Cuerda floja

El choque de los tacones sobre el piso de cerámica era lo único que se escuchaba en el local de Auron Denali, mientras que todas las miradas se enfocaban en la figura femenina que recorría el lugar como si de la mismísima dueña se tratase; nadie se atrevía a interponerse en su camino por miedo a qué su jefe les volara los sesos.

Todos, absolutamente TODOS, sabían que esa mujer era intocable; en un abrir y correr de ojos se había convertido en la protegida de su jefe, por lo que arremeter contra ella sería firmar una sentencia de muerte más que segura.

— Bienvenida — saludos Auron al ver a la muchacha ingresar en su oficina, una sonrisa filosa se plasmó en sus labios; ella permaneció con semblante inmutable.

— Primero que todo, gracias por prestar a tus hombres y tú conocimiento para rescatarme — hablo Mónic, quitándose los lentes oscuros que llevaba puestos; Auron hizo una mueca al observar a detalle el moretón que se le había formado en el rostro — segundo, aquí están todas las prue
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