Pero no podía ser. Lyra, su Lyra, ¿era la traidora de la compañía?
No podía creerlo, pero estaba allí, delante de sus ojos. La falsa información que el mismo había dejado en su oficina aquella mañana, con la esperanza de encontrar a la persona que estaba vendiendo secretos de la compañía a la competencia.
De repente, todo quedó claro. Los planos habían empezado a desaparecer cuando Lyra se mudó al ático con él. Ya no trabajaba en su empresa, pero incluso cuando la convenció para que dejase su puesto con el objetivo de tenerla sólo para él, tenía libre acceso a su despacho…
Qué idiota había sido.
Entonces recordó la llamada de Avros unas horas antes. En el momento sólo le había parecido un asunto irritante del que pensaba hablar con Lyra cuando la viese. Iba a darle una charla sobre la importancia de la seguridad y sobre lo de no salir a la calle sin un guardaespaldas cuando en realidad era él quien no estaba a salvo con ella. Según Avros, Lyra había ido a su oficina y luego había desaparecido durante horas…
Y ahora esos documentos de la oficina aparecían en su bolso. Con los papeles en la mano, Atticus volvió al dormitorio y la encontró sentada en la cama. Ni siquiera sus ojos llenos de lágrimas lo conmovieron; sólo podía pensar en cómo lo había manipulado.
—Te quiero fuera de aquí en treinta minutos.
Lyra lo miró, perpleja. ¿Había oído bien?
—No te entiendo…
—Tienes media hora para recoger tus cosas y marcharte de aquí, antes de que llame a seguridad.
Ella se levantó, temblando. Pero si aún no le había dicho que estaba embarazada…
—Atticus, ¿qué ha pasado? ¿Por qué estás enfadado conmigo? ¿Es porque me ha molestado que dijeras que soy tu amante? Ha sido una sorpresa para mí, yo pensé que era algo más…
—Ahora tienes veintiocho minutos —insistió él, con total frialdad—. ¿Creías que ibas a engañarme? —le preguntó luego, mostrándole los papeles que llevaba en la mano—. ¿De verdad creías que iba a tolerar que me traicionases?
Lyra se quedó lívida.
—No sé de qué estás hablando. ¿Qué son esos papeles?
—Me has estado robando —dijo Atticus, con una desdeñosa sonrisa—. Tienes suerte de que no llame a la policía, pero lo haré si vuelvo a verte. Aunque te ha salido el tiro por la culata, querida. Esta era información falsa que yo mismo dejé en el despacho para encontrar al traidor de la compañía.
—¿Robarte yo? —repitió ella, tomando los papeles.
En uno de ellos, un e-mail de la empresa, había información interna, detalles sobre planes de construcción de un rascacielos, fotocopias de los planos…
Nada de aquello tenía sentido para Lyra.
—¿Crees que yo he robado esto?
—Estaban en tu bolso, así que no lo niegues. Y te quiero fuera de aquí en… —Atticus miró su reloj— ahora te quedan veinticinco minutos.
Lyra tenía un nudo en la garganta que le impedía tragar saliva. No podía pensar o reaccionar apropiadamente. Atónita, se dirigió a la puerta, sin pensar en recoger sus cosas. Sólo quería marcharse de allí cuanto antes. Pero antes de salir se detuvo, apoyándose en el quicio de la puerta.
—¿Cómo puedes pensar eso de mí? —musitó, casi sin voz, antes de darse la vuelta.
Entró a ciegas en el ascensor, sollozando hasta llegar abajo. El conserje, sorprendido, se ofreció a buscarle un taxi, pero Lyra negó con la cabeza.
La brisa fresca de la noche golpeó su cara, pero no se dio cuenta, tan ofuscada estaba. Atticus tenía que escucharla, ella lo obligaría a hacerlo. Esperaría hasta el día siguiente para que se calmara, pero tendría que escucharla. Todo aquello era un terrible error y tenía que haber alguna manera de hacerlo entrar en razón.
Angustiada, no se dio cuenta de que un hombre la seguía. Pero cuando iba a cruzar la calle sintió que la sujetaban del brazo y su grito de alarma fue ahogado por una tela que alguien colocó sobre su cabeza.
Lyra luchó para soltarse, pero su asaltante era más fuerte y, unos segundos después, se encontró en el asiento de un coche. Oyó que la puerta se cerraba y la voz de dos hombres mientras el
vehículo se ponía en marcha…
Tres meses despuésAttikus estaba en su apartamento, pensativo. Debería estar tranquilo ahora que no había ningún problema para su compañía, pero saber por qué no era muy consolador. Suspirando, miró el montón de documentos que tenía frente a él, las noticias en televisión como ruido de fondo.Su parada en Nueva York iba a ser corta. Al día siguiente se iría a Londres con su hermano Theron para inaugurar un nuevo hotel de lujo… un hotel que no se habría construido si Lyra se hubiera salido con la suya.Attikus sonrió, irónico. El presidente Internacional, manipulado y robado por una mujer.Por su culpa, sus hermanos y él habían perdido dos proyectos, que se había llevado la competencia, antes de descubrir su traición.Debería haberla denunciado a las autoridades, pero estaba demasiado sorprendido, demasiado débil como para hacer tal cosa.No había tirado sus pertenencias, pensando que algún día iría a buscarlas… y quizá una parte de él esperaba que así fuera para preguntarle por qué lo
Dos días después, Lyra, sentada en una silla de ruedas, sujetaba la manta que la enfermera había colocado sobre sus piernas. Attikus estaba a su lado, escuchando atentamente las instrucciones del médico.Lyra pasó los dedos por el vestido premamá que una de las enfermeras le había dado y estiró la tela sobre el abultado abdomen. Todos habían sido muy amables con ella y temía dejar atrás esa amabilidad para aventurarse en un mundo que desconocía.Tras despedirse del médico y las enfermeras, Attikus empujó la silla de ruedas hacia la entrada del hospital y, cuando salieron a la calle, Lyra parpadeó,cegada por el sol. Había una limusina aparcada en la puerta y Attikus la ayudó a subir. Unos minutos después, el lujoso coche se deslizaba por las calles de Nueva York.La ciudad le resultaba familiar. Podía recordar algunas tiendas, algunos edificios, pero lo que faltaba era la idea de que aquél era su hogar, su sitio. ¿No había dicho Attikus que vivían allí?Se sentía como un artista frent
A la mañana siguiente, Lyra se comió la tortilla que Atticus le había hecho y luego, siguiendo sus consejos, tomó un zumo de naranja. A pesar de la ansiedad y las inseguridades, era agradable que aquel hombre cuidase de ella. Aunque no estuviera segura de cuál era su sitio en el mundo de Attikus Wilder. Se mostraba solícito con ella, pero al mismo tiempo distante. No sabía si por deferencia a su falta de memoria, para no asustarla, o si así era su relación normalmente. La idea de que su relación con el padre de su hijo fuera así de fría la asustó. Ella no podía haber decidido casarse con alguien que la trataba con simple amabilidad, como si fuera un extraño. Y, sin embargo, eran extraños. Al menos, Attikus lo era para ella. Qué horrible debía ser que su prometida no lo recordase, pensó entonces. Como si nunca hubiera existido. —¿Qué te preocupa, Lyra? —Estaba pensando lo terrible que tiene que ser esta situación para ti. —¿Qué quieres decir? Ella bajó la mirada, tímida de
Durante una hora estuvo buscando información sobre la amnesia, pero las conflictivas opiniones de varios médicos sólo lograron aumentar su jaqueca. De modo que decidió buscar algo sobre Attikus. Era un poco aterrador ver lo rico y poderoso que era su prometido. Sus hermanos y él poseían una de las cadenas hoteleras más importantes del mundo, pero no había mucha información personal. Lyra suspiró, irritada por su cobardía. Lo que debía hacer era preguntarle a él directamente. Al fin y al cabo era su prometida, iban a tener un hijo, iban a casarse. Si pudiera recordar algo de eso… —¿Qué haces? La voz de Attikus la sobresaltó y, cuando levantó la mirada, lo vio en el quicio de la puerta. —Qué susto me has dado. —Te he preguntado qué estás haciendo —repitió él, con expresión furiosa. —Estaba buscando algo sobre la amnesia en Internet —contestó ella—. Pensé que no te importaría que usara tu ordenador. Attikus la miraba con tal expresión de ira… —Lo siento —consiguió decir, levan
Embarazada.A pesar del calor de aquel día de verano, Lyra Moreno sintió un escalofrío en la espalda mientras se dejaba caer sobre el banco del parque, a unas manzanas del atico que compartía con Atticus Wilder.Aunque los rayos del sol calentaban sus manos, estaba temblando. A Avros no le haría gracia su repentina desaparición, pensó. Ni a Atticus cuando el guardaespaldas le contase que le había dado esquinazo. Pero si hubiera ido con él a la consulta del ginecólogo, Atticus habría sabido de su embarazo antes de llegar casa.¿Cómo reaccionaría ante la noticia? A pesar de haber tomado siempre precauciones, estaba embarazada de ocho semanas. Debía haber ocurrido cuando volvió de un viaje por Europa… Atticus se había mostrado insaciable entonces y también ella.Lyra sintió que le ardían las mejillas al recordar la noche en cuestión. Le había hecho el amor incontables veces, murmurando palabras en griego, palabras cálidas, cariñosas, que le encogían el corazón.Luego hizo una mueca al mir