Un plan perfecto

Mía

Intento mantener un poco la compostura, lo poco que me pueda quedar de orgullo, pero en cuanto salimos a la calle y torcemos la esquina me derrumbo. Volver a tenerlo delante de mí es demasiado.

Quiero meter en mis pulmones más aire del que me dejan. Cada vez respiro más rápido, coloco la mano sobre mi pecho y aprieto intentando que normalice la subida y la bajada descontrolada de oxígeno. Sé lo que es un ataque de ansiedad, durante este año he sufrido muchos, la mayor parte de ellos al principio, pero también pensaba que lo tenía superado.

- Agachate vamos - Tom coloca sus manos sobre mis hombros ayudándone a inclinarme.

Me siento en un bordillo y meto la cabeza entre las piernas.

- Respira despacio, cuenta conmigo como te enseñé, venga Mía.

No puedo dejar de sentir la presión del pecho, es como si un puño aprisionara mis pulmones. Respiro y respiro y respiro, pero el aire no me calma, al contrario, necesito más y más. La vista se me nubla y comienzo a marearme.

- N.. No.. P... Pues... E.. Do.

Tom me deja sola y entra en una pequeña tienda de artesanías frente a nosotros. Dos segundos más tarde sale con una bolsa de papel entre las manos y la coloca sobre mi boca.

- Te vas a desmayar si no te calmas.

Asiento diciéndole que le he comprendidos. En el mismo momento que respiro dentro de la bolsa comienzo a calmarme. Parece cosa de magia, pero siempre funciona.

Antes iba a todas partes con una bolsa en el bolsillo trasero del pantalón. Los ataques de ansiedad y de pánico son lo peor. Literalmente crees que te estás muriendo y la sensación es como si te murieras, pero en realidad no te pasa nada grave. Conforme pasaron los meses y me fui encontrando mejor me olvidé de ella y la tiré en algún sitio. No tendría que haberlo hecho.

Mi respiración comienza a acompasarse con los latidos de mi corazón, que poco a poco vuelven a su ritmo normal. Después de lo que parece una eternidad abro los ojos.

- Estoy mejor - susurro dejando salir el aire - Gracias.

Me sujeta del brazo y me ayuda a levantarme.

- Deja que te ayude - Sostiene parte de mi peso para ayudarme a caminar.

Llegamos al coche. Me abre la puerta y me ayuda a sentarme. No puedo creerme que Marcus esté aquí, que todo vuelva a comenzar otra vez. Todo el dolor que he tenido que asimilar, toda la culpabilidad, todo lo que derrumbó mi vida.

Cuando empiezo a notar que vuelvo a acelerar la respiración, enciendo la radio y dejo de pensar, o al menos lo intento.

Llegamos a casa. Tom va directo a la cocina donde están mis medicinas. Yo voy hacia el jardín. Hay una tumbona con una manta preparada. Me tumbo mirando el cielo. Mi amigo me ofrece un vaso de agua y mis pastillas, junto con un tranquilizante. He tomado tantas pastillas de tantos colores que creo que puedo saber para que es cada una con sólo ver el envoltorio.

- Siento el espectáculo que he dado. Ha sido bochornoso - me tapo la cabeza con la manta avergonzada.

Tom me la quita de un tirón y me observa fijamente. No sé si es el mejor psiquiatra o no, pero desde luego es el que mejor me conoce y el que ha sabido sacarme del agujero en el que estaba.

- Nunca te disculpes por mostrar cómo te sientes, Mía Carussi.

- Marcus vive aquí ¿verdad? ¿Qué hago? ¿Hacemos las maletas y nos vamos?

Mi amigo me escucha atentamente mientras doy vuelvas y vueltas. Buscando una solución.

- La pequeña Mía destrozada que conocí Huiría, la Mía que decidió mudarse a un sitio desconocido para encauzar su vida se quedaría y se fortalecería, pero tu eliges, como siempre.

Pero tu eliges como siempre, repito en mi cabeza poniéndole un tono raro. Me presiona para que no sea una cobarde. Ya dejé mi vida atrás una vez por él, no puedo volver a hacerlo, sino me pasaré la vida escapando de todas las complicaciones que se me presenten.

- Siempre haces lo mismo, te odio - le pego en el pecho con las dos manos.

- No es cierto - Me revuelve el pelo con cariño y se tumba en la hamaca.

Levanta el brazo para que me tumbe a su lado. Coloco la cabeza sobre su pecho y cierro los ojos. Estas crisis me dejan exhausta y en cuanto hagan efecto las pastillas voy a estar en una nube lo que queda de noche.

Escucho el ruido del mar al fondo. Poco a poco voy abriendo los ojos. En algún momento me quedé profundamente dormida. Tom me trajo otra manta y estoy tapada hasta el cuello. Me siento con cuidado y me quito los zapatos, me gusta sentir la textura del césped en mis pies.

Me levanto con cuidado, las pastillas me han dejado un poco débil, pero necesito pasear y pensar. Camino hasta la puerta trasera, la que da a la pequeña playa privada. Desciendo poco a poco por los tablones de madera. Me envuelvo aún más en la manta, hace frío, mucho, estaremos a siete u ocho grados, pero la humedad del mar hace que parezcan menos aún

Mis pies tocan por fin la arena, se hunden en ella en cuanto dejo caer mi peso sobre ella. La arena está muy fría, es fina y blanquecina. Parece un pequeño paraíso solo para mi.

- ¿Cómo estás? - La voz de mi mejores sueños y de mis peores pesadilla suena a mi espalda.

Me giro despacio. No quiero volver a perder los papeles, aunque casi estoy convencida de que mi actitud tranquila se debe a la bomba de tranquilizantes que me ha dado Tom hace apenas unas horas.

- Bien, me sorprendió un poco verte, pero ya estoy bien ¿qué haces aquí?

Adelanta los pasos que nos separan hasta que se coloca a mi lado. Esta igual de guapo que siempre. Lleva un pantalón vaquero y un Jersey de cuello alto negro, sus pies están descalzos como los míos. No ha cambiado absolutamente nada en todo este tiempo.

- Al parecer soy tu vecino. Mery me dijo que vivías aquí y que eras la nueva enfermera - mete las manos en los bolsillos algo nervioso.

Puede ser que este reencuentro no me haya afectado solo a mi. Tal vez él tampoco esperaba verme o no quería volver a verme y aquí estoy yo, recordándole lo que pasó.

- No sabía que estabas aquí - digo mirando la arena - Si no nunca habría venido.

Doy unos pasos hasta la orilla y me alejo de Marcus, el olor de su perfume ni siquiera me deja pensar con claridad. ¿En qué momento he sido tan ilusa como para pensar que podría superar lo que una vez tuvimos?

Dejo que las pequeñas olas me mojen los pies.

- Ese hombre del bar... Quiero decir - Me vuelvo para encararlo. Jamás lo había visto nervioso sin encontrar las palabras - ¿Estáis juntos?

Un año sin vernos, un año desde que me abandonó después de lo que hizo mi padre y lo primero que se le ocurre preguntar es por el tío que estaba conmigo. A veces pienso que a los hombres les faltan neuronas.

No puedo volver a pasar por lo mismo Marcus y yo somos imanes, me atrae solo con su olor, con su tacto, con un leve roce, desde el primer momento que lo vi, antes de casarnos, me enamoré locamente de él.

La primera vez que me abandonó conseguir sobrevivir porque podía más el enfado que sentía que la tristeza, la segunda vez que lo hizo me destrozó, acabó conmigo y con todas mis esperanzas de un futuro, y ahora que vuelvo a recuperarme aparece en mi vida por tercera vez. No podría soportar una vez más lo mismo.

- Si, llevamos saliendo un tiempo y decidimos venirnos a vivir aquí es muy tranquilo, justo lo que queríamos.

Se pasa las manos por el pelo y se lo revuelve se saca las manos del bolsillo para acto seguido volver a meterlas.

- Aquí hay tranquilidad de sobra, es cierto.

Antes de que me derrumbe necesito alejarme de él. Tenerlo cerca hace que dude, que me plantee cosas que ya creía olvidadas.

- Bueno... Tengo que irme. Tom se preguntará que dónde me he metido.

Comienzo a caminar de vuelta a los tablones de madera que llevan hasta el jardín.

- Claro... Si... Es tarde - Dice sin mucha coherencia.

¿Qué le pasa? Supongo que un año es mucho tiempo y los dos hemos cambiado. Si piensa que tengo pareja se alejará y no tendré que lidiar cada día con mis sentimientos. Es un plan perfecto, nada puede salir mal.

- Buenas noches - Me despido sacando una mano de la manta.

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