Lo escuché reír y alejarse, tomó su tazón y comenzó a comer viendo tv. —Estas muy tensa, amor, me refería a los juegos en la mesa. —Dijo pícaramente. —Relájate un poco, ya estás en casa, no es el hospital. —Me dijo mientras cambiaba el canal. —Solo fue un día difícil, ya se me pasará. —Suspiré. Dio unas palmadas en mi pierna en forma de apoyo y se concentró en el documental que había escogido. Respiré hondo. No pude comer, entre tantas cosas se me quitó el apetito. Sol subió al sofá y comencé a jugar con ella. Acompañé a Christian un rato, pero como había llegado tarde se hicieron las diez de la noche muy rápido, entonces me fui a bañar para después dormir. Preparé una tina con agua caliente, todo el baño estaba inundado con el vapor, le agregué unos toques de esencia de rosas y toda la habitación se inundó del aroma. Me recordó aquellas hermosas que dejé en el hospital hoy, también de su guapo remitente. Al entrar en contacto con el agua, ya pude sentir mis músculos relajarse.
Me sentía acorralada, desnuda, y no solo físicamente, también mentalmente. No pude confrontarlo, solo me zafé de su agarre y me dirigí a la habitación, con calma me senté en la cama y tomé mi rostro entre las manos. Estoy cansada de todo esto, de sentirme así, no sé en qué momento mi vida ase llegó a complicar tanto. Nada había sido tan difícil desde aquella época en la que tuve que empezar a salir del orfanato, conocer el mundo exterior y darme cuenta que el resto de las personas tenían padres y hermanos, me sentía desorientada, sin entender mis propios sentimientos al respecto, justo como ahora. — ¡Mónica! — Me llamó mi esposo, que está justo frente a mí, pero a quien no puedo mirar a la cara. Comencé a llorar, abracé mis piernas como pude y comencé a llorar. Él se arrodilló delante de mí y abrazó mi cuerpo. —Llora, si es lo que necesitas, llora. —Susurró. El llanto fue largo, a veces desesperante, otras veces agonizante. Me sentía tan culpable y vacía, parece mentira, pero lo
Christian me envió un mensaje, dijo que se estaba quedando en casa de sus primos, que pasaría a darle comida a Sol mientras yo estaba en el hospital y también aprovecharía para buscar unos libros y poder completar una investigación para su próximo libro. En casa solo tenemos libros de medicina y de historia, entonces creo que se trata de una novela de época, siempre intenta que los detalles sean cien por ciento verídicos.Seguí mis actividades en el hospital, asistí a dos cirugías como refuerzo si algo se complicaba, di unas cuantas consultas y después debatí con algunos médicos mis teorías investigativas, terminé saliendo cuatro horas después de mi turno, pero no importaba mucho, sabía que estar sola en la casa sería una tortura.Al entrar veo a Sol acurrucada en la esquina.—¡Pequeña Sol! —Exclamé. —Discúlpame por tardar tanto, no te merecías eso mi pequeña, olvidé que estarías triste. —Dije abrazándola.Movía su colita emocionada y la cargué para subir a la habitación con ella, cad
Nos besamos tiernamente, pero poco a poco se fue apartando. —Oye, ¿Todo bien? — Me miró confundido. Traté de besarlo de nuevo, pero se inclinó hacia atrás. —¿De verdad? Estás actuando extraño. Lo miré a los ojos, fue un simple beso después de tener tiempo sin verlo, que tanto debe conocerme para entender eso, o quizás yo tampoco estaba cumpliendo mi rol como esposa adecuadamente. Sonreí y suspiré con calma. —Voy detrás de ti. —Dije señalando el pasillo que estaba después de la entrada. Me sonrió, acomodó mi cabello y dijo —Mejor que sea a un lado. Estamos aquí para solucionarlo. Lo abracé, me quedé un rato mientras acariciaba mi cabello y yo olía su traje, hoy seguramente tendría otra entrevista. Se ve tan guapo. Tomó mi mano y fuimos hasta el consultorio, la terapeuta era una psicóloga de unos 70 años, al principio sentí que era demasiado mayor, pero lógicamente creí que, al tener mayor experiencia, podría ayudarnos más. Nos hizo presentarnos, hablar un poco sobre nuestros
Me sostuve de la silla para poder tranquilizarme, respiré poco a poco tratando de asimilar todo lo que dijimos, la terapeuta extendió su mano con un pañuelo, tenía unas flores muy hermosas en la esquina. —Toma, puedes quedártelo, es un obsequio. —me lo dio con una sonrisa de comprensión. Lo tomé, sequé mis lágrimas y me senté adecuadamente. —Por favor discúlpenos por eso, nosotros nunca llegamos a los gritos, no entiendo que pudo pasar. —Dije francamente, aunque los trapitos que nos sacamos siguen colgando por todas partes en el consultorio. —Discutir también está bien Mónica, es normal y natural, quizás les falta eso, enfrentarse, para poder resolver los problemas de raíz, y no simplemente ser comprensivos con el otro. —Dijo guardando nuestros dibujos. Me quedé observando, como unos simples dibujos pudieron sacar tanto resentimiento reprimido. —¿Cree que algún día me perdone? —Le pregunté con nostalgia. —¿Y tú? ¿Crees que algún día lo perdonarás? Me tomó por sorpresa. —Ambos
El beso era apasionado y me costó mucho entender lo que estaba pasando. Le envié la invitación por mensaje, pero nunca respondió, así que supuse que no vendría. Coloqué mi mano en su pecho para sostenerme, tenía miedo de que cayéramos por las escaleras. Se separó un poco y pude observarlo bien, su cabello, el traje negro con la corbata y pañuelo combinado, definitivamente mi esposo es muy guapo. Pero, ¿Cómo adivinó el color? —¡Estás deslumbrante, como siempre! —Me dijo con una sonrisa tan grande que no pude dejar de devolverla, a pesar de las circunstancias. —Oh, doctor Casanova, discúlpeme por robarle la atención de mi esposa de esa manera, no pude desaprovechar el momento. —Dijo extendiéndole la mano a Max. Max había cambiado su semblante, podría decir que sus ojos incluso se ven un poco más oscuros, estaba tenso y a la vez molesto, pero estrechó su mano y fingió una sonrisa. —No se preocupe, es su esposa después de todo. Es muy afortunado de ver a una mujer así todos los días.
—Debió ser muy duro. —Dije sujetando su mano. —Lo fue, querida. Lo fue. Casi pierdo la cabeza mientras estuve en la calle. Incluso cuando me ingresaron al centro de rehabilitación, yo solo quería regresar ahí, sentía que todo estaba perdido para mí, que no valía la pena, no quería recuperarme. — Susurró lo último mientras limpiaba sus lágrimas. —La madre de Max debió ser una mujer muy considerada. —Lo era, siempre tenía las palabras adecuadas, además. Me ayudó a buscar a mi hija, me dio palabras de aliento y me acompañó durante los episodios de crisis en desintoxicación. —¿Tiene otra hija? —Pregunté curiosa. — Aún no tuve el gusto de conocerla. Su mirada se puso triste, como si los recuerdos le vinieran a la mente. —Así es, tengo tres hijos. Sofía, la mayor, Max que, aunque no estuvo en mi vientre pertenece a mi corazón y Brian, mi pequeño ser de luz. La familia de mi esposo me quitó a Sofía cuando era muy pequeña, la busqué durante mucho tiempo, pero no supe de ella hasta que l
Susan tiró de mí hasta llegar a la mesa. Efectivamente, mi lugar estaba entre Christian y Max, lo único que podría salvarme es que todas las invitadas de la reunión estaban felices de tener a mi exitoso marido, eso lo está manteniendo bastante ocupado, siempre es así, en lugares públicos se olvida que existo, todo gira en torno a él. Pero sé que ya sabe las intenciones de Max, debo ser cuidadosa si quiero rescatar mi matrimonio. Respiré, subí el mentón y me dirigí a mi silla. Christian estaba ocupado hablando con la señora junto a él, en cambio Max no me había quitado la mirada de encima desde que entré al salón, se levantó y abrió la silla para mí. Me sorprendió el gesto, no pude evitar sonreír. —Gracias Max...imiliano. —Terminé de decir con sorpresa, no debería tener esas confianzas. Él lo notó y sonrió discretamente. Me senté y aún Christian estaba absorto en la conversación, hablaba del viaje que hizo a India para poder hablar en su libro sobre la meditación. Recuerdo claramen