Levantó la cabeza y miserablemente miró al hombre que una vez era la luz de su vida entera. Preguntó ásperamente: —¿Y bien? ¿Cuál será mi castigo esta vez?El corazón de Leandro se hundió ligeramente. Esta mujer era muy buena fingiendo para que sientan lástima por ella y así ganar simpatía. Él ya había caído en sus trucos muchas veces, pero no esta vez, esta vez el truco no iba a funcionar. ¡Definitivamente no podía volver a caer esta vez!Leandro extendió su brazo y levantó a Julieta con fuerza. Sus fríos labios presionaron la oreja de Julieta y amenazó:—Julieta, queda claro que no te arrepentirás por nada jamás... ¡No me culpes por destruir todo lo que te importa!Julieta temblaba incontrolablemente mientras lo miraba horrorizada y dijo:—¿Qué vas a hacer? ¡No lastimes a Samuel!—¡¿Rogándome?! ¡Ya es demasiado tarde!Dicho esto, la arrastró escaleras hasta abajo y la lanzó al asiento trasero del auto. Julieta no pudo hacer nada más que encogerse en una esquina y preguntó: —Leand
Julieta se quedó en blanco, simplemente en blanco, mientras miraba al hombre a quien había amado más que a su propia vida, aquel que le había prometido cuidarla por siempre. Al final, el cuento de hadas era sólo eso, un cuento.Lo que ella tenía no era un ‘vivieron felices por siempre’, solo tenía palabras dolientes una y otra vez. El auto empezó a detenerse lentamente. Leandro abrió la puerta y volvió a arrastrarla con violencia. Julieta levantó la mirada y vio un patio familiar pero cubierto de hierbajos. Las lágrimas no dejaron de caer.Era la antigua mansión Rosales, una vez tan viva y próspera, pero ahora presentaba decadente y desolada. El portón aún estaba sellado, Leandro la siguió arrastrando hasta el edificio principal y la arrojó al suelo. Luego aplaudió y dos guardaespaldas aparecieron junto con un adolescente. Julieta no podía creerlo. Era su hermano menor, Samuel.Julieta se incorporó como pudo, y limpiándose las lágrimas preguntó: —¿Samuel?Samuel la miró con sobr
Julieta parecía haber tenido un sueño muy largo.En el sueño, tanto su mamá como su papá y don Camilo estuvieron presentes. Samuel era todavía un joven alegre y la seguía por todos lados. Leandro le limpió el chocolate de su boca, y la mimaba diciendo:—Pequeña glotona.Ella sonreía, todo el rato sonreía. Súbitamente, sintió un sabor extraño en sus labios y se dio cuenta de que sus mejillas estaban mojadas. Estaba llorando.¿Por qué?¿Por qué llorar cuando obviamente todo era tan hermoso?Justo en ese momento, Dalila apareció caminando hacia ellos vestida de blanco, y todos la recibieron con sonrisas, excepto ella, que se quedó completamente inmóvil. Cuando pudo reaccionar, todos estaban parados frente a ella, dándole la espalda.Leandro miraba a Dalila dulcemente, y ahora Julieta era la extraña. Estaba aterrorizada. Sus lágrimas seguían cayendo. Luchaba por tocar a sus seres queridos con las manos, pero al extender el brazo sólo sentía la nada. De pronto, ella se levantó de la cam
Jasmine se apresuró a darle una toalla para que se limpiara. Luego, sacó un frasco de remedios y se lo entregó a Julieta, mientras decía: —Julieta, toma la pastilla.Después de tomar el remedio, Julieta cerró sus ojos, pero se obligó a tener la mente en blanco. No se atrevía a volver a sus recuerdos de la antigua mansión.Jasmine no se quedó por mucho tiempo. Cuando vio que Julieta había tomado todo el caldo, recogió todas las cosas y se las llevó.No pasaron ni dos minutos cuando Leandro empujó la puerta y entró al cuarto.Se sentó en la silla y notó el calor residual en el asiento. Expresó cierta sorpresa con el rostro, y luego un par de ojos profundos como águila se dirigieron a Julieta y cuestionó:—¿Quién vino antes?—Nadie.—¡Julieta! ¿Tan astuta eres que lograste que tu perrito faldero viniera a visitarte?Julieta le vio enojarse y su corazón le dolió por un momento. Luego rezongó:—¿Qué te pasa? ¿Acabo de herir los sentimientos del señor Cisneros otra vez?Leandro vio que ella
En su auto lujoso, Leandro estaba sentado en el asiento trasero. Un relámpago iluminó momentáneamente el oscuro paisaje. Su corazón tembló ligeramente y preguntó:—Renzo, ¿qué ocurrió diecisiete años atrás?Renzo se quedó atónito. Miró a su jefe por el retrovisor y preguntó:—Señor, ¿no lo recuerda?—¿Ocurrió algo importante?—Sí, señor. Se dice que diecisiete años atrás, la señora fue secuestrada durante una noche lluviosa como esta y la encerraron en una cabaña en medio de la nada.El corazón de Leandro le dolió sin razón. Intentaba repetirse que toda la culpa la tenía Julieta, que él tenía la obligación de ponerla en línea. Sin embargo, comenzó a sentir una inexplicable preocupación.En ese momento, la lluvia caía del cielo contra la ventana del auto con fuerza, sonaba como si fuera granizo.Frunció el ceño, miró al exterior y ordenó:—Da la vuelta.Renzo, quien tenía una sincera pena por la situación de su jefe, sintió alegría por ver que el señor aún quería cuidar de la señora.Di
Era la primera vez que Ismael escuchaba llorar a Jasmine, lo cual le sobresaltó, por lo que se apresuró a preguntar:—¿Dónde están?Jasmine miró a su alrededor. La cabaña estaba en un lugar era remoto, en medio de la nada. No tenía referencias para guiarse. —No lo sé, le comparto mi ubicación ahora. —Está bien, estoy en camino.Ismael colgó e inmediatamente buscó un buen cerrajero. Luego, condujo a toda velocidad hacia la ubicación que Jasmine le había enviado.Llovía profusamente. Ismael manejaba a toda velocidad por la autopista, aunque era casi imposible ver el camino por delante. Sin embargo, no redujo la velocidad ni un ápice. Julieta había sido secuestrada antes y también le tenía terror a la oscuridad, él lo sabía. Y una noche lluviosa así, con relámpagos y truenos, tenía que ser como una pesadilla para ella.En ese momento, Julieta yacía semiinconsciente en la cabaña. La herida en su cabeza no paraba de sangrar. Eso, sumado al efecto de la claustrofobia, hicieron que entrar
—¡Ponla al teléfono! —gritó Leandro.Ismael dudó por un segundo. Se levantó, se dirigió a la salida y dijo:—No necesitas saber.—Señor Soto, ¿es ese Leandro? —preguntó Julieta.Ismael se detuvo. Tapó el teléfono con la mano y respondió:—No, es asunto de trabajo.Julieta apretó los labios y forzó una sonrisa.—Señor Soto, a veces uno no puede evitar el desastre. Deme el celular, hablaré con él.Los dos se quedaron paralizados por un momento. Luego, Ismael terminó cediendo.Julieta se aclaró su garganta. Levantó la cabeza, contuvo todas sus lágrimas que empezaban a querer salirse, y respondió:—¡Leandro, te odio! No quiero verte.Hasta el día de hoy, ella siempre estaba segura de que amaba a Leandro. Pero después de lo de la cabaña, ya empezaba a tener sus dudas.Aquel adolescente que una vez le trajo luz a su mundo se encargó personalmente de tirarla a la oscuridad, apagando toda luz y esperanza en el proceso.Y ahora, Julieta parecía estar realmente cansada.Su voz sonaba calmada, au
Anoche, cuando volvía a la Península, vio a Dalila desmayada en la sala. Su cuerpo estaba cubierto de sangre, por lo que tuvo que llevarla rápidamente al hospital.Cuando Dalila mejoró un poco ya era medianoche, y él volvió a la cabaña. Quería salvarla, pero...Al llegar, vio que la cerradura estaba abierta. Había dos rastros de ruedas de automóvil en el suelo y no había nadie adentro. Al llamarla, lo único que le dijo era que lo odiaba. Leandro hizo una mueca y con su puño golpeó fuertemente la ventana, rompiéndola en el proceso. Los trozos de vidrio cayeron manchados de su propia sangre haciendo un ruido de tintineo.Renzo vino rápidamente y se quedó petrificado al ver cómo sangraba la mano de Leandro, y se apresuró a buscar un botiquín, y mientras le decía:—Señor, su mano está sangrando.Leandro hizo caso omiso, se giró hacia Renzo y le cuestionó: —La amo tanto... ¿por qué me traicionó? ¡Ella no tiene ningún derecho a odiarme!Renzo volvió corriendo con el botiquín en la mano y l