RoanLa brisa fresca de la mañana contrastó con el ardor de la furia que me consumía. En mi cabeza se mantenía el mismo pensamiento que me motivó a ir tras ese alfa, a quien ya consideraba mi peor enemigo. Lo mataría, ya lo había decidido.No importaba si tenía que esperar mil años, yo me daría el gusto de acabar con su existencia. Ver el logo de mi manada, que consistía en la forma de una piedra roja con un círculo a su alrededor, me hizo sentir emociones desagradables.Yo estaba llegando a casa con malas noticias y el peso de la derrota sobre mis hombros. Llegaría a mi hogar como un fracasado en ruinas. Sería el hazmerreír de todos y eso afectaría mi reputación.Pero había algo aún peor a lo que tenía que enfrentarme: la muerte de mi cachorro.No estaba listo para dejarlo ir, para aceptar que no había solución para él. Mentiría si dijera que no me sentía culpable, pues lo que más me tenía airado y en estado de negación, era el hecho de que yo mismo había provocado que dejara de res
BastianCabalgaba con prisa y ansias por llegar a mi destino, pues no estaba seguro por cuánto tiempo podría contenerme. Todo mi interior ardía y eso se evidenciaba en el sudor que me cubría la piel.A medida en que me movilizaba por en medio del bosque, los latidos de mi corazón iban en aumento, como si llevaran una competencia con mi sistema nervioso, a ver cuál de los dos podía alterar mi estabilidad con más ferocidad.De forma repentina, era sacudido por escalofríos que me hacían respingar, sumándole a eso lo dificultoso que se me estaba haciendo respirar a un ritmo regular.Me estaba asfixiando.Una incomodidad me recorrió desde la coronilla de la cabeza hasta las puntas de los pies, y ahora sí sentía que me consumiría en mi propio fuego.Necesitaba llegar cuanto antes.Un alivio mental me hizo exhalar un suspiro cuando reparé en la cueva donde podría desahogar todo el poder acumulado, y jalé más de las riendas, ansioso por llegar al fin.Antes de entrar a la cueva, liberé al cab
ZebelaMientras avanzaba por la casa, mi boca y mis ojos se abrían de forma exagerada, debido al asombro y la fascinación. Caminaba junto a Zael, sin perderme ni un detalle de la belleza que se mostraba en diferentes formas y colores en tonos anaranjado, crema y marrón.Cada ajuar estaba colocado de forma estratégica; cada elemento decorativo, desde las cortinas y los cuadros hasta los jarrones, aportaba un aire sofisticado, ligeramente anticuado y elegante a cada sala y pasillo por los que pasábamos.Todo era hermoso y fino.Miré a Zael, aún sorprendida, y las palabras dejaron mi boca sin antes analizarlas.—¿Esta casa es del alfa Bastian? —La sorpresa denotaba en mi voz y expresión facial.—Sí, aunque él no vive aquí. Viene cada cierto tiempo y puede pasarse algunos días, pero su casa habitual se encuentra en medio del bosque que está en el sur de este territorio —respondió.No disimuló lo divertido que mis gestos le parecían, así que Zael soltó una risita porque mi expresión de sor
BastianSentado frente a mi escritorio, tamborileaba mis dedos contra la mesa, absorto en mis más profundas meditaciones.—Reporte —dije con la misma mirada perdida en un punto fijo.De inmediato, un mensajero se me acercó con varias carpetas en manos y un nerviosismo ridículo que hizo sonreír a uno de mis líderes.—Recibí información del puerto y de los guerreros que abordaron horas después de usted —informó con voz trémula—. Según nos informaron, ellos no tuvieron ningún contratiempo y llegarán a nuestras tierras mañana.—Bien... —musité sin cambiar de expresión—. ¿Tienes noticias acerca del grupo que se quedó atrás?Fingí no mirarlo para que se relajara; sin embargo, el pendejo mostraba un nerviosismo que me estaba enfermando. Noté que tragó pesado y puso una cara de tragedia que casi hace que Juanes se carcajee.—Según el informe del puerto, había unos cincuenta hombres, listos para abordar, cuando fueron atacados por el alfa Roan y toda una multitud. Ninguno sobrevivió, Alfa.Vol
ZebelaCaminé con parsimonia por todo el pasillo y mis pasos eran vacilantes mientras descendía las largas escaleras. Una leve náusea me recorrió el estómago y mi pulso se aceleró al conjunto de mi respiración.Los nervios me consumían de una manera que me hacía sentir enferma y alterada.Con la garganta seca y las manos temblorosas, me dirigí al comedor, donde el alfa Bastian ya se encontraba en el lugar de anfitrión, solo, erguido y con ese porte autoritario de gran señor.Sentí que me mareaba.¿Cuál sería mi destino? Me daba pavor que mi futuro se encontrara en manos de otra persona, que no fuera yo quien dictara cómo viviría mi vida desde ese momento.Me sentía desdichada. Solo era un objeto que pasaba de mano en mano, sin voluntad propia ni autonomía.—¿Cómo te sientes? —El alfa rompió el silencio que se había instalado debido a mi presencia.Suspiré y miré a mi alrededor, fue cuando noté que no estábamos solos aquí. Había ignorado la presencia de Zael, la amante del alfa y la ch
ZebelaLa cara del alfa Bastian reflejaba una mezcla de tensión y malestar, como si un peso invisible lo oprimiera. Sus cejas estaban fruncidas de forma casi imperceptible, y su mandíbula apretada evidenciaba el esfuerzo por contener alguna emoción o pensamiento incómodo. Sus labios, normalmente firmes y decididos, estaban un poco curvados hacia abajo, y sus ojos verdes tenían un brillo peculiar que denotaban molestia.Él estaba enojado y ni siquiera sabía por qué. ¿Hice algo que lo molestó? En cuestión de segundos, traté de rememorar cada detalle desde que me presenté a él hasta que decidí levantarme de la mesa. ¿Acaso se trataba de eso? ¿Se había enojado porque no esperé a que todos terminaran de comer?Mis pensamientos fueron interrumpidos por la voz potente del alfa, y todos nosotros, afectados por esa autoridad natural que él desprendía, lo miramos de forma instintiva y con cierto temor.—Sé que eres nueva en este... asunto —arrastró la última palabra, como si hablar de lo que s
ZebelaDi varias vueltas en la cama mientras trataba de dormir, pero no podía conciliar el sueño. ¿Qué rayos me pasaba? Estaba tan nerviosa que me dolía el estómago y el corazón me latía muy rápido. No podía dejar de pensar en el día siguiente; toda la anticipación que ese encuentro me hacía sentir me tenía en vilo.De repente, sentí un leve dolor en el pecho y mi loba se empezó a agitar dentro de mí. ¿Por qué estaba tan inquieta?Las lágrimas fluyeron a través de mis mejillas y el dolor empezó a agudizarse.¿Qué me sucedía?Mi cuerpo fue sacudido por varios temblores y mis colmillos salieron. La ira de mi loba se esparció por cada partícula de mi ser, como si se hubiera encendido una línea de pólvora que pronto llegaría a su detonante y estallaría dentro de mí.Me tiré en el piso, debido al dolor que me desgarraba el pecho, y traté de calmar mi respiración arrítmica. De a poquito me fui recuperando. Suspiré aliviada cuando mi loba se calmó y se apagó dentro de mí, como si estuviera d
ZebelaFue difícil levantarme después de la terrible noche que había pasado. El sueño se me escapaba de forma constante, y cuando por fin lograba alcanzarlo, las pesadillas me arrastraban de vuelta a la vigilia, empapada en sudor y con el corazón desbocado.Soñaba con un fuego voraz que lo consumía todo a mi alrededor, un fuego que parecía vivo y sediento de venganza. Las llamas me rodeaban, abrazando mi piel, pero no me destruían. Más bien, sentía que ese fuego era una extensión de mí, aunque el dolor que provocaba era insoportable, como si quisiera recordarme su presencia con cada chispa.En medio de ese tormento, de mis manos emergía una luz rosada, cálida y apaciguadora. Era como un bálsamo que aliviaba las heridas y refrescaba mi cuerpo agotado. Esa luz no solo calmaba el dolor, sino que traía consigo una paz profunda, un respiro entre las llamas.El alivio alcanzó su máxima expresión cuando el fuego se entrelazó con la luz rosada. Juntos, se unieron en una danza hipnótica, fusio