BastianLos galopes rápidos del caballo dejaban ecos en medio del bosque, mientras levantaban polvo, hojas y piedrecitas.Mi cuerpo, sobre el animal, temblaba con cada movimiento brusco, pues la velocidad era tal que sus saltos se sentían en cada músculo de mi ser.No me importaba; necesitaba atrapar a ese traidor y frustrar sus planes. No permitiría que se saliera con la suya.La tristeza de su traición se había convertido en odio puro y sed de venganza, y vaya que la saciaría. Ni siquiera le daría el privilegio de un juicio. No, lo mataría lentamente, lo vería sufrir ante mis ojos y echaría sus restos a los cerdos.Él no tendría un funeral, ni homenaje, ni recuerdos de su buen servicio. Sería todo lo contrario: Janor sería recordado como la escoria que era, un vil traidor que llegó al colmo de perjudicar a la manada solo por su soberbia.El sonido de los galopes que me seguían comenzó a escucharse lejano, lo que me hizo entender que los había dejado atrás.A medida que me acercaba a
ZebelaMi corazón latía desbocado debido al caos frente a mí. Fuego, humo, polvo levantado, sangre y muerte eran parte del desastre.¿Por qué todo se vino abajo de repente?Busqué a Bastian, y lo que encontré acabó con la poca cordura que me quedaba. Mi corazón se apretó tan fuerte que sentí que me asfixiaba, y perdí el equilibrio. Caí de rodillas y las lágrimas me mojaron el rostro como un torrente.El temor fue esa sombra que apagó mi sano juicio y me hizo actuar de forma impulsiva. Mis ojos brillaron de indignación e ira, y las ganas de acabar con todos ellos estallaron dentro de mí.No supe más de mí; solo era consciente de los enemigos que caían heridos por mi energía rosada. En el pasado, había usado mi poder para sanar, bendecir y dar vida. Ahora, era mi arma mortal, que se incrustaba en la carne de cientos de hombres en forma de filos y se hundía hasta arrancarles el último aliento. ¡Qué ironía! La loba de vida ahora estaba destruyendo.Pero se metieron con mi mate, ¿cómo espe
ZebelaLa desesperación se manifestó en forma de lágrimas pesadas. Quería gritar, suplicar y hasta amenazarlo, pero temía que mis palabras lo incitaran a hacerle más daño a mi compañero. ¿Qué podía hacer? Su existencia pendía de un hilo y de una decisión. Y yo quería escoger la correcta. Prefería estar en su lugar, morir yo en vez de él.—Ro-Roan... —tartamudeé—. Negociemos... —Fue lo único que se me ocurrió.—Entonces, será más fácil de lo que esperaba —respondió con una sonrisa triunfal, como si este fuera el resultado que había estado buscando.Entonces, sí fue una vil trampa después de todo. Me sentía tan estúpida. Sin embargo, eso no era lo relevante en ese momento. Necesitaba asegurarme de que Bastian estuviera a salvo.—Déjame sanarlo y enviarlo a casa, y te prometo que me iré contigo —propuse mientras las lágrimas caían sin cesar—. Como has visto, mi habilidad ha aumentado. Tengo el poder de convertir tu manada en una de las más ricas y poderosas. Solo te pido que me permitas
ZebelaHumo...Era todo lo que veía. Mucho humo. ¿Dónde estaba? No había sonido, ni olor, ni sensaciones, solo humo y mi consciencia. De repente, un pitido estalló en mis oídos y el humo se transformó en una luz blanca. Luego, sentí ardor en mis ojos.Parpadeé varias veces hasta que estos se acostumbraron a la luz de la habitación que se colaba por la ventana.Ahora sí percibía mi alrededor; mi cuerpo y mis sentidos regresaron. Con la vista clara y todas las formas completas delante de mí, me sentí asustada por la familiaridad de los olores, los colores y el ambiente.Me transporté al pasado. Sentí que el tiempo no había transcurrido y que nunca había salido de Zafiro. ¿Y si nada de lo que viví con Bastian fue real?Con dificultad, me incorporé y miré a mi alrededor, todavía desorientada y confundida.Entonces, la vi. Era Lidia. Ella estaba abriendo las ventanas y llenando de luz mi antigua habitación, esa donde lloré por Roan muchas noches. ¿Por qué estaba aquí?—¡Bastian! —grité, al
ZebelaLas gotas tibias sobre mi piel eran reconfortantes y aliviaban la sensación de suciedad en mi cuerpo, aunque no podía decir lo mismo de mi interior.Estaba devastada, y la incertidumbre me tenía a punto de perder el vestigio de cordura que me quedaba. Era tan injusto que Roan se saliera con la suya, que no hubiera escapatoria para mí. Era como si todos mis temores y pesadillas se hubieran hecho realidad.Lo odiaba.Él era ese monstruo que me esclavizaba y destruía todo lo que era valioso para mí. Desgraciado, maldito infeliz. Si le había hecho daño a Bastian, le haría pagar con creces su crimen.Tras vestirme, salí de la habitación y me dirigí a la cocina, pues no me interesaba compartir la mesa con Roan.—¿Qué hace aquí? —interpeló Lidia con reproche—. El alfa la está esperando en el comedor.La ignoré y me senté frente a la mesa.—Prepárame una ensalada con fruta —le ordené a otra criada, quien obedeció mi pedido tras unos segundos de cavilación.—¿No me está escuchando? —ins
ZebelaLos días en casa de Roan eran difíciles y dolorosos. La incertidumbre sobre el bienestar de Bastian estaba acabando con mi cordura y me tenía sumida en una gran depresión; mis pesadillas tampoco ayudaban. Necesitaba salir de aquí o me volvería loca.Después de que ataqué a Roan en el comedor, él aumentó la dosis de la sustancia y me retuvo en la habitación, así que no se me permitía salir ni a la sala. El encierro, la sustancia, los malestares de mi embarazo, la ansiedad y la tristeza de estar lejos de mi mate me tenían enferma, débil y con mi salud mental hecha añicos.Me estaba muriendo lentamente.Sabía que debía luchar por mi cachorro, que rendirme no era una opción, así que esta mañana decidí entrenar mi poder aquí adentro, de una forma silenciosa y discreta.Era tortuoso debido a mi estado físico. Luché, tratando de vencer la sustancia en mi cuerpo y a mi alrededor, mas parecía que era una lucha inútil. Simplemente no tenía forma de neutralizarla. ¡Era tan injusto!No pu
Una semana antesLaurelAyayay...Caminé de un lado a otro mientras agarraba las plantas que necesitaba. La música dejó de resonar en el taller, o, como Bastian lo llamaba, mi laboratorio brujístico, así que la volví a encender.Niño irrespetuoso.No pude evitar sonreír. A pesar de que yo no era una persona muy expresiva con los sentimientos, para nada cariñosa, ese chiquillo tenía un lugar especial en mi corazón.Entendía que, para él, solo era su guía y la amiga de su padre, pero la verdad era distinta: lo quería mucho, y, para mí, era familia.Ay, ay, pero no era buena demostrando eso, así que lo entendía.Ay, pero ¿qué estaba buscando?Me puse las manos en la cabeza, atribulada, como si esa acción me ayudara a recordar.¡Cierto!Tras encontrar lo que quería, me dispuse a salir del taller porque la preparación requería tiempo, y un poco de aire fresco me ayudaría a organizar mis pensamientos. Esperaba que mi idea funcionara, pero necesitaba un plan B en caso de que no.—Ah, pero ¿c
LaurelCabalgué a toda velocidad, pues los eventos extraños se mezclaron con mi mal presentimiento, ese que se quedó clavado en mi interior desde que hablé con Draevor, y me gritaban que algo malo iba a ocurrir.Era una preocupación que crecía a medida que avanzaba. Percibí a mis guerreros a varios metros de mí y continué mi viaje por el sendero con menos inquietud. Algo me decía que los necesitaría.Tras más de una hora de viaje, en el territorio que quedaba entre los límites de la manada de Bastian y los bosques que lo conectaban con mis tierras, encontré una multitud de guerreros.Detuve el caballo a unos metros de ellos con tal rapidez que, por poco, me caigo.La angustia creció en mi interior y mis pensamientos se sincronizaron a la velocidad de la luz. Entonces, retrocedí para encontrarme con mis hombres.Diez minutos más tarde, los intercepté.—¿Todo bien, Alfa? —preguntó uno de ellos al verme regresar exaltada.Les expliqué lo que había visto y añadí:—Necesito que me sigan. T