Su mirada estaba fija en aquí ventanal de la habitación, ese dónde su poema Mónic había estado de pie hace un rato cuando decidió enfrentarla... Mónic... esa pequeña había resultado mucho más de lo que cualquiera hubiera podido imaginar.Aún recordaba la primera vez que la vio, afuera de la oficina de Dominick asegurando que era su novia, recordaba la ira que se había apoderado de ella al pensar que alguien tan insignificante como esa niña, de rostro angelical; se había convertido en la pareja del hombre que ella amaba.¿Quien iba a imaginar las vueltas que daría la vida?, esa pequeña de mirada inocente se había transformado en una fiera capaz de luchar con uñas y dientes para permanecer con vida; había resultado una mujer astuta y con mucho más temple de lo que cualquiera podría poseer. Si en ese momento alguien le hubiera dicho que esa mocosa era su prima y que terminaría debiendole la vida, se hubiera reído a carcajadas. Pero aquí estaba ahora, en un hospital, viva y con su pequeñ
Las manos le sudaban, su corazón latía acelerado, su mente estaba hecha un embrollo y todo empeoraba al sentir la mirada acusatoria de Dominick clavada sobre ella.¿Quien iba a pensar que confesar tus pecados era mucho más difícil que cometerlos?, sabía que en el momento en que abriera la boca se firmaría un abismo descomunal entre Dominick y ella; sabía que no siquiera la amistad sería rescatable entre ellos.— Litzy si quieres discutir por mi decisión de enviarte a casa de mis padres...— ¡No!, no es eso Dominick — respiro profundo, una, dos veces como un vano intento de calmar los latidos erráticos de su corazón — tengo muchas cosas que confesarte. Te pido por favor que no me odies.Dominick arqueo una ceja mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, mirando de forma expectante a la mujer.— Comencemos por el principio... Jhon, el hombre que nos secuestro... él, esa vez que atacó a Mónic... fui yo quien le pidió que la vigilara y le di luz verde para que hiciera lo que quisiera con
El choque de los tacones sobre el piso de cerámica era lo único que se escuchaba en el local de Auron Denali, mientras que todas las miradas se enfocaban en la figura femenina que recorría el lugar como si de la mismísima dueña se tratase; nadie se atrevía a interponerse en su camino por miedo a qué su jefe les volara los sesos. Todos, absolutamente TODOS, sabían que esa mujer era intocable; en un abrir y correr de ojos se había convertido en la protegida de su jefe, por lo que arremeter contra ella sería firmar una sentencia de muerte más que segura.— Bienvenida — saludos Auron al ver a la muchacha ingresar en su oficina, una sonrisa filosa se plasmó en sus labios; ella permaneció con semblante inmutable.— Primero que todo, gracias por prestar a tus hombres y tú conocimiento para rescatarme — hablo Mónic, quitándose los lentes oscuros que llevaba puestos; Auron hizo una mueca al observar a detalle el moretón que se le había formado en el rostro — segundo, aquí están todas las prue
Tan solo dos días habían pasado desde su regreso, dos días cargados de pesadillas y responsabilidades, dónde había tenido que enfrentarse a sus propios tormentos; a la consecuencia de sus decisiones e incluso a ciclos que aun no lograba cerrar.Se observo al espejo, detallando su figura maltratada, observando como fingía entereza cuando estaba terriblemente deshecha por dentro... se sentía cansada, cansada de vivir en ese mundo de máscaras y apariencias del que ahora formaba parte, sin siquiera poder evitarlo.— ¿Estás bien? — indagó Thiago mientras colocaba las manos sobre los hombros femeninos, sus miradas se encontraron a través del reflejo en el espejo. Sin previo aviso Mónic se giro para abrazarlo con fuerza por el torso, escondiendo su rostro lloroso contra el amplio pecho masculino, dejándose embriagar por la fragancia que emanaba de él; brindándole calma y seguridad.— Gracias... gracias por ser mi sostén durante todo este tiempo — sabía que si no hubiera sido por la compañía
Soltar y dejar ir a veces puede ser tan doloroso, tan difícil de aceptar y sobre todo de enfrentar... dejar atrás todo aquello que te hizo tanto daño y despedirte de una parte de ti, debe ser uno de los más grandes actos de valentía que pueden existir.Levantarte y sostener tus pedazos cuando te sientes morir, pensar que aún puede existir una esperanza en medio del caos y la oscuridad... sentirse perdida en su propio ser hasta el punto de no reconocerse en el espejo... Luchar por renacer de entre las cenizas cuando se cree todo perdido... luchar porque mientras se esté respirando todavía queda una esperanza... si, ese era uno de los actos más valientes y difíciles de enfrentar, continuar cuando sientes que de ti no queda nada más.— ¿Estás segura de esto?, podemos viajar a dónde quieras, podemos estar unidos como una familia; no necesariamente tienes que marcharte — Mónic esbozo una tenue sonrisa, apenas perceptible; ante las palabras de su padre.— Papá. Necesito esto — fue su única
El avión crujía suavemente al deslizarse entre nubes algodonosas, el zumbido de los motores un bajo constante que vibraba en los huesos de Mónic. Apretó el frío vidrio de la ventanilla con la frente, observando cómo las luces de la ciudad se convertían en constelaciones terrestres. Cada parpadeo le recordaba aquella noche en que había huido de él, el miedo de no poder escapar de sus propios demonios....pero sobre todo, como su vida había colgado de un hilo cp algo efímero y sin sentido.Ahora, el aroma a café rancio del servicio a bordo se mezclaba con su perfume a vainilla, creando una ironía dulce-amarga que la hizo sonreír sin humor. Estaba viva, pero algo dentro de ella se había marchitado sin poder evitarlo.Dominick ocupaba el asiento contiguo, su brazo rozando el de ella cada vez que pasaban las azafatas. Era un recordatorio de que a pesar de todo, él aún estaba ahí. Por alguna razón ella no retiró su brazo, permaneció allí, un contacto tibio y discreto como un latido comparti
El despacho de la terapeuta olía a lavanda y tinta seca. Mónic se aferraba al borde del sofá de lino crudo, sintiendo cómo el reloj de pared contaba cada latido con el tictac de un juez implacable. Fuera, la lluvia arañaba los cristales como dedos fantasmas intentando entrar. — Hoy hablaremos de Jhon — anunció la Dra. Varga, ajustando sus gafas de carey. Su voz era suave pero imparable, como la marea. Mónic tragó saliva. Notó el peso del colgante de mariposa rozando su esternón, aún extraño contra su piel. "Renacer", había dicho Dominick. Pero en ese instante, solo sentía el vértigo de caer. — Él… — la palabra se atascó en su garganta, afilada — Me hacía recoger vidrios rotos descalza. Decía que así aprendería a no quebrar cosas valiosas. Una gota de sudor frío le recorrió la espalda. En el silencio que siguió, el zumbido del ventilador se convirtió en el runrún de aquel generador de la cabaña segura, aquel que sonaba cada vez que… — Mónic — La voz de la Dra. Varga la trajo de vu
El mirador era una lengua de cemento suspendida sobre el vacío. Mónic apoyó las manos en la baranda helada, sintiendo el latido de la ciudad a 300 metros bajo sus pies. Los edificios se extendían como circuitos luminosos, cada ventana encendida, era una chispa de vidas ajenas. Dominick se inclinó a su lado, su aliento dibujando fantasmas en el aire nocturno. — Cuando te conocí —murmuró, rozando su hombro con el suyo — pensé que eras de esas personas que iluminan habitaciones solo al entrar — Hizo una pausa, dejando que el viento se llevara las palabras — ahora sé que eres de las que iluminan universos enteros desde las cenizas. Mónic cerró los ojos. El aroma a pimienta rosa y salvia silvestre, la esencia que Dominick usaba desde que ella mencionó que le recordaba a las mañanas de domingo; se mezclaba con el olor metálico de la altura. En algún lugar entre las sombras, un grillo raspaba sus alas en un vals solitario. — No te pediré que olvides — continuó él, deslizando algo frío y p