Marko Ferrer.
La indignación se apoderó de mí, un torbellino de emociones que ni siquiera una infidelidad podría igualar. Dos años de matrimonio con Elsa y descubrí que me había mentido, engañado de la manera más dolorosa. Lo más sorprendente era que no lo supe de ella; fue el médico de la familia quien me reveló la verdad. La traición pesaba en mi corazón, marcando esos años compartidos con una sombra de decepción y amargura.—¡Cómo pudiste hacerlo, Elsa! — Espeté molesto.—Marko, mi amor, yo te juro que no quise lastimarte. Estaba muy mal y fue la única solución que encontré — Ella llevó sus manos a sus mejillas, cubriendo su rostro y sollozando.—¡Matar a mi hijo no era una solución! ¡Tú sabes que yo anhelaba ser padre y no te importó! — Le grité molesto.—¡No iba a arruinar mi cuerpo ni mi vida por un mocoso llorón! ¡Yo nunca he querido ser madre y tú lo sabías cuando te casaste conmigo, pero aún así insistes!... Mi cuerpo es mi decisión.— Exclama.Al principio, cuando nos casamos, era verdad que ella no deseaba ser madre. Sin embargo, yo ingenuamente pensé que con el tiempo podría cambiar de opinión. La verdad se reveló de la manera más cruel, y ahora, enfrentándome a esa realidad, la rabia me invadía. Luchaba por mantener el control y no decirle lo que merecía.Aquel niño no solo era su hijo, sino también el mío, y ella no tenía derecho a tomar una decisión de esa índole sin consultarme o, al menos, informarme. La sensación de traición y desolación se entrelazaba con mi frustración, creando un torbellino de emociones que amenazaba con desbordarse en palabras que tal vez lamentaría más tarde.—Marko, yo no estoy lista para ser madre ni nunca lo estaré. Si lo deseas, podemos adoptar, pero yo nunca te daré un hijo — Sentencia.Adoptar no constituía una opción para mí; mi anhelo era tener un hijo de mi propia sangre. Visualizaba su crecimiento, llenándolo de amor y cuidados. Ya había tejido en mi mente varios nombres, Alex para un niño y Alma para una niña. La ilusión me embargaba, pero Elsa había destruido todas esas esperanzas; era asombroso el egoísmo que emanaba de ella.Nunca le exigí nada más allá de lo básico, no la presioné para que asumiera labores en el hogar o que me acompañara a eventos. Su única dedicación era despilfarrar mi dinero en fiestas, compras y frivolidades, sin demostrar cariño. Lo único que le pedí fue un hijo, y ni siquiera pudo complacerme.Era desgarrador constatar cómo la había idealizado. Elsa no era la mujer de la que me enamoré, o más bien, esa mujer nunca existió. Alma tenía razón en todo lo que me había dicho. La realidad me golpeaba con fuerza, revelándome que mi matrimonio se sostenía en un frágil velo de ilusiones rotas.—También es tu culpa — Me acusa, señalándome con enojo. — Ni siquiera tienes tiempo para mí; tu carrera lo absorbe todo.—¡Es mi deber luchar contra el narcotráfico, Elsa! ¡Lo que más anhelo es atrapar a esos infelices!— Exclamé.—Estás obsesionado con la lucha o más bien con Alma.— Espeta.La culpa me ha carcomido durante los últimos dos años. No puedo evitar pensar que, de alguna manera, Alma fue arrastrada por las sombras debido a mi negligencia. No estuve ahí para defenderla, y lo peor de todo es que la traté de manera desconsiderada la última vez que nos vimos.A pesar de no compartir lazos de sangre, Alma era como mi hermana; la consideraba parte fundamental de mi familia.Cuando papá se negó a pagar su rescate, el temor de que la hubieran asesinado se apoderó de mí. En ese momento, era solo un niño incapaz de ayudarla, pero decidí marcar una diferencia y dedicarme a rescatar a todas las niñas que pudiera.Desde ese instante, mi vida cambió, y comencé a trabajar incansablemente en fundaciones para ayudar a las víctimas del narcotráfico. Durante los últimos dos años, trabajé sin descanso, sin ninguna bandera, hasta que finalmente decidí dar un paso más grande al postularme como gobernador.Mi padre había incursionado en la política años atrás, pero su imagen no era la mejor. Al principio, tuve dificultades para construir una reputación positiva, pero con mucho esfuerzo, logré cambiar esa percepción y ganarme la confianza de la gente.—¡No menciones el nombre de Alma! — Le prohibí.—Ella debe estar muerta, debes aceptarlo y desistir de esta estupidez de la gobernatura. Puede costarte la vida, Marko. Si no dejas de amenazar a los narcos, ellos te matarán a ti.Fuimos interrumpidos cuando Brian, el jefe encargado de mi seguridad y mi mayor apoyo, entró en la habitación. Él coordinaba a los guardaespaldas que velaban por mi seguridad y la de mi familia.Aunque su papel principal era brindarme protección, me gustaba pensar que también era mi amigo. La verdad era que nunca había tenido muchos amigos, excepto por mi socio. Conocí a Ivan en un congreso hace más de dos años, y con facilidad se ganó mi estima desde entonces.—Señor Ferrer, disculpe la intromisión. — se disculpa.—Eres un fastidio — Elsa rueda los ojos; ella odia a Brian por alguna razón desconocida.—Prosigue, Brian — Le ordené.—Me acaba de llamar mi contacto en la DEA. Realizaron un operativo y rescataron a varias muchachas que estaban siendo explotadas.— Me informa.Estaba en contacto con el jefe de la DEA y colaboraba estrechamente con él. Brian me lo había presentado, ya que trabajaba con él, pero no entendía por qué me informaba sobre esa noticia.—Una de esas jóvenes afirma ser Alma Méndez.Cuando pronunció esas palabras, mi mundo se detuvo por completo. Al fin la habían encontrado, habían rescatado a mi Alma.Necesitaba verla y suplicarle que me perdonara. No podía ni imaginar el infierno que ella había sufrido por mi causa. Estaba seguro de que si ese maldito la secuestró, fue para vengarse de mí. Querían a mi hermana, pero se llevaron a Alma, y no podía concebir el infierno que había padecido.Pero ahora estaría nuevamente conmigo, con su familia, y me aseguraría de cuidarla y hacerla olvidar todo su sufrimiento.Tenía dos certezas: cuidaría a Alma y mataría al Alacrán. Él era mi principal objetivo desde hace años; más que verlo en la cárcel, lo quería muerto.Sin detenerme a reflexionar, atravesé los pasillos de la clínica con prisa hasta llegar a la habitación. Al entrar, mi mirada se encontró con Alma, quieta y en un profundo sueño.Su figura, ya transformada en la de una mujer, emanaba una elegancia serena. El cabello negro, cascada sedosa que se deslizaba sobre sus hombros, enmarcaba delicadamente su rostro. Fue imposible no notar la transformación en sus ojos azules, un azul que irradiaba calma y misterio, como el cielo en la noche estrellada. Su mirada, la cual comenzaba a despertar, parecía contener un universo de emociones.Era como si un ángel hubiera decidido descansar en aquel lecho de quietud.Al despertar, mis ojos se abrieron lentamente, revelándome una habitación ajena. La conexión con una máquina que facilitaba mi respiración destacaba en mi percepción. Mi mirada se posó en la imperturbable blancura de las paredes, y deduje que me encontraba en una clínica.Mis ojos se elevaron al notar la entrada de dos individuos. El primero, vestido de blanco, denotaba ser un médico de mediana edad. El segundo, sin embargo, era inconfundible, un rostro familiar que protagonizaba las noticias diarias.Sus ojos grises me escudriñaron con intensidad, como si intentara desentrañar mi identidad. El pelo oscuro, ahora más corto que hace años , y una candente barba en su rostro añadían un toque de atractivo.Se aproximó lentamente, sus pasos resonando en la habitación. Con delicadeza, acarició mis mejillas, como si temiera que su contacto pudiera quebrarme.— ¿Mi alma eres tú? — preguntó, pero no recibió respuesta alguna.— La paciente presenta signos de abuso sexual y físico — informó el m
Habían pasado dos días en los cuales me trataban con amabilidad. La señora Mariel y Marko estaban pendientes de mí, mientras que el señor Emir rara vez estaba en casa. Elsa se dedicaba a sus compras constantes, y Ana, quien estaba terminando la carrera, se encontraba de viaje por Europa.Durante esos días, los empleados continuaban maltratándome cuando ni Marko ni su madre estaban presentes. Gloria, la ama de llaves, era especialmente despectiva, considerándome una intrusa en la casa que Elsa y ella manejaban con mano firme.En un esfuerzo por integrarme, ayudaba a la señora Mariel a ordenar ropa para la fiesta benéfica organizada por Marko. Mientras doblábamos prendas, noté la mirada amorosa de la señora Mariel y no pude evitar devolverle una sonrisa. Siempre había anhelado tener una madre como ella, alguien que me tratara con el mismo afecto con el que cuidaba de Marko y Ana.A pesar de la aparente armonía, la relación entre Marko y Mariel era sólida, mientras que con Ana se llevaba
La tarde de compras con la señora Mariel fue toda una experiencia. Me sorprendió al elegir un vestido plateado para mí, revelador y elegante, con la espalda descubierta y un atractivo corte en V que resaltaba mi escote. Mi cabello, suelto y ondeante, llegaba hasta la cintura, y mi maquillaje realzaba mis ojos azules con una sombra delicada y un labial rosa claro. Al descender las escaleras, me encontré con la señora Mariel, quien ya estaba lista en un vestido blanco que resaltaba su elegancia. Su cabello rubio estaba recogido en un chongo, completando su look impecable. —Te ves hermosa — expresa mientras deposita un beso en mi frente. La mirada de Marko recorría mi figura de arriba a abajo, como si estuviera escaneándome, y en sus ojos se reflejaba claramente el desagrado. No podía olvidar el incidente del día anterior cuando lo vi besándose con su asistente, y esa molestia seguía ardiendo dentro de mí. —¿Qué te ocurre, hijo? ¿Por qué la miras así? — inquiere Mariel. —¡Ya se nos h
Marko Ferrer. El último mes ha sido un torbellino emocional. Mi madre tomó la decisión de que Alma entrara a trabajar en la empresa, lo que implicaba enfrentarme a su presencia diaria en la oficina y en mi casa. La ironía de la vida resuena en el hecho de que, tras años de extrañarla, ahora deseo enviarla lejos de mí. Verla constantemente se ha vuelto una tortura: su sonrisa, su voz, sus ojos, cada aspecto suyo me enloquece. En aquella fiesta benéfica, la vi radiante, y observar cómo los invitados la miraban y susurraban entre ellos, especialmente mi cuñado, me resultó intolerable. Fue en ese instante que decidí tomar distancia, consciente de que ya no la veía como a una niña, sino como una mujer, un cambio que me atormenta. Últimamente, Alma se ha involucrado en la fundación y en la empresa, mostrando una eficiencia y belleza que hacen más difícil alejarla de mis pensamientos. La imagen de Alma se entrelaza en mis pensamientos de manera incesante: la imagino vestida, desnuda, desp
Alma Méndez.Había transcurrido un mes lleno de tensiones desde que logré infiltrarme en la empresa con la ayuda de la señora Mariel. A pesar de este avance, mi falta de acceso al sector contable impedía cualquier avance en la investigación.Mis sospechas sobre Emir eran sólidas, pero sabía que era astuto y no dejaría rastro alguno de sus delitos. Dudaba incluso de que Marko con conexión con información crucial, tuviera acceso a esos detalles.Mi relación con Marko era desastrosa; él me ignoraba por completo, como si me odiara. Su vida se centraba en el trabajo y sus amantes. A pesar de mis intentos de acercarme, era evidente que solo me veía como una hermana, incapaz de considerarme como mujer. Aunque ya no amaba a Elsa, no estaba dispuesta a ser simplemente otra amante.Caminé por los pasillos hacia la oficina del señor Ferrer, sin saber por qué quería verme. Temía ser descubierta y me sentía abandonada por el Cuervo y el Alacrán, quienes prometieron protegerme pero estaban desaparec
Brian Murat.Me di cuenta desde temprano de la expresión radiante que Marko llevaba en su rostro durante todo el día. No podía ignorar que esa sonrisa tenía un nombre: Alma Méndez, el objeto del profundo amor de mi jefe, y no era el único cautivado por ella.La presencia de Alma prometía desatar una guerra de emociones y lealtades. Incluso para mí, su regreso marcaba una revolución en la mansión Ferrer. Sin embargo, a pesar de las turbulencias, mantenía mis objetivos claros; ni siquiera Alma podría desviarme de mi camino trazado.Con habilidad cultivada a lo largo de mi vida, jugaba en tres bandos: el de Marko de los correctos, el del Alacrán y el de Emir. Cada uno pensaba que era su leal servidor, pero yo tejía mis propios planes en las sombras. Mi venganza personal estaba dirigida hacia aquel hombre que me arrebató lo que más amaba.En la majestuosa mansión Ferrer, me encontraba como un observador astuto, escuchando la acalorada discusión entre Marko y su esposa Elsa. Esa mujer, con
Caminé decidida hacia la oficina de Marko, sintiendo la tensión por la incertidumbre sobre el futuro de Brian. No podía permitir que se cometiera una injusticia.Antes de entrar, me topé con Karla, su sonrisa amable ante Marko contrastaba con la hostilidad que experimentaba cuando estábamos solas. Ignoré la fachada y continué hacia la oficina, decidida a abordar la situación con Marko; sin embargo, ella me detuvo del brazo.— ¡Alma, Marko está ocupado! — advirtió Karla, frunciendo el ceño —. No deberías molestarlo en este momento.— Para mí, nunca está ocupado cuando se trata de asuntos importantes — Respondí con determinación.— Siempre estás tratando de llamar su atención. Es obvio que quieres ser su amante — acotó Karla, cruzando los brazos.— No estoy interesada en quitarle tu lugar, Karla. Solo me preocupo por lo que está sucediendo con Brian — expliqué buscando comprensión.— Tus intenciones son claras. No te hagas la inocente. No permitiré que interfieras en nuestra relación lab
Mientras tarareaba una melodía, mis oídos captaron la creciente discusión entre Elsa y Marko. Mi risa amenazaba con brotar, pero con la señora Mariel presente, me esforcé por contenerla. En secreto, había enviado el video a Marko y lo compartí en línea. Mi pensamiento interior resonaba: "Una de cal por las que van de arena, querida Elsa." Finalmente, Marko expulsó a Elsa de la casa con firmeza, advirtiéndole que no quería volver a verla. A pesar de las evidencias en su contra, Elsa negaba vehementemente su participación, alegando un fotomontaje. Antes de partir, me lanzó una mirada asesina, dejando un rastro de tensión en el aire. —¿Estás bien, hijo? — le pregunta su madre, y él asiente con la cabeza. Conozco a Marko lo suficiente como para entender que la situación le duele profundamente. No sé si se trata de su orgullo herido o simplemente el dolor de una traición amorosa. A pesar de su tristeza, decidí cumplir con nuestras obligaciones y juntos visitamos uno de los orfanatos b