Dariela¡Ah! ¡Qué frustración!Tiré todo lo que mis manos alcanzaban, destruyendo los pocos ajuares que esta casucha tenía. Odiaba este lugar, pero más odiaba a la alfa esa.¡Alfa! Una mujer tan pequeñita y corriente. Tenía que poner más presión, pero esa maldita era muy poderosa.Tanto poder para consumir...—Eres difícil de atraer, zorra —mascullé, frustrada.Deseaba tanto su esencia, la belleza de su fuerza, la delicia de su poder.Pero todos mis intentos fracasaban. ¿Cómo era ella resistente a mi habilidad?Por lo menos ese beta tenía mucho por ofrecer, pero ella también frustraba eso. ¡Maldita!Necesitaba alimentarme de otras fuentes para poder luchar contra la influencia de ella sobre Liadrek y así tener todo ese poder a mi disposición.Los miembros de esta manada no tenían mucho que ofrecer, pero me ayudaría ponerlos en su contra y poder desequilibrarla.—Liadrek, espero que me ayudes con esto. Solo un golpe final y ella quedará destrozada. Ese será mi momento para adueñarme de
LaurelNo podía disimular la sonrisa de mi rostro, pues me sentía feliz, renovada y muy relajada. A pesar del peligro que nos acechaba, confiaba plenamente en nosotros, en nuestra habilidad y en el amor que nos teníamos.Podríamos con esto...Suspiré y continué trabajando en el antídoto de Liadrek.—¡Ayayay, creo que lo logré! —celebré y empecé a bailar por todo el taller, disfrutando de mi victoria. Lo convertí en una gargantilla con una piedra negra, parecida a un diamante, similar a las de Bastian y Zebela, solo que con un color distinto.Suspiré, una vez más, como la tonta enamorada que era. Guardé la joya en un lugar secreto y salí del taller.Había transcurrido una semana desde que mandé a Liadrek a descansar y su recuperación había sido impresionante.Fue difícil mantenerlo alejado de Dariela, pues ella sabía cómo insistir y fastidiar, pero lo logré y he notado lo recuperado que estaba.Mientras tanto, me inventaba entrenamientos con ella para entretenerla y estudiar "su poder"
LaurelTras conversar un poco más, Bastian, Zebela y yo salimos de mi oficina.—Vamos, solo será un rato —les insistí—. No todos los días ustedes vienen a visitarme.—Bueno, pero no tardaremos mucho —aceptó Zebela. Para mí eso fue suficiente.—Solo será un té, no se tomarán mucho tiempo. Además, es bueno que tengan un momento para ustedes, así se sentirán renovados para seguir cuidando a los cachorros.Nos conducíamos a mi casa cuando algunos de mis hombres nos interceptaron alarmados.—¡Alfa, un grupo de guerreros enemigos viene en dirección al sur de la manada! —informó uno de ellos, dejándome atónita.—¿Cómo que nos atacan? ¿Quiénes? —les pregunté, desorientada, pues no tenía ningún altercado con nadie, a menos que fueran los cazadores, pero ¿cuáles serían las posibilidades?Traté de relajarme y no dejar que el pánico me hiciera actuar por impulso.—Busquen a Din y díganle que requiero un informe completo de los centinelas y el presunto ataque —comandé con compostura, tratando de t
LaurelDin asintió a mi petición y se marchó, dejándonos a Liadrek y a mí solos. Al fin...—¿Crees que sean los cazadores? —soltó apenas se cerró la puerta.—Es probable, pues nos han estado espiando por mucho tiempo. ¿Sabes qué creo? Que ellos no estaban seguros de que hubieran Woses acá, pero de alguna forma se enteraron.—Pero sí sabían sobre Bastian y Zebela...—Espera... —lo detuve—. ¿Qué tipo de cazadores fueron por la Wosa que la misteriosa manada les entregó?—No te entiendo...—Busquemos los libros que hablan de los cazadores antiguos. No todos ellos eran malvados. Había algunos que combatían a los Woses malos, esos que utilizaban su poder en contra de los demás.La cara de Liadrek se desfiguró con la sorpresa, la confusión y la incredulidad.—¿Woses malos? —dijo más para sí que para mí, como si la sola idea fuera una calamidad.Bueno, era una calamidad, pero no en la connotación que Liadrek procesaba.Suspiré.—Tú eres el que insiste en que todos son buenos. ¿Por qué crees q
LiadrekLos recuerdos regresaron frescos a mí a medida que corría por el bosque. Me vi allí, en busca de mi mate, mientras en la manada se llevaba a cabo una matanza.Ya había perdido a mi madre, así que no me daría el lujo de perderla a ella también. Fiorella era lo único que me quedaba.—¿Dónde está Fiorella? —le pregunté a su grupo de amigas, quienes, junto a otras personas, corrían desesperadas hacia un escondite.—Ella se fue a entregarse a los cazadores, pues dijo que fue su culpa que nos atacaran. Te juro que intentamos detenerla, pero ella huyó de nosotras. Lo siento, Liadrek, pero no podíamos seguir arriesgando nuestras vidas —se disculpó la más cercana, alcanzando a los demás entre llantos y remordimiento.Me quedé helado. No, no podía permitirlo.Corrí, entre asustado, enojado e impotente. ¿Cómo se atrevió a ponerse en peligro? ¿Acaso no pensó en mí? Ya había construido nuestra casa cerca de mi madre, tenía un medio de sustento para ambos y nuestra hortaliza.Ya la fecha de
LaurelEl informe de los centinelas llegó más rápido de lo que esperaba. Las alarmas de mi cuerpo se encendieron cuando leí la cantidad de enemigos que venían en nuestra contra: cien hombres.Según el informe, venían armados con artefactos desconocidos y a buscar algo que les pertenecía; que, si el alfa —o sea, yo— no iba a su encuentro con la Wosa, entonces ellos nos atacarían.—Ummm... —mascullé, pensativa—. Cien hombres no son suficientes para someternos, pero sí podrían causar un daño significativo en la manada si avanzan hasta aquí. Podrían morir civiles si tienen armas desconocidas.Entendía lo de las armas desconocidas: eran cazadores, que utilizaban artefactos modernos y elementos preparados para dañar a los Woses y poder combatirlos. Me imaginaba lo que esas armas podrían hacerle a un licántropo sin el poder de un Wos; sería fatal.Así que la cantidad de hombres no era tan relevante si ellos tenían ese armamento. Debía impedir que llegaran a Luz.—Din, prepara a los guerreros
LaurelLos galopes del caballo eran rápidos, decididos y ansiosos, reflejando lo que yo sentía en ese momento.El polvo y algunas piedrecitas eran levantados por el casco de George, que se hundía con intensidad y urgencia, como si él pudiera fusionarse conmigo y sentir mis emociones contrariadas y las ansias de llegar a Liadrek.¿Qué estaba sucediendo? ¿Acaso no la encontró y decidió seguir su rastro? ¿Cómo pudo ella salir de la manada sin ser interceptada por los guardias?Ayayay... Todo era tan extraño.—¡Liadrek! —lo llamé cuando la distancia entre nosotros fue menor, captando su atención. Me esperó con la mirada perdida, como si estuviera confundido por algo—. ¿Qué haces aquí? —le pregunté, una vez llegué a su lado.Él pensó antes de responderme, como si no encontrara las palabras correctas para articular una simple frase. Entonces vi las ojeras repentinas, sus ojos rojizos, la palidez en su piel y esa debilidad de la cual se estaba recuperando.Él estaba bajo la influencia de esa
¿Mi Alfa rogándome que salve a su amante y a su hijo?Soy una loba wosa, eso significa que tengo habilidades por encima de un licántropo común. Mi más preciado poder es el de curación. Soy capaz de sanar heridas que nuestro cuerpo licántropo no puede restaurar, quitar el veneno de la sangre, entre otras curaciones.El problema es que me debilito cuando uso dicha habilidad. Y esa fue la razón por la que decidí dejar a mi esposo, el alfa de la manada Zafiro.Todavía el dolor de su traición está impregnado en mis huesos y mi loba llora nuestra desdicha con rabia y sed de venganza.Aún duele recordar...—¡Zebela! —Sentí un estremecimiento cuando su voz autoritaria me despertó en medio de la noche. Por un momento me emocioné al escucharlo porque había regresado a casa.«Pasará la noche conmigo», celebré en mis pensamientos mientras saltaba de la cama contenta. Me cercioré de no estar desaliñada y le sonreí al espejo porque mi piel tenía ese brillo especial que adquirimos las lobas cuando e