A lo mejor dormí un par de horas, pero apenas noté que el sol comenzó a salir, me levanté dejando a Fiorella seguir durmiendo. Tuve cuidado para no despertarla mientras me bañaba y luego al vestirme, parecía una princesa en un sueño profundo, era claro que me daba pena despertarla, así que la dejé en la cama. Salí de la habitación, algunos estaban ya afuera para la reunión que teníamos pendiente. Me acomodé el sombrero y el saco para luego hacer una señal con mi mano para que me siguieran a la oficina. Vittorio y Bruno ya esperaban con armas en mano, otros de los hombres merodeaban la zona cercana mientras otros seguían vigilando. Sin mencionar más que un buen día, entré y me senté en mi sillón, los demás se quedaron de pie frente a mí esperando a que diera mi charla. Esa era, quizás, la reunión más importante en mucho tiempo. No me fui con rodeos y advertí que las maneras de hacer las guardias cambiarían, aquel que le gustara trabajar solo, se iba a joder ya que no iba a permitir n
Todos mis hombres se desplegaron alrededor de los cadáveres sin dejar de apuntar con sus armas, en busca de algún intruso. Pero bien sabía yo que ahí no había nadie más que nosotros y los muertos en el centro de la azotea. Ya eran más bajas para los Lombardo, tres de mis hombres habían caído en menos de veinticuatro horas, y eso era una clara señal para activar mis alarmas. Los Napoli no estaban jugando, la amenaza contenida en la carta era más seria de lo que creía. Caminé hacia los cuerpos, los tres estaban con los huesos de sus extremidades rotos, cortaron sus mejillas para formar una larga sonrisa bizarra, algo bastante macabro que nunca había observado en algún asesinato despiadado. Giordano tenía un corte profundo en su abdomen, mientras que los otros dos en su cuello. No había demasiada sangre alrededor de ellos, era como si hubiesen recolectado cada gota para hacer algo con ello, y claro, seguro eso hicieron. La única mancha de sangre en el lugar de Giordano y en ese momento,
Ya era el mes de julio, el verano se encontraba en su máximo esplendor. Todos nos encontrábamos y sentíamos en paz pues no supimos más de los Napoli por una buena temporada luego de aquel ataque que acabó con la vida de tres de mis hombres, incluso por más que mandase a mis hombres a investigar, quizá ese nuevo líder se había meado los pantalones o lo habían destituido de su cargo por ser tan impulsivo y un poco bruto. Realmente no tenía la más remota idea de lo que sucedía con ellos, era de suponer que lo más sensato era que estaban locos por obtener algún tipo de venganza por haber asesinado al joven aquel, aunque aquella carta amenazadora daba a entender que sus ataques no pararían, por lo que a veces me sentía demasiado ansioso cuando salía demasiado tiempo de casa.Laura me gustaba cada vez más, trataba de alejarme de ella a veces, más cuando Fiorella se encontraba acompañándonos, debía evitar esos sentimientos a toda costa, pero solían ser imposibles de pasar por alto. Fiorella
Mis hombres me llamaron, así que tuve que dejar a Laura sola leyendo bajo el cedro. Me acerqué a ellos sin muchos ánimos de haberla abandonado, aunque no tenía más remedio. Ellos lucían un poco más serios que de costumbre, sin embargo, era de suponer que el sol también les hacía poner esa mala cara. Quité aquella expresión de idiota que tenía luego de mi amena charla con la joven antes de estar con ellos, era claro ello, pues sabía que a veces les encantaba hablar de más.— La señorita Greco está en su oficina esperando por usted, señor —dijo finalmente uno de ellos al tiempo que yo enarcaba las cejas.— ¿Fiorella?Me resultó tan extraño… aunque un grito silencioso en mi interior prendió las alarmas, pues había sido claro que ella nos tuvo que haber visto hablar en el cedro; ese lugar era el más notorio del jardín de la casa, lo peor del caso, era pensar en el hecho de que yo no me percaté siquiera de su llegada, y me sacaría aquello de una forma u otra, el peligro me acechaba. Tuve q
Me quedé congelado por unos instantes, en ese momento lo pensé, el hecho de que nunca fui capaz de preguntarle por la fecha de su cumpleaños a pesar de todas las charlas que tuvimos para supuestamente conocernos, aunque ella tampoco me había preguntado nunca por el mío. Siempre he sido pésimo como compañía y como anfitrión, es que me daba cuenta que ni como amigo servía. Observé el armonioso rostro de la chica junto a aquella hermosa curvatura en sus labios esperando que de mis cuerdas vocales salieran las lindas palabras que le deseaba un feliz cumpleaños. Claro, era entendible, estaba feliz al sentirse tan preciosa esa noche, se sentía en un hogar donde todos le tenían amor, cariño y por sobre todo, el respeto que ella se merecía. En esos pocos meses, Laura se dio a querer mucho, incluso con muchos de mis hombres, algunos de los cuales, suspiraban por ella aunque lo negasen cuando yo estaba cerca para evitar inconvenientes. Me incliné ligeramente mientras tomaba su mano con delicad
Nuestras miradas permanecieron fijas por un momento que quizá fue más largo de lo que creíamos, era bastante probable que hubiésemos perdido la noción del tiempo. El silencio reinaba hasta que ella abrió unos pocos milímetros sus labios para romper el sosiego nocturno. — Nos encontramos en una situación complicada, lamento haberme fijado en usted aun sabiendo de su relación con… la señorita Greco —mantenía su rostro bajo, llena de vergüenza. — No tiene nada por lo que disculparse, soy yo quien se encuentra en una situación incluso más complicada. Realmente me gusta, Laura, desde que pude ver esa sonrisa quedé flechado por tanta dulzura —ella se sonrojó, lo sabía a pesar de la oscuridad que nos rodeaba, lo sabía por la expresión de su rostro, llegué a conocerla bastante bien. — Al principio me daba miedo, pero resultó ser un oso de peluche armado letalmente. Sé que no me haría daño jamás. — Ni estando embriagado tocaría un mechón de su cabello para hacerle algo que la lastime —ella
Limpié las lágrimas que rodaban por sus mejillas mientras ella le daba las gracias a Dios por encontrarme con bien. Aquello lo decía una y otra vez mientras intentaba calmarla un poco, aunque parecía que ella no tendría calma alguna, se encontraba muy alterada, a veces ni siquiera podía comprender sus palabras pues balbuceaba entre sollozos sin detenerse por un instante. Volví a tomarla del rostro apretando con suavidad sus mejillas y así protruir sus labios para que dejase de hablar por un momento. — Hey, hey, señorita Greco, debería calmarse un poco, ¿eh? —ella me miró confundida, pero guardó silencio—. Estoy bien, nada me ocurrió, pero de ahora en más los Napoli van a pagar… y también seguirán atacando, no lo niego. — Alessandro debes detener esto, no puedes continuar con esta lucha —me interrumpió de forma violenta, además de apartar mis manos de ella. — Voy a continuar con esto, Fiorella. Lo había dejado ya de lado cuando noté dos meses de su ausencia, pero regresaron, ahora es
Las bromas con Vittorio finalizaron tan pronto como él arrancó el vehículo y saqué un habano, tenía un montón de pensamientos en mi cabeza, misterios por resolver, pues los había dejado en el abandono al estar al tanto de otros trabajos, de Fiorella, Laura, de la casa en general. Sabía que el haber descuidado el tema de los Napoli había sido básicamente un pecado imperdonable del que ahora pagaba las consecuencias. Creí que el tener a mis hombres vigilando serviría de algo, pero resultó ser que eran unos haraganes inútiles, o que nada más eran unos tarados en el área de investigación, lo que me llevó a pensar que lo mejor era enviar a uno de mis mejores hombres, y Bruno era el indicado para la tarea. El único inconveniente era que se encontraba herido en ese momento.Al momento de llegar a la casa Lombardo, el desastre por lo eventos de la noche anterior seguían visibles, aún se encontraban limpiando la sangre, los vidrios rotos y plantas destruidas. Entré directo a la casa sin ver de