Tuvimos serios problemas por su adicción, perdí la cuenta de cuántas veces le pedí acabar con aquello, que debía superarlo y seguir adelante, estaba harta de solo verlo como un tipo miserable que solo se escondía en la bebida y no hacía nada más que aquello. Vittorio básicamente había tomado su lugar como líder mientras él seguía sumido en el vicio, encerrado en la oficina oliendo a mierda porque tenía días sin salir de allí.Todo terminó cuando tuvimos una fuerte disputa, los libros cayeron sobre mi cabeza, muchos libros… quise molerlo a golpes, pero su mirada me hizo ver que aquello le había hecho entrar en razón. Y eso era suficiente para mí.A los pocos días, jugábamos en la biblioteca y, sin siquiera pensarlo demasiado, quizá porque estaba con el cerebro lleno de alcohol, no dudé en entregarme a él. Estaba consciente de lo que hacía, pero no del porqué. No había tenido el valor siquiera de hacerlo con Franco, pero con él no dudé ni un segundo para quitarme la ropa. Lo peor del as
Perdí la cuenta de todas las noches y veces durante el día que le pedí a Alessandro el cese de esa guerra, haciéndole mención de que era algo tonto continuar con una matanza de su gente, pero nunca me hizo caso. Solo se enojaba y me pedía no hacerle mención de aquello de nuevo, a veces solo deseaba gritarle que yo era una Napoli, pero seguro lo tomaría como un chiste, se reiría o se quedaría mudo para luego soltar una buena carcajada y decirme que le hacía falta algo de gracia en sus días, no me tomaría en serio con solo decirlo, tenía que probárselo de algún modo.Tuve que encargarme de volver más serio el asunto de la amenaza Napoli. No me gustaba en absoluto, pero debía hacerlo, y Alejandra fue la escogida para ello.Tenía una fuerte coartada, y más que coartada, fue suerte, una tremenda suerte. La nonna me pidió ayudar a Alejandra para arreglar el comedor para los chicos, de camino me encontré con otra de las chicas, llevaba un ramo de flores para decorar el comedor privado, habla
La mañana en que el hombre de los Ricci llegó a la casa Lombardo fue Bruno quién tocó la puerta de la habitación que compartía con Alessandro, él estaba profundamente dormido, pues la noche anterior había dejado en su leche una pastilla diluida para poder visitar a los míos. Me acerqué a la puerta y abrí, Bruno me dio el recado.— El detective de los Ricci está aquí, tu reinado comenzará a acabarse, su majestad —mencionó con una sonrisa sarcástica.— Qué bueno, comienzo a darle la razón a Lilian.Él arqueó una ceja y se dio la vuelta, cerré y volví a la cama. Me sentía enojada pues los Ricci parecían tomarse a la ligera mis amenazas o quizá confiaban más en la fuerza e inteligencia del hombre acostado frente a mí. Podía notarse a leguas que no me conocían, que no sabían de lo que era capaz de hacer.Comencé a acariciar a Alessandro, no se inmutaba siquiera así que tuve que moverlo con más fuerza hasta que abrió los ojos, le di la noticia y supe que debía localizar a Bruno, salí y lo b
Puse en marcha mi plan, me infiltré en la habitación de Luz luego de haberlo intentado quizás unas diez veces, pues siempre alguien vigilaba cerca, fue un poco difícil, las había cambiado de lugar así que me demoré un poco más de lo usual, incluso me resultó un poco difícil escapar sin ser descubierta, pero tenía un par de pastillas en mis manos, era solo cuestión de esperar al momento indicado para darle un poco de sueño en pastilla a Vittorio.— Vittorio, Alessandro me dijo que vigiles esta noche, Pacco le dio diarrea, así no puede vigilar —escuché la voz de Bruno resonar en el pasillo, era mi día de suerte.— ¿En serio le dio diarrea?— Ya sabes que ese come como un cerdo, es raro que no le dé tan seguido.— Vale, vale, entonces luego que me pague mi turno.— Eso háblalo con él.Los escuché caminar, ambos se toparon conmigo, casi me caía de rabo al verlos frente a mí, pero Vittorio me tomó de la muñeca evitando mi caída.— Discúlpenos, señorita Laura, ¿está bien?— Sí, sí, gracias
Apenas al quedarme en la penumbra de la noche, tomé el conjunto de sábanas amarradas en los extremos que me había agarrado de la lavandería para supuestamente arreglar mi cama, salí de la habitación y bajé corriendo, pero con mucho sigilo, las escaleras; fui al patio y me dirigí directo al tragaluz que daba a la habitación donde Franco se encontraba encerrado. Sabía que debía apresurarme antes de que Alessandro acabara con su vida.Tomé una piedra y la cubrí con la sábana, golpeé el vidrio y quité el pestillo para abrir la pequeña ventanilla. Vi a Bruno meterse a la habitación, tiró las llaves de las esposas al suelo y dijo que seguiría afuera vigilando. Me apresuré a entrar luego de amarrar la sábana en la estaca que estaba al lado y bajé. Tomé la llave y lo solté, suprimiendo mi ansiedad y mi pánico al ver sus manos en ese estado.— Vamos, salgamos de aquí. Te llevaré a casa.— No, Franco, no puedo irme, te irás tú solo.— ¿De qué diablos estás hablando, Laura?— Hey, muévanse, los
Me sentía como un cadáver andante luego de perder a mi nonna, aunque ella no era la única que había perdido, también Franco había muerto a manos de Alessandro. Incluso uno de los perros que Alessandro adoptó había muerto.No podía creerme que Franco ya no estaba en mi mundo, que mi primer amor se había ido a quién sabía dónde por manos del que ahora me tenía enamorada. Era una locura, no sabía cómo sentirme, eran tantos sentimientos que no podía lidiar con todos ellos. Solo me encargaba de llorar y sufrir, a veces en silencio, a veces hablando un poco con Alessandro.Quería decirle la verdad cada que charlábamos, pero me quedaba muda o le terminaba diciendo alguna otra cosa.Quizá lo que me brindó un poco de paz fue el gato que me regaló. Era un gato tan precioso que mi corazón se sentía regocijado, parecía que él sabía lo mucho que sufría y mi pequeño Artemis se las había arreglado para hacerme sonreír, rozando su suave pelaje por mi rostro o jugando con sus patitas con mis manos.Te
Así de miserable como me sentía, debía dar por terminado todo con los Lombardo. René escuchó hasta la última de mis palabras para darme su opinión, y claro que no era la misma que la mía, pero que sin embargo, me apoyaría fuera la decisión que tomase. Quería estar con Alessandro, pero eso significaba ganarme el odio de todos los Napoli, entonces ello se resumía en dos opciones, una era acabar con Alessandro, y la otra era ceder mi cargo a René, olvidarme de la fortuna de los Napoli y que en algún momento formé parte de ella. No quería dejar mi casa, mi familia, pero si no mataba a Alessandro, ellos lo harían conmigo tarde o temprano si le otorgaba alguna especie de perdón por el asesinato de mi hermano. Estaba en una encrucijada, pero quizá la respuesta era más sencilla de lo que pensaba, simplemente debía largarme con él y olvidarme de quién fui si él me perdonaba por todo lo que hice fingiendo ser una dulce paloma. El problema era si él no quería alejarse de Florencia, abandonar a s
Luego de ese terrible día en que ambas familias perdieron a sus líderes, Vittorio llegó prontamente cuando uno de los Napoli, estando desarmado y con brazos en alto para denotar su inocencia, fue a llevar el mensaje que había dejado Alessandro Coppola. No se creía el cuento pues recién estaba llegando de la misión que le había sido encargada, frustrado y enojado, fue al lugar, viendo el cuerpo de su jefe y amigo de infancia descansar junto al de la joven mujer del que se había enamorado. René estaba arrodillado en el suelo tomando la mano de su prima, el gato que Alessandro le había regalado se encontraba a un lado de su antigua dueña, ronroneando y acariciando la cabeza de la fallecida chica. Él terminó de entrar a la oficina, sin saber qué decir. Le había tomado mucho cariño a Laura y le parecía insólito que fuese ella la causante de todo, pero era el modo en que cobraba sentido los hechos que habían ocurrido desde su llegada a la casa Lombardo. Los hombres de René llevaron a Vitto