En su auto lujoso, Leandro estaba sentado en el asiento trasero. Un relámpago iluminó momentáneamente el oscuro paisaje. Su corazón tembló ligeramente y preguntó:—Renzo, ¿qué ocurrió diecisiete años atrás?Renzo se quedó atónito. Miró a su jefe por el retrovisor y preguntó:—Señor, ¿no lo recuerda?—¿Ocurrió algo importante?—Sí, señor. Se dice que diecisiete años atrás, la señora fue secuestrada durante una noche lluviosa como esta y la encerraron en una cabaña en medio de la nada.El corazón de Leandro le dolió sin razón. Intentaba repetirse que toda la culpa la tenía Julieta, que él tenía la obligación de ponerla en línea. Sin embargo, comenzó a sentir una inexplicable preocupación.En ese momento, la lluvia caía del cielo contra la ventana del auto con fuerza, sonaba como si fuera granizo.Frunció el ceño, miró al exterior y ordenó:—Da la vuelta.Renzo, quien tenía una sincera pena por la situación de su jefe, sintió alegría por ver que el señor aún quería cuidar de la señora.Di
Era la primera vez que Ismael escuchaba llorar a Jasmine, lo cual le sobresaltó, por lo que se apresuró a preguntar:—¿Dónde están?Jasmine miró a su alrededor. La cabaña estaba en un lugar era remoto, en medio de la nada. No tenía referencias para guiarse. —No lo sé, le comparto mi ubicación ahora. —Está bien, estoy en camino.Ismael colgó e inmediatamente buscó un buen cerrajero. Luego, condujo a toda velocidad hacia la ubicación que Jasmine le había enviado.Llovía profusamente. Ismael manejaba a toda velocidad por la autopista, aunque era casi imposible ver el camino por delante. Sin embargo, no redujo la velocidad ni un ápice. Julieta había sido secuestrada antes y también le tenía terror a la oscuridad, él lo sabía. Y una noche lluviosa así, con relámpagos y truenos, tenía que ser como una pesadilla para ella.En ese momento, Julieta yacía semiinconsciente en la cabaña. La herida en su cabeza no paraba de sangrar. Eso, sumado al efecto de la claustrofobia, hicieron que entrar
—¡Ponla al teléfono! —gritó Leandro.Ismael dudó por un segundo. Se levantó, se dirigió a la salida y dijo:—No necesitas saber.—Señor Soto, ¿es ese Leandro? —preguntó Julieta.Ismael se detuvo. Tapó el teléfono con la mano y respondió:—No, es asunto de trabajo.Julieta apretó los labios y forzó una sonrisa.—Señor Soto, a veces uno no puede evitar el desastre. Deme el celular, hablaré con él.Los dos se quedaron paralizados por un momento. Luego, Ismael terminó cediendo.Julieta se aclaró su garganta. Levantó la cabeza, contuvo todas sus lágrimas que empezaban a querer salirse, y respondió:—¡Leandro, te odio! No quiero verte.Hasta el día de hoy, ella siempre estaba segura de que amaba a Leandro. Pero después de lo de la cabaña, ya empezaba a tener sus dudas.Aquel adolescente que una vez le trajo luz a su mundo se encargó personalmente de tirarla a la oscuridad, apagando toda luz y esperanza en el proceso.Y ahora, Julieta parecía estar realmente cansada.Su voz sonaba calmada, au
Anoche, cuando volvía a la Península, vio a Dalila desmayada en la sala. Su cuerpo estaba cubierto de sangre, por lo que tuvo que llevarla rápidamente al hospital.Cuando Dalila mejoró un poco ya era medianoche, y él volvió a la cabaña. Quería salvarla, pero...Al llegar, vio que la cerradura estaba abierta. Había dos rastros de ruedas de automóvil en el suelo y no había nadie adentro. Al llamarla, lo único que le dijo era que lo odiaba. Leandro hizo una mueca y con su puño golpeó fuertemente la ventana, rompiéndola en el proceso. Los trozos de vidrio cayeron manchados de su propia sangre haciendo un ruido de tintineo.Renzo vino rápidamente y se quedó petrificado al ver cómo sangraba la mano de Leandro, y se apresuró a buscar un botiquín, y mientras le decía:—Señor, su mano está sangrando.Leandro hizo caso omiso, se giró hacia Renzo y le cuestionó: —La amo tanto... ¿por qué me traicionó? ¡Ella no tiene ningún derecho a odiarme!Renzo volvió corriendo con el botiquín en la mano y l
A regañadientes, Leandro echó un vistazo al informe. Podía leer cada palabra, pero le costaba entender el sentido del texto completo. Miró a Ismael y preguntó con escepticismo:—¿Qué quieres decir con esto? ¿Falsificaste este informe?—Leandro, no contento con ser estúpido, ¿resulta que también te volviste analfabeto?Ismael tenía un tono de desdén en la voz.—La última vez, Dalila te dijo que estaba embarazada, ¿cierto? Y que fue Julieta quien le causó el aborto espontáneo, pero, presta mucha atención, ¡tres años atrás a Dalila ya se la diagnosticó infertilidad!—¡Imposible! Dalila claramente...—Ella te dijo que estaba embarazada, ¿no? ¿No te parece obvio? Ella intentó usar el embarazo como excusa para casarse contigo, pero fracasó.—¡Ismael! ¡No tienes derecho a hablar así de Dalila! ¡Fue ella quien me salvó dos años atrás!Leandro era una persona que respondía con agradecimiento a lo que los demás hacían por él. Siempre recordaría el riñón que ella misma le donó. Por lo tanto, mie
En la antigua mansión Rosales, ya habían pasado un par de horas y nadie había venido a buscarla. Julieta presintió que tal vez Leandro no la estaba buscando esta vez.Es que... con Dalila a su lado, ¿cómo iba a tener tiempo para preocuparse por ella?La verdad, no estaba del todo segura si quería que Leandro la encontrara o no.Así que empezó a dar vueltas por la mansión. Muchos recuerdos le vinieron encima. Algunos felices, otros tristes, y pensó: “Qué lindo sería que papá estuviera aquí...”. De repente, alguien la llamó por su nombre, lo que la detuvo en seco.—¿Julieta?Julieta miró a lo lejos y se quedó inmóvil por unos momentos antes de preguntar: —¿Jorge Morillo?—¡Así es! ¡Mira nada más, todavía me recuerdas! Hace años que no nos vemos, ¿cierto? ¿Todavía estás en el diseño?Julieta estaba perpleja. Si Jorge no se lo hubiera recordado, jamás hubiera venido a su mente que estudiaba diseño.Movió su cabeza y esbozó una sonrisa un tanto forzada.—Hace ya mucho tiempo que no estoy e
—Julieta, ¿te morirías sin un hombre a tu lado? —rugió Leandro—¿El que estaba en el hospital no era suficiente y, por eso, necesitabas tener otro afuera?Julieta intentó resistirse, intentó liberarse incluso, pero sus dos manos estaban bien sujetadas por Leandro. Era imposible para ella escapar.—Leandro, ¿qué tonterías dices? Ese era un amigo que me encontré por casualidad.—¿Por casualidad? ¿En serio crees eso?—Tú vas a creer lo que quieras. Y si no me crees, ¿qué puedo hacer? No tengo forma de obligarte a creerme.—Julieta, ¿piensas que porque te dejé ver a tu hermano ayer ahora ya no tienes nada que temer?Ya estaba acostumbrada al mismo teatro de siempre, pero al momento en que escuchó hablar de Samuel, su corazón volvió a dolerle intolerablemente.No paraba de pensar: “¿Cómo es que mi hermano se convirtió en alguien así?”Julieta levantó la mano para forcejear, sus uñas arañaron el brazo de Leandro, mientras decía:—Leandro, ¡eres un maldito desvergonzado! ¿Por qué permitiste q
Julieta cerró los ojos y dejó caer unas lágrimas.Leandro no la trajo de vuelta a la Península, sino que la llevó a otro departamento.Guio a Julieta al baño, la puso en agua caliente y quiso ayudarla a desvestirse. Pero Julieta de manera inconsciente cerró los ojos y retrocedió, pensando que Leandro la volvería a lastimar.El gesto hizo que Leandro sufriera un pinchazo en el corazón. Frunció el ceño, y dijo con impaciencia:—Olvídalo, desvístete y báñate. Afuera tienes todo lo que necesitas, puedes descansar aquí el día de hoy y Dalila no te molestará.Levantándose, añadió:—Volveré esta noche para acompañarte. No te olvides de preparar la cena.Tras decir esto, se levantó, cerró la puerta y se marchó. Acto seguido, ordenó a dos guardias que montaran guardia en la entrada del departamento.Sólo después de asegurarse de que Leandro se había ido, Julieta quitó de su bolsillo el frasco con las pastillas y la tarjeta de negocios. Ésta última estaba mojada, por lo que la secó cuidadosament