Tomé su mano con fuerzas, la apreté lo más fuerte que pude. No tendré la fuerza de un hombre, pero claramente lo tomé por sorpresa y eso ayudó. —¡Aauch! —Exclamó cuando lo solté, se separó un poco de mí y al voltearme lo empujé. —Al parecer no entiendes lo que te digo. —Dije molesta. —La que no quiere entender eres tú, Mónica. —Dijo sacudiendo su mano. —Te gusto, te gusto mucho y lo de ahora, lo que acaba de pasar... —Señaló mi mono. — Eso también te gustó. —Soy una mujer casada, aléjate de mí. ¡Última advertencia! Caminó hacia mí, se acercó demasiado, acarició mi mejilla. —No soy tu enemigo, no lo soy. Por favor deja de mirarme de esa manera. Solo quiero hacerte feliz, sacarte de ese cubo en el que estás. —Sentía su mano recorrer mi cara, mi respiración era agitada pero la sensación del roce me descomponía, es como si mi cuerpo esperara ese intercambio de energía desde hace mucho. Tomé su mano, deteniéndolo. —¡Basta, Maximiliano! ¡Ya basta! —Exclamé y supliqué a la vez. —Me
El día estuvo muy complicado, después de la visita de Max, mis ganas de estar en el hospital se redujeron a cero. No hubo poder humano ni cirugía importante que me quitará la sensación de sus manos recorriendo mi piel y gritando las verdades que me había negado a aceptar por tanto tiempo. ¿Realmente mi matrimonio ya murió? ¿Christian me habría dicho que me engañó si yo no lo hubiera descubierto? ¿Lo ha hecho otras veces? ¿Max y yo podríamos tener una relación seria? Todo eso y mil cosas más vienen a mi mente, una mente que trato de controlar. —¡Doctora! —Escucho a Sanders me grita y recuerdo dónde estoy. En plena sala de operaciones, con mi paciente de tres años en camilla. Estuve todo este tiempo operando por inercia, es como cuando estás fregando los platos, para mí es una actividad tan rutinaria que puedo perderme en los pensamientos. —Te escucho, que sucede. —Dije reponiéndome de la jornada de ideas, mirando mi trabajo y reconociendo lo bien que lo hago. —Parecía estar en
Me costó mucho sacar a Lucia de mi mente en el resto del turno. Muchas veces me sentí culpable por no tener la valentía de pedir su custodia al estado, era una niña muy sola, como yo. Pero aún era muy joven y tenía miedo, no crecí en una familia y no sabría cómo ser una hermana mayor, mucho menos una madre. El caso es que siguió rondando en mi cabeza. Los padres de Martina también permanecieron llorando en la sala de espera, aguardando a que les entregaran el cuerpo de su pequeña niña, para así darle cristiana sepultura. Llené todos los papeles necesarios, visité algunos pacientes y luego dejé algunas instrucciones para los médicos que estarían a cargo durante la noche. Sentí una necesidad tremenda en visitar a los bebés recién nacidos del hospital, como la maternidad me quedaba de camino a la salida lo hice. Me quedé atenta unos minutos en el espejo, observando cómo unos lloraban, otros reían y el resto dormía plácidamente, no tenían idea de dónde estaban, el mundo que les aguarda
Lo escuché reír y alejarse, tomó su tazón y comenzó a comer viendo tv. —Estas muy tensa, amor, me refería a los juegos en la mesa. —Dijo pícaramente. —Relájate un poco, ya estás en casa, no es el hospital. —Me dijo mientras cambiaba el canal. —Solo fue un día difícil, ya se me pasará. —Suspiré. Dio unas palmadas en mi pierna en forma de apoyo y se concentró en el documental que había escogido. Respiré hondo. No pude comer, entre tantas cosas se me quitó el apetito. Sol subió al sofá y comencé a jugar con ella. Acompañé a Christian un rato, pero como había llegado tarde se hicieron las diez de la noche muy rápido, entonces me fui a bañar para después dormir. Preparé una tina con agua caliente, todo el baño estaba inundado con el vapor, le agregué unos toques de esencia de rosas y toda la habitación se inundó del aroma. Me recordó aquellas hermosas que dejé en el hospital hoy, también de su guapo remitente. Al entrar en contacto con el agua, ya pude sentir mis músculos relajarse.
Me sentía acorralada, desnuda, y no solo físicamente, también mentalmente. No pude confrontarlo, solo me zafé de su agarre y me dirigí a la habitación, con calma me senté en la cama y tomé mi rostro entre las manos. Estoy cansada de todo esto, de sentirme así, no sé en qué momento mi vida ase llegó a complicar tanto. Nada había sido tan difícil desde aquella época en la que tuve que empezar a salir del orfanato, conocer el mundo exterior y darme cuenta que el resto de las personas tenían padres y hermanos, me sentía desorientada, sin entender mis propios sentimientos al respecto, justo como ahora. — ¡Mónica! — Me llamó mi esposo, que está justo frente a mí, pero a quien no puedo mirar a la cara. Comencé a llorar, abracé mis piernas como pude y comencé a llorar. Él se arrodilló delante de mí y abrazó mi cuerpo. —Llora, si es lo que necesitas, llora. —Susurró. El llanto fue largo, a veces desesperante, otras veces agonizante. Me sentía tan culpable y vacía, parece mentira, pero lo
Christian me envió un mensaje, dijo que se estaba quedando en casa de sus primos, que pasaría a darle comida a Sol mientras yo estaba en el hospital y también aprovecharía para buscar unos libros y poder completar una investigación para su próximo libro. En casa solo tenemos libros de medicina y de historia, entonces creo que se trata de una novela de época, siempre intenta que los detalles sean cien por ciento verídicos.Seguí mis actividades en el hospital, asistí a dos cirugías como refuerzo si algo se complicaba, di unas cuantas consultas y después debatí con algunos médicos mis teorías investigativas, terminé saliendo cuatro horas después de mi turno, pero no importaba mucho, sabía que estar sola en la casa sería una tortura.Al entrar veo a Sol acurrucada en la esquina.—¡Pequeña Sol! —Exclamé. —Discúlpame por tardar tanto, no te merecías eso mi pequeña, olvidé que estarías triste. —Dije abrazándola.Movía su colita emocionada y la cargué para subir a la habitación con ella, cad
Nos besamos tiernamente, pero poco a poco se fue apartando. —Oye, ¿Todo bien? — Me miró confundido. Traté de besarlo de nuevo, pero se inclinó hacia atrás. —¿De verdad? Estás actuando extraño. Lo miré a los ojos, fue un simple beso después de tener tiempo sin verlo, que tanto debe conocerme para entender eso, o quizás yo tampoco estaba cumpliendo mi rol como esposa adecuadamente. Sonreí y suspiré con calma. —Voy detrás de ti. —Dije señalando el pasillo que estaba después de la entrada. Me sonrió, acomodó mi cabello y dijo —Mejor que sea a un lado. Estamos aquí para solucionarlo. Lo abracé, me quedé un rato mientras acariciaba mi cabello y yo olía su traje, hoy seguramente tendría otra entrevista. Se ve tan guapo. Tomó mi mano y fuimos hasta el consultorio, la terapeuta era una psicóloga de unos 70 años, al principio sentí que era demasiado mayor, pero lógicamente creí que, al tener mayor experiencia, podría ayudarnos más. Nos hizo presentarnos, hablar un poco sobre nuestros
Me sostuve de la silla para poder tranquilizarme, respiré poco a poco tratando de asimilar todo lo que dijimos, la terapeuta extendió su mano con un pañuelo, tenía unas flores muy hermosas en la esquina. —Toma, puedes quedártelo, es un obsequio. —me lo dio con una sonrisa de comprensión. Lo tomé, sequé mis lágrimas y me senté adecuadamente. —Por favor discúlpenos por eso, nosotros nunca llegamos a los gritos, no entiendo que pudo pasar. —Dije francamente, aunque los trapitos que nos sacamos siguen colgando por todas partes en el consultorio. —Discutir también está bien Mónica, es normal y natural, quizás les falta eso, enfrentarse, para poder resolver los problemas de raíz, y no simplemente ser comprensivos con el otro. —Dijo guardando nuestros dibujos. Me quedé observando, como unos simples dibujos pudieron sacar tanto resentimiento reprimido. —¿Cree que algún día me perdone? —Le pregunté con nostalgia. —¿Y tú? ¿Crees que algún día lo perdonarás? Me tomó por sorpresa. —Ambos