Marcus
Hoy no ha venido a trabajar mi cocinero, me ha llamado para decirme que tiene a su madre enferma y qué se iba a tomar el día libre. Perfecto. Me toca improvisar y hacer como que sé hacer los platos de la carta. Menudo coñazo de día me espera.
Aquí todo el mundo es simpático y te trata como si fuerais familia, desde el mismo instante en el que llegué sentí como una parte del peso que llevaba sobre mis hombros se evaporaba. Ya no volvería a ser el Marcus desalmado que fui, podía reinventarme, convertirme en lo que quisiera y así decidí montar mi propio bar.
No es un mundo del que no sepa nada. En Verona dirigía muchos y aunque servían para limpiar dinero, también eran rentables.
Salgo de la cocina. Necesito dejar los fogones durante un rato. No me espero lo que me encuentro. Mía está frente a mi. Un año sin verla y sigue siendo el mismo ángel que dejé atrás.
Sus ojos verdes me miran con la misma sorpresa que los míos, el pelo rojo sigue siendo el mismo fuego que recordaba, está más delgada, pero antes de que pueda acercarme a ella un tío corre a su encuentro y le dice algo que no logro escuchar, al momento se vuelve hacia mi, la abraza y se van.
¿Por qué cojones ese tío está abrazando a mi mujer? Quiero partirle los brazos, quiero meterle una bala en la cabeza para que no vuelva a poner sus manos sobre el cuerpo de Mía.
Respiro profundo. Tengo que calmarme. El Marcus sanguinario ya no existe. No puedo ir matando gente. Tengo que repetirme una y otra vez las mismas frases para no volver a cagarla.
- Marcus, cariño ¿Sabes que le ha pasado a Mía? - Pregunta Mery acercándose a la barra.
Esta mujer es la persona más cotilla del pueblo. Si quiero enterarme de algo, ella es la persona adecuada.
- Creo que se ha empezado a encontrar mal. Oye, dime una cosa ¿quien es esa chica? ¿Cómo ha venido a parar a este pueblo tan pequeño?
Antes de que empiece a hablar ya le he servido una Coca-Cola para que se la vaya bebiendo mientras habla.
- Es la nueva enfermera. Parece un encanto ¿verdad? Y su novio todo un caballero.
Escuchar la palabra novio me saca de quicio. Yo me aleje de ella porque estar cerca del hombre que le había arruinado la vida le hacía daño, no para que llegara el primer imbécil y se la ligara.
- ¿Viven por aquí? - Pregunto cómo si no me importara mientras limpio la barra.
- Vive en Obbeggio, en la casa esa que se alquilaba, la que tenía la playa privada.
Dejo de mover el trapo. Es mi vecina. Como tenga que ver al desgraciado ese hacerle arrumacos, dejaré mi pacífica nueva vida y dormirá con los tiburones.
Después de terminar el interrogatorio. Estoy deseando cerrar. Desde que llegué aquí he preferido trabajar a pasar tiempo en mi casa, solo y dándole vueltas a la cabeza, pero ahora estoy deseando coger el coche y subir al balcón para ver si encuentro a Mía por algún sitio de su casa. Si, lo se, soy todo un acosador, y lo peor es que me da igual.
Cerca de las dos de la mañana ya no aguanto más. Me acerco a Perry, mi camarero desde hace un año, confío plenamente en él. Dejo las llaves sobre la barra llamando su atención.
- Cierra tu. Tengo que hacer una cosa.
Coge las llaves sin dudar.
- Si, jefe - contesta solemne.
Es un chaval que rondará los veintipocos, pero se toma muy en serio su trabajo. Ni una sola vez se ha escaqueado para irse con los amigos o ha intentado engañarme. Así que le ofrezco el mismo respeto que él a mi.
Conduzco mi coche a más velocidad de la que debería, pero la cabeza me va a mil. Son demasiadas preguntas. Le dije que lo mejor era que nos tomáramos un tiempo para que ella se recuperase, estando yo fuera de su vida seguro que le ha ido mucho mejor, un año después nos encontramos ¿y ahora qué? Ella tiene una nueva vida, una nueva pareja en su nueva casa.
Aparco en la entrada. Antes de salir del coche miro el mini amarillo que adorna su entrada. Es muy típico de Mía, es un reflejo de su forma de ser.
Entro a casa con paso acelerado. Subo las escaleras y abro con cuidado la puerta de la terraza que hay en mi habitación. Desde aquí se ve el jardín del vecino y parte de su casa.
Mía está dormida en una de las tumbonas. Su novio aparece con una manta y la tapa con cuidado, después le deja un beso en la frente. Le deja un puto beso en la frente a mi mujer. Me da igual el tiempo que haya pasado, los papeles dicen que ella es mía y pienso dejarlo claro la próxima vez que lo vea, y si no lo veo... Lo voy a buscar y le voy... Le voy...
Vuelvo sobre mis pasos y me siento sobre la cama. Tengo que calmarme o volveré a liar las cosas. Dejo que pase un rato hasta volver a asomarme. Mía se levanta adormilada, se coloca la manta sobre los hombros y camina hacia la puerta que conecta con la playa.
Corro escaleras abajo hasta que salgo a mi jardín. Corro procurando no hacer ruido, lo último que quiero que piense es que se me ha ido la cabeza, aunque eso es exactamente lo que ha pasado.
- ¿Cómo estás? - pregunto sobresaltándola.
- Bien, me sorprendió un poco verte, pero ya estoy bien ¿qué haces aquí?
Adelanto unos pasos y me acerco a ella. De cerca se ve claramente que ha perdido peso, pero sigue siendo la mujer más guapa de toda Italia.
- Al parecer soy tu vecino. Mery me dijo que vivías aquí y que eras la nueva enfermera - meto las manos en los bolsillos intentando ocultar lo nervioso que estoy.
Estamos hablando como si fuéramos dos desconocidos. Es la persona que más amo y soy incapaz de decírselo, incapaz de acercarme y abrazarla, decirle que siento que por mi culpa haya tenido que sufrir tanto.
- No sabía que estabas aquí - dice desviando la mirada - Si no nunca habría venido.
Un golpe bajo que ha dado de lleno en mi estómago.
Se acerca hasta la orilla y deja que las pequeñas olas rompan contra sus pies. Me acerco despacio hasta ella.
- Ese hombre del bar... Quiero decir... ¿Estáis juntos? - Soy un puto adolescente. Si Mía no estuviera aquí ahora mismo, me daría un puñetazo por pringado.
- Si, llevamos saliendo un tiempo y decidimos venirnos a vivir aquí es muy tranquilo, justo lo que queríamos.
Escucharlo de sus labios me altera. Me paso los dedos por el pelo y al momento meto las manos en el bolsillo. Ella ha pasado página, me ha olvidado, ha rehecho su vida al lado del pijo de m****a ese y se ha olvidado de mi.
- Aquí hay tranquilidad de sobra - Puntualizo sin saber que decir.
- Bueno... Tengo que irme. Tom se preguntará que dónde me he metido.
Tom se llama el cabronazo que besa la frente de mi mujer. Tomo nota para... No puedo hacer nada ¡JODER! Si le hiciera algo Mía me odiaría aún más.
- Claro... Si... Es tarde.
- Buenas noches - Se despide sacando un brazo por encima de la manta. Creo ver algo de color en su brazo. ¿Podría ser un tatuaje? La próxima vez que la vea me fijaré mejor.
Dejo la playa en cuanto Mía desaparece por las escaleras. Paso por el jardín hasta el salón. Doy vueltas sin saber muy bien que hacer, respiro rápido y profundo. No puedo quedarme quieto mientras otro enamora a mi mujer, tal vez ya esté enamorada ¿cuánto tiempo llevan juntos?
Me paro en seco frustrado. Pego un puñetazo a la pared. Los nudillos me duelen, pero me calma la ansiedad, vuelvo a golpearla más fuerte que antes, y después vuelvo a repetirlo una tercera vez.
Pego la frente en la fría pared y respiro profundo. La has cagado Marcus Moretti, la has cagado pero bien, pero tú nunca te rindes, nunca te alejas de tu objetivo y ese es Mía Carussi.
La consulta del médico abre a las nueve, así que me pego una ducha y me acuesto, pero pongo el despertador a las ocho. En cuanto suena la alarma me levanto, me visto y espero en la entrada a que ella salga.
Voy a hacerme el encontradizo, es un comportamiento muy desesperado e infantil, pero si tengo que convertirme en su sombra para poder verla, lo voy a hacer. Además, tampoco es tan raro que nos veamos, es un pueblo muy pequeño y todos nos conocemos.
Escucho como abre la puerta y me pongo tenso al momento. Saco las llaves de mi coche y camino hacia él. Mía sale tan guapa como ayer. Lleva un Jersey de cuello alto beige, un vaquero pitillo y unas botas negras.
Dejo el coche a mi izquierda y me acerco a ella para saludarla.
- ¿Ya vas a trabajar?
Busca las llaves en su bolso evitando mi mirada.
- Si, voy algo justa de tiempo.
- No te preocupes, aquí nunca pasa nada, y si pasara no sería antes de las once - Bromeo.
Me río con mi propia frase. Mía deja escapar una pequeña sonrisa también. Ahí está mi mujer, el brillo de sus ojos, el que no logré encontrar ayer.
- Ya bueno... Aun así no debería llegar tarde. Nos vemos - Abre la puerta y se mete en el coche.
Me acerco al mío para disimular. Mía arranca, antes de meter primera y desaparecer levanta la vista hasta mi, levanto la mano para despedirme. En cuanto dejo de verla entro en casa otra vez. No tengo que trabajar hasta las once. Me siento en un taburete de la cocina y entierro la cabeza.
¿Qué estoy haciendo? Intentando llamar la atención de Mía. Jamás debí irme ¿En qué jodido momento pensé que una mujer como ella me esperaría el tiempo que hiciera falta? Ahora sólo puedo hacer una cosa: volver a conquistarla.
MarcusHan pasado varios días y no hemos vuelto a coincidir. A la entrada y salida de su casa cuando va a trabajar o cuando llega del trabajo, intercambiamos un par de palabras y corre a meterse en casa. Intenta evitarme a toda costa y eso me desespera.Nuestra brecha es demasiado grande y tengo que andarme con pies de plomo si no quiero volver a alejarla.Me asomo al balcón de mi habitación como he hecho más de mil veces. Estoy convirtiéndome en todo un acosador, solo me faltan los prismáticos.Mía está sentada en la tumbona con un libro entre las manos. Pasa mucho tiempo en el jardín aunque hace frío.El desgraciado de su novio sale con un vaso entre las manos. Se acerca a ella y se lo tiende, después abre la otra mano y le da algo. Parecen pastillas. Mía se las toma de una en una y después de intercambiar varias palabras vuelve a quedarse sola. ¿Estará enferma? ¿Qué co
MíaEn la parte más alejada del bar de Marcus, observo como tontea con esa chica. Una mujer explosiva con los pechos a las alturas de la barbilla y las piernas hasta casi mis hombros. Cualquier hombre estaría loco por pasar una noche con ella y Marcus no iba a ser una excepción.Puede que lleven tiempo viéndose, tal y como yo le dije, un año es mucho tiempo y las cosas cambian. Sus sentimientos han podido desaparecer, aunque si se fue después de lo que pasó aquella noche seguramente fue porque se dió cuenta de que era una estúpida que actuaba sin pensar, hasta el punto de matar a su hijo.- ¿Qué piensas? - Tom coloca una de sus manos sobre mis hombros para llamar mi atención.Desvío la vista hasta él, así dejo de ver a la parejita.- ¿Los has visto? Se comportan como críos - Suelto enfadada.Tom ríe por lo bajo. Algo debe de hacerle mucha gracia. Alguna broma mi
MarcusCojo la pistola que guardo en la mesita de noche. Solo la tengo para usarla en caso de emergencia, como que mi hermano este tumbado con la cabeza de mi mujer sobre su pecho. Maldito hijo de puta. Salgo dando grandes zancadas, cabreado como nunca. Toco el timbre esperando que alguien se atreva a abrir. Espero unos segundos, pero al comprobar que nadie abre, doy una patada a la puerta, tiembla ligeramente pero no se abre, vuelvo a levantar la pierna y a golpearla con más fuerza, por fin cede con violencia y golpea la pared.Cargo la pistola mientras camino directo hacia el jardín, el último lugar en el que los vi y con un poco de suerte el último lugar donde estará. Killian se levanta de la tumbona con las manos en alto y Mía se esconde detrás de él.- Hermano ¿qué haces? - Pregunta haciéndose el inocente.- ¿Qué hago? Termino de una puta vez contigo. Al principio querias matarla y
MíaNo entiendo porque me ha afectado tanto verlo en la terraza junto a Carmen, la intimidad con la que la ha tratado, comprobar que Marcus se siente lo suficientemente cómodo con ella como para llevarla a su casa ha sido un cubo de agua fría.Sé que tiene derecho a rehacer su vida, a olvidarme, a enamorarse de otra mujer y seguir como si nada y eso es exactamente lo que merezco después de las decisiones tan malas que tomé, pero el dolor sigue en mi como el primer día. No consigo alejarme de él, no puedo. Querer arrancarlo de mi cerebro o de mi corazón es como querer arrancarme una parte de mi cuerpo. Imposible.- ¿Estás mejor? - Pregunta Killian pasando un brazo por encima de mis hombros.Ahora me siento avergonzada. Ellos siempre me han estado ayudando y yo sigo anclada en el mismo punto, siendo solo una carga.- Lo siento, siento mucho ponerme así - Susurro inte
MarcusNada más soltar la frase me arrepiento, exactamente igual que anoche cuando Mía nos vio en la terraza a Carmen y a mí, pero no puedo evitarlo, verla cerca de mi hermano, tumbada con él, riendo con él, imaginarla en la cama con Tom me cabrea, me pongo celoso, podemos llamarlo con cualquier nombre, pero esa es la realidad.Mía comienza a dar pequeños pasos hacia atrás. La conversación se termina al momento porque es extraño lo que está sucediendo, pero hay una cosa clara, en medio de toda esta locura, justo en este momento puedo ver claramente en su rostro el dolor que siente.Ya no soy Marcus el mafioso, el hombre al que no le importaba quitar una vida, pero sigo haciendo daño a los demás, supongo que va en mi ADN.Se gira y sale corriendo del bar. Miro extrañado a mi hermano. La mirada que me devuelve me preocupa al momento. Sale corriendo detrás de Mía, y yo sin saber muy bien po
MarcusNo quiero perder el tiempo, así que llevo a Mía directamente a mi casa. Sé con total seguridad que si se despierta me va a matar, pero no tengo llaves de la suya y esperar fuera a que llegue Tom o Killian no es una opción.La llevo hasta mi cama. La suelto con cuidado sobre el colchón. Vuelvo a tocar su frente. Maldita sea, está ardiendo. Su ropa está mojada por la humedad y el sudor. Le quito con cuidado la chaqueta, después le desabrocho la camisa, y aunque no es el momento y hace que me sienta como una rata, admiro su cuerpo después de tanto tiempo.Cuando la he dejado solo con la ropa interior, la tapo con la sábana. La dejo sola en la habitación para ir a buscar un bol con agua y un paño, en algún momento leí que para bajar la fiebre se puede intentar bajar la temperatura de determinadas zonas del cuerpo.Saco el teléfono del bolsillo mientras busco las cosas que voy a necesitar. M
MíaCada vez que pienso en lo que ocurrió hace algunos días me muero de vergüenza. El primer error de muchos fue salir corriendo como la cobarde que soy. Un poco más dramática y me llaman para el papel principal de una telenovela.Después, encima que Marcus me busca, me cuida y me lleva a mi casa para que no coja frío, lo empujo y lo saco a patadas ¡madre mía! No voy a ser capaz de volver a mirarlo a la cara.Que le gusta otra mujer ¿y qué? No me debe nada, lo nuestro terminó hace mucho tiempo y él tiene derecho a hacer con su vida lo que le dé la real gana.La fiebre me ha bajado y la garganta casi no me duele ya... Y aquí sigo, escondida para no enfrentar las cagadas. Marcus ha venido todos los días a verme, todas las veces me he hecho la dormida hasta que se ha ido.No voy a poder evitarlo eternamente, ya lo se, pero tengo que poner en orden mi cabeza antes de poder explicar
MíaNo puedo creer que volvamos a estar todos juntos. Los echaba muchísimo de menos. La sorpresa que según me dijo Marcus era para todos... No se, algo me dice que era solo para mi. Sabe cuanto quiero a mi hermano, a Dante y a Lea, ella es como mi hermana.Me escapo un momento de la charla y voy a la cocina. Rebusco en el bolso mi pastillero. Mi estabilidad emocional está bailando sobre una cuerda en un edificio de veinte plantas de altura. No puedo olvidar ni una toma.- ¿Necesitas ayuda? - La voz de Marcus justo detrás de mi me sorprende.El pastillero cae de mi manos y choca contra el suelo. Al abrirse por el golpe las tres pastillas quedan tiradas.- No, no... Me dolía la cabeza y... Bueno... Me iba a tomar algo - Contesto nerviosa.Me agacho rápidamente para recogerlas, pero Marcus se adelanta. Las recoge y me las tiende sin hacer ninguna pregunta, ni monta