En la habitación de arriba, Leandro acostó a Julieta en la cama y le dijo con voz fría: —Esta noche te acompaño.—¿Qué clase de actitud es esa? Sé que no soportas la soledad y ya prometí quedarme contigo. ¿Qué más quieres?Al escuchar esas palabras, Julieta se mordió el labio y tomó una almohada para aventársela a Leandro.—¿Qué estás diciendo? ¿Que no soporto la soledad? ¿Quién no soporta la soledad? Simplemente tuve un aborto y estuve hospitalizada, y cuando salí, tú ya tenías una actitud cariñosa con Dalila. ¿¡Quién diablos no soporta la soledad!?Desde que nació, siempre se había mostrado digna y noble, ¿cuándo había estado tan histérica? Fue este hombre quien la convirtió en lo que era hoy. ¡No se parecía ni a un humano ni a un monstruo!Julieta tiró de su mano y continuó: —Leandro, ¿por quién me tomas? ¿Un pájaro en una jaula? ¿Por qué eres tan hipócrita?»Llevaste directamente a tu amante a nuestra casa y quisiste que renunciara a mi posición de esposa principal. Incluso cuan
Leandro quiso enfadarse, pero cuando vio las gachas derramadas por todo el suelo y la mano de Dalila cortada, cambió de idea.—Levántate. Voy a buscar a alguien que lo limpie.—Pero el caldo…—No tienes que preocuparte. Deja que la cuidadora te cure la mano y ve a descansar.—¿Y Julieta? ¿Va a hacerle compañía?Leandro se estaba enojando. Esta mujer era realmente difícil de tratar.—Dalila, vete a tu cuarto. —Leandro subió un poco el tono.Dalila supo que estaba enfadado y no se atrevió a decir nada más, así que retrocedió agraviada.—Ay… Mi pie…Al ver que Dalila se torcía el pie, Leandro frunció el ceño. Estaba un poco disgustado. —¿Dónde se ha metido la cuidadora?Fue entonces cuando la cuidadora salió corriendo de la habitación e inmediatamente levantó a Dalila antes de disculparse con Leandro.—Mis más sinceras disculpas, señor Cisneros, estaba ordenando la habitación. La señorita Ortega me acaba de pedir que…—Leandro, ve y haz lo que tengas que hacer, yo estoy bien, no tienes q
Dalila estaba atónita. Su mente estaba un poco perturbada y observaba a Julieta con cuidado, temerosa de que hubiera descubierto la verdad.—¿Por qué debería decírtelo?Pero Julieta se limitó a lanzarle una leve mirada de reojo y resopló.—Simplemente pensé: ¿Cómo podría alguien tan cruel y egoísta como tú donar un riñón? No estoy muy convencida al respecto.Cuando terminó de hablar, Julieta rodeó a Dalila y se dirigió a la cocina, donde pretendía preparar un vaso de leche.Al ver esto, Dalila se aseguró de que Julieta no supiera nada y se adelantó rápidamente para cortarle el paso, burlándose: —¿Qué, estás celosa?—¿Celosa de ti? Eres una amante. ¿De qué tendría celos? ¿De lo descarada que eres? Lárgate.Dalila apretó los dientes. —Julieta, ¿realmente crees que no sé que estuviste con Ismael anteanoche? ¿Realmente crees que Leandro lo dejará pasar? ¡Estás soñando!»Y te lo digo de una vez, me voy a llevar todo lo que te pertenece. ¡Me voy a deshacer de todos! ¡Igual que con tus padr
—Tuvo un aborto tres años atrás, lo que le causó infertilidad permanente. Al oír esto, las pupilas de Julieta se dilataron, su respiración se pausó. Preguntó:—¿Qué dijiste? ¿Es infértil?—Sí, aparentemente, y según su historial médico, tuvo un aborto espontáneo hace un tiempo, lo que me resultó un tanto extraño.Julieta se aguantó una carcajada. Jamás se habría imaginado que Dalila fuera realmente infértil. El embarazo previo era una mentira, era un engaño dirigido a Leandro. —Envíame ese diagnóstico.—De acuerdo. Julieta miró al cielo e hizo una pausa mientras pensaba. —Por cierto, ¿podrías ayudarme a ir al centro de detención para ver a una persona?—¿A quién?—El conductor que atropelló a Dalila. Al colgar el teléfono, Julieta se mordió el labio, preocupada. Estas evidencias no eran suficientes para lograr que Leandro dejara de confiar en Dalila.Aún más importante, no había forma de probar su propia inocencia. Mientras sopesaba estas cuestiones, alguien golpeó a la puerta d
¡Ni el mismísimo infierno igualaba la ardiente furia de Julieta!Sus dientes rechinaron. ¡Esa maldita zorra debe morir ahora mismo! ¡Debía vengar a sus padres y a su bebe muerto!Corrió hacia ella, agarró a Dalila por el cuello y la empujó contra la barandilla. —¿De dónde sale este rencor inconcebible? ¿Vas a matar a toda mi familia entonces?Dalila se la quitó de encima y se burló: —¡Claro que sí! Este rencor tiene todo el sentido del mundo, ¿quién te dio el derecho de ser la imponente Rosa de Fuego de la Ciudad Marina, y yo una más de la clase baja?Dalila aspiró un poco de aire. —¿Por qué si estoy a tu lado todos dicen que te estoy adulando y que, para colmo, soy inferior a ti? Julieta, ¿de verdad estás siendo amable conmigo? ¡No! Todo lo haces por ti misma, me usas para promocionarte a ti misma. Julieta hizo un ademán de negación con la cabeza. Sus brillantes ojos enrojecieron y refutó:—¡Estás diciendo una sarta impresionante de estupideces! ¿Cuándo te he usado? ¿Por qué iba a
Ella tembló y dio un paso atrás. Reclamó: —Porque hace dos años te equivocaste. E incluso sabiendo que estabas equivocado, confiaste en la persona equivocada y odiaste a la persona equivocada. Pero igual no pudiste mirar atrás, todo porque te preocupa tu reputación, ¿verdad? Y sobre Dalila, una mujer que asesinó despiadadamente a toda mi familia, ¡dijiste que era un ángel!Los pulmones de Julieta bombeaban y una bola de sangre brotó en su boca. Frunció el ceño, volvió a tragarla y continuó: —Leandro, ¿dijiste que Dalila te dio un riñón? ¿Por qué no le preguntas si es el del lado derecho o el izquierdo? Este tipo de mujer que roba al marido ajeno y toma la vida de otras personas, ¡tal vez también robó el riñón!Leandro se quedó atónito, y su agarre sobre Dalila se aflojó un poco.—Julieta, ¿qué tonterías estás diciendo? —dijo Dalila—. Dos años atrás, engañaste a tu esposo cuando él estaba teniendo un accidente. En ese momento la situación era crítica, el hospital no tenía ningún órgan
Levantó la cabeza y miserablemente miró al hombre que una vez era la luz de su vida entera. Preguntó ásperamente: —¿Y bien? ¿Cuál será mi castigo esta vez?El corazón de Leandro se hundió ligeramente. Esta mujer era muy buena fingiendo para que sientan lástima por ella y así ganar simpatía. Él ya había caído en sus trucos muchas veces, pero no esta vez, esta vez el truco no iba a funcionar. ¡Definitivamente no podía volver a caer esta vez!Leandro extendió su brazo y levantó a Julieta con fuerza. Sus fríos labios presionaron la oreja de Julieta y amenazó:—Julieta, queda claro que no te arrepentirás por nada jamás... ¡No me culpes por destruir todo lo que te importa!Julieta temblaba incontrolablemente mientras lo miraba horrorizada y dijo:—¿Qué vas a hacer? ¡No lastimes a Samuel!—¡¿Rogándome?! ¡Ya es demasiado tarde!Dicho esto, la arrastró escaleras hasta abajo y la lanzó al asiento trasero del auto. Julieta no pudo hacer nada más que encogerse en una esquina y preguntó: —Leand
Julieta se quedó en blanco, simplemente en blanco, mientras miraba al hombre a quien había amado más que a su propia vida, aquel que le había prometido cuidarla por siempre. Al final, el cuento de hadas era sólo eso, un cuento.Lo que ella tenía no era un ‘vivieron felices por siempre’, solo tenía palabras dolientes una y otra vez. El auto empezó a detenerse lentamente. Leandro abrió la puerta y volvió a arrastrarla con violencia. Julieta levantó la mirada y vio un patio familiar pero cubierto de hierbajos. Las lágrimas no dejaron de caer.Era la antigua mansión Rosales, una vez tan viva y próspera, pero ahora presentaba decadente y desolada. El portón aún estaba sellado, Leandro la siguió arrastrando hasta el edificio principal y la arrojó al suelo. Luego aplaudió y dos guardaespaldas aparecieron junto con un adolescente. Julieta no podía creerlo. Era su hermano menor, Samuel.Julieta se incorporó como pudo, y limpiándose las lágrimas preguntó: —¿Samuel?Samuel la miró con sobr