Capítulo 4: Este es tu cuarto

— ¿Ahora? ¿Así, de repente? Ni siquiera tengo pasaporte... Yo... acabo de despertar... Yo... — balbucea Sasha, su mente luchando por procesar la avalancha de información.

— No te preocupes por eso; ya me encargué de todo. Solo prepara tus cosas — dice Luciana, intentando sonreírle a la chica, una expresión que mezcla simpatía y urgencia.

— Está bien — cede Sasha, aún aturdida por lo rápido que está sucediendo todo.

Sasha se levanta y regresa a su habitación. Prepara una pequeña mochila con sus pertenencias personales, colocando cada objeto con cuidado, representando una parte de su vida que está a punto de dejar atrás. Mira su habitación por última vez, sintiendo una oleada de nostalgia.

— Llamaré todos los días, papá — se despide Sasha de su padre.

Después de un breve abrazo, Sasha sigue a Luciana fuera de la casa, con el corazón pesado por la incertidumbre de lo que vendrá. Pedro observa en silencio, sus lágrimas cayendo mientras ve a su hija alejarse hacia un destino cruel causado por él mismo, sintiéndose impotente y devastado.

Pedro siente un peso aplastante en el pecho al ver a su única hija desaparecer por la calle en el automóvil. Sus piernas ceden, y cae de rodillas, con el rostro empapado en lágrimas.

— ¿Qué he hecho? — murmura, sus manos temblando mientras trata de encontrar sentido a la devastación que lo rodea.

Luciana, por su parte, mantiene una expresión firme.

En el coche, el silencio entre ellas es pesado pero tolerable. Luciana conduce con determinación, mientras Sasha observa cómo las calles familiares pasan rápidamente por la ventana. Cuando llegan al aeropuerto, Sasha se sorprende al ver un jet privado esperándolas en la pista.

Al abordar el jet, Sasha siente una mezcla de emoción y nerviosismo. Mientras observa cómo la tierra se aleja debajo de ella, se pregunta cómo alguien puede ser tan rico como para tener una mansión en otro país y enviar a buscar a una simple asistente sin experiencia.

— ¿Quién es exactamente mi nuevo empleador? — pregunta Sasha, intentando comprender la magnitud de la situación.

— Lo sabrás pronto, Sasha.

Sasha se recuesta en el asiento, intentando procesar todo lo que está sucediendo. Siente una mezcla de miedo y determinación, sabiendo que debe ser fuerte no solo por ella misma, sino también por su padre. Cierra los ojos por un momento, buscando un poco de paz en medio del torbellino de emociones.

Mientras el jet atraviesa las nubes, Sasha se permite un momento de esperanza. Tal vez esta nueva oportunidad sea exactamente lo que necesita para cambiar su destino y el de su padre.

~

Mientras Sasha camina por los imponentes pasillos de la mansión, observa todo a su alrededor con asombro, absorbiendo cada detalle.

— Esta mansión es increíble, pero es curioso pensar que alguien tan rico vive aquí en Murmansk. Parece aislada del resto del mundo. No vi otras casas en el camino — comenta Sasha.

— Esto es más que una mansión; es un hogar — responde Luciana vagamente.

Luciana guía a Sasha por un pasillo que desciende dos tramos de escaleras. Llegan a una pesada puerta de madera que Luciana abre, revelando un corredor con pisos y paredes de piedra. Caminan unos pasos más y se detienen frente a una habitación modesta, que contrasta fuertemente con la grandeza de la mansión. Luciana desliza la puerta, que cruje al abrirse.

— Este es tu cuarto — dice Luciana.

Sasha mira a su alrededor, sorprendida. Las paredes están hechas de piedra, sin rastro de papel tapiz o lujo. Entra en la habitación y se sienta en la cama, que está tan fría que parece húmeda. Es una cama mucho más dura que la que tenía en casa de su padre.

Coloca su mochila sobre la mesita junto a la cama y nota una puerta al lado del armario. "Debe ser el baño", piensa Sasha.

— Es... acogedor — comenta Sasha, intentando encontrar palabras amables. — ¿Todos los empleados están en el sótano? — pregunta, curiosa.

— No, pero por ahora, esta es la habitación que tenemos disponible para ti.

Sasha se siente decepcionada, pero no quiere quejarse. Saca su teléfono, un modelo antiguo de botones de la marca Nokia, de su mochila. Intenta llamar al número de su padre para avisarle que llegó a salvo, pero se da cuenta de que no tiene señal.

Luciana deja sola a Sasha en su nuevo espacio para darle un poco de privacidad y desaparece por el corredor. Se dirige a su propia habitación, que se encuentra en un pasillo detrás de la guarida de Miguel. Toma el teléfono y marca el número de su Genuino Alfa.

— Señor — comienza cuando la llamada es atendida. — La chica está aquí, en el sótano.

La voz de Miguel suena fría y precisa al otro lado de la línea: — Excelente. Está en el lugar que merece, como la esclava que es.

Luciana siente un nudo en la garganta, una mezcla de miedo y compasión luchando dentro de ella.

— Genuino, creo que debería ser tratada con un poco más de consideración — intenta interceder por Sasha, anticipándose a los terribles planes que Miguel pueda tener para la humana.

Miguel ríe, pero no hay nada alegre en su risa. Es un sonido vacío y cruel.

— Luciana, no olvides tu lugar. Ella está aquí para servir. Es una esclava sucia y sin valor, entregada por su propio padre — enfatiza fríamente.

— Lo sé, señor, pero ella no es responsable por lo que hizo su padre...

— Es una esclava. No lo repetiré nuevamente — dice Miguel, con rudeza, su voz helada. — No hay excepciones. Y no olvides que tú eres responsable de ella. ¿Quedó claro, Lunae Luciana?

— Sí, Genuino — responde Luciana, sintiendo el corazón encogerse por Sasha. — ¿Cuándo volverás a casa?

— Cuando termine aquí — responde Miguel bruscamente, cortando la llamada abruptamente.

Las palabras de Miguel son como cuchillas, y Luciana sabe que es inútil seguir argumentando. Lo que quiera que sienta por Sasha, tiene la certeza de que su Genuino Alfa está decidido a hacerla sufrir hasta el límite, aunque ella no tenga culpa alguna.

Ahora, Sasha está en las manos despiadadas de Miguel Van Helsing, el temido Genuino Alfa.

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