Me sostuve de la silla para poder tranquilizarme, respiré poco a poco tratando de asimilar todo lo que dijimos, la terapeuta extendió su mano con un pañuelo, tenía unas flores muy hermosas en la esquina. —Toma, puedes quedártelo, es un obsequio. —me lo dio con una sonrisa de comprensión. Lo tomé, sequé mis lágrimas y me senté adecuadamente. —Por favor discúlpenos por eso, nosotros nunca llegamos a los gritos, no entiendo que pudo pasar. —Dije francamente, aunque los trapitos que nos sacamos siguen colgando por todas partes en el consultorio. —Discutir también está bien Mónica, es normal y natural, quizás les falta eso, enfrentarse, para poder resolver los problemas de raíz, y no simplemente ser comprensivos con el otro. —Dijo guardando nuestros dibujos. Me quedé observando, como unos simples dibujos pudieron sacar tanto resentimiento reprimido. —¿Cree que algún día me perdone? —Le pregunté con nostalgia. —¿Y tú? ¿Crees que algún día lo perdonarás? Me tomó por sorpresa. —Ambos
El beso era apasionado y me costó mucho entender lo que estaba pasando. Le envié la invitación por mensaje, pero nunca respondió, así que supuse que no vendría. Coloqué mi mano en su pecho para sostenerme, tenía miedo de que cayéramos por las escaleras. Se separó un poco y pude observarlo bien, su cabello, el traje negro con la corbata y pañuelo combinado, definitivamente mi esposo es muy guapo. Pero, ¿Cómo adivinó el color? —¡Estás deslumbrante, como siempre! —Me dijo con una sonrisa tan grande que no pude dejar de devolverla, a pesar de las circunstancias. —Oh, doctor Casanova, discúlpeme por robarle la atención de mi esposa de esa manera, no pude desaprovechar el momento. —Dijo extendiéndole la mano a Max. Max había cambiado su semblante, podría decir que sus ojos incluso se ven un poco más oscuros, estaba tenso y a la vez molesto, pero estrechó su mano y fingió una sonrisa. —No se preocupe, es su esposa después de todo. Es muy afortunado de ver a una mujer así todos los días.
—Debió ser muy duro. —Dije sujetando su mano. —Lo fue, querida. Lo fue. Casi pierdo la cabeza mientras estuve en la calle. Incluso cuando me ingresaron al centro de rehabilitación, yo solo quería regresar ahí, sentía que todo estaba perdido para mí, que no valía la pena, no quería recuperarme. — Susurró lo último mientras limpiaba sus lágrimas. —La madre de Max debió ser una mujer muy considerada. —Lo era, siempre tenía las palabras adecuadas, además. Me ayudó a buscar a mi hija, me dio palabras de aliento y me acompañó durante los episodios de crisis en desintoxicación. —¿Tiene otra hija? —Pregunté curiosa. — Aún no tuve el gusto de conocerla. Su mirada se puso triste, como si los recuerdos le vinieran a la mente. —Así es, tengo tres hijos. Sofía, la mayor, Max que, aunque no estuvo en mi vientre pertenece a mi corazón y Brian, mi pequeño ser de luz. La familia de mi esposo me quitó a Sofía cuando era muy pequeña, la busqué durante mucho tiempo, pero no supe de ella hasta que l
Susan tiró de mí hasta llegar a la mesa. Efectivamente, mi lugar estaba entre Christian y Max, lo único que podría salvarme es que todas las invitadas de la reunión estaban felices de tener a mi exitoso marido, eso lo está manteniendo bastante ocupado, siempre es así, en lugares públicos se olvida que existo, todo gira en torno a él. Pero sé que ya sabe las intenciones de Max, debo ser cuidadosa si quiero rescatar mi matrimonio. Respiré, subí el mentón y me dirigí a mi silla. Christian estaba ocupado hablando con la señora junto a él, en cambio Max no me había quitado la mirada de encima desde que entré al salón, se levantó y abrió la silla para mí. Me sorprendió el gesto, no pude evitar sonreír. —Gracias Max...imiliano. —Terminé de decir con sorpresa, no debería tener esas confianzas. Él lo notó y sonrió discretamente. Me senté y aún Christian estaba absorto en la conversación, hablaba del viaje que hizo a India para poder hablar en su libro sobre la meditación. Recuerdo claramen
Christian me llevaba de la mano, preguntó a uno de los mesoneros dónde estaban los baños y me guio hasta allá. Mi corazón palpitaba con fuerzas, estaba muy asustada. Encontramos el baño, me hizo pasar y luego cerró la puerta, su cara era muy seria. —Te das cuenta de que le gustas, ¿Verdad? —Dijo serio, acomodando su corbata frente al espejo, estaba molesto, siempre complacía a Christian, era extraño verlo frustrado. —No sé de qué hablas... —Dije despacio y controlando mi respiración para que no sonara entrecortada. Volteó a verme y su mirada era sumamente penetrante. —Te lo dije cuando te dejó en la casa, no me gusta esa cercanía. Es obvio que está interesado en ti. —Se recostó del lavamanos y cruzó sus brazos. —Tampoco quiero que te relaciones con esa fundación. —Es un residente a mi cargo y lo trato como tal, baja dos rayas a la imaginación. —Dije sacando mi labial del pequeño bolso que traje. —Y si me intereso o no en la fundación, es algo que decido yo, con eso no le estoy ha
Todos se quedaron en silencio, Christian me veía sorprendido, nunca lo había dejado tan mal parado delante de la sociedad. Comenzó a reír. —Está bromeando, por favor, así es ella con unas copas. —Sonrió y el resto de los comensales lo siguieron. Yo hice lo mismo. —Es que, por el trabajo de Mónica, no suele tener tiempo para esos viajes imprevistos, por las cirugías programadas y todo eso. —Agregó aclarando su garganta y tomando champagne de su copa. —Así es, suelo estar muy ocupada, la verdad es que también prefiero quedarme en casa, esas entrevistas son muy agotadoras, no sé cómo lo soporta mi esposo. —Dije sonriendo. —Entiendo querida, es lo más prudente. Nosotros sabemos lo exigente que es, Max siempre está ocupado. —Dijo Susan mirando con ternura a su hijastro, pero él me veía a mí. Ya no me sentía incómoda por lo que pudiera pensar Christian, ahora también me incomodaba lo que pensaría Max, quizás se hace la idea de que mi esposo no me da mi lugar y eso refuerza su motivaci
Christian se inclinó un poco tratando de que el beso durara más, pero yo simplemente no podía continuar, estaba demasiado molesta con su actitud y todo lo que implicaba. Estoy cansada de seguir sobreviviendo en la relación, sin exigir nada. Se separó un poco y comenzamos a bailar, Brian cambió el ritmo, la canción era hermosa y lenta, me concentré en ver cómo tocaba con delicadeza las teclas del piano. No tenía deseos de ver o discutir con mi esposo. —Parece que interrumpí un momento agradable. —Dijo él tragando saliva. —Lo último que quiero es discutir, por favor, no aquí. —Dije aun observando a Brian. Atravesó su rostro en mi vista, obligándome a verlo. —¿Crees que quiero discutir? Solo deseo que estemos bien, que seamos una familia y dejemos los problemas atrás, volver a estar bien, como antes. —Dijo pasando uno de mis mechones detrás de mi oreja. —El problema es que antes tampoco estaba feliz, si estaba bien, pero así no funciona la vida. ¿Entiendes? —Dije mirándolo a los o
Veía a Max, tan bello e imponente, al pie de las escaleras de su lujoso hogar. Christian cerró su puerta y el sonido fue tan fuerte que no pude evitar saltar del susto. —¿Estás bien, mi amor? —Preguntó asustado. —Es la puerta, tranquila, es que estás un poco borracha todavía, pero calma, todo estará bien. —sonrió y besó mi mejilla. Asentí, tranquilizando mi respiración. Miré de nuevo y él seguía ahí, es como si esperara que algo cambiara, pero ambos sabemos que no sucederá. Christian arrancó y el movimiento del auto me recordó cada una de las copas que me tomé, pasó justo frente a Max y tocó la bocina. Sonrió con amabilidad. —Imbécil. — Susurró con asco, pero lo suficientemente fuerte para que yo escuchara. Giró el auto y mi cabeza chocó con la ventana. El dolor de cabeza me estaba matando cuando abrí los ojos, ya no estaba en el auto. Estaba en la casa, en mi cama, desnuda, con el brazo de esposo debajo de mi nuca. —Buenos días, princesa. —Dijo Christian abrazándome por la cin