Nos quedamos mirándonos, entre más hablaba con él, menos vergüenza tenía de mirarlo. Como me dijo el padre Castro, la verdad dignifica.—Miedo a que me llegara ese desespero por tener sexo y que tú te dieras cuenta.—¿Nunca sentiste miedo de serme infiel?—¡Jamás!, primero me introduciría un vibrador o yo misma me daba placer a serte infiel José Eduardo —nuestras miradas se volvieron a encontrar, afirmó y bebió de su copa de vino.—Pasé por muchos medicamentos, y mientras la doctora trataba de dar con la medicina correcta vi en internet la agencia de Rodrigo. No me preguntes las razones de porque me metí en ese lugar, solo me presenté, hice la entrevista, la prueba al día siguiente. —Me sonrojé, dicha prueba era tener sexo de todas las formas con él.» Me hablaron de las cláusulas de confiabilidad, yo podía aceptar con quién y mi tarifa básica era tal. —José se bebió la copa por completo, se sirvió otra—. Empecé a trabajar, firmé el contrato donde dejaba claro que sexo con mujeres no
—¿Penitencias? —preguntó con una leve sonrisa.—Sí. Una vez estaba desesperada por tener sexo, la masturbación no me ayudó y llegué muy temprano a la iglesia, al contarle me llevó a su jardín, el cual estaba perdido en la maleza, rastrojos y ese hermoso árbol se veía perdido por esa selva.—¿Eres la autoría de ese lindo lugar que ahora es el lugar favorito de César y Alejo? Ellos me han mandado a ese jardín.—Sí. Desde ese día comencé a trabajar en el jardín, a la hora ya no tenía desespero. El padre lo único que hizo fue darme instrucción de donde estaban las herramientas de la jardinería y créeme, usé hasta machete para quitar la hierba y luego usé guadañadora, me hubieras visto, soy una experta con ellas. Por dos meses trabajé en ese jardín y desde entonces se ha mantenido como lo conoces hasta ahora. —José se había quedado cerca. Se sentó a mi lado en el mueble.» El día en que terminé me senté en la banca, esa sé la regalé yo y la puse al lado de ese bello árbol, el cual es el ej
Volví a quedar en shock. ¿Qué acabó de decir Patricia? «Yo te doné mi córnea», —la miraba, intentó hablar, pero las palabras ante el impacto de la noticia se quedaron enredados en mi garganta—. Ella esperaba a que pudiera decir algo, sin embargo, mi cerebro solo rebobinaba la última frase de Patricia; «yo te doné mi córnea…» Mi única escapatoria fue recordar una de las tantas conversaciones que mantuve con el tío Efraín en Chile después del accidente, mientras él arrastraba la silla de ruedas, aún no veía muy bien. La córnea donada por ese extraño apenas me estaba adaptando y dijo que nos encontrábamos en los bohíos laterales de la casona. Los lugares favoritos de las damas de nuestra familia. En este lugar, durante mi separación me sentaba para pensar en la mujer que amaba. —¿Qué entiendes por pureza sobrino? —sentí que se sentó a mi lado. —¿A qué viene esa pregunta? —con él nunca sabía a donde quería llegar, pero siempre me dejaba pensando y más en Patricia. —Solo responde. —Es
Al ingresar a la habitación fui directo a baño. Me tocó meterme al agua de nuevo, necesitaba que la excitación pasara, no era el tiempo aun para acostarme con él. Lo deseo más que nada en el mundo, pero no quería estar sometida a mi marido. Necesitaba tener el control. Así me dijo la última terapeuta. Yo debo controlar el deseo, no me tocaré, debía controlarme. Lo amo, quiero pasar mi vida a su lado, porque me agrada su compañía, pero no será bajo la pérdida de mi voluntad…Aunque seducirlo y ponerlo en modo frenético me agradó demasiado. Una vez controlada salí del agua. Le daba vueltas y vueltas a la idea de llevar a José Eduardo al límite, mientras me ponía pijama. Tenía que hacerlo con mucho cuidado para no caer en el intento. También sería una prueba para mí. El no caer o sucumbir en el deseo de la carne, esa sería mi cura absoluta.No lo hacía por ser rencorosa, la razón principal era por mí, pero también quería dejarle un precedente para qué jamás vuelva a tratarme como una pro
Me desperté temprano, debía tenerle el alimento preparado a Eduardo José y a las niñas, unas veces tomaban cerelac de trigo, otras veces mazamorra de plátano y otras un batido de milo con Kola granulada. Mi bebé seguía dormido, pero si se levanta y no nos siente se asusta, por eso lo cargué para llevarlo al papá. José dormía a sus anchas, le puse el niño a un lado.—¿Diosa?—Debo preparar los desayunos, te encargo al niño, las niñas no demoran en despertarse también, son unas madrugadoras.—Son las cuatro de la mañana.—Debo preparar desayunos, almuerzos y estar desocupada para compartir con ellos.—Estuve mirando anoche, y hay varios lugares, como pueblos, para que vayamos y conozcamos con los niños. Hasta Montería podemos llegar.—Eso me agrada. —seguir con los ojos cerrados.—No hagas almuerzo, comemos en algún restaurante.—Lo hacemos cuando salgamos, y esta semana la pasaremos aquí. No podemos desperdiciar la comida. —abrió los ojos y me encogí de hombros—. Hay mucha comida compr
Ya íbamos de regreso a Bogotá, miraba por el retrovisor a mis hijos dormir, a mi lado Patricia también iba profunda. Esta semana en el recorrido de estar uno o dos días en algunos pueblos de la costa entre Coveñas y Montería fue gratificante. Era un nuevo mundo lleno de responsabilidades, tener hijos era principalmente eso. Tener una carga enorme de responsabilidad porque amor tenían de sobra.Nos la pasamos detrás de dos corredoras que no veían el peligro y fue una tarea titánica, eso me gustaba que mis hijas serán hermana y las mejores amigas, al menos eso espero. También me di cuenta de que Emmanuel comenzó a imitarme, en la manera de actuar, vestir y comportarme, eso me llenó de orgullo y Patricia también lo notó. Dicen que el ejemplo no son las meras palabras, esas solo se hacen fuerte cuando las respalda lo que en verdad educa y es el ejemplo.Quería quedarme más tiempo, pero era imposible, los compromisos, los abuelos, y mi padre ya necesitaba descansar, no tenía por qué seguir
Sonreí, lo que había hecho activó todas mis alarmas. Tal vez ella necesitaba algo más y le daba pena decírmelo. Antes de que se alejara la tomé de la mano y la senté sobre mis piernas. Nos miramos, ella estaba al inicio desconcertada y luego sus ojos brillaron.—¿Quieres jugar?Se movió sobre mi endurecido miembro. Su mirada era una invitación, su cuerpo un llamado. Debe de tener necesidad de hacer el amor, puede que su enfermedad se active, desde hace quince días estábamos incrementando el deseo, aparte de que teníamos meses de no tener sexo. Arrugué la frente.» ¿Qué pasa?—Patricia, ¿necesitas sexo? —Me miró por un segundo—. No quiero ofenderte, Diosa, pero este juego a lo mejor reactiva… —puso su dedo en mis labios.—Tranquilo, ten la seguridad que si llego a sentir que no puedo soportar el calor que genera la enfermedad, corro a violarte y retomaré el medicamento.El morbo había pasado, le acaricié el cabello. Había amor y ahora sentía que teníamos diálogo, sabía lo que le pasaba
Llegamos a la iglesia, ingresó conmigo tomados de la mano, al otro lado tenía a Emmanuel que anda de un amor con su padre, y no lo juzgo, José Eduardo es un amor de ser humano, aunque ya le conocí su lado oscuro. Nos encontramos a David.—¡Qué alegría verlos! —Me dio un beso en la mejilla—. No pensé encontrármelos, los hacía aun paseando.—No alcancé a llegar a misa en la mañana como acostumbro con Maju y mis padres. Pero ya me salté dos domingos.En esto sí era un poco reglamentaria. A mí me gustaba mucho esta parte de mi comunión con el de arriba, no obligo a nadie a asistir, pero en mi rutina de vida el congregarme es importante.—Sí, todos vienen a misa de las siete. Yo prefiero el anonimato. —Ya iba a comenzar.—David te invito a cenar a nuestra casa. —Le dijo José Eduardo.—¡Claro! Detesto cocinar para mí solo. Guillermo se fue el fin de semana a Bucaramanga a pasar unos días con la familia de Santos. Llega mañana a primera hora.El niño quedó en medio de los dos, y David a mi l