Capítulo 58

Zebela

Después de desayunar, Bastian y yo salimos al bosque a dar un paseo. Yo llevaba puesta únicamente la camiseta que él me había prestado, mientras que él iba con un pantalón holgado y nada más. Ambos estábamos descalzos, con el cabello suelto y desordenado, testigo del aluvión de besos apasionados que compartimos durante el desayuno.

Ese hombre era insaciable, pues ya quería aparearse de nuevo.

—Este lugar es hermoso —comenté al llegar a un claro rodeado de colinas, árboles y flores silvestres. Las montañas, imponentes y cercanas, parecían murallas protectoras, y el aire fresco revitalizaba mi poder de una manera fascinante.

—Nunca he visto a tu loba —dijo Bastian, recostándose sobre la hierba. Yo, que estaba sentada cerca de su rostro, lo miré con un rubor creciente. Tampoco había visto a su lobo, pero la sola idea me resultaba intimidante.

A veces, las diferencias entre nosotros me inquietaban profundamente.

—Puedo mostrártela, si quieres —respondí, aún más sonrojada. La mirada
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