Bellosguardo, Florencia. 1919.
A veces desearía tomarme unas vacaciones y dejar olvidado por unas semanas este grupo de inadaptados gorilas. Nunca consideré que sería elegido para llevar el liderazgo de la mafia, es demasiada responsabilidad para un vago como yo, aunque era el único en la lista para tal título. Es gracioso que ninguno piense que solo soy un tipo que le aburre hacer este tipo de cosas y que solo me sienta como un vago mientras ellos hacen la inmensa mayoría si solo abro la boca y les ordeno que simplemente lo hagan, quizá solo sea porque soy su jefe y que por ello no les conviene meterse conmigo o llevarme la contraria, después de todo, el viejo Lombardo tenía razón en una cosa, y es que logro intimidar demasiado rápido a quién tenga en frente.
Esa noche, estábamos de camino a Soffiano, hacía dos meses que había un nuevo jefe en ese distrito y el muy desgraciado aún no me había pagado la deuda vieja, tal vez he sido demasiado considerado en darle una oportunidad mientras se acostumbraba a la nueva rutina, pero ya había excedido los límites de mi paciencia que, cabe acotar, había sido demasiada. De ser Lombardo, desde hace rato, todos ellos estarían bajo tierra, sin embargo, ya es tiempo de que paguen lo que deben. Ignoro por completo el nombre del nuevo tipo, pero le haré recordar muy bien el mío, Alessandro Coppola.
Tiré la colilla del tabaco por la ventanilla del coche y expiré el vapor maloliente fuera, mientras extendía la mano para abrir la puerta, mis cabecillas ya esperaban por mí con sus armas escondidas entre su traje al igual que yo. Hacía un frío del culo, me arreglé el saco y comencé a caminar hacia el lugar donde pedí que me esperasen los conejillos del tal jefecillo, ese famoso hotel donde se hospedaba el viejo.
Los tacos de mis zapatos golpeaban con firmeza los charcos de agua en la calle de piedra, había caído un pequeño diluvio más temprano, pero no duró demasiado. Mi sombrero, bien ajustado, ocultaba mi rostro, la bufanda ayudaba también a esconderme un poco. Llevaba puestos mis guantes de cuero, un regalo del viejo Lombardo antes de dejar este mundo diciendo aquellas tontas palabras de que debía terminar de crecer y hacer que el grupo de Bellosguardo siguiese siendo tan respetado y temido, seguir el legado con la misma fama que él mantuvo durante años. Siglos, para bromear.
Sí, una gran m****a ser la cabecilla de un grupo mafioso a una edad un tanto temprana. Ya van diez años cumpliendo con este deber del cual no me siento completamente orgulloso, pero es lo que tengo, y para ser sinceros, lo hago bastante bien.
— Señor Coppola, pase por aquí —mencionó uno de mis subordinados, guiándome hacia el salón de la derecha. Apenas al entrar, divisé al hombre. Un joven bastante blanco de cabellos casi rubios, ojos verdes y una sonrisita estúpida y repulsiva.
— Es un placer conocerle, señor Alessandro Coppola. Lamento la demora en lo que se le debe, hemos tenido ciertos… problemillas.
— He de suponer que usted es el nuevo líder —mencioné tajante terminando de acercarme al hombre.
— Está en lo correcto, Angelo Napoli para servirle.
Extendió su mano hacia mí, pero ni siquiera me inmuté, ¿qué se creía? ¿Qué con buenas palabras iba a olvidar los más de veinticinco millones de liras que nos debía? Estaba muy equivocado, es que ni su nombre lo memoricé, me sentía tan enojado en ese momento… solo deseaba golpearle y tirarle los dientes, esa m*****a sonrisa cínica me revolvía el estómago y lograba de a poco, sacar lo peor de mí. Fruncí el entrecejo y apreté mis puños. Él hizo lo mismo al notar que no le estrecharía la mano, acto seguido bajó su mano con lentitud mostrando lo que a mi parecer era desagrado e incomodidad.
— He venido aquí para hablar de negocios, como podrá comprender, la guerra, aunque por ahora dicen estar en paz, ha hecho que todo se vuelva más complicado de lo normal. Los nazis no son de fiar. Hoy en día no es fácil traficar lo que usualmente me piden. Así que me es necesaria la paga en este instante, no mañana, ni pasado.
— Entiendo, señor Coppola, por favor, tome asiento y discutamos al respecto.
El hombre pidió a su gente retirarse, así que pedí lo mismo a los míos, los cuales ya sabían las órdenes que debían cumplir mientras discutía con el tipo. Estar a la par con él y escuchar qué basura iba a decirme para intentar evitar pagar solo lograba que mi instinto animal comenzara a aflorar lentamente, me hacía sentir bastante incómodo y alterado. Ah, es que lo sabía muy bien, conocía el tipo de persona que era con solo ver su vestimenta de niño bonito de papito. Quería aparentar ser un tipo correcto, a pesar de ser un mafioso al igual que yo, qué tipo tan desubicado.
Se sentó frente a mí tendiéndome una copa, sirvió un poco de ron para mí y luego en la suya, sin embargo, no era común confiarme. Era típico el uso de venenos ya fuese en bebidas o en los utensilios, así que solo me limité a cruzarme de brazos luego de haberme sentado.
— De acuerdo, ¿cómo me va a pagar? ¿Cuándo? —pregunté echándome atrás, recostando la espalda del sillón que, por cierto, era bastante cómodo.
— Bien, le aseguro que para el mes entrante tendré el dinero y…
— Necesito que me pague ahora, esta misma noche, no más lapsos de tiempo, Napoli —le interrumpí de inmediato frunciendo el entrecejo, parecía que se había tomado en serio el cuándo para tiempo futuro.
— Tengo a un familiar enfermo, he estado batallando con ello, soy la única persona que le queda.
— Pues debido entonces a ese mismo motivo, debería considerar pagar hoy mismo, ya que sería una lástima que ahora no lo tenga a usted si de verdad es lo único que le queda.
— ¿De verdad me está amenazando, señor Coppola? Le recuerdo que está en mi zona —la osadía del joven me sacó una sonrisa, sin embargo, le señalé mi reloj.
— Tic, toc, Napoli. Dos meses, hombre, dos meses han pasado y no he visto ni una lira en mi bolsillo que venga de ti. Esto no es un maldito juego, chico.
— Lo sé, pero le estoy haciendo clara mención que el otro mes tendrá cada lira que le debo. Mi padre me ha dejado con esa deuda, sin mucho dinero… es complicado. Pero tiene mi palabra de hombre.
— No es mi asunto, es una pena que le haya dejado con una deuda bastante alta, pero he sido bastante considerado con usted tomando en cuenta que hace casi tres meses Napoli murió, tengo razón, ¿cierto?
— ¿No es capaz de esperar solo un mes más? Solo eso le estoy pidiendo.
El tipo comenzaba a alterarse, sus ojos se entrecerraron como si buscase intimidarme, yo solté una risa irónica ante ello al instante y agarré la pequeña copa frente a mí, luego me levanté del sillón caminando por la habitación con lentitud. Sentía la pesada mirada del joven hombre, ignoraba por completo si estaba nervioso, él no se movía, ni siquiera pestañeaba cada que desviaba la mirada hacia él.
— ¿Otro mes? Dime algo, joven Napoli, ¿aprendiste hacer negocios con tu padre? Porque al menos él me sobornaba de alguna jugosa manera cuando se tardaba en pagarme, sin embargo, él me enviaba el soborno antes de yo tener que decirle algo y eso, amigo mío, eso era lo que me tenía enganchado con el buen viejo Napoli, nos llevábamos excelente —mi tono de voz era un tanto alegre y carismática—. Siempre era bien recibido, dejaba pasar por alto la deuda y luego me pagaba en la fecha justa en que mencionaba en su carta. Pero tú… tú ni siquiera te presentaste, no dijiste nada de la deuda cuando la familia pasó a tus manos, lo que me hace pensar que solo te hiciste el desentendido hasta que envié el aviso —seguía paseándome por la habitación con paso lento, moviendo la copa en círculos, el líquido casi se derramaba en algunas ocasiones, pero nunca llegó a mancharme —. Entonces, mi estimado, ¿cómo puedo irme de aquí satisfecho?
Tardó en responder, bebió de un solo trago el ron que se había servido colocando la copa con fuerza sobre la mesita de madera, le miré directo a los ojos con total seriedad al cesar mi andar frente a él.
— Armas… balas, mujeres… lo que gustes.
— ¿Es en serio? Me tienes que estar tomando el pelo, ¿cierto? Porque no es gracioso, Napoli, no es gracioso. ¿Le quieres dar armas y balas a un traficante de armas?
Pude ver que tragó con fuerza, tal vez ya se había cagado los pantalones, y claro, era un chiquillo que muy seguro no pasaba de los veinticinco. El desgraciado de Giovanni Napoli había dejado al mando a su hijo siendo aún apenas un capullo. Aunque no puedo criticar, yo también tomé el liderazgo siendo muy joven, aunque Lombardo me enseñó con mano dura.
El joven bajó la mirada, suspiré enojado, mi mentón se había tensado. Por un momento había sentido lástima del chico, pero el castigo no podía evitarse, me acerqué y me agaché a su lado, dejando la copa aún llena al lado de la otra ya vacía. Acerqué mis labios a su oído, pude percatarme que estaba sudando, tenía la sien y parte de su cabello mojado.
— Ya sé qué podemos hacer Napoli, tranquilo, lo había pensado desde ayer. No tienes que preocuparte por tu familiar enfermo, pues podrá recuperarse sin problemas, no haré nada que le cause algún disturbio —le vi apretar los puños en sus rodillas, bien entendía que no podría sacar su arma estando yo tan cerca, eso sería un error bastante grave, pues podría partirle la muñeca en el intento —. Vamos, hombre, relájate, te estoy dando mi palabra, luego de esto, no habrá problemas entre nosotros ¿vale?
Le palmeé el hombro y le sonreí. Mi mano izquierda se deslizaba por mi saco mientras intentaba distraerle.
— No quiero… no quiero deberle nada, de verdad el dinero se lo tendré para el mes entrante. Solo… solo necesito estas semanas.
— ¿Y cómo lo logrará? Ese dinero no se consigue de la noche a la mañana, hombre, despierta, estamos en un maldito conflicto global en donde no se sabe cuándo a los nazis se les antoje atacar de nuevo, si no nos acaban esos locos, lo hacemos entre nosotros mismos. ¿Qué prefiere? Mejor piense en su familiar y saldemos cuentas hoy mismo, porque mis hombres luego de esta noche, estarán acabando a uno por uno de los suyos, y ellos cumplen órdenes, no se van a detener, puede ser muy peligroso para la persona que tanto protege.
Levanté la mirada y pude divisar un gramófono, sonreí e hice un comentario armonioso sobre ello. Me gustaba la música, no podía negarlo. Así que me levanté y fui directo a ella para admirarla. Era muy bonito, la bocina era dorada, la caja era enteramente de madera fina, un artefacto bastante elegante y llamativo para los amantes de los aparatos de la nueva era. Coloqué la aguja sobre el plato y giré la manivela unas cuantas veces para que el sonido comenzara a reproducirse.
— Hermoso, esa canción me gusta bastante, qué casualidad. I’m sorry, I made you cry, Henry Burr. Fue un boom desde que salió luego del supuesto fin de la guerra.
— Si gusta puedo ofrecerle el gramófono —los hombres de Napoli ingresaron a la habitación, éste los echó al instante, enojado, seguro pensaban que ya me había encargado de su jefecito —. Lamento eso. Como decía, puede usted…
— No, ya tengo uno.
Le corté la oración de inmediato, volviendo a acercarme a él, era necesario acabar con eso de una vez por todas. No podía seguir esperando por un dinero que no iba a aparecer por arte de magia, ni mucho menos esperar por un soborno lo suficientemente delicioso como para hacerme esperar hasta el mes entrante. Metí la diestra en el bolsillo de mi saco y me dispuse a observar los retratos en la habitación.
— Si le gusta el arte…
— Para nada. Me resulta aburrido. Es decir, dibujan hermoso, pero no siempre logro comprenderlo. Deje ya de intentar ofrecerme cosas que realmente no valen la pena para tapar un poco los millones de liras que debe, Napoli.
Giré el rostro, se veía desesperado. Era una sorpresa que siguiera allí sentado y mi paciencia había llegado ya al límite. Si esperaba más, sus hombres entrarían y acabaría en algo peor. Aunque debía de suponer que mis hombres ya estarían cumpliendo con su tarea.
— Le prometo que luego de esta noche, la deuda quedará saldada —susurré bajo, de modo que solo él pudiese escucharme, soltó un suspiro de desesperación cuando vio que me acercaba nuevamente a él, saqué la navaja de mi bolsillo al posicionarme a su espalda y rebané su garganta mientras sostenía su cabeza y tapaba sus labios con la zurda —. Shh… es una pena, pero, hasta aquí llegó mi amabilidad para con los suyos.
Dejé caer su cabeza hacia atrás con delicadeza, mis guantes se habían manchado un poco con su asquerosa sangre, por lo que saqué mi pañuelo y me limpié con ello. Caminé hacia la puerta, al abrir, los hombres del fallecido, estaban en el suelo, manchados en su propio charco carmesí y los míos con los trajes llenos con gotas o manchas grandes de aquel desagradable líquido. Hice una señal para que sacaran lo que fuese de valor en esa habitación. Era un hotel, pero sabía que el viejo Napoli solía pasar allí algunas noches con las prostitutas de la zona, así que algo valioso debía tener allí, más de lo que ya pude ver en esos minutos que resultaron eternos y tormentosos. Tiré el pañuelo al suelo cuando terminé de limpiarme y caminé directo hacia afuera, solo quería subir a mi coche e ir a casa, un sueño reparador me hacía falta. No me gustaba llegar a esos extremos, pero bien sabía que nunca llegaría el día del pago, estaríamos en un tejemaneje de “te pago tal día”.
Una vez en el coche, cerré de un portazo pidiendo que arrancara de una vez antes de que comenzara el bullicio por los asesinatos y mi cefalea hiciera aparición. Mis hombres se encargarían del resto, yo solo deseaba acostarme en el sofá y beber una botella de ron entera. Olvidar lo que había hecho y dormir cuando ya no pudiera soportar el alcohol en mi cuerpo.
El frío parecía sentirse con más fuerza, quizás era una percepción mía debido a la incomodidad por haber hecho lo que hice, pero cerré la ventanilla mientras jugueteaba con el último tabaco cubano entre mis nudillos y tarareaba muy por lo bajo la canción que mi madre me cantaba cuando me sentía angustiado, de algún modo eso me relajaba y me hacía dormir como bebé, aunque eso ya no sucedía, no podía hacerlo conmigo mismo.
En treinta minutos ya estaba de nuevo en mi zona de confort, entré a mi oficina e hice aquello que tanto esperaba hacer. Cerré los ojos mientras escuchaba música y el alcohol comenzaba a correr por mis venas, era una sensación agradable considerando que hacía menos de dos horas había asesinado al sucesor del viejo aquel. Es probable que eso me repercuta en algún momento, pero también está la probabilidad que el grupo se disuelva, lo que me brinda a mí más oportunidades de trabajo, pues no conozco a nadie que fuese el candidato a líder si la zona de Soffiano quedaba sin sucesor
Debía de suponer que luego de saldar la deuda, todo debía estar en paz entre ambos grupos. Lo más inteligente sería que ellos se unieran a mi gente, pero el orgullo Napoli siempre fue grande. Demasiado grande como para darse por vencidos o como para abandonar todo.
Era cuestión de tiempo. Era cuestión de esperar por la reacción de los Napoli ante mi acción.
El nuevo mes había llegado y con ello mi remordimiento se volvía más tenue al punto de ser casi inexistente, la noticia que tuve luego de acabar con el hijo del viejo Giovanni fue que algunos estaban desertando y otros estaban en la búsqueda de otro integrante directo de la familia Napoli, aunque tenía entendido que no habían tenido suerte con ello. Es probable entonces que esa persona que protegía aquel chico haya muerto luego de mi encuentro con el chico, es una pena. Y es en esos momentos cuando pienso que siento pesar por lo que hice, pero no podía arrepentirme de algo que ya es común cuando no pagan las deudas, tal así me enseñó el viejo Lombardo.Luego de aquella noche, mis hombres llegaron al amanecer con todos los objetos valiosos y no valiosos de esa habitación. Incluso el gramófono estaba entre esos objetos. Conservé algunos, pero otros los vendí al mejor postor. Tenía que recuperar algo de mi pérdida y para mi suerte, obtuve más de eso gracias a la colección de cuadros que
Mientras Luz se encargaba de hacer entrar en confianza la chica y de ayudarla a quitarse su destruida ropa y la suciedad, me quedé en mi habitación leyendo, aunque luego de unos quince minutos de lectura comenzaba a darme algo de sueño, la cama estaba bastante cómoda y suave, incuso mis párpados empezaban a cerrarse por sí solos, cada vez con más pesadez; no me había percatado en absoluto de la hora, pero cuando la señora Luz tocó mi puerta y avisó que la cena estaba lista, miré por la ventana y me di cuenta que ya era completamente de noche desde hacía bastante rato. El tiempo había volado mientras dormía, no tuvo piedad.Parezco ya un viejo —pensé.De inmediato le informé que la chica debía cenar con nosotros dos, y su respuesta fue estabas bambino cuando lo pensé. Típico hablar así las madres, ¿no? Bueno, insisto en el hecho de que siempre he visto a esa señora como mi madre cuando la mía faltó en mi vida.Dejé mi libro a un lado riéndome de las palabras que había dicho aquella anc
Me encontraba leyendo El gato negro del gran Edgar Allan Poe luego de haber buscado por un rato qué podía mantenerme entretenido, estaba sentado cómodamente en mi sillón escuchando un poco de Mozart en un volumen bastante bajo, al final me había decidido por escuchar al buen Wolfgang, mis pies reposaban en el escritorio con las piernas cruzadas una sobre la otra, y claro, un té negro que me había preparado antes de disponerme a la lectura, pero había o sucedía algo que me estaba distrayendo por momentos relativamente esporádicos. Colocaba el pequeño libro en mi regazo y miraba a mi alrededor, todo se veía en orden y nada se encontraba fuera de su lugar lo que me hacía expresar una cara bastante perpleja, giré el rostro hacia la puerta, creyendo que tal vez alguno de mis hombres se encontraba allí parado como un muerto dispuesto a meterme el susto del día y tal vez el de mi vida, pero cada que volteaba no había nadie, el pasillo estaba solo como el desierto. Así que solo debía mantener
Volví a casa con mi maletín lleno de dinero, el gordo de Ricci siempre me daba de más cuando se demoraba un poco con sus pagos, así que me sentía bastante tranquilo y satisfecho, sin embargo, el nuevo trabajo que me ofreció me resultó bastante extraño, y como él mismo me dijo, difícil de creer. Meditaba en ello en mi oficina mientras guardaba el dinero en la cajuela, me distraía por fracciones de tiempo imaginando y poniendo en orden toda la información que me había dado, llegando incluso a pensar que sus informantes estaban teniendo delirios o que tal vez se drogaban cuando salían en busca de esta.Comencé a hacer anotaciones en mi diario de todo lo que Víctor me había dicho antes de que se me olvidaran sus palabras, cerré en círculos las frases más importantes para así tener una idea de cómo unir los cabos sueltos cuando tuviese más idea de lo que estaba sucediendo, que, sin lugar a dudas, me resultaba y era bastante insólito.— ¿Por qué ustedes otra vez? —susurré entre dientes mira
Luego de una búsqueda sin suerte y de varios chascos al creer que quizá teníamos alguna pista, volvimos adentro para buscar a las mujeres resguardadas en el sótano, la zona era segura de nuevo, por el momento. Para mi gran pesar, no podía mantener allí a Fiorella, incluso me cuestionaba el tener a tantas mujeres en el hogar Lombardo, pero pensar en una reducción de personal era injusto para esas mujeres que dependían de ese trabajo. Estaba casi echando chispas y centellas por mis ojos y orejas, guardé mi parabellum en el cinturón mientras caminaba hacia el lugar donde todas se refugiaban del susodicho peligro. Vittorio y Steffano estaban afuera de la habitación con sus armas listas para atacar, aunque al verme, la defensa de ambos desapareció, quitaron el dedo del gatillo.— Jefe, ¿qué demonios pasó?— Quisiera saber lo mismo. No encontramos nada, nada además del charco de sangre en la posición de Giordano, es como si se hubiese esfumado luego de vomitar sangre o no sé.Sus rostros mo
A lo mejor dormí un par de horas, pero apenas noté que el sol comenzó a salir, me levanté dejando a Fiorella seguir durmiendo. Tuve cuidado para no despertarla mientras me bañaba y luego al vestirme, parecía una princesa en un sueño profundo, era claro que me daba pena despertarla, así que la dejé en la cama. Salí de la habitación, algunos estaban ya afuera para la reunión que teníamos pendiente. Me acomodé el sombrero y el saco para luego hacer una señal con mi mano para que me siguieran a la oficina. Vittorio y Bruno ya esperaban con armas en mano, otros de los hombres merodeaban la zona cercana mientras otros seguían vigilando. Sin mencionar más que un buen día, entré y me senté en mi sillón, los demás se quedaron de pie frente a mí esperando a que diera mi charla. Esa era, quizás, la reunión más importante en mucho tiempo. No me fui con rodeos y advertí que las maneras de hacer las guardias cambiarían, aquel que le gustara trabajar solo, se iba a joder ya que no iba a permitir n
Todos mis hombres se desplegaron alrededor de los cadáveres sin dejar de apuntar con sus armas, en busca de algún intruso. Pero bien sabía yo que ahí no había nadie más que nosotros y los muertos en el centro de la azotea. Ya eran más bajas para los Lombardo, tres de mis hombres habían caído en menos de veinticuatro horas, y eso era una clara señal para activar mis alarmas. Los Napoli no estaban jugando, la amenaza contenida en la carta era más seria de lo que creía. Caminé hacia los cuerpos, los tres estaban con los huesos de sus extremidades rotos, cortaron sus mejillas para formar una larga sonrisa bizarra, algo bastante macabro que nunca había observado en algún asesinato despiadado. Giordano tenía un corte profundo en su abdomen, mientras que los otros dos en su cuello. No había demasiada sangre alrededor de ellos, era como si hubiesen recolectado cada gota para hacer algo con ello, y claro, seguro eso hicieron. La única mancha de sangre en el lugar de Giordano y en ese momento,
Ya era el mes de julio, el verano se encontraba en su máximo esplendor. Todos nos encontrábamos y sentíamos en paz pues no supimos más de los Napoli por una buena temporada luego de aquel ataque que acabó con la vida de tres de mis hombres, incluso por más que mandase a mis hombres a investigar, quizá ese nuevo líder se había meado los pantalones o lo habían destituido de su cargo por ser tan impulsivo y un poco bruto. Realmente no tenía la más remota idea de lo que sucedía con ellos, era de suponer que lo más sensato era que estaban locos por obtener algún tipo de venganza por haber asesinado al joven aquel, aunque aquella carta amenazadora daba a entender que sus ataques no pararían, por lo que a veces me sentía demasiado ansioso cuando salía demasiado tiempo de casa.Laura me gustaba cada vez más, trataba de alejarme de ella a veces, más cuando Fiorella se encontraba acompañándonos, debía evitar esos sentimientos a toda costa, pero solían ser imposibles de pasar por alto. Fiorella