Capítulo 44

Cinco horas después no me quedaba ni una pizca de energía en mí. Estaba tan cansada hasta el punto de que a duras penas podía quejarme. Lidia me miraba complacida, pues me había estado esforzando tanto como podía.

—Cariño, tenemos que hacer con esa resistencia tuya —dijo Lidia, quien seguía de pie y parecía que nada hubiese pasado. 

—No sé cómo lo haces. Estás como si no hubieses hecho nada —comenté, tomando bocanadas enteras de aire.

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