín se encuentra en perfectas condiciones, haciendo que el sitio parezca de cuentos de hadas para la chica que mira todo anonadada.

Se acerca a la puerta de madera y presiona el timbre, inmediatamente es abierta mostrando a una mujer bajita vistiendo un uniforme.

—Buenos días, ¿En qué la puedo ayudar?

—Hola, soy Willow, y vengo a ver a la señora, eh... —revisa el papel que le ha dado el señor Hanks—. Susanne.

—Oh, claro, pasa —la mujer se hace a un lado permitiendo la entrada de la chica—. Le avisaré que has llegado, aguarda uno minutos.

—Vale.

La mujer se marcha escaleras arriba, dejando a Willow en el living. Es inevitable para la chica no barrer la mirada en cada rincón del interior de la casa que derrocha lujo por todos lados. En una de las paredes blancas hay fotografías, pero una en particular llama la atención de la joven, sin embargo cuando está a punto de verla de más cerca, oye el repiqueteo de unos tacones.

Ladea la cabeza viendo aparecer a la señora que sin querer le derramó el café.

—Buen día —saluda la mujer con una impecable sonrisa, gesto que le parece falso a Willow—. ¿Eres la chica que está interesada para el puesto?

—Así es señora —emite educadamente—. Por cierto, me llamo Willow.

Extiende su mano, pero la señora Susanne no la estrecha, haciendo que la joven la baje avergonzada.

—Eso es lo que menos importa, linda. Iré al grano, tengo una reunión en veinte minutos y no quiero ser impuntual, eso no es lo mío —dice mirándose en el espejo que cuelga en una de las paredes.

—Bien.

—Imagino que Hanks no te comentó de qué trata el trabajo, ¿Cierto?

—No, señora —responde la joven.

—Bueno, busco una persona responsable que atienda las labores de la casa; limpieza en los baños, las habitaciones y si se requiere en mi estudio. Aunque este último es solo con mi permiso, y también hacer las compras cuando Julia no pueda —explica señalando a la señora que le tiende un taza de café—. ¿Tienes experiencia en lo recientemente nombrado?

—Sí, un poco. Pero soy buena aprendiendo —se apresura a decir.

—De acuerdo, entonces si no hay otra duda, tienes el empleo —dice sin más.

—¿De verdad, así de fácil, no me hará una prueba ni nada?

Susanne negó.

—No lo creo necesario, además Julia se encargará de explicarte cada una de las labores —informa mientras le da el último sorbo a su café—. Bueno, entonces si no hay nada más, ya me voy.

Se encamina a la salida, pero su empleada Julia le recuerda que debe llevar los regalos para la fundación.

—Vaya, casi lo olvido. Menos mal te tengo a ti querida —cuelga su bolsa en el antebrazo y le pide al chófer que cargue con los regalos—. Ah, Winnie, puedes empezar hoy.

—Es Willow... —corrige, pero la señora Susanne ya ha cruzado la puerta.

—Descuida, la señora es así con todos —habla Julia plantándose a su lado.

—Ya veo —murmura la joven—. ¿Qué debo hacer primero?

—Sígueme —las dos se dirigen a la segunda planta e ingresan en una de las habitaciones—. En la planta alta están las recámaras y baños y en planta baja se encuentra el recibidor, cocina, comedor, y sala.

Julia abre el armario y saca el uniforme que le tiende a la chica.

—¿Debo usar eso? —hace una mueca.

—Es una de las reglas de la señora Susanne.

—¿Hay más reglas? —ella asiente y Willow bufa—. Genial, con lo que me encanta acatarlas.

Julia le da una sonrisa ladeada, quizás sintiendo pena por la joven.

—Te espero abajo —dice retirándose.

La joven se despoja de su ropa y se coloca el uniforme gris. Recoge su cabello cobrizo en una coleta alta y desprolija, se mira en el espejo notando su reflejo en el.

—No está tan mal —dice para si misma.

Decide bajar al primer piso donde Julia le ha dejado los implementos de limpieza, desde esponjas y paños, detergente, lavavajillas, la mopa y el balde de agua.

—El hijo de la señora Susanne viene de visita, por lo que se necesita tener lista su habitación —explica Julia cruzando el living—. Su dormitorio está en la primera puerta a la derecha.

—Vale, gracias.

Willow regresa a la primera planta y tal como le dijo Julia, ingresa a la recámara que debe ordenar. La estancia está en penumbras, por lo que con torpeza logra encender el interruptor de luz, iluminando la habitación. A la joven le parece muy grande y amplia, ya que no acostumbraba a tener un lugar así, por lo que es algo abrumador ver tantos muebles costosos. La cama es enorme y se nota que también es exquisita, piensa la chica pasando los dedos en la suave sábana, sintiendo ganas de arrojarse a ella enseguida, sin embargo tenía que estar al margen, pues, la cama está demasiado pulcra como para que la arruinase en unos segundos.

Su vista se dirige al lado del ventanal, dónde un gran y espacioso armario de madera color negro se haya empotrado. La textura de ese es tan visible que aún a unos metros se notaba claramente. Aunque la mayoría de los inmuebles relucen, hay uno en particular que logra llamar la atención de Willow, se encuentra al otro lado del ventanal, dónde un pequeño buró con una luminosa lámpara, enfoca una preciosa fotografía enmarcada.

La joven curiosa, se acerca y lo ve, es un pequeño niño de mofletes regordetes y rojos. Luego está otro marco con más fotografías, que la chica supone se trata del mismo niño pero se aprecia más grande, casi podría asegurar que es todo un adolescente.

Después de cotillar las fotos, Willow se dispone a comenzar la limpieza, así que emprende su labor y decide iniciar por el baño.

—Bien, manos a la obra —emite en voz alta.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo