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Capítulo III. No todo está perdido

Antes de entrar a mi turno de trabajo decidí ir a verme con Isabella para que me diga cuál es la propuesta que tiene para mí, además de la chica de cabello negro y quebradizo que ví fajar con Leonard por todas las escaleras he notado que también se ha llevado a la cama al menos a otras tres, en verdad no sé qué tiene de agradable o de placentero estar con un hombre así, que solo piensa en si mismo. Por atractivo que pueda ser.

- Hola, perdona el retraso - llega Isabella y su presencia me trae de vuelta a la realidad.

- Descuida - digo con amabilidad mientras le doy un sorbo a mi americano. - ¿Qué es lo que me quieres decir? - pregunto con cuidado, no quiero parecer descortez ni abrumarla, al final de todo ha sido ella quien me rescató y quien hizo que se me habilitara toda la herencia de mis padres.

- Bien... - dice Isabella cuando llega el mesero con un latte.

- Aquí tiene señorita - dice el mesero - espero que lo disfrute.

- He sido yo quien ordenó un latte para tí - le aclaro.

- Te lo agradezco - le dice al mesero y el mismo se retira haciendo una pequeña reverencia en señal de respeto.

- Como te decía - Isabella continua - he pensado que quizás sea conveniente para ti cambiar tu apellido, aunque fuese de manera temporal - dice mi abogada.

- No creo que sea una buena idea - digo con la mirada suspendida en el aire.

- ¿Por qué lo crees así? - pregunta ella con el ceño fruncido.

- Tú mejor que nadie sabes que mi misión al venir a New York es vengar el asesinato de mi familia, si cambio mi apellido voy a quedar como una completa desconocida ante el mundo, quizás también quede como una loca que solamente busca sacar ventaja de la enorme fortuna de los Boure. Prefiero mantenerme tal cual soy yo de manera oculta, quiero que la venganza por mi familia sea de forma épica. - Dije sin titubear.

- ¿Aunque tengas que matar ratas de alcantarilla en los rincones del teatro? - me pregunta a manera de burla.

- Sí, aunque tenga que hacer eso y más - respodí soltando una pequeña risa.

- Bien ¿hay algo que necesites además de todo lo que se relaciona con el caso de tu familia? - me pregunta Isabella.

Me quedo pensando un momento si de verdad necesito algo que Isabella haga por mí, en verdad no necesito lo que le voy a pedir pero la curiosidad en mucho más grande que yo. - Hay unos hermanos que residen aquí en New York, no sé cual es su apellido pero se llaman Leonard y Roger, me gustaría saber a qué se dedican.

- Dices que no sabes su apellido... ¿sí tienes idea de que eso complica bastante la búsqueda? - me pregunta Isabella arqueando una ceja.

- Sí lo sé, pero de verdad tengo ganas de saber quienes son - respondo firmemente, algo me dice que no son iguales al resto de las personas que viven en esta ciudad.

- ¿Al menos sabes qué edad tienen? - me pregunta Isabella.

- Al rededor de treinta cada uno - contesté.

- Perfecto, en cuanto tenga la primera información de esos dos me vuelvo a comunicar contigo. Ahora me tengo que ir, mi hijo está por salir de la escuela de beisbol. Ten una buena jornada. - Se levanta y se va.

- Igualmente, ten una linda tarde - le dije con una sonrisa.

- Por cierto, gracias por mi latte - me sonrie de regreso y se va.

Me quedo a terminar mi café y mi rebanada de pastel con mermelada de fresa, sentí una mirada desde las afueras del café, es Leonard que no para de mirarme con furia, seguramente no puede olvidar nuestra primera pelea, lo humillado que se sintió. Hice como si no lo hubiese visto.

- ¿Otra vez intentando huir? - cuando levanté la cabeza de mi teléfono móvil me di cuenta de que Leonard ya estaba sentado en la misma mesa que yo.

- ¿Otra vez tú? ¿Sí te das cuenta que eres patético? - no sé que es lo que tiene este hombre pero cada que me veo obligada a compartir una conversación con él pierdo todos mis estribos.

- ¿Cuántas veces te tengo que decir que no puedes estar intentando huir cada que se te presenta una oportunidad?, nos pones en peligro a todos ¿no lo entiendes? - me está hablando como si fuera una adolescente rebelde que solo piensa en sí misma. _nos pones en peligro a todos_ de inmediato recordé la conversación que estaba teniendo con Roger.

- ¿Al menos sabes cual es mi nombre? - pregunté furiosa - no tengo idea de cual de todas tus amantes se te haya perdido en esta ciudad pero ten por seguro que no soy yo.

Me miró y comenzó a analizarme - ¿eres la chica con la que discutí en el parque hace unas semanas? ¿cierto? - a pesar de que se da cuenta de que soy yo esa chica, su expresión feroz y su gran porte no se desalinean ni en lo más mínimo.

- Sí, yo soy esa chica. Ya déjame en paz. - Dije conteniendo todas las ganas de grirtale que llevo dentro de mi. Algo de tener que vivir en una ciudad tan grande es que todos estamos propensos a un escándalo social, por lo que tenemos que cuidar todas nuestras acciones y movimientos, incluso yo, que solamente soy la veladora del teatro Apollo.

- ¿Cuál es tu nombre? - me pregunto casi a manera de darme una orden irrfutable. Por un momento imaginé que iba a gruñirme.

- Ambar - contesto de mala gana.

- ¿Ambar qué? - me vuelve a preguntar.

- No creo que te importe, para ti solamente soy Ambar - dije de forma arrogante.

- Bien Ambar... dime... ¿cómo te has enterado que tengo más de una amante en esta ciudad? - el pecho de Leonard está hinchado y rojo por el enojo.

- Si no te revolcaras con todas ellas por cada rincón nadie se daría cuenta de ello, pero da la casualidad que gustas de meter tu mano bajo su ropa interior antes de llevartelas a la cama - dije eso para evitar el tener que confesarle la ocasión en que lo ví y las demás veces que también lo he escuchado un piso arriba de mi apartamento.

- Bien, que este secreto quede entre tú y yo, nadie puede enterarse de que me acuesto con más de una mujer ¿sabes lo que eso le haría a mi imagen? - se me acerca y quedamos cara a cara.

- No, y tampoco me importan ni tu ni tu adorada imagen - contesté de la forma más segura que pude - pero deja de preocuparte, que no me interesa andar esparciendo rumores por toda esta ciudad y menos aún cuando se trata de alguien que se sobrevalora a sí mismo. Pobres chicas las que han pasado por tu cama, de seguro no tienen ni un gramo de amor propio. - Terminé de decir y nuevamente me coloqué en el respaldo de la silla. Vibra mi célular, sé perfectamente que es Isabella y lo dejo pasar.

- No sabes lo que es pasar una noche conmigo - me dice él mientras hace una señal al mesero. - ¿Qué te gusta beber? - me pregunta.

- A esta hora nada, tengo que irme a continuar con mis labores - me pongo de pie - Que tengas una linda tarde y una muuuuy placentera noche Don Juan - le digo a manera de burla para quebrantar su ego y me voy caminando al teatro.

Al llegar al teatro saludo al resto del personal y me voy trás el telón, desde ese lugar se nos permite a los empleados observar la funciones, desde donde estoy puedo ver que el lugar está a tope, no cabe ni un respiro más dentro. La obra ya se está terminando y todos están de pie ovacionando al elenco, de repente ví como el más horrendo y despreciable ser de este planeta está aplaudiendo en la primera fila, Martha Boure, parece ser que viene ella sola, no veo a su esposo por ningún lado, solamente a sus escoltas, sentí como todas las ganas de darle una golpiza me recorren de pies a cabeza pero tengo que contenerme. Al menos ahora sé en dónde residen, mi nueva misión será localizar su casa.

Salí a tomar un poco de aire para tranquilizar mi ánimo y decidí revisar los mensajes de Isabella. ++ Esto no tiene nada que ver con la información que hoy me solicitaste, pero el informe sobre la noche en que tu familia fue asesinada reporta que el cuerpo de Amelia no fue encontrado aunque legalmente su deceso y está registrado ++ Mensaje de Isabella para mí. Amelia, mi hermana gemela probablemente pueda estar viva ¿qué será de ella si es así? ¿en dónde estará? ¿cómo le habrá hecho para huir de ese fatal atentado?.

Todas las incógnitas que rondaban por mi cabeza tuve que dejarlas a un lado para poder iniciar con los rondines que tengo que hacer como la veladora del lugar, tomé aire y fui a dar una vuelta por el edificio - Son casi las doce, no deberías estar en este lugar bonita - me dijo un hombre que al parecer caminaba tras de mi, tiene un aspecto de maleante y tiene incrustaciones de oro en los dientes. Por primera vez en bastante tiempo comencé a sentir miedo, quiero echarme a correr pero las piernas no me responden.

Intento gritar pero el hombre me pone una mano en la boca y me sujeta para que no lo haga - tranquila, no pasa nada, vamos a divertirnos un rato tú y yo - me dice con su voz pervertida. Hago mis mejores esfuerzos para safarme de sus garras pero en todos fracaso. Empiezo a llorar de desesperación y de repente veo como el degenerado se desvanece en el piso y comienza a salir sangre de su boca.

Al caer él al piso también caí yo, me puse de pie lo más rápido que pude, levanté la vista y vi que Leonard está escasos cinco metros de nosotros con una pistola en la mano que aún humea, aparece Roger en el deportivo - ¡Sube! ¡Sube rápido! - le grita a Leonard desde adentro del carro. Leonard sube a toda velocidad al asiento del copiloto - Muy bien hermano, ya has acabado con él. La policía se encargará encargará del resto - le dice Leonard a Roger y arrancan a toda velocidad.

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