LaurelLos latidos de mi corazón retumban vehementes en mi pecho, con un aura oscura que se sentía a muerte.Muerte...No...Mi mente trabajó rápido en cuestión de segundos. No era muy consciente de mis actos ni de mi alrededor; era como si mi cabeza mandara órdenes a mi cuerpo, pero en un estado de pasmo donde mi alma no era consciente de mucho.Mis músculos se destensaron con velocidad para que mis extremidades pudieran actuar.Escuché los gritos de dolor de los guerreros que atacaban a Bastian y fue entonces cuando entendí que los había impactado con mi poder.Corrí como nunca lo había hecho y, en un santiamén, estuve delante de Bastian, quien seguía herido, pues su cuerpo no estaba restaurándose.¿Eso significaba que...?Ay, no, no, no...—Bastian... —Lo removí, pero su rostro pálido y su piel fría fueron la imagen más dolorosa que había visto en mi vida. Sentía como si un nudo empezara a formarse en mi corazón y lo apretara tan fuerte que explotaría en cualquier momento.Las lágr
Janor¡Maldición!Sentía como si mis piernas fueran devoradas por llamas y destrozadas por insectos que me mordían la carne. La sensación de dolor era horrible.Caí al suelo y me arrastré sobre el polvo mientras pedía ayuda, pero nadie venía a mi rescate. Lo peor era que mi cuerpo no se estaba curando, como si ese ataque hubiera bloqueado mi habilidad licántropa.¡Maldita bruja!Después de tomar el poder en Luna Roja, iría por ella y me vengaría. ¿Cómo se atrevía a hacerme esto?Mi agonía se extendía junto con mi temor: estaba expuesto al peligro, a merced de ellos con mi fragilidad.Noté que los guerreros de Roan se retiraban, pues él ya había obtenido lo que quería, mientras que los aliados salvajes empezaban a avanzar contra los guerreros de Luna Roja, quienes les impedían el acceso a la manada.—¡Ayuden al beta! —gritó uno de mis hombres al fin, y pude respirar aliviado.—¡No soporto el dolor! ¡Necesito un médico! —gritaba desesperado mientras era llevado fuera del caos.El camino
LaurelMis manos temblorosas sostenían la toalla húmeda que frotaba contra su piel caliente. La fiebre de Bastian me preocupaba, pero también era un indicio de que su cuerpo estaba reaccionando, y eso me aliviaba.—¿Qué más necesitas? —La voz de Liadrek, mi beta, rompió el silencio en mi taller.Solté un suspiro y remojé el trapo en el agua para repetir la acción anterior.—No sé qué más intentar. He modificado el antídoto más de cinco veces en estos últimos días, pero ninguno es lo suficientemente fuerte para traerlo de vuelta.Liadrek se quedó pensativo un rato, luego se movió por el taller, como si buscara algo. Tomó un poco del antídoto y se acercó a mí.Tenerlo tan cerca me causó una extraña incomodidad. No era del todo mala, pero sí me turbaba. A veces tenía la percepción de que su lealtad iba más allá de una simple admiración, por eso prefería mantener la distancia, pues no quería dar señales equivocadas.Me miró a los ojos y su azul grisáceo brilló con una emoción que me puso
BastianDolía...Era una sensación de vacío, de mortandad...Solo sentía ese terrible dolor en el corazón y un frío endemoniado. ¿Pero cómo podía percibir la temperatura si me sentía como un alma sin cuerpo?Floté, como si fuera un soplo o quizás parte de las neblinas a mi alrededor. Solo eso veía. No podía distinguir si todo era oscuro, blanco o quizás gris, pero la neblina lo cubría todo en este extraño lugar... ¿o cielo?De repente, una luz rosada invadió el espacio, y la imagen de Zebela se formó en el aire, flotando frente a mí con una mirada preocupada.—¿Zebela? —No sabía si lo había dicho o solo pensado, pero ella me escuchó.—Es hora de despertar. Nosotros también lo haremos —dijo con la voz más dulce que había escuchado jamás.—¿Nosotros? —inquirí, confundido. ¿Por qué habló en plural?—Ya no somos solo tú y yo, mi amor. —Sonrió, y en cuestión de segundos su cuerpo se desvaneció, convirtiéndose en energía rosada que se difuminó en el aire hasta desaparecer entre la neblina.
BastianMiré a Laurel y entorné los ojos con hastío. Estaba harto. Lo único que deseaba era ir por mi tulipán, pero esta mujer no paraba de hacer pruebas con ese antídoto.—Esto te va a debilitar mucho, pero necesito hacerlo —dijo mientras echaba polvo azul en sus manos.No pude evitar sentirme aterrado al ver esa sustancia tan cerca de mí. Ahora entendía el miedo de Zebela, pues ese polvo era una maldita prisión, peor que el acónito.Fue frustrante sentirme atrapado en mi propio cuerpo, esa sensación de ahogo, la pérdida de autonomía y la incertidumbre de no estar en ningún lugar en específico. Ese infierno no se lo deseaba a nadie.Nunca le había tenido tanto miedo a envenenarme, al menos hasta ese día.Sopló un poco sobre mí y me tambaleé; sin embargo, no sentí la familiar debilidad de las veces anteriores. Porque sí, llevaba unos cuatro días siendo el experimento de esta mujer. De alguna manera, sus hombres habían conseguido un pedazo de la dichosa piedra, y ella preparó la sustan
Zebela El aire fresco hizo un poco de efecto, pues la sensación de ahogo y mareo se calmó; no por completo, pero sí me sentía mejor.Miré al cielo y sentí la caricia de la melancolía en mi pecho, mientras en mi estómago se formaba un nudo doloroso.Necesitaba a Bastian, saber que estaba bien, que mi sacrificio no había sido en vano.—Bebé, papá estará feliz de tu existencia. Si vieras lo maravilloso que es... tan cariñoso, fuerte, atractivo... —Balbuceé las palabras mientras me acariciaba el vientre de forma instintiva, con los ojos a punto de estallar y la mirada perdida en la inmensidad azulada del cielo.El resplandor me molestaba un poco a la vista, pero ignoré esa pequeña incomodidad. Era como si me diera flojera dejar de mirar. Además, había algo en el firmamento que me tenía atrapada. Por alguna extraña razón, olía a esperanza, como si mi pesadilla fuera a terminar pronto.—Es tiempo de que entres a la casa. —La voz de Roan me espantó, pero me quedé quieta. Todo el bienestar an
ZebelaAturdida y muerta de los nervios, me senté en la cama, respiré profundo y le dediqué una mirada firme a Lidia.O por lo menos esperaba que fuera así, porque por dentro me moría de la angustia.—Tienes razón, no lo merezco —le contesté—. ¿Dejarás que alguien como yo se quede con él? Puede ser solo tuyo, piénsalo. Hay una conexión especial entre ustedes, una complicidad que no todas las parejas llegan a tener. Si salgo de la vida de Roan, tendrás tu oportunidad para conquistarlo.Ella fingió ignorarme, pero no pudo disimular el efecto que mis palabras le causaron. Eso me instó a insistir.Usé palabras persuasivas, posibilidades fantasiosas que le hicieron brillar los ojos; sin embargo, salió de la habitación sin responderme.Suspiré, rendida.¿Y si le contaba a Roan?No, eso no podía suceder. Si ella hablaba acerca de mis intenciones, entonces estaría en problemas.Sacudí la cabeza con frenesí ante ese pensamiento. No, yo ya había puesto la semilla en ella. Era cuestión de tiempo
ZebelaCon la luz apagada, esperaba el momento preciso para llevar a cabo mi plan. La casa estaba en completo silencio, y la tranquilidad se sentía sombría y asfixiante.Estaba nerviosa.Mis pasos sigilosos buscaban fusionarse con ese silencio aterrador; esa era la razón de mis pies descalzos y mi andar en hurtadillas.Desnuda, con el corazón latiéndome con vehemencia y escalofríos violentos que me sacudían despiadadamente, me acerqué a la ventana y levanté mi mano. Acto seguido, usé mi habilidad para quitar el seguro del que Roan tenía la llave.Él preparó todo para que yo no pudiera escapar, mas no contaba con que era capaz de abrirla con mi poder.El “click” de la cerradura de la ventana me hizo cerrar los ojos y apretarlos. Luego solté el aire retenido con parsimonia y me dispuse a abrirla sin hacer ruido.Me tomó más tiempo del que deseaba, pero, al fin, lo logré.En el balcón, me convertí en loba y salté.Mi intención era flotar, como lo hice el día de la batalla, y así no dejar