—¿A qué te refieres? —pregunté, intrigado y curioso, anhelando conocer más sobre sus sentimientos y pensamientos.—No lo sé... Cada vez que escuchaba que tu padre te golpeaba o que peleaban, sentía que la sangre me hervía. Me siento culpable por haberte dejado con él, pero no podía hacer mucho en ese entonces. Sin embargo, ahora que eres mayor de edad, puedo ayudarte y no dejaré de hacerlo. Siempre podrás contar conmigo para enfrentar cualquier adversidad que se te presente, Max. Eres parte de mi familia, aunque no lo seas de sangre.La tenue luz de las velas bañaba el comedor mientras Aless y yo continuábamos disfrutando de la cena. Entre sorbos de vino y deliciosos aromas que se desprendían de los platos, compartíamos risas y anécdotas que nos unían más como familia. En ese momento, me sentía agradecido por tener a alguien como Aless a mi lado, dispuesto a apoyarme y protegerme.—Gracias, Aless. Significa mucho para mí tener a alguien como tú en mi vida —le respondí sinceramente, co
—Solo venía por mi Papanicolaou. —mencionó, entre suspiros.—Esto es parte del procedimiento —bromeé, intentando disimular mi propia turbación.—¿En serio? En internet no decía eso, la próxima vez iré con otro doctor...—Cállate, solo yo puedo revisarte —respondí, sintiendo una mezcla de culpa y deseo.Ella empezó a sonreír, como si también disfrutara de este secreto. Se sentó en la camilla, invitándome a acercarme con sus piernas abiertas y sus manos acariciando mis hombros.—¿Qué estás haciendo, Hanna? —pregunté, confundido por sus acciones.—No lo sé, no he dejado de pensar en el día que nunca debió existir, y cada vez que lo recuerdo... —Ella se quedó en silencio y su mirada se desvió hacia otro lado, revelando sus pensamientos turbios.—¿Cómo terminas? —interrogué, sintiendo una mezcla de morbosidad y preocupación.El sonido de la lluvia golpeando las ventanas creaba un ambiente íntimo y cargado.—Mojada, y... —Hanna se mordió el labio inferior, desviando la mirada.—¿Y qué, Hann
★ Hanna.Han pasado algunos meses desde que estoy en Alemania.Dylan, mamá y papá me llaman a cada rato; al único al que casi no contesto las llamadas es a papá, aún estoy enojada con él. Me alejó de todos solo porque quiso y me siento muy sola.En ocasiones, la verdad, es que Max, casi siempre me hace compañía o yo voy a verlo cuando está muy ocupado con sus estudios de medicina. El pobre está lleno de tareas universitarias, pero me ha hablado de que Aless, es de gran ayuda, ya que le explica todos los procedimientos médicos incluso antes de iniciar esa clase en la universidad. Cuando llega el momento de la clase, Max ya la maneja con facilidad. Es un cerebrito en ese sentido.Aún así, hay cosas que me hacen sentir mal con respecto a él.Aunque sigo siendo la novia de Scott, mi relación se ha visto afectada por mi cercanía con Max. Desde que me vine a Alemania, solo dos o tres veces, como mucho, me ha llamado y siento que mi relación con Max se ha vuelto mucho más profunda que la que
Bajó con su premio y un certificado, se sentó y me lo puso en las manos.—Felicidades.Traté de devolvérselo pero él no lo recibió.—Te dije que todos mis logros serían gracias a ti y tú los tendrías todos.—Pero Aless también te ha ayudado.Max parecía pensativo y tomó el premio.—A Aless le daré esto.—Max...—Tú quédate con el certificado.—Eres un tonto.—Vamos, ya no me interesa estar aquí, vamos a comer algo.—Sí Max.Salimos de la premiación, tomados de la mano, y me llevó a almorzar a un elegante restaurante italiano.Pedimos una variedad de deliciosas comidas típicas y disfrutamos de una conversación animada. Después de satisfacer nuestro apetito, decidimos dar un paseo por las pintorescas calles.— ¿Sabías que mi hermano vendrá? — Le pregunté, buscando cualquier rastro de emoción en su rostro.Max suspiró y respondió con una expresión de resignación en su mirada.—Llevo meses sin hablar con Dylan.Seguro es por Angelina.Asentí comprensiva. Max, había estado distante desde qu
★Max.—¿A dónde vas? —me preguntó Vladimir, confundido por mi repentina decisión de abandonar las pláticas en el hospital.—Debo irme —respondí apresuradamente. Salí corriendo y detuve el primer taxi que encontré. Sabía a dónde tenía que ir: a casa de Hanna.Llegué a su puerta y llamé, pero no hubo respuesta. Decidí usar mi llave para entrar. Entré y corrí a su habitación, pero ella no estaba. Entré en el baño y allí estaba ella, con los ojos cerrados en la bañera. El agua traslucía su figura y me quedé más tiempo del que planeaba, admirando su cuerpo. Sacudí la cabeza y corrí hacia ella, le toqué la frente y noté que aún tenía fiebre, pero parecía más débil que nunca.—Max, ¿voy a morir? —preguntó ella sin abrir los ojos.—Sí, lo siento, tu enfermedad es terminal —respondí con tristeza.—Idiota. Comenzó a reír, y yo no pude evitar sonreír también.—Vamos, te revisaré —dije mientras tomaba una bata de baño y ella se ponía de pie. Me acerqué a ella para ayudarla a colocársela.—¿Aú
Después de que salí sigilosamente de la habitación de Hanna, me percaté y sorprendí al encontrarme cara a cara con Matthew, el padre de Hanna. Nuestros ojos se entrecruzaron y pude sentir la tensión en el ambiente. Matthew, con una mirada penetrante pero calmada, rompió el silencio y me pidió que lo siguiera a su despacho. Asentí nerviosamente y caminé detrás de él, sintiéndome como un delincuente atrapado en su trampa.Una vez en el despacho, Matthew me indicó que tomara asiento en una silla de cuero. La sala estaba decorada con estanterías llenas de libros y una grandiosa mesa de madera maciza. Me senté, pero mi mente estaba llena de preocupación por lo que el padre de Hanna podría saber.Matthew rompió el silencio, su voz profunda y firme.—Tenemos que hablar sobre Hanna, Max,— comenzó. —Sé que entre tú y mi hija hay algo más que una simple amistad.— Tragué saliva y traté de mantener la compostura.—Se equivoca, señor. Hanna y yo somos amigos, nada más —respondí, intentando negar l
No he podido conciliar el sueño en toda la noche, me siento intranquilo y necesito alejarme de este lugar. Me he quedado horas y horas mirando el techo de la habitación, notando algunos puntos extraños en su estructura, pero sin poder cerrar los ojos ni por un momento. Hasta que finalmente, los primeros rayos de luz se filtraron por la ventana.Permanecí unos instantes contemplando cómo el sol comenzaba a iluminar la habitación, llenándola de una cálida luz matutina. Después de un breve momento de tranquilidad, me levanté decidido, me di un baño y salí de la habitación. Nos encontramos en esa época del año en la que el sol sale demasiado temprano y se oscurece igual de pronto. El frío se clava en los huesos y las personas parecen aferrarse a sus camas, retrasando sus despertares.Bajé las escaleras con la intención de abandonar la casa de Hanna, pero extrañamente me sentí como un intruso, como si estuviera actuando a escondidas. Al pasar por la sala, mi mirada se encontró nuevament
En el tren, llamé a Matthew para preguntarle si podía venir a París para realizarle los estudios.Todo el camino a París lo pasé con los ojos cerrados, tratando de encontrar un poco de paz en medio de la tormenta emocional en la que me encontraba. En algunos momentos, caí en un sueño reparador, buscando escapar de la realidad que me había consumido. Al llegar, me dirigí a casa de Aless, ya que había olvidado mis llaves en casa de Hanna. Toqué el timbre y Aless me abrió la puerta, dándome la bienvenida a su hogar. —¿Qué te pasó en el rostro? —Me preguntó Me tomó del brazo y me guió como si fuera un niño pequeño hacia la sala. Me sentó en un cómodo sofá de terciopelo rojo, rodeado de cojines de seda. —Y bien, ¿qué te pasó? —preguntó de nuevo Aless, mientras buscaba un botiquín en un armario de madera tallada. Sus ojos brillaban con curiosidad y preocupación.—Me peleé —respondí con pesar. Había sido una pelea estúpida, impulsiva, pero no pude evitarlo. Las emociones me habían su