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CAPÍTULO 3 NO PUEDE SER ELLA, ME NIEGO A CREERLO

Federick Maclovin

Palidecí al escuchar las palabras de Diane. Si ella está en lo cierto, necesitaba averiguar qué está haciendo Charlotte aquí. Pero antes de que pudiera mover un dedo, el anfitrión del evento pidió a todos que tomaran asiento para anunciar a los empresarios del año. Mientras él hablaba por el micrófono, yo no podía concentrarme en nada más que en Charlotte, observando cómo todos a su alrededor la alababan. Y turbios pensamientos allanaron mi cabeza, como si estuviera cayendo ante sus encantos, unos que jamás me fije cuando estuve casado que pudiera tenerlos.

«¿Será ella? ¿Será mi Charlotte?» Pensaba una y otra vez.

—¡Señoras y señores! El gran premio a la empresa agrícola del año es para Industrias Feldman —anunció el anfitrión, señalando a Charlotte y a Dora. Vi cómo se abrazaban y reían juntas antes de subir al escenario. La atención de todos se centró en ellas.

Solo entonces empecé a prestar atención cuando Dora tomó el micrófono.

—Gracias por este reconocimiento. Pero nuestra compañía no habría alcanzado este éxito sin la gestión de nuestra brillante administradora, mi querida hija, Charlotte Feldman.

El nombre resonó en mi cabeza como un ruido torturador. ¡Charlotte Feldman! No era el apellido de la mujer que conocía como mi esposa, pero, sin duda, era ella. Mi tensión cayó por completo, y un sudor frío comenzó a recorrerme. No podía creer que Charlotte no era solo una campesina, sino la hija de una familia agrícola influyente. Todo lo que creía saber se desmoronó frente a mí.

Sentí que me iba a desmayar. Mis manos resbalaron de las barandas de mi silla, y casi vomito por la sorpresa. No era el único sorprendido. Mi madre, a mi lado, estaba en shock absoluto.

—¡No me digas que es ella! ¡No puede ser esa arrastrada! —mi madre pataleaba incrédula, para ella era imposible ver como la mujer que ocupo un lugar en nuestra casa, y hasta llegó a ser su empleada del servicio, estaba siendo nombrada la ganadora de uno de los eventos más importantes del país, eso si que era realmente humillante para nosotros ¡De no creer!

—Así es, mamá —respondió Diane, con una satisfacción que no podía ocultar.

—No, no puede ser ella. ¿En qué momento se convirtió en la hija de los Feldman? ¿Sabes cuánto dinero tiene esa gente? —se preguntó mi madre con ironía

Yo seguía en estado de shock. Me había alejado de una mujer tan especial por un capricho, y nunca imaginé que regresaría, y menos convertida en una figura tan poderosa. Solo deseaba que la tierra se abriera y me tragara de una vez.

—¡Vámonos! —exclamé.

—¿Qué? ¡No vamos a irnos, Federick! Ahora es el peor momento para irnos. ¿No te das cuenta lo que está pasando frente a nosotros? —Mi madre señaló hacia el escenario, donde Charlotte hablaba.

—¿De qué estás hablando, mamá? —le pregunté, confundido—. Solo veo a una mujer ostentosa. No me siento cómodo aquí. Si ustedes no se van, me iré solo.

—¿Eres idiota o qué, Federick? Esa mujer te amaba con toda su vida. Esta es la oportunidad perfecta para hablarle y volver con ella. Podría ser nuestra única chance de salvarnos de esta quiebra —me dijo mi madre, visiblemente interesada.

La incredulidad me invadió al ver la perspectiva de mi madre. Negué con la cabeza y me puse la mano en la frente.

—¿Qué te pasa, mamá? Eso nunca va a pasar. ¿Acaso te olvidas de cómo nos divorciamos?

—Hijo, todos cometemos errores —dijo Magdalena con una nota de esperanza en su voz—. Debemos acercarnos a Charlotte. Es nuestra última oportunidad.

Suspiré con pesadez y volví a mirar hacia el escenario. Mi empresa estaba al borde de la quiebra y necesitaba urgentemente una inyección de capital. Nadie quería arriesgarse a ayudarnos por miedo a perderlo todo. Y ahí, frente a nosotros, parecía estar nuestra salvación. ¿Sería posible que Charlotte aún sintiera algo por mí y estuviera dispuesta a ayudarnos?

Finalmente, no pude evitar que mi madre insistiera en que habláramos con Charlotte. Ella había pasado de ser una simple campesina a una multimillonaria, y mi madre no quería dejar pasar la oportunidad de aprovecharlo.

Después de la premiación, la mayoría de los invitados se dirigieron al gran baile, pero Charlotte y su madre se estaban preparando para irse. Ellas solo buscaban hacer acto de presencia en ese momento; el resto podía esperar. A pesar de eso, Magdalena, siempre tan impulsiva, se acercó a ellas.

—¡Nuera! ¡Qué gusto verte después de tanto tiempo! ¿Cómo has estado? —dijo mi madre con una sonrisa forzada. Charlotte y su madre intercambiaron miradas de falsa confusión y se rieron de la situación.

—Disculpé, señora, ¿nos conocemos? —respondió Charlotte con un tono que dejaba claro su desdén, y pude ver cómo las mejillas de mi madre se sonrojaban de vergüenza.

—¡Claro que sí, cariño! Soy tu suegra, Magdalena Maclovin —dijo mi madre, y en ese instante, deseé que el suelo se abriera y me tragara. La humillación era evidente.

Charlotte intentó fingir que no me reconocía, moviendo la cabeza como si no se acordara. Sin embargo, cuando me acerqué a ellas, su semblante cambió de inmediato. Intentó alejarse, pero su madre la sujetó del brazo, instándola a enfrentarnos.

—¡Charlotte! —exclamé, tratando de mantener mi voz firme.

Vi cómo Dora fruncía el ceño y me miraba con desdén. No podía evitar que mi presencia pareciera una invasión. Charlotte parecía nerviosa y estaba a punto de irse corriendo, pero su madre la retenía, alentándola a no huir.

—¡Ah, ya recuerdo! —Charlotte dio una sonrisa con la comisura de sus labios —Los Maclovin , bueno ya no soy su nuera señora, con permiso. —Charlotte quiso irse, pero mi madre la tomó del brazo.

—Cariño, no te vayas. Ha pasado tanto tiempo, queremos hablar contigo —dijo mi mamá, un poco nerviosa. Le echó una mirada a Dora, como si le estuviera dando una orden, tal como solía hacer cuando Charlotte aún era mi esposa.

—Hija, si necesitas hablar con ellos, yo te acompaño —respondió Dora, antes de que Charlotte pudiera decir algo.

—Madre, no tengo nada que hablar con ellos. Todo quedó claro hace dos años. Vámonos, por favor. El conductor nos está esperando —Charlotte tomó del brazo a su madre, dejándonos a los Maclovin con la palabra en la boca. Mi madre se llevó la mano al pecho, completamente desconcertada. Charlotte había cambiado tanto: de aquella mujer sumisa y sonriente no quedaba nada. Ahora era imponente y desafiante.

—Mamá, ¿qué demonios fue todo esto? No entiendo por qué accedí a la idea estúpida de hablar con ella —le reproché a mi madre, frustrado.

—¡Ay, Federick! Es evidente que está herida, pero por su reacción me di cuenta de que todavía siente algo por ti. Apenas te vio, sus ojos brillaron y sus mejillas se ruborizaron. Aún se muere por ti, y nosotros vamos a aprovechar eso —mi madre sonreía esperanzada, como si aun quisiera verme con ella.

La incredulidad me invadió. Las ideas de mi madre parecían completamente descabelladas.

Un par de días después del evento estaba en mi oficina, en medio del caos que mi empresa se había convertido. Como CEO, estaba acostumbrado a lidiar con problemas, pero esto era algo completamente diferente. El despido masivo de empleados, las deudas acumuladas con los proveedores y la falta de contratos estaban llevando la compañía al borde del colapso. Cada notificación en mi buzón era una amenaza de cobro, y si la empresa cerraba, mi familia y yo no tendríamos ni para comer.

Las ideas oscuras de mi madre no me dejaban en paz. Tal vez Charlotte aún guardaba algo de bondad en su corazón y, por respeto a nuestro pasado, podría ayudarnos. Pero sabía que había sido un completo cretino y que ahora estaba pagando las consecuencias.

Entre las notificaciones de cobro, encontré una propuesta escrita por Industrias Feldman. Al principio, no podía creerlo. ¿Es una broma? ¿Qué podría querer la compañía de Charlotte de nosotros? me pregunté. Lo pensé mucho antes de abrir el sobre, pero al final lo hice. La propuesta ofrecía un enorme préstamo para salvarnos, a cambio de que trabajáramos para ellos y entregáramos nuestro nombre como garantía.

Al final de la propuesta estaba la firma de Charlotte y toda su información de contacto. Sentí una oleada de repulsión. ¿Cómo se atrevía a hacerme esto? Nunca entregaría el poder de mi compañía, y aun después del divorcio, Charlotte seguía atormentando mi vida. Con furia, arrugué la hoja y la tiré a la basura. Pero mi decisión tuvo que cambiar cuando mi madre entró a mi oficina, visiblemente angustiada.

—¡Hijo! ¡Pasó algo terrible! —Mi madre gritó llorando desesperada

—Mamá, ¿qué pasó? Cálmate y explícame por favor —le dije, tratando de entender la gravedad de la situación.

—Nos han echado de la mansión. La vendieron y nos sacaron a la calle como si fuéramos animales. Los nuevos dueños llegaron con el asesor del banco y nos sacaron de allí sin piedad.

—¿Qué? ¿Cómo es posible? No me dijiste nada de esto, mamá. ¿Qué hicieron exactamente?

—Fuimos a tu apartamento de soltero, pero estamos en la quiebra, Federick. Nos moriremos de hambre si no hacemos algo pronto. ¡Maldita sea! Necesitamos actuar con urgencia, por favor.

La angustia en la voz de mi madre era palpable. Era la peor noticia que había recibido en días. Dudoso, me volví hacia la caneca de la basura, donde había arrojado la propuesta arrugada de Industrias Feldman. Me agaché, la saqué de nuevo y la examiné.

—¿Qué es eso? —preguntó mi madre en medio de su caos

—Nada importante, mamá —mentí, tratando de minimizar la situación.

—Déjame ver —dijo ella, extendiendo la mano. Yo apreté el papel con fuerza.

—¡Déjame ver! —ordenó con más firmeza, mientras intentaba arrebatármelo.

Mi madre empezó a leer la propuesta, y su angustia se transformó en enojo cuando vio la firma de Charlotte.

—¿Qué se cree esa m*****a campesina? —exclamó, furiosa.

—Mamá, no es nada. No te preocupes, por supuesto que no voy a aceptar esto —respondí, intentando tranquilizarla, aunque mi voz sonaba insegura.

—¡Claro que no! Ella no se quedará con nuestra compañía, que nos ha mantenido durante tanto tiempo. Pero tú necesitas hacer un gran sacrificio por la familia.

La miré, confundido, frunciendo el ceño.

—¿Un sacrificio? ¿A qué te refieres, madre?

—Tienes que buscarla. Ya tienes sus datos, así que ve y habla con ella. Pídele dinero prestado, sedúcela, haz que vuelva a ti. Consigue lo que necesitamos. Mira, Federick, estamos en la calle, y la única salvación es Charlotte.

Le di un fuerte golpe a mi escritorio y me levanté de un salto.

—Ni lo pienses, mamá. Jamás volveré con mi exmujer.

—Hijo, hazlo por nosotros, por favor. Necesitamos su ayuda. Estamos prácticamente en la calle. Si pudiera hacerlo, te juro que lo resolvería, pero está en tus manos. Por favor, Federick.

Sentí una profunda frustración, sabiendo que no podía hacer mucho más por mi familia en este momento. A pesar de todo, mi madre tenía razón en una cosa: Charlotte era nuestra última esperanza. Así que, al día siguiente, aunque a regañadientes, me dirigí hacia la oficina de la mujer que había sido mi esposa.

Decidido, me dirigí directamente a la sede de Industrias Feldman. En el camino, pasé por una floristería y me detuve. Recordé que cuando Charlotte fue mi esposa, siempre me había pedido un ramo de flores, algo que nunca me molesté en hacer. Ella se fue con la ilusión de que algún día se lo daría. Así que, decidí elegir uno de los ramos más hermosos y lo llevé conmigo hacia la oficina de Charlotte.

Al llegar a las instalaciones de Industrias Feldman, me sorprendió ver cuán moderno y lujoso era el edificio. Nunca imaginé que unos simples agricultores pudieran tener un lugar tan refinado. Desde el momento en que entré, cada rincón del lugar estaba decorado con un gusto impecable y ostentaba un nivel de riqueza que no había visto antes.

Me anuncié en la recepción y la secretaria me pidió que esperara en la sala de recepción. Mi corazón latía con fuerza. La idea de rogarle a mi exesposa por un préstamo o hablarle de nuestra desesperada situación me perturbaba profundamente. Pero no tenía otra opción si quería salvar a mi familia.

Cuando la secretaria me anunció, me imagine  los ojos de Charlotte con un deseo profundo de echarme de su oficina, así como yo la había echado de mi vida. Sin embargo, era consciente de la propuesta que me había hecho, así que probablemente pensaba que había venido solo para aceptarla.

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