El entrenador

(...)

Logró salir un día más del gimnasio, esta vez me tocó hacer abdominales, pecho y hombro. Todo eso en dos horas, no…, siento que me estoy gastando, los huesos me arden, mi cuerpo tiembla cada vez más. Ah, casi lloro y no porque los ejercicios me mataban, casi lloraba porque me estaba muriendo del coraje, ya que el entrenador me decía una y otra vez que podía, que esto no era nada y que todo es mental.

Maldito, desgraciado, como me va a decir que el dolor es mental, mi cuerpo y respiración me decía otra cosa.

Luego de respirar y volver a mi realidad tuve el atrevimiento de darme una ducha, pero dentro del gimnasio, todo porque luego de salir de aquí tenía que ver a mi jefa directa, la señorita Ray… Ash, se me olvida su apellido, y esta vez no es que recuerde las cosas que me convengan, creo que ese apellido hace que mis días sean un dolor de cabeza.

En menos de veinte minutos ya me encontré lista, salí del gimnasio con una enorme sonrisa, cada vez que vengo aquí maldigo y me estre
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