Llegamos a la iglesia, ingresó conmigo tomados de la mano, al otro lado tenía a Emmanuel que anda de un amor con su padre, y no lo juzgo, José Eduardo es un amor de ser humano, aunque ya le conocí su lado oscuro. Nos encontramos a David.—¡Qué alegría verlos! —Me dio un beso en la mejilla—. No pensé encontrármelos, los hacía aun paseando.—No alcancé a llegar a misa en la mañana como acostumbro con Maju y mis padres. Pero ya me salté dos domingos.En esto sí era un poco reglamentaria. A mí me gustaba mucho esta parte de mi comunión con el de arriba, no obligo a nadie a asistir, pero en mi rutina de vida el congregarme es importante.—Sí, todos vienen a misa de las siete. Yo prefiero el anonimato. —Ya iba a comenzar.—David te invito a cenar a nuestra casa. —Le dijo José Eduardo.—¡Claro! Detesto cocinar para mí solo. Guillermo se fue el fin de semana a Bucaramanga a pasar unos días con la familia de Santos. Llega mañana a primera hora.El niño quedó en medio de los dos, y David a mi l
Regresamos a la casa, David aparcó su carro, desde el regreso de la misa Patricia y yo no hemos hablado, mantuve su mano entre la mía, y antes de bajarnos hablé.—Te amo Patricia, aún no sé lo que voy a hacer, pero sanaré la cicatriz dejada esa noche en el baño de la discoteca.Sonrió y me dio un beso en la comisura de mis labios. Sí, ella no esperaba de mí el ofenderla como una prostituta. Hasta el tema del acto sexual me lo hubiera perdonado, en nuestra intimidad hacer el amor de manera salvaje era contemplado, pero los billetes que le di fue mi propia tumba ahora. Ingresé con David al despacho.—¿Por qué presiento que vas a pedirme muchos favores? —sonreí.—Más o menos. Pero la verdadera razón es para agradecerte el cuidarla en esa ocasión, aunque no fuera nada mío en ese entonces. Ni siguiera nos conocíamos.—Me alegra que hayan hablado y estén en el plan de reconciliarse. Para quien no los conocen, actúan como una pareja normal.—Aún no lo estamos del todo. Por los niños tengo pe
No tenía idea lo que se traía José Eduardo entre manos. En la mañana desayunamos, llevó a Emmanuel al colegio y no sé quién iba más feliz, si el hijo o el padre. Hoy confirme lo que suelen decir mis amigas; que nosotras no tenemos los hijos que tenemos, sino que se nos endosa un hijo más grande y ese era el marido.Y ya me di cuenta de que tendré uno más grande. No me confirmó si iba a venir a almorzar, me dijo que pasaría por el niño al colegio, y estaría el resto de la tarde con su padre. Debía recibir de nuevo las riendas de los restaurantes, ese era su deber, devolverle la tranquilidad a su padre y que siga disfrutando de la jubilación. Luego se iba a reunión con Alejo en la oficina de Arqui Diseño para hacer algo. Eso sí, me pidió los planos de la casa.Hace una hora llegaron mis coequiperos en la jardinería, los dejaría que continuaran con la siembra de azucenas que no era tan fácil, había estado leyendo al respecto. Pero ahora debía ir a mirar las fundaciones y luego quedarme c
Estábamos todos arreglados para la reunión de Eduardo José. —Estas tres semanas se había pasado muy rápido: los niños, el evento del cumpleaños, el trabajo, el colegio, la construcción, que se tardó una semana más porque los dos arquitectos debieron viajar de urgencia con César y Fernanda a ver algo que se presentó de última hora en el hotel que estaban construyendo en Jamaica y David lideraba.Llegaron hace unos días y retomaron lo que fuera que estuvieran haciendo. Por eso se atrasó la entrega, pero a mi parecer ya debieron de haber terminado, porque no hay trabajadores. Luego se unió con el cumpleaños de nuestro hijo y nos enfocamos en la celebración del primer año. —miré a los invitados—. Nuestra casa se encontraba llena, los niños corrían en el patio, la organizadora hizo lo que deseaba; sencillo y hermoso. Mientras supervisaba la entrega de helados. Recordé cuando ingresamos en el concesionario.Sí, una de las sorpresas de José Eduardo era regalarme un carro, su camioneta volvió
En la vida había tenido tanto susto a la espera de una respuesta para que aceptara de mi propuesta, ni cuando le pedí que fuera mi esposa la primera vez. No me atrevía ni a tocarla, permanecí a una considerable distancia, para no presionarla, sin embargo, ella lloraba y ya me estaba preocupando. Apenas logró calmarse miró una vez más el invernadero. Luego pasó por mi lado…No fue suficiente. Veo que debía seguir intentándolo, suspiré frustrado. No se sintió nada bien, yo tenía la esperanza… hasta traje una colchoneta y cobijas. Dilia no demora en irse con los niños a donde mis padres. La idea era quedarnos solos…—José Eduardo, acepto. —Me giré apenas la escuché—. La puerta estaba abierta y ahora tenemos niños en la casa.Patricia se quitó su pijama, la misma que le había puesto anoche y ante mí quedó con esa increíble ropa interior, mi pene reaccionó en automático. Verla caminar hacia mí, derrochando esa sensualidad que me volvía mierda.» Acepto, te amo.Mi boca se apoderó de la suy
Estaba muerta del hambre, pero el deseo ganaba la partida, ya que descansábamos unos segundos y volvíamos al rin. El deseo ganaba, la necesidad de tenerlo dentro de mi cuerpo venció el cansancio y el hambre. No obstante, ya estaba agotada. Lo abracé contra mi pecho mientras descansamos de una larga y deliciosa sesión de sexo anal, acariciaba mi espalda, mientras yo quería meterme dentro de su piel para fundirme en su pecho.—Tengo hambre, Diosa, —solté una carcajada—. Mucha hambre, si no como voy a desmayarme. —Estaba igual.Habíamos pasado cuatro horas en donde solo nos poníamos al día de la abstinencia. Nos pedíamos perdón y reiniciábamos el placer. —Ingresemos a la casa. Yo también tengo hambre.—No quiero alejarte, —volví a reír—. No entiendo qué me pasa.—Esta clase de comida, —señalé nuestros cuerpos desnudos—. No quita el hambre. Al contrario, ocasiona más. Y al ritmo que vamos, quedaremos embarazados muy pronto, aún sigo asimilando el tener cinco hijos. —No tengo problemas
José Eduardo, después de nuestro matrimonio por lo civil me dejó en la casa, él trabajaría todo el día, yo quedé de pasar por Emmanuel. Después de un largo beso pude salir del auto. Mis princesas me esperaban, corrieron a mi encuentro, también le di un beso a Eduardo José que gateaba feliz al verme. Era una sensación de regocijo tremendo.Me cambié de ropa y con mis tres hijos me fui al invernadero, las niñas pintaban; al verlas vi a Eugenia María acomodándose la pulsera que le había dado su padre una vez regresamos de Coveñas. Por primera vez me sentía realmente feliz; ya no tenía ese temor de que descubriera algo, o el miedo de que un hombre por hacer la maldad le dijera cosas inapropiadas a mi marido. Sin duda lo que tanto suele decir el padre, él siempre pregonaba una de las tantas frases que dijo el hijo de Dios. «La verdad os hará libres». Y ahora lo experimentaba en carne propia, ese refrán lo afirmaba con creces. Es cierto, el pasado no debe importar, siempre que no interfier
Vamos rumbo a la finca de mis suegros. Si antes era feliz con Patricia, ¡Dios! Ahora lo que vivíamos y experimentamos era plenitud. Salimos muy temprano, Emmanuel iba profundo con sus hermanos, y yo conducía con la mano de mi mujer entre las mías. Miré por el retrovisor, ver al niño dormido me gustó mucho.—Lo has notado, ¿verdad? —afirmé.—Ya no anda tan precavido, ahora está confiando en nosotros.—Se siente seguro. Eso es gracias a ti José Eduardo. —Le di un beso en la mano.—No voy a negarte que me gusta mucho cuando Emmanuel ingresa al despacho a realizar las tareas a mi lado. O cuando mis hijas gritan en dúo ¡Eh papá! Y ¿dónde me dejas cuando Eduardo sale gateando a mi encuentro? Ahora no solo quiero llegar temprano a casa a besar a mi mujer, sino a estar con ellos. No concibo la vida sin ellos en este momento, se siente increíblemente, me siento pleno, Diosa.—Yo sí que menos, tres no nacieron de mí, pero los adoro de igual manera. —miró hacia atrás—. Me alegra tanto ver a Emma