¿Que está sucediendo?

¿ Que está sucediendo? 

— ¡Catalina, ven de inmediato!— escuchó la voz de su jefa que gritaba fuera de sí. 

Esa mañana su jefa  si tenía toda la razón de estar enojada, había estado hasta muy tarde terminando llorando por la discusión con Peter, tenía un informe que entregar a primera hora y su laptop se apagó, no podía creerlo, había perdido toda la información, estaba pérdida si no presentaba esa información a su jefa. 

Tal como lo previó, allí estaban los gritos de aquella mujer que le crispaban los nervios, pero ésta vez, tenía toda la razón de estar alterada, a pesar de haber llegado muy temprano aún no tenía el material listo. Volvió a escuchar el llamado:

— ¡Catalina! 

Salió lo más rápido que pudo para enfrentar el enojo de aquella mujer que estaba fuera de sí. Apenas la vió estiró la mano pidiendo:

— ¿Dónde está el material que te pedí llevarte a casa y que debías enviar anoche? 

— Señora  Sophia, la laptop…  empezó a decir, cuando la voz de trueno de su jefa volvió a sonar a sus oídos retumbando las paredes. 

— ¡No me interesa tu laptop, dame el material! 

—Aún no está listo— susurró Catalina. 

— ¿Qué estás diciendo inútil? ¿Sabes qué? ¡Desaparece de mi vista! ¡Estás fuera de ésta empresa! ¡Recoge tus cosas y te vas! 

— Señora, nunca hasta ahora le había fallado; ¡no sea injusta! 

— ¿Te atreves a cuestionar mi autoridad?¡Qué descaro el tuyo! ¡Fuera de aquí, no te quiero más en ésta empresa! 

Catalina apretó los labios en gesto de frustración, entró a su oficina y recogió las pocas cosas que tenía allí, cinco años trabajando para ésta mujer desquiciada, cada día era un reto, debía estar media hora más temprano, irse a casa con una cantidad de trabajo extra que nunca le fue remunerado, pero se aguantaba, porque necesitaba aquel empleo. 

Catalina Craven, una chica introvertida, pero muy inteligente, también muy trabajadora, quien vivía en un pequeño departamento, con casi veintisiete años, estaba siendo despedida injustamente, ella que era una lumbrera en finanzas, pues se consideraba muy buena en ésta profesión. 

  

Aún antes de graduarse había empezado a trabajar para la Corporación Gilbert, donde Sophia era una de las principales accionistas. Catalina había empezado de ayudante hasta que ahora dos años después era la asistente de ésta mujer que no se caracterizaba por ser muy paciente. 

Ahora  estaba sin empleo, aquella mujer la había  despedido sin compasión, sin esperar explicaciones, ni justificación de ninguna índole, ¿que iba a hacer ahora? Obviamente que buscar un nuevo empleo, pero no era tan fácil obtener uno en vísperas de navidad, qué terribles sentimientos estaba sintiendo en éstos momentos, quería ir y apretar el cuello de Sophia Gilbert hasta que el aliento de vida desapareciera de sus ojos. 

Sacudió su cabeza horrorizada de aquellos sentimientos, necesitaba calmarse, lo mejor era  esperar a que  Peter llegara, por ahora vería si podía salir un rato y relajarse, decidió respirar y terminar de reunir sus cosas en una caja y salir de aquel lugar donde todos la miraban con compasión, alzó su barbilla y no bajó la cabeza por nada del mundo. 

Cuando llegó a su pequeño departamento tiró todo y salió nuevamente, necesitaba respirar un aire diferente, quizás iría a ver tiendas, ver que podía comprarse para mejorar su ánimo, intentó calmarse, pensó en su novio, si él estuviera allí la abrazaría diciendo cuánto valía ella, se dijo que por los momentos él estaba ocupado, de viaje, ya tendría tiempo de contarle todo.

Decidió caminar para serenar sus pensamientos, todo estaba decorado alusivo a la época más alegre del año, los colores verde, rojo y dorado predominaban en el ambiente, pero ella no tenía ánimos de navidad, su estómago empezó a reclamar alimentos, vio la hora en su pequeño reloj de pulsera, las doce de mediodía, decidió buscar un lugar para comer algo. 

Al entrar en el estacionamiento del lugar elegido, notó que el hombre que estaba de espaldas le era familiar, ¿acaso no era ése su novio Peter? Su figura era inconfundible, podía reconocer aquella figura querida, aunque no estuviera de frente; hablaba con una mujer y ambos sostenían la mano de un pequeño de unos cuatro años. 

Decidió acercarse a saludar, se suponía que él estaba de viaje, pero quería asegurarse de que aquel hombre que estaba de espaldas era su novio.

Se acercó y se colocó de frente a él, sin ningún tipo de temor, saludó:

— ¡Hola, que sorpresa encontrarte aquí! 

Él al verla abrió los ojos por la impresión recibida, lo menos que esperaba era que Catalina estuviera a esa hora fuera de su trabajo, torpemente respondió:

— ¡Hola! ¿Qué haces tú aquí? 

— Es una larga historia, pero ¿no piensas presentarme a tu acompañante? 

La mujer extendió la mano y se presentó diciendo:

— Soy Katherine Wilcox, la esposa de Peter y éste caballerito, es nuestro hijo. 

Catalina, tragó un nudo imaginario al escuchar a aquella mujer presentarse como la esposa de su novio, pero su rostro permaneció impávido, “¿que significaba todo aquello? ¿Acaso ésto era una pesadilla?” Solo atinó a decir

— ¡Ah, pero que sorpresa! ¡No sabía que estuvieras en la ciudad  y mucho menos casado, Peter! ¡Mucho gusto señora Wilcox! ¡Es usted muy hermosa! 

Peter se veía contrariado y sin saber que decir, en cambio la esposa reaccionó encantada al responder:

— ¡Ay pero que linda! ¡Gracias querida!  ¿Eres amiga de mi esposo o compañera de trabajo? 

Éste intentó abrir la boca, pero ella lo corto con una certera respuesta. 

—Ninguna de las dos, nos conocimos un día, hemos coincidido en algunos eventos, pero amigos como tal no somos, fíjese que ni siquiera sabía que estaba casado, ha sido una verdadera sorpresa para mí; ¿verdad Peter? 

El hombre estaba pálido sin atinar a decir algo coherente, la esposa continuó diciendo:

— Bueno, pero por lo menos se conocen, llamame Katherine, es un placer, no escuché tu nombre; ¿Cómo te llamas? 

Ella respondió lo más natural que pudo al decir:

— Mi nombre es  Catalina, ha sido un placer, sigan disfrutando, hasta pronto, tienes una hermosa familia Peter, un día podemos sentarnos a conversar, Katherine. 

Dió media vuelta dejando a Peter sin saber que hacer o decir, mientras que Catalina se iba mordiendo el hígado de la rabia que sentía por haber sido tan tonta, creyendo en los pajaritos en el aire que éste desgraciado le había pintado. Un año  de relación perdidos, ella que se creía inteligente había sido engañada. 

El hambre huyó por completo de su cuerpo así que decidió volver a su departamento, apenas llegó, cerró la puerta, se sentó a llorar desconsolada. 

 ¿Por qué le tenía que suceder todo lo malo en un solo día? Sus ilusiones, habían sido destruidas en tan pocas horas, ni siquiera había acabado el día y vivía lo peor, sintió ganas de vomitar fue al baño y allí estuvo un buen rato volviendo, lo poco que tenía en su estómago. Se levantó y se lavó el rostro hinchado por el llanto abundante, al verse en el espejo decidió que aquel mal nacido no merecía una lágrima más de parte de ella. 

Sonó su celular, vio que era él.«¡Qué se fuera a la m****a! Pensó.

Nuevamente escuchó el sonido de su celular, decidió responder para decirle todos los insultos que tenía atravesados en su cabeza, pero se dió cuenta a tiempo que no era Peter, era su mejor amiga Lotty. 

— Hola— respondió Catalina.

—¡ Amiga sé que estás en el trabajo, pero necesito tu ayuda urgente! 

La voz de su amiga sonaba congestionada. 

— No Lotty, estoy en casa, ¿qué sucede? No me siento bien. 

— ¡Mejor entonces, voy saliendo para allá! 

Así era su mejor amiga cuando se traía algo entre manos no importaba lo demás, así que se resignó a esperar, vivía en el último piso del mismo edificio, así que llegaría  pronto a su apartamento. 

Diez minutos después, escuchó el llamado en la puerta, lentamente como si le pesara el alma fué a abrir. 

Lotty entró saludando con un leve beso y se sentó en el viejo sofá de Catalina con la voz afectada por un fuerte resfriado. 

— Amiga estoy en un aprieto y tú eres la única que puede ayudarme. 

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