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-¿Lukyan?- Dante no podía creer que su esposo estuviera allí- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo nos encontraste? - estaba aturdido. Ellos habían tardado horas en encontrar el lugar donde estaba Aidan encerrado y él había llegado… tan fácilmente.

El lobo lo miró por encima del hombro. Sus ojos violáceos tenían todo menos ese color. Estaban completamente dorados y ausentes de iris. Y con el ceño buen fruncido, ambos alfas supieron que el lobo no estaba molesto, sino lo que le seguía.

-Aidan es mi hijo, crees que no lo encontraría- su tono era áspero y aunque no fue nada agradable escucharla, Dante se tragó un gruñido. Su lobo estaba en un estado que era mejor no provocarlo o hasta él mismo tendría consecuencias.

Lucian sintió la atmósfera densa entre la pareja, pero no se metió. Lukyan no era nadie fácil de tratar y menos cuando se trataba de sus cachorros. Ya una vez estuvo a punto de arrancarle la garganta cuando solo insinuó asesinarlos, hacía muchos años atrás. Y se imaginaba que después de lle
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