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Capítulo II. Mi nuevo trabajo

Ya han pasado dos semanas desde aquella pelea con el desconocido, estoy segura de que solamente es uno de los tantos hombres que se siente como si fuese uno de los últimos diamantes del planeta, en ocasiones me pregunto quién será, por qué motivo estaba tan furioso pero cuando recuerdo que debo volver a las labores de mi nuevo trabajo dejo de pensar en ello.

Mis labores consisten en vigilar que durante las noches no se haya quedado gente del público o personal de los que laboran aquí mismo pero durante el día, New York es una ciudad bastante glamourosa pero al mismo tiempo guarda mucha suciedad, no lo habría creído de no verlo con mis propios ojos, a estas alturas ya he aprendido a matar ratones de los que viven en alcantarillas.

Es la 1:30 de la mañana, salí a dar un rondín por la manzana para asegurarme de que todo esté en orden, a pesar de la oscuridad que azota la madrugada a lo lejos puedo ver al acompañante del desconocido, ese que le dijo que yo no era a quien estaban buscando, me aproximo un poco más para segurarme de que ni mis ojos ni mi mente me están haciendo una mala jugada, el corazón se me está desbocando pero algo dentro de mi me dice que tengo que ir hacia en donde está. Doy unos cuantos pasos más y para mi sorpresa no está solo, está con el desconocido.

Ambos están muy alterados, para evitar que me vean me escabullo entre unos basureros que están a espaldas de ellos. - ¿Qué hay de la nueva chica? ¿De dónde la has traído? - pregunta el desconocido.

- No importa mucho de donde la he traído Leonard, solamente importa que quizás ella sea mi esposa - hay un silencio incómodo entre ambos - es bastante atractiva.

- Claro que importa de dónde la has traído - el desconocido quiere gritar, pero al estar el New York y a estas horas de la madrugada sabe perfectamente que es propenso a un escándalo - Si quieres hacerla tu esposa adelante, hazlo, eso no me importa. ¿Pero sabes que antes de ser tu esposa es una testigo de un asesinato en masa? - pregunta con desdesperación el desconocido a su acompañante.

- Hasta ahora ninguna de las chicas que trabaja para nosotros ha logrado dar informe a la policía de lo que hacemos, solo unas cuantas han logrado escapar y todas las que lo hicieron han terminado muertas ¿desde cuándo eres tan humanitario con las chicas? ¿desde cuándo se te ha despertado un espíritu altruísta?... Leonard comienzo a desconocerte - le dice su acompañante, puedo notar una profunda decepción en sus palabras.

- No estoy de acuerdo con este negocio Roger, nunca lo he estado ¿cómo es posible que tú sí? ¿no te has puesto a pensar que por cada chica secuestrada hay una familia rota?, quizás muchas de ellas tengan hijos, otras tenían ilusiones y nosotros se las estamos arrebatando. - El desconocido no da su brazo a torcer.

- Pero Amelia ya no tiene familia, nuestra gente ha mandado a terminar con ellos ¿lo recuerdas? - su acompañante insiste en contraer matrimonio con alguna de las chicas, no sé a cuales chicas se refiere.

- ¿Y eso te hace muy feliz?, por lo que puedo ver... - dice con desprecio el desconocido, Leonard se llama.

- No exactamente, pero al menos estoy seguro de que nunca nadie la va a volver a buscar, y eso me deja con la mente tranquila - responde su acompañante, Roger. El frío de la madrugada comienza a hacer estragos en mi cuerpo, lo que me recuerda que esta conversación no la debería de estar escuchando, ni si quiera me está siendo de utilidad. Mi célular vibra, son mensajes de Isabella pero no los abro para leerlos por completo, ya habrá más tiempo para hacer eso.

- De todas las mujeres que hay en este planeta ¿tenías que escoger a una de nuestras chicas? - pregunta Leonard con lo que parece ser asco.

- Ella no está dentro de nuestras chicas, ya la he apartado para que nadie la dañe - Roger enciende un cigarrillo en medio de la charla.

- No estoy de acuerdo, pero si esa es tú decisión supongo que nadie hará que cambies de parecer. Tengo que irme al apartamento, ya es tarde y debo dormir un poco para cumplir con todos los compromisos de mañana. Descansa hermano. - Leonard se da media vuelta y se va.

Roger se retira del callejón donde se encontraba alegando con Leonard me pregunto a cuáles chicas se refería, veo como Roger se monta a un deportivo blindado y se va conduciendo por las calles. Salí de mi escondite, parece que con este trabajo pronto voy a dejar de necesitar el cristal y volveré a estar bien, lástima que mi familia ya no está aquí para presenciarlo.

La noche trascurrió normal, no hubo ningún altercado, al igual que todas las noches desde que llegué a trabajar a este lugar, debo confesar que pese a lo que muchas personas suelen pensar sobre un trabajo de este estilo, me ha sido de gran ayuda porque me tengo que mantener alerta para actúar ante cualquier tipo de amenaza, lo que me permite olvidarme momentaneamente de que no voy a volver a ver a mi familia, pero al igual que el resto de los empleos, se llega el día de descanso y es allí donde mi calvario mental y mal estado de ánimo me asaltan.

Se llegó mi día de descanso, el más temido debido a que el llanto y la tristeza en tanta que en ocasiones no puedo levantarme de la cama, ni cepillarme el cabello. Para evitar ese lapso de dolor decidí meter toda la ropa nueva a mi closet, misma que me llegó por paquetería al hacer la compra en línea. Los elementos básicos para el súper también los he pedido a través de las aplicaciones móviles.

Mientras estaba doblando algunas prendas y colgado los vestidos en los ganchos correspondientes recordé que hace tres noches Isabella me había mandado mensajes pero que decidí no leerlos porque estaba demasiado centrada en escuchar la conversación del hombre que supuestamente se confundió de chica y que me quería llevar con él.

++ Ambar, espero que te encuentres muy bien, te escribo para informarte que ya me he mudado a New York junto con mi esposo y mis hijos. Espero poder verte pronto, tengo una propuesta para tí que me gustaría que consideres ++ Mensaje de Isabella para mí.

++ Me alegra que hayas podido mudarte con tu familia, en unos días me pongo en contacto contigo para poder vernos ++ Mensaje de mí para Isabella.

Suena la puerta de mi apartamento - ¡Un momento! ¡Ya voy! - grito desde adentro. Torpemente salgo de las montañas de ropa para ir a la puerta. - Diga ¿qué es lo que pasa? - pregunto al abrir la puerta.

- ¿Señorita Ambar Roux? - pregunta la voz de lo que parece ser un adolescente, no puedo verle bien la cara porque trae puesta una gorra y tiene la mirada puesta en el monitor de referencias.

- Sí, soy yo - respondo.

- Su lista de súper ya ha llegado, uno de mis compañeros viene por el elevador para traer todo lo que nos ha ordenado - me dice con una amable sonrisa, en efecto, es un adolescente de aproximadamente unos 16 años. Sale un joven de unos 19 o 20 años por el elevador, viene cargando tres cajas en las que están mis alimentos, detergentes y cepillos y pastas de dientes y todo lo que he pedido.

- Adelante, pongan todo en la mesa del comedor por favor, si no caben pónganlo en las alacenas - ambos chicos hicieron lo que les dije en silencio. Terminaron de poner las cosas en donde les ordené.

- Todo está en perfecto orden, no le hace falta nada - dijo el adolescente. - Es un total de 150 dólares.

- Bien, vamos a la puerta para poderles pagar. - La intención de ir a la puerta es para darles propina por sorpresa. - 150 dólares de total - dije al hacer el pago en efectivo.

- Gracias - dijeron ambos chicos e intentaron dar media vuelta para seguir con su ruta.

- ¡Esperen! - dije amablemente pero con la voz lo suficientemente fuerte para hacerlos que se queden.

- ¿Qué es lo que pasa? - me pregunta el de mayor edad, totalmente desconcertado.

- Hay 25 dólares de propina para cada uno - ambos sonrieron, la sorpresa les cayó bien.

Estaba sacando el efectivo de mi cartera, cuando por las escaleras escuché unos pasos firmes y unos gemidos. Por un momento pensé que solamente yo los había escuchado pero ambos chicos también mostraban incomodidad con los gemidos que subían por las escaleras. Ambos repartidores dieron dos pasos hacia adelante para abrile paso a las personas que subían, me llevé una enorme sorpresa al ver que el hombre que subía era Leonard, iba poniendo sus manos abajo de la ropa interior de una chica de cabello negro y quebradizo, es quien viene gimiendo por todas las escaleras. Subieron justo un piso arriba de mi apartamento, lo que quiere decir que voy a tener que poner mi lista de reproducción a un volumen fuerte para no tener que escuchar su larga tarde y quizás también noche de pasión.

- Aquí tienen - les di la propina a los repartidores, todos fingimos que no vimos ni escuchamos ese momento de incomodidad.

- Gracias - dijeron ambos chicos al mismo tiempo y se fueron por el elevador.

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