Capítulo 2: El Propósito De La Esclava

Los días pasaban y Blanca se sentía una marioneta de todo aquel que la rodeaba, ella estaba a merced de todos y no podía anteponerse, pues ahí es solo una esclava a la que nadie le hace caso o le presta la mínima atención más allá de su cuerpo y órganos.

La tristeza para ella es algo que había conocido desde que tiene memoria, por lo que simplemente aceptaba las cosas tal cual eran. Los doctores solo entraban a la habitación para darle los medicamentos, revisar sus indicadores físicos y asegurarse de que ella cumpliera con todo lo que se le demandara.

Nadie le deseaba un feliz día, una feliz tarde o unas buenas noches. Entraban a la habitación sin respetar su privacidad y a nadie parecía importarle como ella se sentía al respecto. ¿Un animal de zoológico? Ella sonrió, parece un animal que solo puede emitir sonidos porque no tiene una voz.

―Bebe. ―La enfermera le pasó una de las pastillas con un vaso de agua y la miró fijamente, Blanca obedeció. ―Abre. ―Al mostrarle la boca, la mujer apuntó en el expediente. ―Date una ducha y espera aquí. ―Sin expresión, la mujer solo le daba órdenes como si ella fuera un sujeto de prueba y es así.

Ahí todos eran inexpresivos, solo se aseguraban de que tomara la medicación y se mantuviera sana, ella sabía que todo eso eran pasos necesarios para lo que se venía, pero aun así duele, que nadie por lo menos le brinde una palabra de consuelo o una sonrisa lastimera por su lamentable situación.

Blanca se metió al baño y se miró al espejo, ella por vez primera estaba tan limpia que ni siquiera se reconocía. Sus ojos azules y brillantes es una característica que todos notaban, a pesar de siempre estar desaliñada, su cabello tan oscuro como la noche es extremadamente largo y su cara es como la de un ángel, o eso escuchó alguna vez, aunque no sabe si fue solo un anhelante sueño.

―Su alteza. ―El beta de la manada se reverencia ante su rey. ―Está todo listo, hoy será el día. ―El rey asintió, ha estado muy nervioso los últimos días.

―¿Cómo están todos en la manada? ―Quiso saber.

―Muy nerviosos, majestad. ―El rey lo miró. ―Las plegarias están con ustedes. ―Sonrió. ―¿Hay algo más que pueda hacer? ―El rey negó así permitiéndole su partida.

Todos en la manda sabían que el rey había comprado a una hermosa loba sordomuda en la subasta a las afueras del reino para que fuera su esclava, incluso su esclava en la cama. Nadie respeta a la chica, lo poco que puede salir del palacio es solo para recibir burlas y humillaciones, lo que realmente al rey no le interesaba en lo absoluto.

―Es hora. ―Esta vez un hombre entró con una silla de ruedas. ―Monta, debemos irnos. ―Blanca quiso hacer preguntas, pero recordando la severidad con la que era castigada cada vez que intentaba comunicarse, solo se paró de la cama y se sentó en la silla de ruedas.

Ella estaba muy nerviosa, jamás había recorrido el castillo, ella solo conoce la pequeña habitación y el camino al jardín del castillo. ¿Por qué la estaban llevando por todo el castillo? ¿El rey había pedido cambiarla de habitación para no tener que desplazarse a la hora de satisfacer sus más bajos deseos?

Todo se volvió más confuso cuando la ingresaron a esa sala blanca y tan fría como una noche de invierno crudo. Todos pasaban de un lado a otro y nadie la miraba realmente, ahí todos actuaban como por inercia y le ordenaban cosas sin inmutarse en lo asustada que ella está.

―Debes acostarte. ―Ordenó una de las enfermeras. ―No te muevas de ahí.

―"¿Me operarán ahora?" ―Las señas de sus manos fueron ignoradas como siempre, pero su pregunta tenía una clara respuesta, ahí todos visten batas y ella está totalmente desnuda bajo ese frío que cala cada uno de sus huesos.

Blanca no había estado tan asustada como lo estaba en ese momento. Nadie deja de caminar, todos parecen estar demasiado concentrados en lo que están haciendo que a ella ni siquiera se le mira, solo echan vistazos a las máquinas que conectaron a ella y nada más.

El silencio se hizo más pesado en el quirófano, el rey había entrado con una hermosa mujer de piel pálida y cabellos negros, es hermosa, pensó Blanca admirando a la chica que acostaron justo al lado de ella. La manera tan cuidadosa con la que el rey la trataba la estremeció, pues con ella jamás ha tenido un solo acto de bondad y cuidado.

―Alfa, tengo mucho miedo. ―Blanca no fue capaz de apartar la mirada de la mujer, incluso su voz es melodiosa e instintivamente coqueta. La caricia que la mujer recibió de parte del hombre enorme y rústico paralizó a Blanca, él la toca como si fuera frágil y delicada.

―No te preocupes. ―Aquella voz llena de sensibilidad y suavidad parecieron tirar de los cabellos de Blanca. ¿Como es que podía escucharlos a la perfección? La respuesta es clara, todo el silencio y la cercanía se lo permitía. ―Estarás bien, lo juro. ―Ella jamás lo había escuchado hablar con tanta delicadeza, ella ni siquiera se imaginó que él pudiera ser así de dulce.

―¿Esta operación dañará a nuestro cachorro? ―Tal pregunta hizo que el corazón de Blanca se hundiera en un abismo tan oscuro y solitario que un silencioso quejido salió por su pequeña boca.

Ella estaba embarazada, por eso el rey iba cada noche a su habitación y la hacía suya con tal ferocidad, él solo se aseguraba de no dañar a su luna y al bebé que ambos esperan. ¿Por qué la eligió a ella, una mujer que fue abandonada por sus padres y vendida en más de una ocasión por una cantidad lamentable de dinero? ¿Por qué la hizo él su esclava, pudiendo solo tomar de ella lo que necesitaba para su luna? Ella es una noble, ¿Por qué se rebajaría él a poseerla siempre que las ganas llegaban a él? Ella es una futura luna y por su semblante se puede saber que es de la nobleza, ella conoce mucho a las mujeres de tal nivel.

―Cuenta del diez al uno. ―Ordenó el doctor al ponerle la mascarilla.

¿Acaso para eso llegó ella al mundo? ¿Para ser pieza de quien lo necesite? ¿Para ser usada por todo el que disponga de ella? Blanca miró al techo y una lágrima rodó su mejilla, ella deseó no despertar de aquel sueño.

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