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Había una voz en su mente que resonaba una y otra vez. Y sentía que estaba en una nebulosa. Incluso aquellas pulsadas de algo queriendo entrar se desvanecieron dejando paso a su instinto más primario.

Así que abrió su boca y con sus colmillos aun alargados los enterró en la piel de la nuca de Aidan. Otra vez reforzando su marca. Dejó que las toxinas bajaran por ellos y se metieran en el cuerpo del lobo que había puesto debajo de él en una posición de sumisión. Lo oía quejarse, gemir, jadear, y quererse apartar de él.

Pero aun así no sintió las feromonas que tanto quería. No estaba su celo. No olía como él quería. Y como si la realidad lo golpeaba la nebulosa se esfumó y sacó sus colmillos dejando caer al lobo más joven al suelo jadeando.

Tanto el brazo como la nuca de Aidan sangraban. Y todo debido a él. ¿Qué demonios? Hasta hace un momento estaba discutiendo con él y ahora lo había ¿mordido? Y bien fuerte porque la marca era muy profunda.

-¿Aidan?-

-Duele- él gimió debajo de él.

El a
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