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Capítulo IV. Los nuevos dueños

Ya ha pasado más de una semana desde que Leonard me rescató de aquel hombre tan robusto y horripilante, sin embargo, esto me trajo de vuelta a la realidad y me recordó que mi principal misión al venir a esta enorme ciudad es buscar a los asesinos de mi familia, en especial a esa zorra mal nacida y m*****a de Martha Boure, a ella no la mataré sino que la voy a torturar hasta que suplique piedad y aclame por su propia muerte para acabar con su dolor, y entonces la dejaré vivir para que tenga que soportar las humillaciones y las torturas de la prisión, pues la muerte sería demasiado fácil para ella.

Se me hace tarde y tengo que ir al trabajo, del que debo confesar no es tan horrendo como al inicio lo creí, aprendo bastante de actuación, de vestuario y de logística, a pesar de que solo soy una insignificante veladora. Al llegar al trabajo fui diectamente a la oficina que tengo asignada, me senté sobre mi silla para meditar mi plan de venganza. - ¡Ambar! ¡Ambar! - escuché gritar a alguien pero no quise prestar atención. ¡Ambar! ¡Ambar! ¡Ambar! - volví a escuchar que alguien gritaba mi nombre pero no presté atención, no puedo abrir los ojos por alguna extraña razón. - ¡Ambar! ¡Ambar! ¡Te volviste a quedar dormida! ¡Despierta por el amor de Dios! - las manos de un hombre me sacudieron por los hombros.

- Pero... ¿qué demonios es lo que haces? ... - fue lo único que pude decir al abrir los ojos en estado somnoliento.

- ¡Despierta ahora mismo! - me gritó el hombre que tengo frente a mi y del que no tengo la más mínima idea de quién es - bien... sé que algún día me vas a perdonar por esto - dijo y por el rabillo del ojo ví que se fue hacia donde está la puerta de mi oficina, sin pensarlo y sin poder controlar los impulsos de mi cuerpo me dejé caer sobre el respaldo de la silla para volver a cerrar los ojos. Un balde con agua fría me hizo abrir los ojos de una y ponerme de pie.

- ¿Qué es lo que estás haciendo?- le dije al hombre que me propinó ese baño inesperado.

- Perdóname Ambar, pero de no ser necesario jamás lo habría hecho, ahora ven conmigo - me tomó por el antebrazo y comenzamos a caminar rápidamente pero de una manera bastante sigilosa.

- ¿Tú quién eres y qué es lo que haces adentro del teatro? - pregunté con agresividad, el brazo del que este extaño me tiene tomada me empieza a doler por la presión.

- Shhh... - el hombre me hizo la señal de que debo sacar silencio. Al observarlo con detenimiento me doy cuenta de que es un chico bastante joven, con un cutis perfecto y totalmente liso y sin una sola marca de acné. Su piel también es de un color blanco perfecto. Pareciera que es salido de la fábrica de ositos abrazables.

Sacó una linterna de sus pantalones para alumbrar la obscuridad del teatro y ambos observamos las escaleras y su ambiente tétrico que flota en el aire. No sé qué es lo que él siente pero al menos yo sentí una repulsión combinada con algo de terror. - No se te ocurra hacer un solo ruido una vez que estemos allí abajo. Veas lo que veas y escuches lo que escuches - esas palabras me recordaron a los regaños de mi padre cuando Amelia y yo éramos niñas y no queríamos cumplir con los deberes del colegio. El chico por fin me soltó del brazo y respiró hondo un par de ocasiones para darse valor - vamos - me indicó cuando bajó el primer escalón, yo comencé a ir tras él por inercia. - Por aquí - me hizo una señal de que debíamos escondernos tras un montón de sillas apiladas, mismas que tienen escobas y trapeadores encima y sin ningún tipo de orden. El chico apagó su lámpara y nuevamente la metió en la bolsa de sus pantalones.

- ¿Qué haces?... quiero decir ¿Por qué apagas tu lámpara? - ppregunté totalmente desencajada en medio de toda esta obscuridad tan pesada.

- Porque nadie debe saber que estamos aquí, ahora agachate y guarda silencio - él se puso el cuclillas y dio un jalón a mi blusa para que yo hiciera lo mismo.

Ambos estuvimos en silencio al rededor de cinco minutos, solamente se escuchan los carros que pasan a toda velocidad a las afueras del teatro y adentro del mismo se escuchan perfectamente los chillidos y el caminar de los ratones, me ponen los nervios a flor de piel, pero no creo que este sea un buen momento para salir corriendo de este lugar. Al ver al joven que no tengo idea de quién es ni de dónde salió pude captar que su expresión también es de miedo y de asco por esos animales, le presioné un poco su mano para intentar calmar sus nervios.

De un momento a otro se escucharon pasos y murmullos en la parte de arriba y ambos pusimos toda nuestra atención en ello, también se escucha el llanto que parece ser de una mujer - ¡Ya cállate m*****a perra! - escuchamos el grito de un hombre rudo que está totalmente furioso pero la mujer está llorando todavía más - ¡Te digo que te calles! - seguido de ese grito también le soltó un fuerte golpe, la mujer que está llorando cayó al piso. Estoy escuchando más pasis en la parte de arriba, todos bastante firmes y muy pesados.

- ¿Qué? ¿Solamente has traído a una sola chica? - preguntó otro hombre que parece que también se encuentra furioso.

- Vamos Roger... no deberías enojarte, mira que es demasiado bella. Mírala de cerca si tú quieres - ¿acaso he escuchado mal? ¿el hombre rudo dijo Roger?.

- Bien... veamos qué es lo que tenemos aquí. Ven acá linda, quiero verte bien y de cerca - la pobre chica no puede parar de llorar y de dar gritos ahogados que a cualquiera le partirían el alma.

Me puse de pie para ir a donde está la pobre chica y poder ayudarla, pero el nuevo desconocido me regresó al piso con un jalón violento que tumbó más de una silla, me sijetó con fuerza y también me tapó la boca con su mano que le queda libre, a pesar de querer safarme de sus brazos él es mucho más fuerte que yo y parece que mi condena es no poder ayudar a esa mujer y quedarme aquí hasta que todo esto pase.

- ¿Estás loca? ¿Qué es lo que pretendes al ir allá arriba? ¿Terminar igual que ella y que tu familia nunca más vuelva a saber de ti? - me dijo lleno de frustación.

- ¿Escuchaste eso? - preguntó el hombre rudo a quien parece que es Roger.

- ¿Escuchar qué? - preguntó el tal Roger.

- Parece que no estamos solos en este lugar - dijo el hombre rudo.

- Estás enloqueciendo Abdiel, este lugar es totalmente seguro para nosotros - gruñó Roger.

- Si tú lo dices - contestó el hombre rudo con indiferencia.

- Ven bonita, dime ¿qué es lo que te pasa? - preguntó quien parece que es Roger a la chica. De verdad espero que no sea el Roger que estoy pensando, pues no es el único hombre que se llama así en el mundo. - Tranquila que si te portas bien nadie te hará daño, mejor deja de llorar y acepta tu destino, que de ahora en adelante muchos pero muchos hombres de diferentes edades y de diferentes partes del mundo te van a ver, a tocas y lamer tu cuerpo desnudo, y lo mejor es que te vayas acostumbrando ¿no lo crees? - decía con sarcasmo aquel hombre tan perverso - ¡Llévensela! - ordenó con un grito aquel hombre tan perverso, se escuchó un va y ven de pasos de los que escuché como levantaban a la chica y se la llevaron con ellos.

- Espero que sepas que esta chica tiene un valor de quince mil dólares - dijo el hombre rudo luego de guardar silencio, que imagino que se dio porque estaban supervisando que sacaran con "orden" a la chica secuestrada y que estaba a punto de ser vendida.

- ¿Qué? ¿quince mil dólares? - gritó furioso el otro hombre.

- Sí Roger, ya lo escuchaste, el precio de la chica es de quince mil dólares, esto porque es una de las más jóvenes tal como lo pudiste observar. Luego porque también es joven pues apenas tiene 16 años y tú mejor que nadie sabes lo mucho que les gustasn a los clientes las chicas de esa edad. Y por último, también voy a ser yo el encargado de que los operativos de búsqueda no duren más allá de un mes una vez que se desplieguen ¿sabes?, tengo unos muy buenos contactos con las autoridades - dijo el hombre rudo lleno de orgullo.

- Aquí tienes tus asquerosos quince mil dólares - dijo con enfado el segundo hombre - la próxima semana al menos quiere que me traigas cuatro chicas, necesito acrecentar mi negocio - dijo con enfado el segundo hombre.

- Ten por seguro que te las voy a conseguir Roger, pero tu familia y tú deberían tener un poco más de cuidado, el rumor de que Leonard es investigado por un asesinato se está corriendo cada vez más y eso no les conviene - advirtió el hombre rudo y al escuchar eso empecé a sentir como si el corazón se me fuese a salir por la boca, unos segundos después caí en cuenta de que sí se trata del Roger que al incio se me vino a la mente.

- Te agradezco tus palabras pero ya no hay nada de lo que debas preocuparte, Leonard ha salido muy bien librado de lo que se le acusa - respondió Roger con toda la tranquilidad de su ser.

- Eso me alegra bastante, pero entonces dime... ¿es verdad? ¿fue Leonard quién asesinó al cazador más temido de todo Newu York? - preguntó el hombre rudo, se escucha bastante ansioso por saber la versión real de los hechos.

- Sí, él lo hizo a quema ropa y sin ninguna clase de reparo, tal como si se tratara de un enemigo personal, lo mejor de todo es que a partir de ese momento New york comenzó a ser nuestra, y así va a serlo siempre. Solo nuestra mafia tiene y va a tener voz y voto - al escuchar todo eso no pude evitar sudar frío, el desconocido está presionando aún más su mano contra mi boca para que no pueda gritar.

- ¡Al fin nuestro querido Leonard decidió entrar al negocio! - gritó con júbilo el hombre rudo.

- No es exactamente así, aunque no voy a negar que todos quisieramos que estuviera igual de comprometido con el negocio como nosotros sí lo estamos, a él le importan más sus propios negocios y meter distintas mujeres a su cama en el menor tiempo posible, de verdad no sé qué le encuentra de divertido a todo eso - confersó Roger al parecer sin darse cuenta de ello.

- No podemos negar que es un muy buen empresario y que su trabajo como CEO de este teatro es realmente extraordinario a pesar de que apenas lleva un mes en este lugar, lo que hace es casi magnífico - dijo aquel hombre que estoy segura de que es un completo baboso a pesar de pertenecer a la mafia más poderosa de la ciudad.

La conversación fue interrumpida porque el teléfono móvil de Roger comenzó a timbrar - ¿Aló? - contesta y luego hay silencio - Bien, en un momento estoy con ustedes, no tardo - dijo Roger con un tono de voz más serio y concentrado - Tengo que irme - avisó al hombre rudo - hay problemas con las nuevas chicas y tengo que ir a poner orden en el negocio. Noté que mi respiración está agitada. - Recuérdalo bien Abdiel... quiero un mínimo de cuatro chicas la próxima semana, me gusta comprar por mayoreo - dijo Roger para luego salir del teatro.

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