LaurelTras conversar un poco más, Bastian, Zebela y yo salimos de mi oficina.—Vamos, solo será un rato —les insistí—. No todos los días ustedes vienen a visitarme.—Bueno, pero no tardaremos mucho —aceptó Zebela. Para mí eso fue suficiente.—Solo será un té, no se tomarán mucho tiempo. Además, es bueno que tengan un momento para ustedes, así se sentirán renovados para seguir cuidando a los cachorros.Nos conducíamos a mi casa cuando algunos de mis hombres nos interceptaron alarmados.—¡Alfa, un grupo de guerreros enemigos viene en dirección al sur de la manada! —informó uno de ellos, dejándome atónita.—¿Cómo que nos atacan? ¿Quiénes? —les pregunté, desorientada, pues no tenía ningún altercado con nadie, a menos que fueran los cazadores, pero ¿cuáles serían las posibilidades?Traté de relajarme y no dejar que el pánico me hiciera actuar por impulso.—Busquen a Din y díganle que requiero un informe completo de los centinelas y el presunto ataque —comandé con compostura, tratando de t
LaurelDin asintió a mi petición y se marchó, dejándonos a Liadrek y a mí solos. Al fin...—¿Crees que sean los cazadores? —soltó apenas se cerró la puerta.—Es probable, pues nos han estado espiando por mucho tiempo. ¿Sabes qué creo? Que ellos no estaban seguros de que hubieran Woses acá, pero de alguna forma se enteraron.—Pero sí sabían sobre Bastian y Zebela...—Espera... —lo detuve—. ¿Qué tipo de cazadores fueron por la Wosa que la misteriosa manada les entregó?—No te entiendo...—Busquemos los libros que hablan de los cazadores antiguos. No todos ellos eran malvados. Había algunos que combatían a los Woses malos, esos que utilizaban su poder en contra de los demás.La cara de Liadrek se desfiguró con la sorpresa, la confusión y la incredulidad.—¿Woses malos? —dijo más para sí que para mí, como si la sola idea fuera una calamidad.Bueno, era una calamidad, pero no en la connotación que Liadrek procesaba.Suspiré.—Tú eres el que insiste en que todos son buenos. ¿Por qué crees q
LiadrekLos recuerdos regresaron frescos a mí a medida que corría por el bosque. Me vi allí, en busca de mi mate, mientras en la manada se llevaba a cabo una matanza.Ya había perdido a mi madre, así que no me daría el lujo de perderla a ella también. Fiorella era lo único que me quedaba.—¿Dónde está Fiorella? —le pregunté a su grupo de amigas, quienes, junto a otras personas, corrían desesperadas hacia un escondite.—Ella se fue a entregarse a los cazadores, pues dijo que fue su culpa que nos atacaran. Te juro que intentamos detenerla, pero ella huyó de nosotras. Lo siento, Liadrek, pero no podíamos seguir arriesgando nuestras vidas —se disculpó la más cercana, alcanzando a los demás entre llantos y remordimiento.Me quedé helado. No, no podía permitirlo.Corrí, entre asustado, enojado e impotente. ¿Cómo se atrevió a ponerse en peligro? ¿Acaso no pensó en mí? Ya había construido nuestra casa cerca de mi madre, tenía un medio de sustento para ambos y nuestra hortaliza.Ya la fecha de
LaurelEl informe de los centinelas llegó más rápido de lo que esperaba. Las alarmas de mi cuerpo se encendieron cuando leí la cantidad de enemigos que venían en nuestra contra: cien hombres.Según el informe, venían armados con artefactos desconocidos y a buscar algo que les pertenecía; que, si el alfa —o sea, yo— no iba a su encuentro con la Wosa, entonces ellos nos atacarían.—Ummm... —mascullé, pensativa—. Cien hombres no son suficientes para someternos, pero sí podrían causar un daño significativo en la manada si avanzan hasta aquí. Podrían morir civiles si tienen armas desconocidas.Entendía lo de las armas desconocidas: eran cazadores, que utilizaban artefactos modernos y elementos preparados para dañar a los Woses y poder combatirlos. Me imaginaba lo que esas armas podrían hacerle a un licántropo sin el poder de un Wos; sería fatal.Así que la cantidad de hombres no era tan relevante si ellos tenían ese armamento. Debía impedir que llegaran a Luz.—Din, prepara a los guerreros
LaurelLos galopes del caballo eran rápidos, decididos y ansiosos, reflejando lo que yo sentía en ese momento.El polvo y algunas piedrecitas eran levantados por el casco de George, que se hundía con intensidad y urgencia, como si él pudiera fusionarse conmigo y sentir mis emociones contrariadas y las ansias de llegar a Liadrek.¿Qué estaba sucediendo? ¿Acaso no la encontró y decidió seguir su rastro? ¿Cómo pudo ella salir de la manada sin ser interceptada por los guardias?Ayayay... Todo era tan extraño.—¡Liadrek! —lo llamé cuando la distancia entre nosotros fue menor, captando su atención. Me esperó con la mirada perdida, como si estuviera confundido por algo—. ¿Qué haces aquí? —le pregunté, una vez llegué a su lado.Él pensó antes de responderme, como si no encontrara las palabras correctas para articular una simple frase. Entonces vi las ojeras repentinas, sus ojos rojizos, la palidez en su piel y esa debilidad de la cual se estaba recuperando.Él estaba bajo la influencia de esa
¿Mi Alfa rogándome que salve a su amante y a su hijo?Soy una loba wosa, eso significa que tengo habilidades por encima de un licántropo común. Mi más preciado poder es el de curación. Soy capaz de sanar heridas que nuestro cuerpo licántropo no puede restaurar, quitar el veneno de la sangre, entre otras curaciones.El problema es que me debilito cuando uso dicha habilidad. Y esa fue la razón por la que decidí dejar a mi esposo, el alfa de la manada Zafiro.Todavía el dolor de su traición está impregnado en mis huesos y mi loba llora nuestra desdicha con rabia y sed de venganza.Aún duele recordar...—¡Zebela! —Sentí un estremecimiento cuando su voz autoritaria me despertó en medio de la noche. Por un momento me emocioné al escucharlo porque había regresado a casa.«Pasará la noche conmigo», celebré en mis pensamientos mientras saltaba de la cama contenta. Me cercioré de no estar desaliñada y le sonreí al espejo porque mi piel tenía ese brillo especial que adquirimos las lobas cuando e
Las lobas wosa somos consideradas una bendición en las manadas, un tesoro invaluable que todos desean tener. Nuestro corazón noble nos convierte en la presa perfecta de cualquier cazador ambicioso y malvado.Dolió saber que eso fui para Roan. Un trofeo que usó a su conveniencia.Tras vivir la horrible experiencia de perder a mi cachorro, estuve inconsciente por varios días donde me mantuve soñando con Roan y todos los momentos que tuvimos juntos.Mis sueños eran mis recuerdos...—Señora Zebela, ya despertó —La voz de la mucama hizo que terminara de abrir los ojos. Me los froté para recuperar claridad en mi visión.—Me duele la cabeza... —me quejé.—Le traje un analgésico. Debe comer, aunque sea un pedazo de fruta antes de ingerir el medicamento, ya que no ha comido nada en tres días. Mire, le traje su ensalada de frutas de todas las mañanas —dijo Lidia con voz suave. Pese a que ella era una empleada que solo hacía su trabajo, era la única persona que no me miraba con desprecio en la m
El silencio reinó en el pasillo mientras Roan esperaba por una explicación. Me pareció irónico, dado que era yo quien debía estar demandando una.—Esta insolente fue a molestar a tu hijo y se atrevió a faltarnos el respeto. —Fue Greta quien rompió el silencio porque yo no fui capaz de articular palabras. ¿Por qué no pude siquiera moverme? Odié ser tan cobarde.—Zebela, ¿qué sucede? —ignoró a su madre y se dirigió a mí con una calma no muy propia de él. ¿Será que se sintió culpable por todo el daño que me estaba haciendo?—R-Roan... —Fue lo único que pude expresar antes de estallar en llantos.¡Qué patética! Me sentía un ser inútil en ese momento.—Ven conmigo. —Él se me acercó y me cargó entre sus brazos, como si justo acabara de descubrir mi fragilidad. Por supuesto, la joya de mi suegra empezó a pelear detrás de él.—Necesito hablar con mi esposa a solas —le dijo Roan como si ella no estuviera a punto de sufrir un colapso, acto seguido, le cerró la puerta de mi habitación en la cara