BastianSentía que explotaría del deseo...Había esperado una velada cursi, llena de conversaciones incómodas sobre lo que sería nuestra relación. Y aunque todo eso ocurrió, jamás habría imaginado lo que sucedió después... en mi sofá.Y es que Zebela ya me tenía embobado desde el momento en que salió de su habitación con ese vestidito que parecía gritarme que se lo quitara y la poseyera como el maldito salvaje que yo era. Pero me contuve...Si ella no hubiera sido tan provocativa, habría respetado su decisión de no aparearnos todavía. Sin embargo, la muy descarada no mantuvo esa condición ni un solo día, ¡y vaya que eso me encantó!Ella, tan atrevida y sensual, gimiendo de placer bajo el poder de mi boca, era la mejor escena que había contemplado en toda mi fatua existencia.¡Esa mujer me volvía loco!Tenía grandes expectativas sobre su sabor, con el que había fantaseado desde que la vi desnuda por accidente. Sin embargo, nada de lo que imaginé se comparaba con la exquisitez que estaba
ZebelaVer el rostro sensual y enrojecido de Bastian, contraído por el placer, mientras me miraba con esos ojos fieros y brillantes de excitación, era la experiencia erótica más intensa que había vivido en mi vida.Sus gruñidos y gemidos erizaban mi piel y despertaban un deseo incontrolable de sentirlo dentro de mí.Su mirada permanecía fija en cada uno de mis movimientos, como si observar cómo lo estimulaba fuera tan cautivador como las sensaciones que mi boca le provocaba.—Mierda… —susurró él en un jadeo. Su mano recorrió mi rostro en una caricia torpe, hasta terminar apretando mi cabello. Lo vi luchar por no embestir mi boca, pero él lo necesitaba. Aumenté la intensidad de la felación y lo llevé al límite, aunque Bastian intentó apartarme.¿Por qué? Ambos estábamos disfrutando este momento, así que no permitiría que me detuviera hasta ser testigo de su orgasmo. Anhelaba verlo llegar, descubrir sus expresiones durante el clímax. Necesitaba conocer esa parte tan íntima de él y ser q
ZebelaLas manos de Bastian empezaron a tocarme de manera posesiva y traviesa. Pronto, su dedo llegó a esa zona sensible que cosquilleaba ansiosa por su toque. Sus movimientos circulares me provocaron un placer que se expandió por toda mi piel, y no pude evitar mover las caderas.Antes de que pudiera asimilar aquel deleite, Bastian dejó de estimularme, así que le arañé la espalda en venganza. ¿Por qué dejó de hacerlo justo cuando más lo necesitaba?—Me dijiste que solo has tenido sexo una vez en tu vida, así que tu cuerpo no está acostumbrado aún. Te prometo que seré gentil, pero por favor, si sientes que te hago daño, no me lo ocultes. Si quieres que pare, lo haré en el instante —me dijo. Pude notar la preocupación en su mirada.—Deja de tratarme como si fuera de cristal. No me voy a romper, Bastian, así que deja de angustiarte —demandé—. Y por favor, no tengas miedo de hacerme daño, eso es imposible. Confío en ti.Un beso calmado cerró mis palabras y fue la luz verde para que Bastia
ZebelaLa oscuridad se sentía como una prisión, opresiva y asfixiante. La penumbra era tan densa que ni siquiera mis ojos de loba podían distinguir las formas que me rodeaban.Asustada, intenté avanzar por el sendero que había elegido, pero parecía casi imposible. Los susurros resonaban en la negrura, erizándome la piel y llenándome de una sensación de vulnerabilidad y peligro.De repente, unas manos ásperas se cerraron alrededor de mí. Grité, aterrada, pero mi voz se perdió en el vacío. Nadie acudió en mi auxilio. Pude sentir la maldad de mi atacante; su intención oscura, su obsesión enfermiza, y la naturaleza destructiva que lo consumía. Mi cuerpo temblaba sin control, mi corazón golpeaba frenético en mi pecho, y la desesperanza comenzaba a adueñarse de mí.Estaba atrapada.Pero entonces lo recordé: mi poder.Intenté canalizarlo contra él, pero su risa resonó con un eco frío y burlón.—Ya estaba preparado para esto —dijo, su voz grave y cargada de maldad—. ¿Creíste que solo era una
ZebelaDespués de desayunar, Bastian y yo salimos al bosque a dar un paseo. Yo llevaba puesta únicamente la camiseta que él me había prestado, mientras que él iba con un pantalón holgado y nada más. Ambos estábamos descalzos, con el cabello suelto y desordenado, testigo del aluvión de besos apasionados que compartimos durante el desayuno.Ese hombre era insaciable, pues ya quería aparearse de nuevo.—Este lugar es hermoso —comenté al llegar a un claro rodeado de colinas, árboles y flores silvestres. Las montañas, imponentes y cercanas, parecían murallas protectoras, y el aire fresco revitalizaba mi poder de una manera fascinante.—Nunca he visto a tu loba —dijo Bastian, recostándose sobre la hierba. Yo, que estaba sentada cerca de su rostro, lo miré con un rubor creciente. Tampoco había visto a su lobo, pero la sola idea me resultaba intimidante.A veces, las diferencias entre nosotros me inquietaban profundamente.—Puedo mostrártela, si quieres —respondí, aún más sonrojada. La mirada
BastianCerré los ojos con fuerza, intentando bloquear el mundo exterior. Quería imaginar que estaba en otro lugar, lejos del dolor sordo que me recorría el cuerpo tras cada golpe.Solo era un niño, quizás cuatro o cinco años. No lo recordaba con claridad, pero sí la certeza de que no merecía ese odio. ¿Por qué mi padre, mi propio padre, me odiaba tanto? ¿Y por qué creía las mentiras de aquella mujer?—¡Eres una escoria! —escupía, mientras el látigo se estrellaba contra mi espalda. Mis heridas, aunque profundas, se cerraban casi al instante, como si una fuerza invisible las recompusiera. Era un don, una maldición, no lo sabía. Pero mi padre lo veía como una afrenta a su autoridad. ¿Por qué yo, un niño, poseía una habilidad que los licántropos solo adquirían con la transformación?En aquel entonces no tenía ni idea, pero lo odiaba porque su presencia solo intensificaba mi sufrimiento. —¡Ya! —me oí gritar en medio de un llanto desgarrador—. ¡Por favor, papá! ¡Me duele! ¡Yo no hice nad
RoanTras juguetear con el lapicero negro, lo devolví al escritorio y miré a mi invitado con esa frialdad que me caracterizaba. No estaba de humor para sonreír falsamente como solía hacer; solo quería acabar con este asunto de una vez por todas.—Me alegra hacer negocios con su manada —concluyó el maldito rufián frente a mí, porque esa era la única forma de llamar a este tramposo. Su combustible de mala calidad tenía un precio exorbitante. Además, aparte de que pagaría casi el doble por una calidad inferior, también la cantidad era más reducida.Tuve unas ganas inmensas de mandarlo al diablo, pero no tenía otra opción a mano, y el desgraciado se aprovechó de eso.Tras cerrar el ridículo negocio, salí de la oficina en busca de aire fresco. Miré al cielo y exhalé un suspiro resignado. Estábamos al borde de la ruina, y la manada podría desintegrarse si no hacía algo pronto.—Zebela, si supieras lo mucho que ayudabas a Zafiro... —Me sacudí el cabello con impotencia y empecé a caminar sin
ZebelaLa emoción era palpable en el rostro de Zael cuando entramos en la casa. Natalia también parecía encantada, aunque no pude evitar notar un atisbo de envidia en su tono y gestos.—¡Esto es oficial! —vociferó Zael de forma repentina, captando nuestra atención—. ¡El alfa está enamorado!Mi cuerpo se sacudió mientras tosía, y mis ojos se llenaron de lágrimas por el ataque de tos.—¡Oye! —le di una palmada en el hombro—. Deja de decir tonterías. ¿Y por qué gritas? ¿Acaso quieres que toda la manada te oiga? —le reclamé, muy nerviosa y a la defensiva.Zael entornó los ojos y me miró con una ceja levantada.—Deja de fingir, picarona. —Dibujó una sonrisa traviesa—. Yo sé que pasaste la noche con el alfa y hasta parte de la mañana. Eso significa que no fue solo un revolcón, ya que hasta almorzaron juntos.¿Qué? ¿Cómo supo eso?Mi cara de desconcierto lo hizo reír.—¡Qué envidia! —exclamó Natalia, acercándose a nosotros—. Eres tan afortunada de que el alfa Bastian tenga interés por ti. De