TREINTA Y UNO

Un sonido molesto hace que Willow abra los ojos, parpadea varias veces para despertarse y comienza a tantear encima de la cama en busca del aparato que no deja de sonar. Harta de no hallar el móvil, decide levantarse, pero una mano se afianza a su cintura sin permitirle moverse.

—Kyllian —susurra en voz baja intentado apartarlo de encima.

—Umm...

—Necesito ver quién llama —su jefe gruñe y abre los ojos lentamente.

—No respondas, quien sea que sea entenderá que esta no es hora de molestar —dice con voz profunda.

—Pero si es para algo importante no...

—Shhh —un dedo en sus labios hace que guarde silencio—. Duérmete, debemos despertar temprano.

Willow bufa resignada y se acomoda en el pecho de Kyllian que no duda ni un segundo en acercarla a su cuerpo.

—Kyllian —lo llama de nuevo.

—¿Ahora qué? —inquiere adormecido.

—El hombre de aquel día, ¿quién es? —se refiere a Christian, así que su jefe capta rápidamente de quién habla.

—¿Por qué de pronto la curiosidad?

—No lo sé, se me hace familia
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