ZebelaCon pasos sigilosos y una caja entre las manos, salí de la habitación. Un leve vértigo me sacudió cuando cerré la puerta detrás de mí, y sentí la necesidad urgente de regresar para lavarme las manos. Otra vez estaban húmedas de sudor.Los latidos de mi corazón formaban una orquesta eufórica dentro de mi pecho, y de repente, la garganta se me secó.Tuve ganas de salir corriendo.—Guau... —La voz del alfa irrumpió en el aire y se robó toda mi atención, haciendo que los nervios me torturaran con más fuerza.Ahora sí quería escapar.Sentí que todo a mi alrededor se detuvo, que los sonidos externos cesaron y que solo mi respiración agitada y los intensos latidos de mi corazón podían escucharse.¿Y si me desmayaba?—¡Qué hermosa estás! —exclamó Bastian, sacándome de mi ensoñación. Se acercó a mí con expresión incrédula y la boca ligeramente abierta, como si lo que estaba viendo fuera tan fascinante y sublime que mereciera toda su admiración.No pude evitar sonrojarme.—Tú te ves muy
ZebelaBastian se levantó con rapidez, necesitado y sediento de la bebida alcoholizada que nos estaba ayudando a sobrellevar esta conversación incomoda, y buscó la botella de vino.Buena idea, pensé.Sin decir nada, bebí el contenido de mi copa de un solo trago y le extendí el vaso. Él lo llenó de nuevo, después de llenar el suyo.Bebimos al mismo tiempo, sin romper el silencio. Luego suspiramos al unísono, como si nuestras emociones estuvieran perfectamente sincronizadas, reflejando en nuestros gestos todo lo que aún no podíamos poner en palabras.—Bastian, sé que todo este asunto es nuevo para ti y que siempre has renegado de los compromisos de pareja —dije, tratando de mantener mi voz firme—. Lo sé por lo que has dicho y por la forma en que se expresan tus hombres. No conozco qué tan arraigada esté esa idea en ti, pero yo soy diferente...Hice una pausa y di un largo sorbo de vino, dejando mi copa casi vacía. Necesitaba un momento antes de continuar.—Yo quiero una relación de verd
BastianSentía que explotaría del deseo...Había esperado una velada cursi, llena de conversaciones incómodas sobre lo que sería nuestra relación. Y aunque todo eso ocurrió, jamás habría imaginado lo que sucedió después... en mi sofá.Y es que Zebela ya me tenía embobado desde el momento en que salió de su habitación con ese vestidito que parecía gritarme que se lo quitara y la poseyera como el maldito salvaje que yo era. Pero me contuve...Si ella no hubiera sido tan provocativa, habría respetado su decisión de no aparearnos todavía. Sin embargo, la muy descarada no mantuvo esa condición ni un solo día, ¡y vaya que eso me encantó!Ella, tan atrevida y sensual, gimiendo de placer bajo el poder de mi boca, era la mejor escena que había contemplado en toda mi fatua existencia.¡Esa mujer me volvía loco!Tenía grandes expectativas sobre su sabor, con el que había fantaseado desde que la vi desnuda por accidente. Sin embargo, nada de lo que imaginé se comparaba con la exquisitez que estaba
ZebelaVer el rostro sensual y enrojecido de Bastian, contraído por el placer, mientras me miraba con esos ojos fieros y brillantes de excitación, era la experiencia erótica más intensa que había vivido en mi vida.Sus gruñidos y gemidos erizaban mi piel y despertaban un deseo incontrolable de sentirlo dentro de mí.Su mirada permanecía fija en cada uno de mis movimientos, como si observar cómo lo estimulaba fuera tan cautivador como las sensaciones que mi boca le provocaba.—Mierda… —susurró él en un jadeo. Su mano recorrió mi rostro en una caricia torpe, hasta terminar apretando mi cabello. Lo vi luchar por no embestir mi boca, pero él lo necesitaba. Aumenté la intensidad de la felación y lo llevé al límite, aunque Bastian intentó apartarme.¿Por qué? Ambos estábamos disfrutando este momento, así que no permitiría que me detuviera hasta ser testigo de su orgasmo. Anhelaba verlo llegar, descubrir sus expresiones durante el clímax. Necesitaba conocer esa parte tan íntima de él y ser q
ZebelaLas manos de Bastian empezaron a tocarme de manera posesiva y traviesa. Pronto, su dedo llegó a esa zona sensible que cosquilleaba ansiosa por su toque. Sus movimientos circulares me provocaron un placer que se expandió por toda mi piel, y no pude evitar mover las caderas.Antes de que pudiera asimilar aquel deleite, Bastian dejó de estimularme, así que le arañé la espalda en venganza. ¿Por qué dejó de hacerlo justo cuando más lo necesitaba?—Me dijiste que solo has tenido sexo una vez en tu vida, así que tu cuerpo no está acostumbrado aún. Te prometo que seré gentil, pero por favor, si sientes que te hago daño, no me lo ocultes. Si quieres que pare, lo haré en el instante —me dijo. Pude notar la preocupación en su mirada.—Deja de tratarme como si fuera de cristal. No me voy a romper, Bastian, así que deja de angustiarte —demandé—. Y por favor, no tengas miedo de hacerme daño, eso es imposible. Confío en ti.Un beso calmado cerró mis palabras y fue la luz verde para que Bastia
ZebelaLa oscuridad se sentía como una prisión, opresiva y asfixiante. La penumbra era tan densa que ni siquiera mis ojos de loba podían distinguir las formas que me rodeaban.Asustada, intenté avanzar por el sendero que había elegido, pero parecía casi imposible. Los susurros resonaban en la negrura, erizándome la piel y llenándome de una sensación de vulnerabilidad y peligro.De repente, unas manos ásperas se cerraron alrededor de mí. Grité, aterrada, pero mi voz se perdió en el vacío. Nadie acudió en mi auxilio. Pude sentir la maldad de mi atacante; su intención oscura, su obsesión enfermiza, y la naturaleza destructiva que lo consumía. Mi cuerpo temblaba sin control, mi corazón golpeaba frenético en mi pecho, y la desesperanza comenzaba a adueñarse de mí.Estaba atrapada.Pero entonces lo recordé: mi poder.Intenté canalizarlo contra él, pero su risa resonó con un eco frío y burlón.—Ya estaba preparado para esto —dijo, su voz grave y cargada de maldad—. ¿Creíste que solo era una
ZebelaDespués de desayunar, Bastian y yo salimos al bosque a dar un paseo. Yo llevaba puesta únicamente la camiseta que él me había prestado, mientras que él iba con un pantalón holgado y nada más. Ambos estábamos descalzos, con el cabello suelto y desordenado, testigo del aluvión de besos apasionados que compartimos durante el desayuno.Ese hombre era insaciable, pues ya quería aparearse de nuevo.—Este lugar es hermoso —comenté al llegar a un claro rodeado de colinas, árboles y flores silvestres. Las montañas, imponentes y cercanas, parecían murallas protectoras, y el aire fresco revitalizaba mi poder de una manera fascinante.—Nunca he visto a tu loba —dijo Bastian, recostándose sobre la hierba. Yo, que estaba sentada cerca de su rostro, lo miré con un rubor creciente. Tampoco había visto a su lobo, pero la sola idea me resultaba intimidante.A veces, las diferencias entre nosotros me inquietaban profundamente.—Puedo mostrártela, si quieres —respondí, aún más sonrojada. La mirada
BastianCerré los ojos con fuerza, intentando bloquear el mundo exterior. Quería imaginar que estaba en otro lugar, lejos del dolor sordo que me recorría el cuerpo tras cada golpe.Solo era un niño, quizás cuatro o cinco años. No lo recordaba con claridad, pero sí la certeza de que no merecía ese odio. ¿Por qué mi padre, mi propio padre, me odiaba tanto? ¿Y por qué creía las mentiras de aquella mujer?—¡Eres una escoria! —escupía, mientras el látigo se estrellaba contra mi espalda. Mis heridas, aunque profundas, se cerraban casi al instante, como si una fuerza invisible las recompusiera. Era un don, una maldición, no lo sabía. Pero mi padre lo veía como una afrenta a su autoridad. ¿Por qué yo, un niño, poseía una habilidad que los licántropos solo adquirían con la transformación?En aquel entonces no tenía ni idea, pero lo odiaba porque su presencia solo intensificaba mi sufrimiento. —¡Ya! —me oí gritar en medio de un llanto desgarrador—. ¡Por favor, papá! ¡Me duele! ¡Yo no hice nad