Mía
Llego a la consulta donde voy a trabajar. Es más bien una casa de estilo Victoriano que ha sido adaptada y convertido en una consulta médica. Llamo a la puerta revisando el mapa por si me he equivocado de lugar.
Un hombre de unos cuarenta años la abre. Tiene el pelo corto y negro y los ojos verdes, algo más oscuros que los míos.
- ¿En qué puedo ayudarte?
Extiendo la mano para presentarme.
- Buenas. Soy Mía Carussi. Creo que estabais buscando una enfermera ¿no?
Se aparta a un lado invitándome a entrar. Le sonrío y acepto su invitación.
- Pasa, por favor, te estaba esperando - Llegamos a una habitación con varios sillones y una mesa de cristal llena de revistas en el centro - Esta es la sala de espera aunque nunca se usa, somos muy pocos y no suele haber cola esperando.
Las paredes son de color crema adornadas con varios cuadros de paisajes montañosos. Después aparta una puerta corredera marrón y me enseña la consulta.
- Es muy bonito - Digo sinceramente.
- Gracias. Aquí atendemos a los pacientes. Tengo que viajar a los pueblos de alrededor varios días en semana y por eso necesito a alguien aquí mientras yo no estoy.
Salimos de la consulta y me lleva a través de un pasillo que termina en una puerta. Al abrirla descubro una cocina.
- Perdona, no te he dicho mi nombre - Dice golpeándose la frente con la palma de la mano- Me llamo Lucca.
Camina hasta la máquina de café y comienza a prepararlo.
- Puedes usar la cocina siempre que lo necesites. Suele haber café, té y alguna galleta, pero puedes traer lo que quieras si eso no te gusta - Abre algunos armarios para enseñarme lo que contiene.
- Eres muy amable.
Unos minutos después el aroma a café envuelve toda la casa. La paz y la tranquilidad que se respira aquí es contagiosa. Decido desde el minuto uno que me encanta esta nueva vida y mi nuevo trabajo.
Un par de horas después estoy saliendo por la puerta. Empiezo mañana a trabajar. Estoy muy emocionada. Gracias a Killian vuelvo a tener todo lo que perdí... Bueno, todo no, pero si una parte importante.
Me acerco al coche, pero en el último momento decido dar una vuelta por las estrechas calles para conocer un poco como es. El casco antiguo está formado por pequeñas casas señoriales enredadas en un laberinto de callejuelas estrechas. Es precioso e íntimo.
Paso delante de un bar con grandes cristaleras que te enseña cómo es por dentro, pego la cara al cristal y veo el interior, hay una zona llena de mesas, una gran barra al fondo y una pequeña pista de baile. Se parece mucho al local de Marcus al que fuimos una vez.
Desde que me volvió a dejar no me he permitido pensar mucho en él. El dolor físico sigue ahí cuando lo hago, es como si el estómago quisiera salirse y diera un respingo. Me Alejo del cristal y levanto la vista hasta el letrero para leer su nombre, M&M. Es muy enigmático y atractivo.
Sigo caminando sin saber muy bien que rumbo seguir y de este modo tan tonto termino delante de una tienda de tatuajes. Dentro una muchacha está sentada detrás de un mostrador pintando algo en un papel.
Abro la puerta un poco, y en cuanto suena la campanita entro del todo.
- Buenas - Saluda la chica con una gran sonrisa.
Me acerco hasta el mostrador.
- Hola, estaba pensando en hacerme un tatuaje, quería tapar esta cicatriz - Se la enseño como si nada.
Verla cada día me recuerda los horrores de mi padre. Llevo tiempo queriendo ocultarla de alguna manera, quiero ir tapando las cicatrices que tengo en mi corazón poco a poco, paso a paso, y eso es lo que voy a hacer.
- Claro, no hay problema ¿Sabes que tatuaje quieres?
Se lo que quiero. Cuando estaba ingresada nos contaron a mi grupo y a mi en una de las sesiones que nosotros nos parecíamos a las flores de loto. Viven en el fango, entre el lodo y aún así sobreviven, son flores sumamente fuertes y hermosas que logran salir a flote, algunas están hundidas, otras cerradas y sólo puedes ver las puntas de sus pétalos, pero las más fuertes, la que logran sobrevivir a la adversidad flotan señoriales, grandiosas como solo ellas saben ser. Y eso es lo que hacemos todos al fin y al cabo, sobrevivir.
- Una flor de loto.
- No hay problema. Tengo unas pocas por aquí para que elijas.
Saca un par de libros y va pasando páginas hasta que encuentra lo que busca. Hay lotos de todos los colores, pero la mía tiene que ser blanca.
- Esta - Digo señalándola.
Me siento sobre una silla y coloco el brazo encima de una mesa adornada con una lámpara. Veinte minutos después salgo con una cicatriz menos, casi no se nota y la flor tatuada es preciosa.
Vuelvo al coche después de dar vueltas entre el intrincado de calles. Es difícil orientarse cuando todas parecen iguales.
Suena la melodía de mi móvil. Lo saco del bolsillo del pantalón. Se me dibuja una sonrisa en la cara al ver el número de mi hermano en la pantalla.
- ¿Si?
- ¿Ya habéis llegado?
Killian y mi hermano han cambiado muchísimo desde aquel día... Creo que abrieron los ojos o vieron la luz, no lo se... En realidad da igual, pero por primera en mucho tiempo siento que tengo una familia, aunque seamos un poco raros.
- Si, hace algunas horas. Ahora voy a conducir antes de que anochezca. Te llamo cuando llegue ¿vale?
- Está bien. Ten cuidado hermanita.
Conduzco durante los cinco kilómetros que separan los dos pueblos. Desde lejos se pueden ver las dos grandes casas iluminadas. Tal vez uno de estos días vaya a casa del vecino con una cesta de frutas o algo por el estilo para presentarme. Es mejor comenzar con buen pie.
Tom está en la cocina haciendo la cena. No sólo es un psiquiatra fantástico con el que he congeniado desde el principio, si no es que el mejor cocinero. Tiene varios fogones encendidos y una botella de vino abierta.
- Tus medicinas - dice señalando tres botes sobre la encimera.
Odio tomarlas. Cada vez que abro los botes y las coloco sobre la palma de mi mano siento que aunque esté mucho mejor, no estoy recuperada del todo. A veces pienso que jamás lo estaré, pero supongo que puedo vivir tal y como me siento ahora.
Me las meto de una en una en la boca y trago dando un buche de agua.
- ¿Qué vamos a cenar? Madre mía como huele.
Levanto una de las tapas de las sartenes. Hay un revuelto de verduras especiales que huele de maravilla. Tom es vegetariano y si él pudiera nos convertiría a todos también. Levanto la tapa de la otra sartén cruzando los dedos para que no sean más verduras y que haya pensado en mi. Tengo suerte esta vez, un pescado a la plancha se va haciendo a fuego lento.
- Algo sano, como siempre ¿has visto a nuestro vecino?
Niego con la cabeza mientras pincho con el tenedor algunas verduras de la sartén y me las meto en la boca. Tom me pega en la mano para que deje de hacerlo. Siempre le ha molestado el picoteo antes de la cena.
- A mi tampoco me ha dado tiempo a conocerlo, pero tiene un cochazo - Agarra mi mano y extiende la muñeca delante de su cara - ¿qué es esto?
Aparto con cuidado el film transparente para que vea la flor de loto blanca que esconde la fea cicatriz que tenía hace apenas unas horas.
- Es muy bonita, pero ¿qué habíamos hablado sobre tomar decisiones de forma impulsiva?
Tiene razón. Siempre me lo está repitiendo, pero es que yo siempre he sido un poco cabeza loca. Me casé con Marcus a escondidas, hice creer a todos que había muerto y tiré mi coche a uno de los canales de Venecia. Soy impulsiva y normalmente pienso después de hacer algo.
- Tienes razón - Admito - Pero no he podido evitarlo.
Retira del fuego la comida y la aparta en los platos. Salimos al jardín a cenar. Es noviembre y hace frío, pero me agobia pasar mucho tiempo encerrada así que paso todo el tiempo que puedo siempre al aire libre y estoy en uno de los mejores sitios del mundo para hacerlo. Nos colocamos la chaqueta y salimos.
- He pensado que mañana podríamos darle al vecino una cesta con frutas o algo parecido, para presentarnos, ya sabes...
- Vale, ¿cómo te ha ido en tu nuevo trabajo? - Pregunta cortando un trozo de pescado.
- Muy bien, es genial. Tendrías que haber venido, hay una cocina para hacer café o comer algo. El médico es muy simpático.
Tom sonríe alegrándose por mi. A partir de mañana comienzo oficialmente a trabajar después de un año en stand by. Solo espero que la gente que vive por aquí sea simpática con los forasteros y no se parezca en nada a las películas en las que están todos medios locos por vivir en un pueblo aislado y pequeño.
MíaParece que hace media vida cuando dejé de escuchar música. Me aislé completamente de los sentimientos del mundo. Escuchar una melodía que hablara del amor o del desamor, de la pérdida, era superior a mi.Cuando ingresé en el centro me sentaba por las tardes en una butaca frente a la ventana, soñaba despierta y pensaba que Marcus aparecería cualquier día para sacarme de allí y ayudarme como siempre hizo, pero pasaban los días y eso no ocurrió, aunque en el fondo lo entiendo, cuando fuí consciente de la realidad dejé de pasar tiempo en la sala desde la que se veía la entrada. Había un piano que tocaba una muchacha muy dulce. El día que comprendí de verdad cual era mi situación, empecé de verdad el trabajo para recuperarme.Hoy en cambio, montada en mi coche enciendo la radio y busco una emisora en la que suene algo alegre.Diez minutos después aparco en la entrada de mi nuevo trabajo. Saco e
MíaIntento mantener un poco la compostura, lo poco que me pueda quedar de orgullo, pero en cuanto salimos a la calle y torcemos la esquina me derrumbo. Volver a tenerlo delante de mí es demasiado.Quiero meter en mis pulmones más aire del que me dejan. Cada vez respiro más rápido, coloco la mano sobre mi pecho y aprieto intentando que normalice la subida y la bajada descontrolada de oxígeno. Sé lo que es un ataque de ansiedad, durante este año he sufrido muchos, la mayor parte de ellos al principio, pero también pensaba que lo tenía superado.- Agachate vamos - Tom coloca sus manos sobre mis hombros ayudándone a inclinarme.Me siento en un bordillo y meto la cabeza entre las piernas.- Respira despacio, cuenta conmigo como te enseñé, venga Mía.No puedo dejar de sentir la presión del pecho, es como si un puño aprisionara mis pulmones. Respiro y respiro y respir
MarcusHoy no ha venido a trabajar mi cocinero, me ha llamado para decirme que tiene a su madre enferma y qué se iba a tomar el día libre. Perfecto. Me toca improvisar y hacer como que sé hacer los platos de la carta. Menudo coñazo de día me espera.Aquí todo el mundo es simpático y te trata como si fuerais familia, desde el mismo instante en el que llegué sentí como una parte del peso que llevaba sobre mis hombros se evaporaba. Ya no volvería a ser el Marcus desalmado que fui, podía reinventarme, convertirme en lo que quisiera y así decidí montar mi propio bar.No es un mundo del que no sepa nada. En Verona dirigía muchos y aunque servían para limpiar dinero, también eran rentables.Salgo de la cocina. Necesito dejar los fogones durante un rato. No me espero lo que me encuentro. Mía está frente a mi. Un año sin verla y sigue siendo el mismo ángel que dejé atrás.Sus ojos verde
MarcusHan pasado varios días y no hemos vuelto a coincidir. A la entrada y salida de su casa cuando va a trabajar o cuando llega del trabajo, intercambiamos un par de palabras y corre a meterse en casa. Intenta evitarme a toda costa y eso me desespera.Nuestra brecha es demasiado grande y tengo que andarme con pies de plomo si no quiero volver a alejarla.Me asomo al balcón de mi habitación como he hecho más de mil veces. Estoy convirtiéndome en todo un acosador, solo me faltan los prismáticos.Mía está sentada en la tumbona con un libro entre las manos. Pasa mucho tiempo en el jardín aunque hace frío.El desgraciado de su novio sale con un vaso entre las manos. Se acerca a ella y se lo tiende, después abre la otra mano y le da algo. Parecen pastillas. Mía se las toma de una en una y después de intercambiar varias palabras vuelve a quedarse sola. ¿Estará enferma? ¿Qué co
MíaEn la parte más alejada del bar de Marcus, observo como tontea con esa chica. Una mujer explosiva con los pechos a las alturas de la barbilla y las piernas hasta casi mis hombros. Cualquier hombre estaría loco por pasar una noche con ella y Marcus no iba a ser una excepción.Puede que lleven tiempo viéndose, tal y como yo le dije, un año es mucho tiempo y las cosas cambian. Sus sentimientos han podido desaparecer, aunque si se fue después de lo que pasó aquella noche seguramente fue porque se dió cuenta de que era una estúpida que actuaba sin pensar, hasta el punto de matar a su hijo.- ¿Qué piensas? - Tom coloca una de sus manos sobre mis hombros para llamar mi atención.Desvío la vista hasta él, así dejo de ver a la parejita.- ¿Los has visto? Se comportan como críos - Suelto enfadada.Tom ríe por lo bajo. Algo debe de hacerle mucha gracia. Alguna broma mi
MarcusCojo la pistola que guardo en la mesita de noche. Solo la tengo para usarla en caso de emergencia, como que mi hermano este tumbado con la cabeza de mi mujer sobre su pecho. Maldito hijo de puta. Salgo dando grandes zancadas, cabreado como nunca. Toco el timbre esperando que alguien se atreva a abrir. Espero unos segundos, pero al comprobar que nadie abre, doy una patada a la puerta, tiembla ligeramente pero no se abre, vuelvo a levantar la pierna y a golpearla con más fuerza, por fin cede con violencia y golpea la pared.Cargo la pistola mientras camino directo hacia el jardín, el último lugar en el que los vi y con un poco de suerte el último lugar donde estará. Killian se levanta de la tumbona con las manos en alto y Mía se esconde detrás de él.- Hermano ¿qué haces? - Pregunta haciéndose el inocente.- ¿Qué hago? Termino de una puta vez contigo. Al principio querias matarla y
MíaNo entiendo porque me ha afectado tanto verlo en la terraza junto a Carmen, la intimidad con la que la ha tratado, comprobar que Marcus se siente lo suficientemente cómodo con ella como para llevarla a su casa ha sido un cubo de agua fría.Sé que tiene derecho a rehacer su vida, a olvidarme, a enamorarse de otra mujer y seguir como si nada y eso es exactamente lo que merezco después de las decisiones tan malas que tomé, pero el dolor sigue en mi como el primer día. No consigo alejarme de él, no puedo. Querer arrancarlo de mi cerebro o de mi corazón es como querer arrancarme una parte de mi cuerpo. Imposible.- ¿Estás mejor? - Pregunta Killian pasando un brazo por encima de mis hombros.Ahora me siento avergonzada. Ellos siempre me han estado ayudando y yo sigo anclada en el mismo punto, siendo solo una carga.- Lo siento, siento mucho ponerme así - Susurro inte
MarcusNada más soltar la frase me arrepiento, exactamente igual que anoche cuando Mía nos vio en la terraza a Carmen y a mí, pero no puedo evitarlo, verla cerca de mi hermano, tumbada con él, riendo con él, imaginarla en la cama con Tom me cabrea, me pongo celoso, podemos llamarlo con cualquier nombre, pero esa es la realidad.Mía comienza a dar pequeños pasos hacia atrás. La conversación se termina al momento porque es extraño lo que está sucediendo, pero hay una cosa clara, en medio de toda esta locura, justo en este momento puedo ver claramente en su rostro el dolor que siente.Ya no soy Marcus el mafioso, el hombre al que no le importaba quitar una vida, pero sigo haciendo daño a los demás, supongo que va en mi ADN.Se gira y sale corriendo del bar. Miro extrañado a mi hermano. La mirada que me devuelve me preocupa al momento. Sale corriendo detrás de Mía, y yo sin saber muy bien po