Todos se quedaron en silencio, Christian me veía sorprendido, nunca lo había dejado tan mal parado delante de la sociedad. Comenzó a reír. —Está bromeando, por favor, así es ella con unas copas. —Sonrió y el resto de los comensales lo siguieron. Yo hice lo mismo. —Es que, por el trabajo de Mónica, no suele tener tiempo para esos viajes imprevistos, por las cirugías programadas y todo eso. —Agregó aclarando su garganta y tomando champagne de su copa. —Así es, suelo estar muy ocupada, la verdad es que también prefiero quedarme en casa, esas entrevistas son muy agotadoras, no sé cómo lo soporta mi esposo. —Dije sonriendo. —Entiendo querida, es lo más prudente. Nosotros sabemos lo exigente que es, Max siempre está ocupado. —Dijo Susan mirando con ternura a su hijastro, pero él me veía a mí. Ya no me sentía incómoda por lo que pudiera pensar Christian, ahora también me incomodaba lo que pensaría Max, quizás se hace la idea de que mi esposo no me da mi lugar y eso refuerza su motivaci
Christian se inclinó un poco tratando de que el beso durara más, pero yo simplemente no podía continuar, estaba demasiado molesta con su actitud y todo lo que implicaba. Estoy cansada de seguir sobreviviendo en la relación, sin exigir nada. Se separó un poco y comenzamos a bailar, Brian cambió el ritmo, la canción era hermosa y lenta, me concentré en ver cómo tocaba con delicadeza las teclas del piano. No tenía deseos de ver o discutir con mi esposo. —Parece que interrumpí un momento agradable. —Dijo él tragando saliva. —Lo último que quiero es discutir, por favor, no aquí. —Dije aun observando a Brian. Atravesó su rostro en mi vista, obligándome a verlo. —¿Crees que quiero discutir? Solo deseo que estemos bien, que seamos una familia y dejemos los problemas atrás, volver a estar bien, como antes. —Dijo pasando uno de mis mechones detrás de mi oreja. —El problema es que antes tampoco estaba feliz, si estaba bien, pero así no funciona la vida. ¿Entiendes? —Dije mirándolo a los o
Veía a Max, tan bello e imponente, al pie de las escaleras de su lujoso hogar. Christian cerró su puerta y el sonido fue tan fuerte que no pude evitar saltar del susto. —¿Estás bien, mi amor? —Preguntó asustado. —Es la puerta, tranquila, es que estás un poco borracha todavía, pero calma, todo estará bien. —sonrió y besó mi mejilla. Asentí, tranquilizando mi respiración. Miré de nuevo y él seguía ahí, es como si esperara que algo cambiara, pero ambos sabemos que no sucederá. Christian arrancó y el movimiento del auto me recordó cada una de las copas que me tomé, pasó justo frente a Max y tocó la bocina. Sonrió con amabilidad. —Imbécil. — Susurró con asco, pero lo suficientemente fuerte para que yo escuchara. Giró el auto y mi cabeza chocó con la ventana. El dolor de cabeza me estaba matando cuando abrí los ojos, ya no estaba en el auto. Estaba en la casa, en mi cama, desnuda, con el brazo de esposo debajo de mi nuca. —Buenos días, princesa. —Dijo Christian abrazándome por la cin
—¿De qué carajos hablas Mónica? ¿Es en serio? —Dijo serio. Recordé todo, estaba tan molesta con él y conmigo misma. Me levanté y me puse la bata que tenía a la orilla de la cama. —¿Ahora no piensas hablarme? —Dijo furioso. Lo ignoré y caminé hasta el baño, me vi en el espejo y estaba todo mi maquillaje aún en el rostro, corrido y desastroso. Respiré y comencé a lavarme la cara. —¡Mónica! ¿Estás consciente de lo que me acusas? —Dijo molesto y entrando al baño. Volteé a verlo, me recosté un poco del lavamanos, aún me sentía mareada. —No dije que me obligaste, dije que trabajaste la situación y sabes que es cierto. —Te deseaba y tú a mí, no entiendo el problema. —Que yo no quería. —Tu cuerpo dijo otra cosa. —Caminó hacia a mí, pero levanté la mano poniendo distancia entre los dos. —Te dije que no quería y me trabajaste para que aceptara y en ese estado de ebriedad. —Somos esposo, Mónica, tú también querías, no es como si te hubiera violado o fueras una desconocida. —Resopló.
No sé cuánto tiempo pasó, pero yo seguía viendo su mano acariciar la mía. Me hacía sentir tan bien. Tomó mis manos entre las suyas y apretó un poco. —¿De verdad no existe una mínima posibilidad? —Preguntó con tristeza. —No dejaré a mi esposo por ti, Max. —Quité poco a poco mi mano y la coloqué en mi regazo. —Entonces déjalo por otras razones, podrías hacer eso y darme una oportunidad. —Sonrío pícaro. —¿Qué te hace creer que funcionaría algo entre nosotros? Soy tu jefa, soy mucho mayor que tú, tenemos personalidades diferentes, son demasiadas cosas. Me levanté y me puse la bata que estaba colgando del perchero detrás del escritorio, me quedé observando por la ventana, dándole la espalda. —Vete, por favor. —Crucé mis brazos. No entiendo cómo fue que llegamos al punto de hablar de estas cosas. —Nada de eso es relevante en el amor, sé que funcionaría porque lo único que importa en el amor es sentirlo, y desde que te tuve en mis brazos después del choque lo supe, Mónica, iría al f
Todo se descontroló, Max empezó a tumbar todo lo que estaba en el escritorio para subirse conmigo, nuestras respiraciones eran rápidas y rítmicas, iban juntas como si se tratase de una canción. El beso era apasionado y hermoso, parecía que estaba absorbiendo elíxir de vida, seguíamos vestidos, pero no sé por cuánto tiempo más podríamos aguantar. El hecho de que estuviéramos en el turno de la noche y que el personal estaba reducido casi en un 60% contribuyó en la confianza de ambos. Teníamos la certeza de ser casi invisible para el resto del hospital. Nos detuvimos por un momento, estábamos sin aire, nuestras caras juntas, besó mi mejilla con cuidado. —Me encantas, me encantas, siento que podría besarte por el resto de mis días. —Susurró en oído. No tenía fuerzas ni excusas, no soportaba más mis ganas y mi afecto. —Entonces hazlo, hazlo Max. —Dije suplicante a sus ojos, mientras agarraba con fuerzas su bata. Mordió su labio y volvió a besarme. Estaba prácticamente dormida en el b
—Debes soltarme ahora mismo. —Dije. —Pero, Mónica... —Respondió Max, tomándome del brazo. —Vete ya. —Lo miré seriamente. —Toma el permiso y vete a casa. Bajó la mirada. —Está bien, me iré si es lo que necesitas. —Suspiró. — Pero creo que no deberías quedarte en el hospital en estas condiciones, también estás muy afectada. —Lo único que necesito es que te vayas. —Dije zafando mi brazo. —No te preocupes por mí, el hospital es mi único lugar seguro. Me miró con tristeza. —Está bien, me iré. —Suspiró y se dio media vuelta. —Espera... —Dije y busqué un pañuelo en la gaveta del escritorio. Caminé hasta él y limpié con delicadeza su nariz, aún estaba saliendo sangre de su nariz. Miré con detenimiento y revisé un poco para ver si tenía alguna fractura. Sujetó mi mano. —Estoy bien, no te preocupes, la sangre puede ser escandalosa. —Sonrió un poco. —¿Duele mucho? —Pregunté. —Duele más aquí. —Bajó mi mano hasta su pecho. —Lo siento mucho. —Dije en voy baja. —Yo lo siento mucho má
Faltan solo treinta minutos para que se acabe mi turno, hace unas cuantas horas fue el alba y el sol ilumina cada espacio del hospital, un pequeño rayo de luz le da directamente al rostro de mi pequeño paciente, así que coloco mi mano para evitar que la luz lo despierte. Estuve junto a él un par de horas monitoreando su corazón, tratamos de descubrir una pequeña anomalía que le produce mucho dolor, pero requiere constante chequeo. Así dormido, se parece aún más a Christian, debo verlo, es una tortura porque me recuerda cada instante que debo verlo y explicarle todo. —¿Tiene hijos, doctora? —Preguntó la madre del pequeño. Me estaba mirando con mucha ternura, pero no lo había notado, estaba concentrada en el rostro de su hijo. La pregunta suele tensarme, pero sigo tan cargada de tantos problemas, que no podría tensarme más. —No, no los tengo. —Sonreí. —Su hijo parece un niño muy tierno, es encantador. —Lo miré con dulzura. —Lo es, se parece a su padre en eso. Lo tuve nueve meses den