Giacomo alzó la mirada y la fijó en su investigador.—¿Verificaste toda esta información? —preguntó, procurando que su voz sonara tan impasible como si la información que acababa de leer no lo hubiera afectado.—Sí, señor. Me tomo mi trabajo en serio.Giacomo bajó la mirada al archivo que sostenía entre sus manos y repasó la información por tercera vez. Esta vez, algunas palabras parecían resaltar más que antes, ahora que casi se sabía de memoria algunas partes.Al parecer había sido un completo ingenuo al no ordenar una investigación sobre Arianna antes de casarse con ella, pero jamás habría considerado necesario indagar en la vida de una mujer que afirmaba amarlo. ¿Qué motivo tenía para desconfiar? Siempre se había mostrado sincera y él había confiado en ella.Para alguien que se enorgullecía de ser buen juez del carácter de las personas, Arianna había conseguido engañarlo con una habilidad que ahora le resultaba humillante.Arianna le había contado que sus padres estaban muertos. Le
Giacomo apartó una silla y esperó a que Carmine tomara asiento antes de sentarse junto a ella. Sin perder tiempo, alcanzó la jarra de agua y rellenó un vaso.—Deberías beber un poco —dijo, tendiéndole el vaso a Carmine.Carmine soltó un suspiro y rodó los ojos, pero no discutió con él. Era tierno como Giacomo siempre estaba al pendiente de ella, aunque a veces su preocupación rayaba en la exageración. Como el día que había decidido pintar la habitación de su hija y le había prohibido ayudar e, incluso, acercarse a la puerta. Había tenido que esperar a que la pintura secara para ver el resultado final.—¿Quieres algo más?—No, descuida, estoy bien.Giacomo asintió con movimiento de cabeza y giró la mirada hacia el frente, percatándose de que todas las miradas estaban fijas en él. Sus expresiones era una mezcla entre diversión y curiosidad.—Así que, ¿qué te trae por aquí? —preguntó Sebastian, arqueando una ceja.Giacomo experimentó un extraño déjà vu, recordando la última vez que había
Carmine observó la casa de sus padres en el espejo retrovisor, mientras se alejaban. La noche había caído hace una hora y en ese momento estaban de camino a su departamento. El día con su familia había superado sus expectativas, y, mejor aún, nadie había golpeado a nadie.Giacomo había logrado conquistar a toda su familia, incluyendo a su reticente padre. En algún momento de la tarde, los dos se habían sumergido en una conversación. Ambos parecían muy cómodos compartiendo sus opiniones e, incluso, había visto a su padre sonreír en un par de ocasiones con algún comentario de Giacomo.Carmine giró la cabeza para observarlo. Giacomo mantenía la mirada fija en la carretera, concentrado, pero después de algunos segundos pareció sentir el peso de su mirada, porque la miró por un instante.Sin poder evitarlo, esbozó una sonrisa.Durante toda la tarde no había dejado de reproducir la confesión de Giacomo en su mente tan solo para asegurarse de que no se trataba de un sueño. —¿Hablabas en se
Carmine se acercó con una sonrisa amable a la enfermera, una mujer de alrededor de cincuenta años, que estaba detrás del mostrador. En su mano llevaba un ramo de flores frescas, las preferidas de la madre de Giacomo.Carmine se había tomado la tarde libre para poder visitar a Constanza. Sabía que la madre de Giacomo necesitaba compañía y a ella no le molestaba ir a verla algunas veces al mes. Nunca estaba segura de que esperar cuando se reunía con ella, pero no por eso le gustaba menos ir a verla.De todas sus visitas, solo una vez había presenciado una de las crisis de Constanza. Había sucedido repentinamente y Carmine se quedó paralizada, sin saber cómo reaccionar. Los enfermeros habían intercedido de inmediato y le pidieron que se retirara. Carmine había escuchado los gritos de Constanza, mientras se alejaba. Aquella escena había dejado una marca en ella.Era tan difícil de entender cómo alguien que había luchado durante toda su vida contra tantos obstáculos, se había convertido en
Giacomo maldijo en silencio al ver a Arianna. Cuando creyó que su día no se podía poner peor, estaba equivocado. No estaba de humor para enfrentarse a ella, no después de haber perdido en el tribunal.Era consciente de que no siempre iba a ganar, pero eso no hacía que fuera más fácil aceptar las derrotas. Y esa derrota, en particular, lo había dejado furioso. El bastardo al que el juez había liberado por "falta de pruebas" merecía estar tras las rejas, no caminando libre por las calles. El tipo representaba una amenaza para las mujeres, pero el juez, al parecer, no pensaba igual que él. Lo que había empeorado su mal humor fue ver al muy imbécil acercarse a su cliente, luciendo demasiado satisfecho. La sonrisa había desaparecido de su rostro, cuando Giacomo informó que apelaría y que la próxima vez no tendría tanta suerte. Giacomo no miró a Arianna al pasar junto a ella. Le había hecho una promesa a Carmine y no estaba en sus planes romperla, pero al parecer su ex no entendió la in
Giacomo miró a Carmine por el rabillo del ojo. Durante todo el viaje, ella se había mantenido en silencio, y la única vez que él intentó hablarle, ella lo miró con los ojos brillando de furia, así que optó por callarse y esperar.No era de los que se asustaban fácilmente, pero había visto a su novia enfurecida en el pasado y era como un soldado listo para matar a lo que se le atravesara en frente. El embarazo solo había intensificado su temperamento, volviéndola más impredecible y, en su opinión, aún más peligrosa.Maldita sea Arianna por haber vuelto a aparecer.En cuanto Giacomo detuvo el auto, Carmine se bajó sin esperar a que él le abriera la puerta y se adelantó. Él tuvo que correr para alcanzarla.—No habrá nada de contacto entre nosotros hasta nuevo aviso —anunció Carmine en cuanto entraron al departamento.—¿Qué? ¿Por qué? —Te vi besándote con Arianna. ¿Te parece poco?—Fue ella quien me besó —dijo Giacomo, comenzando a acercarse a ella lentamente.—No me importa. Debiste ale
El juez golpeó su mazo, marcando el final del juicio tras dictar la sentencia. Giacomo escuchó el murmullo creciente que estalló al otro lado de la sala y, al girar, vio que el acusado estaba gritándole a su abogado. Dos oficiales se acercaron a él y lo tomaron de los brazos en un intento de controlarlo. En medio de la confusión, sus miradas se cruzaron, y entonces, Giacomo esbozó una sonrisa victoriosa.«Te advertí que perderías»El rostro del tipo se contorsionó con odio, como si hubiera leído sus pensamientos. Giacomo no se inmutó y tampoco lo hizo cuando él empezó a maldecirlo, mientras lo sacaban de la sala del tribunal. En sus años como abogado, había recibido más miradas de odio y escuchado más amenazas de las que podía recordar, ya estaba acostumbrado a ello.Se puso de pie y dirigió su mirada hacia su defendida. Una mujer demasiado inocente para prever la pesadilla en la que se convertiría su vida cuando aceptó una invitación del tipo que acababan de sacar de la sala. Como muc
Carmine dudó un instante antes de por fin decidirse a acercarse a saludar a Giacomo. Habría sido grosero no hacerlo ya que los dos eran amigos desde hace mucho tiempo, aunque se habían distanciado un poco en los últimos años. Giacomo trabajaba a medio tiempo para la organización benéfica de su tía, pero no era así como se habían conocido. Hace mucho tiempo, cuando ambos no eran más que adolescentes, la madre de Giacomo había acudido a su tía en busca de refugio.Se disculpó con su amiga y se levantó de su banco. Se obligó a respirar con normalidad a medida que se acercaba a él y mantuvo una sonrisa confiada en su rostro mientras lo evaluaba con la mirada.Giacomo era el hombre más atractivo que había conocido. Sus pómulos marcados, su cabello castaño y esos ojos verdes, que a veces parecían cambiar de color, formaban una combinación irresistible. Sin embargo, la verdadera debilidad de Carmine era su sonrisa, que rompía su expresión severa y dejaba entrever a alguien cálido y encantador