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Lucian solía molestarse por muchas cosas. Era un lobo bastante hormonal, por lo que a pesar de que siempre sonreía su carácter era impredecible. Pero Aidan nunca lo había visto tan molesto en todo el tiempo que habían estado juntos. Ni siquiera en sus encontronazos anteriores.

Los ojos de él se habían vuelto totalmente dorados y sus colmillos eran muy evidentes. Y Aidan se separó un poco de él al sentir que su olor se volvía agrio.

-Me dijiste que no saliera del castillo porque tenía mi celo, así que tuve que hacerme cargo de él para salir. Así de fácil- él le respondió.

Lucian podía estar molesto y aterrar como ahora, pero Aidan no le tenía nada de miedo. Más bien, le temería más a su madre si me molestaba que incluso su mismo padre y eso que hablaba de dos alfas. Quizás era debido a que llevaba la sangre de ellos.

-No juegues Aidan- la mano de él se cerró con fuerza alrededor de su brazo y apretó.

Él frunció el ceño.

-Me estás haciendo daño. Acaso estamos volviendo al inicio lobo- é
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