Esclava por la Apuesta del Alfa Genuíno - libro 3
Esclava por la Apuesta del Alfa Genuíno - libro 3
Por: FannyMotta
Capítulo 1: Última Apuesta

— Última oportunidad, Pedro — dice Miguel, su voz cargada de advertencia, sus ojos fijos en los de Pedro. — Muy bien, tomaré tu silencio como una aceptación de mi propuesta. Como dije, si ganas, la libertad y el dinero serán tuyos — reafirma, dándole a Pedro esperanzas de poder librarse de la deuda de más de doscientos mil dólares.

 

— Si pierdo… ¿qué sucederá? — pregunta Pedro, su voz casi un susurro impregnado de miedo, usando su último rastro de conciencia, aunque el alcohol en su cuerpo embote su sentido del peligro.

 

Miguel sonríe de manera depredadora, su expresión revela satisfacción ante las reacciones del humano frente a él, alimentando a su lobo con la desesperación reflejada en las facciones humanas.

 

— Entregarás a tu hija para mí. Ella se convertirá en mi esclava — dice Miguel fríamente.

 

Pedro traga saliva, las palabras frías resuenan en sus oídos, pero pronto son silenciadas por el rápido latir de su corazón, la adrenalina corre de nuevo por sus venas, y la emoción de poder jugar una vez más domina su mente, cegándolo ante las consecuencias de otra derrota.

 

— ¿Te gusta el póker, Pedro? — pregunta Miguel, mientras toma un sorbo de su whisky importado.

 

— Mi juego favorito — responde, acomodándose en la silla.

 

— Excelente — con un chasquido de dedos, Miguel hace una señal a uno de los betas que trabaja como crupier en el casino, quien se acerca con una baraja sellada en sus manos y se coloca en la cabecera de la mesa.

 

Pedro mantiene la vista fija en las cartas que se deslizan entre los dedos hábiles del crupier, observando cada movimiento con emoción y determinación, olvidando completamente que fue en estas mesas donde perdió todo, incluida la pequeña casa donde vive con su única hija.

 

La sala parece encogerse, el sonido de las fichas y los murmullos de fondo se vuelven un eco distante, mientras él se concentra solo en las cartas que están a punto de liberarlo de las deudas.

 

O eso creía él.

 

El crupier reparte dos cartas boca abajo a cada jugador y empieza a revelar las cartas comunitarias en el centro de la mesa. El corazón de Pedro late desacompasado, cada carta revelada aumenta la tensión.

 

— Vamos, Pedro, muéstrame lo que tienes — provoca Miguel, su voz baja y cargada de una fría confianza, sus ojos atentos a cada movimiento de su objetivo.

 

Pedro respira hondo, sus manos sudorosas sujetan las cartas con fuerza.

 

~

 

— Has perdido, Pedro — anuncia Miguel, su voz llena de triunfo después de la tercera derrota consecutiva de Pedro.

 

La confirmación golpea a Pedro como un golpe físico. Siente el suelo desaparecer bajo sus pies. Todo lo que tiene, todo por lo que ha luchado, está perdido.

 

— ¿Qué he hecho?... — murmura, la voz cargada de culpa y desolación. — He perdido… — Pedro se habla a sí mismo, su voz ahogada por el nudo que se forma en su garganta.

 

La sala parece girar a su alrededor, y se agarra a la mesa para mantenerse en pie. Finalmente, toma conciencia de que ha cruzado todos los límites. El remordimiento y la culpa por lo que acaba de hacer lo consumen.

 

— Yo… no puedo creerlo… mi hija… — murmura Pedro, su voz vacilante, el desespero apoderándose de él.

 

Miguel lo observa con una mezcla de diversión y desdén.

 

— Sabías que la suerte nunca estuvo de tu lado, Pedro. Se honesto, querías deshacerte de tu hija — lo acusa Miguel fríamente, disfrutando del desespero del humano.

 

Las palabras de Miguel resuenan en la mente de Pedro, mareándolo. Sabe que no es cierto, su única hija es el único tesoro que tiene.

 

— ¡Dame otra oportunidad! Vamos, una ronda más — implora Pedro, sintiéndose desesperado. — No puedo perder, mi hija es…

 

— ¡Es mi esclava! — Miguel interrumpe a Pedro, corrigiéndolo. — En el momento en que las cartas se voltearon, ella dejó de ser tuya y pasó a ser mía — sus palabras perforando a Pedro profundamente, como afiladas cuchillas.

 

— Señor, por favor, solo tiene dieciocho años, no merece… — intenta nuevamente, todo su cuerpo temblando con la súplica desesperada.

 

— Olvida que alguna vez tuviste una hija — dice Miguel con indiferencia. — Sal de aquí. Mañana enviaré a alguien a buscar mi propiedad.

 

Pedro siente el suelo desaparecer bajo sus pies. Las cartas sobre la mesa parecen burlarse de él, recordándole su fallo y las consecuencias irreversibles. La promesa de una nueva ronda, una última oportunidad de redención, fue todo en lo que pudo pensar. Ahora, la comprensión de que apostó y perdió lo más preciado que tenía deja un sabor amargo en su boca. Intenta argumentar, pero los dos betas que custodian la puerta avanzan con la señal de Miguel, agarrándolo firmemente por los brazos.

 

— No, por favor… — implora Pedro, la voz quebrada, pero sus protestas son inútiles mientras es arrastrado fuera del casino.

 

Miguel llena su vaso con otra dosis de la bebida caliente, sus ojos fríos observan cómo Pedro se debate mientras es arrastrado.

 

— ¿No temes las consecuencias, Genuino? — Lukan, el beta y mano derecha de Miguel, pregunta al acercarse.

 

— La decisión no fue mía — se encoge de hombros, balanceando el líquido caramelo en su vaso. — No lo forcé, fue él quien me la entregó, quitándola voluntariamente de la protección de Zeus — responde Miguel, bebiendo un sorbo de la bebida.

 

Lukan observa el rostro impasible de Miguel.

 

— Pero él no sabe que hizo eso — retruca Lukan.

 

— Eso ya no es problema mío — responde Miguel.

 

— ¿Qué harás con una humana? — pregunta Lukan, arqueando una ceja, realmente curioso por esta decisión de su Genuino Alfa. — Nunca te he visto emparejarte con una hembra que no fuera una lycan.

 

Miguel inclina la cabeza ligeramente, sus labios se curvan en una sonrisa que no revela nada de lo que pasa por su mente.

 

Lukan frunce el ceño, Miguel siempre evita a las hembras humanas y, ahora, ha tomado una para sí. ¿Qué estará realmente planeando el Genuino Alfa?

 

— Para todo hay una primera vez — responde Miguel, sus ojos brillando en expectativa por tener a una humana a su merced.

 

Mientras tanto, en una cafetería…

 

¡Crashhh! — El agudo sonido del plato rompiéndose en el suelo resuena en la cocina, superponiéndose al sonido de las ollas y sartenes.

 

— ¡Maldita sea! — exclama Sasha exasperada, agachándose rápidamente para recoger los pedazos. — ¡Ay!

 

Un trozo la corta en la palma de la mano, el dolor agudo aparece y el calor de su sangre comienza a escurrir por el pequeño corte.

 

El corazón de Sasha se acelera, sus hombros se encogen instintivamente, como si intentaran protegerla de un golpe inminente.

 

Ella junta las manos y las descansa sobre su pecho.

 

— Por favor, que no vuelva a suceder algo malo… — reza, sus ojos analizando los platos caros en el suelo, ya calculando el costo y rezando para que esto no la haga perder el empleo.

 

— ¡Incompetente de m****a! — El gerente de la cafetería gruñe, haciéndola girarse hacia él con los ojos abiertos de par en par, el gerente se acerca con el rostro rojo de ira. Su mirada fulmina a Sasha, dejando claro que su paciencia está al límite. — ¿Sabes lo que rompiste?

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