Mis hombres me llamaron, así que tuve que dejar a Laura sola leyendo bajo el cedro. Me acerqué a ellos sin muchos ánimos de haberla abandonado, aunque no tenía más remedio. Ellos lucían un poco más serios que de costumbre, sin embargo, era de suponer que el sol también les hacía poner esa mala cara. Quité aquella expresión de idiota que tenía luego de mi amena charla con la joven antes de estar con ellos, era claro ello, pues sabía que a veces les encantaba hablar de más.— La señorita Greco está en su oficina esperando por usted, señor —dijo finalmente uno de ellos al tiempo que yo enarcaba las cejas.— ¿Fiorella?Me resultó tan extraño… aunque un grito silencioso en mi interior prendió las alarmas, pues había sido claro que ella nos tuvo que haber visto hablar en el cedro; ese lugar era el más notorio del jardín de la casa, lo peor del caso, era pensar en el hecho de que yo no me percaté siquiera de su llegada, y me sacaría aquello de una forma u otra, el peligro me acechaba. Tuve q
Me quedé congelado por unos instantes, en ese momento lo pensé, el hecho de que nunca fui capaz de preguntarle por la fecha de su cumpleaños a pesar de todas las charlas que tuvimos para supuestamente conocernos, aunque ella tampoco me había preguntado nunca por el mío. Siempre he sido pésimo como compañía y como anfitrión, es que me daba cuenta que ni como amigo servía. Observé el armonioso rostro de la chica junto a aquella hermosa curvatura en sus labios esperando que de mis cuerdas vocales salieran las lindas palabras que le deseaba un feliz cumpleaños. Claro, era entendible, estaba feliz al sentirse tan preciosa esa noche, se sentía en un hogar donde todos le tenían amor, cariño y por sobre todo, el respeto que ella se merecía. En esos pocos meses, Laura se dio a querer mucho, incluso con muchos de mis hombres, algunos de los cuales, suspiraban por ella aunque lo negasen cuando yo estaba cerca para evitar inconvenientes. Me incliné ligeramente mientras tomaba su mano con delicad
Nuestras miradas permanecieron fijas por un momento que quizá fue más largo de lo que creíamos, era bastante probable que hubiésemos perdido la noción del tiempo. El silencio reinaba hasta que ella abrió unos pocos milímetros sus labios para romper el sosiego nocturno. — Nos encontramos en una situación complicada, lamento haberme fijado en usted aun sabiendo de su relación con… la señorita Greco —mantenía su rostro bajo, llena de vergüenza. — No tiene nada por lo que disculparse, soy yo quien se encuentra en una situación incluso más complicada. Realmente me gusta, Laura, desde que pude ver esa sonrisa quedé flechado por tanta dulzura —ella se sonrojó, lo sabía a pesar de la oscuridad que nos rodeaba, lo sabía por la expresión de su rostro, llegué a conocerla bastante bien. — Al principio me daba miedo, pero resultó ser un oso de peluche armado letalmente. Sé que no me haría daño jamás. — Ni estando embriagado tocaría un mechón de su cabello para hacerle algo que la lastime —ella
Limpié las lágrimas que rodaban por sus mejillas mientras ella le daba las gracias a Dios por encontrarme con bien. Aquello lo decía una y otra vez mientras intentaba calmarla un poco, aunque parecía que ella no tendría calma alguna, se encontraba muy alterada, a veces ni siquiera podía comprender sus palabras pues balbuceaba entre sollozos sin detenerse por un instante. Volví a tomarla del rostro apretando con suavidad sus mejillas y así protruir sus labios para que dejase de hablar por un momento. — Hey, hey, señorita Greco, debería calmarse un poco, ¿eh? —ella me miró confundida, pero guardó silencio—. Estoy bien, nada me ocurrió, pero de ahora en más los Napoli van a pagar… y también seguirán atacando, no lo niego. — Alessandro debes detener esto, no puedes continuar con esta lucha —me interrumpió de forma violenta, además de apartar mis manos de ella. — Voy a continuar con esto, Fiorella. Lo había dejado ya de lado cuando noté dos meses de su ausencia, pero regresaron, ahora es
Las bromas con Vittorio finalizaron tan pronto como él arrancó el vehículo y saqué un habano, tenía un montón de pensamientos en mi cabeza, misterios por resolver, pues los había dejado en el abandono al estar al tanto de otros trabajos, de Fiorella, Laura, de la casa en general. Sabía que el haber descuidado el tema de los Napoli había sido básicamente un pecado imperdonable del que ahora pagaba las consecuencias. Creí que el tener a mis hombres vigilando serviría de algo, pero resultó ser que eran unos haraganes inútiles, o que nada más eran unos tarados en el área de investigación, lo que me llevó a pensar que lo mejor era enviar a uno de mis mejores hombres, y Bruno era el indicado para la tarea. El único inconveniente era que se encontraba herido en ese momento.Al momento de llegar a la casa Lombardo, el desastre por lo eventos de la noche anterior seguían visibles, aún se encontraban limpiando la sangre, los vidrios rotos y plantas destruidas. Entré directo a la casa sin ver de
Como había predicho horas antes, en la noche caí dormido como una roca. Era bastante probable que roncara a todo pulmón debido al cansancio; no dormir por más de veinticuatro horas era toda una proeza para mí y tal vez para muchos otros. Me costó en demasía levantarme, realmente, esa mañana desperté casi a las once de la mañana, pues pedí que me dejasen descansar en caso de que no fuera a desayunar a eso de las nueve y que solo me debían despertar si un evento considerado como desafortunado ocurría.Me sentía agradecido que nada de eso sucedió y que pude dormir en paz y recobrar parte de mi energía.El día anterior, luego de compartir todo ese rato con Laura, enterramos a nuestros fallecidos. Mi cuerpo aún se sentía pesado esa mañana ante esa conmoción. Era difícil en ocasiones aceptar la realidad, aún más, cuando esta era demasiado cruda.Me quedé un rato sentado en la cama mirando mis pies, sintiendo mis ojos pesados aún con el sueño a tope porque había dormido demasiado. Quería seg
Mi angustia iba en aumento mientras los segundos iban transcurriendo debido a la inquietud que me hacían sentir en esos segundos que me resultaban interminables. No quería escuchar lo que Luz tenía que decirme, pero era el jefe, tenía que escucharlo todo por más desagradable o difícil fuera para mí. Además, el tema concernía también a Fiorella, algo hizo de nuevo ella, algo que muy seguramente era grave dado a las circunstancias que me rodeaban. La sangre, Laura desmayada, todos corriendo de un lado a otro y mis hombres listos para abrir fuego ante cualquier irregularidad. Tomé a la aún atontada Laura entre mis brazos, aparté el cabello de su rostro y miré a la anciana con preocupación, el nuevo golpe que se evidenciaba en el rostro de la chica más esa cara de perro arrepentido de Luz no me brindaba ningún tipo de calma, sino más bien todo lo contrario. Comenzaba a impacientarme entre tanto silencio. — Ya mejor dígame todo lo que sucedió. Sé que no me tiene buenas noticias —rompí ese
En los pocos momentos en que podía dormir soñaba repitiendo escenas como si se tratase de un ciclo sin fin. Mi cerebro recordaba una y otra vez el momento en el que el personal funerario se marchó, me quedé un rato sentado en el suelo mirando hacia la salida de la casa pensando en lo efímera que es la vida en realidad, en que con tan solo un abrir y cerrar de ojos, puedes dejar de ver a una persona importante, en que debes aprovechar al máximo a esa persona porque no sabes cuándo será la última vez que le hables o le mires, le abraces o beses. Laura me llevó adentro y me acunó hasta lograr dormir, quizá cedí al sueño porque mis ojos ardían y necesitaban un descanso. Era ahí que despertaba, desesperado y sumiso, sollozando, Laura volvía a acunarme y a darme el consuelo que necesitaba para repetir aquel ciclo tormentoso.Al despertar en la mañana, noté a Laura dormida a mi lado en una posición bastante incómoda, yo ocupaba la mayor parte del espacio del sofá, así que con el máximo cuida