Capítulo 40

Tomé su mano con fuerzas, la apreté lo más fuerte que pude. No tendré la fuerza de un hombre, pero claramente lo tomé por sorpresa y eso ayudó.

—¡Aauch! —Exclamó cuando lo solté, se separó un poco de mí y al voltearme lo empujé.

—Al parecer no entiendes lo que te digo. —Dije molesta.

—La que no quiere entender eres tú, Mónica. —Dijo sacudiendo su mano. —Te gusto, te gusto mucho y lo de ahora, lo que acaba de pasar... —Señaló mi mono. — Eso también te gustó.

—Soy una mujer casada, aléjate de mí. ¡Última advertencia!

Caminó hacia mí, se acercó demasiado, acarició mi mejilla.

—No soy tu enemigo, no lo soy. Por favor deja de mirarme de esa manera. Solo quiero hacerte feliz, sacarte de ese cubo en el que estás. —Sentía su mano recorrer mi cara, mi respiración era agitada pero la sensación del roce me descomponía, es como si mi cuerpo esperara ese intercambio de energía desde hace mucho.

Tomé su mano, deteniéndolo.

—¡Basta, Maximiliano! ¡Ya basta! —Exclamé y supliqué a la vez.

—Me
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